¿Es odio esto que siento por Israel?

 

(Este texto lo escribí hace un mes… y en el fondo, es tan poco lo que ha cambiado la situación… Es la toma dos de un texto anterior)

¿El odio puede ser un sentimiento legítimo? ¿Odiar a alguien o a algo implica necesariamente desearle el mal? ¿Es cierto eso de que el odio sólo genera más odio? ¿Cómo puedo sentir algo mejor de lo que siento? ¿Me puedo convencer de sentir algo que no me nace? ¿No fue exactamente el odio el que nos trajo hasta aquí? ¿Por qué siento esto que siento?

La pregunta que me impulsó a escribir este texto es muy simple ¿es odio lo que siento por  el Estado de Israel? Durante los últimos 22 meses hemos pasado demasiadas horas viendo un genocidio en la pantalla de nuestro celular. El desproporcionado uso de la fuerza contra civiles desarmados, la destrucción de casas, hospitales, universidades, comercios… todo. Vimos tantos videos que nos mostraron el horror: gente llorando, gente herida, gente muerta. Una región desesperada. Ojos vaciados, plegarias, gritos y clamores al cielo.

El genocidio en nuestros tiempos es, para quienes lo atestiguamos, la omnipresencia de la impotencia. Millones de personas nos convertimos en la imagen misma de la parálisis. El abismo entre lo que queremos y lo que podemos. Nos dolemos a nuestra manera, nos desbordamos de sentimientos que no podemos expresar más que acariciando suavemente la superficie del celular.

22 meses sintiendo enojo, indignación, desasosiego. Es tanto el desamparo, la tristeza y la rabia, la desesperación por querer que prive el sentido común, el respeto a la vida. Pero no pasa nada… pasan los días, los meses y los años y no pasa nada.

No quiero odiar a un país. No quiero caer en las generalidades. No quiero sentir esto que siento…  pero lo siento. Israel me produce un rechazo terrible, por la crueldad infinita con que han destruido la vida de tantas familias y la instrumentalización de todo lo que está a su paso para justificar actos de expansión y muerte.

¿Qué es esto que siento?

¿QUIÉN LE DIO EL PODER A QUIEN GOBIERNA?

Es común escuchar que el pueblo no es el gobierno, la idea sería condenar a los gobernantes y quitar responsabilidad a la población. Pero me parece que las cosas no son tan sencillas, ni los límites tan claros y después de 22 meses de barbarie hay algo de salida fácil en esa opción.

Israel nos ha repetido una y otra vez que es la única democracia de Medio Oriente, así que podemos pensar que una parte significativa de la población aprueba las acciones de su gobierno. Y lo que es más duro de aceptar es que el odio y la retórica de deshumanización hacia lxs palestinxs está muy normalizada entre la población israelí. Tik tokers como @hamzahpali se han dedicado a mostrar la opinión de muchos ciudadanos de a pie. Escucharles es devastador. En Israel la ocupación de los territorios palestinos se ha naturalizado. Las humillaciones diarias a los palestinos se han normalizado. Y la indiferencia, cuando no el apoyo, de una parte importante de la ciudadanía israelí ante la ocupación ha sido decisiva.

También es bien sabido que hay miles y miles y miles de israelíes que se han manifestado contra el gobierno y la persona que lo encabeza. Pero esas manifestaciones no han conseguido extenderse y cohesionar un movimiento de oposición (después del 7 de octubre de 2023). La mayoría laica y la minoría ultraortodoxa han cedido terreno político frente a los sectores nacionalistas religiosos, que han transformado al país en un Estado racista e intolerante. Un proyecto populista con una deriva autoritaria, que lxs israelíes escogieron y han sido incapaces de deponer, con un liderazgo corrupto que ha debilitado sus instituciones y contrapesos democráticos (empezando por el poder judicial). Un grupo dispuesto a todo por no dejar el poder, ni permitir que su primer ministro vaya a juicio.

OJO POR CODO Y PIERNA POR DIENTE

Hay una especie de sentido común que nos hace pensar que las cosas se deben juzgar en relación, que nuestras acciones se evalúan no por lo que son en sí, sino en relación a lo que las provocó. Generalmente pensamos que gritarle a alguien que nos grita está justificado, que insultar a quien nos insulta es una reacción lógica. Pensamos que cierta reciprocidad y cierta proporcionalidad en las acciones es lo adecuado. Si nos tratan bien estamos “obligados” a tratar bien, si nos tratan mal se justifica que tratemos mal. En el fondo es la idea del ojo por ojo y el diente por diente.

Pero podríamos salir de esa lógica y pensar en las cosas por lo que son en sí mismas. Hay acciones que debemos condenar siempre, sin detenernos a pensar en el contexto: ninguna milicia de ningún tipo, bajo ninguna circunstancia, tiene derecho ni legitimidad para atacar a civiles desarmados. Nadie tiene ese derecho, nada justifica esa acción.
Ninguna ofensa anterior, nunca, ni bajo ninguna circunstancia, justifica ni justificará el asesinar a niñxs. Necesitamos fijar los límites de lo aceptable, dejar de hacernos bolas y coincidir en que hay acciones que siempre están mal. Vengan de donde vengan.

Los crímenes de Israel en los territorios ocupados durante más de 50 años no justifican la brutalidad del ataque de Hamás el 7 de octubre. Pienso que tenemos que condenar con firmeza esa terrible agresión y demandar el regreso de los rehenes con vida. Tampoco el 7 de octubre justificará nunca y de ninguna manera lo que Israel ha hecho después.

¿PODEMOS ESTAR DE ACUERDO EN ALGO?

Algunos números:

Más de 58 000 personas han sido asesinadas en Gaza desde el 7 de octubre de 2023.
Más de 18 000 niñxs han muerto asesinadxs en Gaza desde el 7 de octubre de 2023.
Se investigan los casos de 168 niñxs palestinxs asesinadxs por el ejército israelí con disparos en la cabeza o el pecho.
Se han registrado 137 ataques contra instalaciones médicas desde el 7 de octubre de 2023.
Más de 1 000 profesionales de la salud han muerto asesinados desde el 7 de octubre de 2023.
Entre 184 y 228 periodistas han sido asesinadas en Gaza desde el 7 de octubre de 2023.
Al menos 8 trabajadores de Médicos Sin Fronteras asesinadxs desde el 7 de octubre de 2023.
Todas las universidades de la Franja de Gaza han sido gravemente dañadas o destruidas.

Un Estado que presume a los cuatro vientos su tecnología militar y la preparación de su ejército ha matado a 18 000 niñxs. 18 000 niñxs. 18 000 niñxs. 18 000 niñxs. 18 000 niñxs. ¿18 000 errores?
Durante meses hemos escuchado mentiras de los gobernantes de Israel que han violado todos los tratados internacionales mientras imponen un cerco informativo que impide a los medios extranjeros reportar desde el terreno. ¿Por qué no permiten a los medios informar desde Gaza? ¿Qué quieren esconder? ¿No que eran una democracia? Pero aún así, vimos el video del convoy en el que quince trabajadores humanitarios fueron masacrados por el ejército israelí. También hemos visto las imágenes de los hospitales bombardeados, de las escuelas destruidas, de familias abandonando sus hogares una y otra vez, mujeres enterrando a sus muertos. Vimos las imágenes de los camiones con ayuda humanitaria detenidos en las fronteras. Vimos que no sólo bloquearon el ingreso de ayuda humanitaria provocando deliberadamente hambruna, sino que además desoyeron a las agencias internacionales que sí saben cómo distribuirla. Vimos al ejército Israelí disparar a civiles desarmados que buscaban comida.
Eso han hecho. Eso son. Todos lo vemos.
ANTISEMITISMO

Casi todas las críticas a Israel son atajadas usando la carta del antisemitismo. Creo que nadie niega que esa pulsión haya existido y aún exista. Pero estamos hablando de otra cosa. No es posible que no se pueda criticar a un Estado sin que se nos acuse de discurso de odio hacia la identidad de una comunidad.
El rechazo a las políticas de Israel no se basa en ningún factor étnico ni religioso, es una animadversión política.

En los judíos hay posturas diversas. Personas religiosas y no religiosas, sionistas y anti sionistas, progresistas y conservadoras, etc. El Estado israelí no representa ni honra esa pluralidad y muy por el contrario busca amalgamar e igualar la identidad judía con la israelí.
Ahora bien, Israel no es el único Estado que agrede y somete a pueblos vecinos o a minorías en su propio país. También siento un rechazo inmenso por el gobierno chino cuando veo lo que hacen a lxs musulmanxs en los campos de “re educación”. Siento rechazo por Marruecos y su represión a lxs sharahuis. Por Saudi y sus asesinatos de civiles en Yemen. Siento un rechazo enorme por Myanmar y el genocidio que perpetraron contra los rohingya. Por Turquía contra lxs kurdos… y tantos más. En todos los casos siento una profunda indignación por los crímenes cometidos por los gobiernos y también por lxs ciudadanxs que lxs apoyan, ignoran o minimizan. Pero ¿soy islamófobo por criticar y condenar que hayan asesinado al periodista en el consulado?
EL HOLOCAUSTO

Primo Levi dijo que si Dios existiera, Auschwitz no podría haber existido. El exterminio perpetrado por los nazis en contra de 6 millones de judíos (a los que hay que sumar a los gitanos, eslavos, comunistas, homosexuales, discapacitados, etc.) es el paradigma de la maldad en nuestras sociedades. Hoy volvemos a dudar de la existencia de Dios, por otras razones.

Después del horror del Holocausto, se dijo: “Nunca más”. La frase se volvió un compromiso moral, una advertencia, un conjuro. Creímos que la humanidad no volvería a tolerar el exterminio, el odio racial convertido en política de Estado, la deshumanización como plan programático. Se escribieron tratados y se fundaron organismos internacionales, se proclamaron convenciones y tribunales. Una arquitectura jurídica y diplomática que prometía vigilar y prevenir. Pero no fue así.

Las instituciones creadas para impedir el horror se han mostrado incapaces de detenerlo.
La cobardía de las naciones para frenar lo que está pasando es infame. Israel ha hecho lo que ha querido, apoyado por Estados Unidos y varios países europeos. Tolerado por los países árabes y por casi todos los demás. Una tolerancia que ya es complicidad.

Israel comete un genocidio porque puede hacerlo, porque están convencidos de que no existe fuerza alguna que pueda detenerlos. Y mientras no desafiemos la actual configuración geopolítica, incluyendo la capacidad de veto de EUA en el Consejo de Seguridad de la ONU, seguiremos atestiguando el horror. Israel ha ignorado a los organismos internacionales una y otra vez, que han calificado de genocidio lo que ocurre en Gaza y que consideran a Netanyahu un criminal de guerra.

Hay dolores que nos hacen mejores y dolores que nos hacen peores. El dolor de la población en Gaza nos hace peores a todxs porque constata el fracaso de un mundo que quisimos construir.

NARRATIVA VICTIMISTA

Israel es el más claro ejemplo de cómo un sufrimiento real cristalizó en una identidad, y esa identidad configuró una “narrativa victimista” que pretende blindar a ese Estado  contra cualquier crítica posible y justificar las acciones más viles. Una retórica que se atribuye un estatus de excepción y se da permiso para hacer en el presente y en el futuro cualquier cosa. Como si el sufrimiento del pasado fuera una exención de responsabilidad para el porvenir.

 Por eso cuando veo a Israel hablar en la ONU y acusar al régimen iraní de tener “manchadas las manos de sangre”, me quedo sin palabras…  porque efectivamente el régimen iraní tiene las manos sucias (basta que pensemos en las protestas de 2022), pero la acusación la hizo el representante de un Estado que había asesinado en ese entonces a 17 000 niñxs palestinxs. Pero los perpetradores de estos crímenes no lo ven y eso hace la retórica victimista: ciega a quien la esgrime.
La “narrativa victimista” justifica cualquier acción, por la violencia sufrida en el pasado (sea el holocausto o los rehenes) y nos ha llevado al extremo absurdo en el que nos encontramos: un genocidio donde el perpetrador se asume víctima.
De ahora en adelante los israelíes tendrán que acostumbrarse a pronunciar diferente la palabra genocidio. No solo con dolor, sino ahora también con vergüenza. Porque Israel ya no es solo el heredero de una memoria trágica, sino el perpetrador de un crimen que esa memoria juró no repetir.
NO PONGAS PALABRAS EN MI BOCA

“Ordené un cerco total sobre la Franja de Gaza. No habrá electricidad, no habrá comida, ni combustible. Todo está cerrado. Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia.”

Yoav Gallant, Ministro de Defensa de Israel. Octubre 2023
“Estoy orgullosa de las ruinas de Gaza. Que cada bebé, incluso dentro de 80 años, cuente a sus nietos lo que los judíos hicieron: ni una paloma, solo una espada — para cortar la cabeza de Sinwar.”

May Golan, Ministra para la Igualdad Social y de la Mujer. Febrero de 2024

“Nadie nos permitirá causar que dos millones de civiles mueran de hambre, aunque podría estar justificado y ser moral hasta que regresen nuestros rehenes”

Bezalel Smotrich, Ministro de Finanzas de Israel. Agosto 2024

“Cualquiera mayor de cuatro años es un simpatizante de Hamás… solo los menores de cuatro pueden considerarse niños”

Rami Igra, ex funcionario del Mossad. Febrero 2024
“No podemos permitir que mujeres y niños se acerquen a la frontera… cualquiera que se acerque debe recibir un balazo en la cabeza”

Itamar Ben‑Gvir, Ministro de Seguridad Nacional de Israel. Febrero 2024

Israel vivirá, producto de sus acciones, en un mundo que le será cada vez más hostil. Soñaron con un Estado que fuera un hogar y acabaron construyendo una fortaleza. Pero un búnker no es una casa. Israel es un Estado que está escribiendo uno de los episodios más aberrantes en la historia de la humanidad.

¿Cómo piensan que van a vivir después de hacer lo que han hecho, lo que siguen haciendo?

¿QUÉ ES ESTO QUE SIENTO?

La pregunta que me impulsó a escribir este texto es muy simple ¿es odio lo que siento por el Estado de Israel? Y la respuesta es no. El odio exige una voluntad de aniquilación que no reconozco en mí. No deseo que desaparezca ese país, ni que eliminen a sus ciudadanos. El odio quiere borrar, eliminar, suprimir… y ese no es mi sentir.

No siento odio hacia el Estado de Israel. Siento otras cosas: desprecio, asco, indignación, resentimiento.

Desprecio ante su arrogancia y su crueldad. Asco ante la sistemática deshumanización de la otredad y su instrumentalización del sufrimiento del pasado. Indignación por las familias desplazadas, la hambruna provocada, lxs civiles asesinadxs, los hospitales destruidos, los asentamientos ilegales, el cerco informativo y lo demás. Resentimiento por lo que hicieron al pueblo palestino y porque convirtieron el mundo en un lugar peor para todxs.
No odio a Israel, ni quiero su destrucción, pero sí el fin de su impunidad.
Quiero que se acabe este horror que están perpetrando y que después se haga justicia.
Quiero que se acabe este horror que están perpetrando y que después se haga justicia.
Quiero que se acabe este horror que están perpetrando y que después se haga justicia.

También quisiera dejar de sentir que “nosotros” no podemos hacer nada para incidir en el mundo. Dejar de sentir que nuestra agencia es mínima y que el mundo es de “otros”. Dejar de sentir que sólo actuamos en el terreno de lo simbólico, que aunque importante, no es suficiente. Dejar de sentir que estamos condenados a conformarnos con acciones paliativas, curitas sobre la hemorragia, historias que sólo ven nuestros “seguidores”, gritos bajo el agua. Dejar de sentir que no soñamos con construir un mundo más justo, que si acaso aspiramos a que este no se rompa del todo: que pare el genocidio y que los nuevos fascismos no se lleven lo que nos queda. Dejar de sentir que lo único que nos queda es apoyar las causas que consideramos justas, ese terrible “sentirnos bien porque nos sentimos mal”.

Lázaro G. Rodríguez

 

Este texto fue criticado amablemente por María Minera, Sergio López Vigueras y Luisa Pardo, a quienes agradezco su paciencia y sus ideas.

 

Acerca de lagartijastiradasalsol

Lagartijas tiradas al sol es un colectivo de artistas mexicanos, convocado por Luisa Pardo y Gabino Rodríguez. Partiendo de la escena hemos desarrollado proyectos en diversos soportes. Nuestra practica se confunde con nuestra vida: Investigar, pensar y plasmar.
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