La Intrusa Danza

La necesidad constante de reconocimiento de

nuestros actos, hace que confiemos a una persona

el papel de testigo. El testigo es nuestra debilidad,

de ahí la fuerza para defenderlo y protegerlo. Pero

también se fuerte presencia puede influirnos hasta

convertirnos en lo más débil del mundo.

Somos personas para alcanzar algo; meternos

los unos en los otros, porque es imposible vivir

sin la certeza de que en el mundo hay una persona

para quien se es imprescindible.

Creación y dirección: Virginia García y Damián Muñoz

Interpretación: Virginia García y Alexis Fernández

Martes 26 a las 20:30h en el entresuelo del edificio de La Pedrera de Barcelona

 El código moral herido por un desequilibrio y perdida de valores profundos, hace que cada vez sea más difícil controlar a nuestra bestia, que come por miedo a ser comida y ataca para no mostrar su debilidad.

 Una clara crisis en el alma humana.

Dirección  Virginia García y Damián Muñoz 

Intérpretación Virginia García, Damián Muñoz y Jorge Fuentes

Composición y coordinación musical Enric Montefusco

Interpretación y arreglos musicales Quartet Brossa

Realización vídeos Ricardo Salas (Erre que Erre)

Producción ejecutiva Cane (n canela) 

Actuamos de tal manera que cada uno de nuestros actos

está sometido a una ley universal: la buena conciencia.

Un código moral que se refleja en nuestras formas.

Pero los pensamientos son libres de ser

todo lo perversos que quieran.

Los malos pensamientos pueden considerarse un delito formal.

Lo condenable es su forma cuando se materializan,

siempre sorprendentes e inesperados.

LA INTRUSA DANZA – Virginia García y Damián Muñoz, se encuentran en proceso de creación de la nueva obra POBRES BESTIAS que se estrenará el próximo 7 de mayo en el Teatro Arriaga de Bilbao.

Mordemos el aire hasta que nos duele la mandíbula.
Después se vuelve todo más sangriento
cuando sin saciarnos,
mordemos la carne de los otros.

                                        Es como si una mierda mirara a otra mierda
                                 y creciera una flor sobre el excremento.

Actuamos de tal manera que cada uno de nuestros actos está sometido a una ley universal: la buena conciencia. Un código moral que se refleja en nuestras formas. Pero los pensamientos son libres de ser todo lo perversos que quieran.

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