¿Qué hacen juntos esto y lo otro?

La Capella del MACBA se transforma en un espacio extraño: toma la forma de una especie de anfiteatro romano (circular). Un gran punto rojo pegado al suelo, en el centro, lo confirma. Mesas con manteles de velvet rojo, iluminados con lámparas blancas y con sillas alrededor. Encima de una de las mesas hay una partitura de una canción que se titula ‘Tu mirada. Todo el espacio está iluminado con luces a veces blancas, a veces rosas, a veces azules. Hay una zanahoria colgada arriba y medio escondida detrás de un foco. Hay unos dibujos sobre cartón bastante psicos que aderezan esquinas, gradas y alguna pared. Detrás de uno de esos paneles pintados hay escondido un hula-hoop. Hay un pañuelo rojo, unos zuecos asturianos, unas castañuelas, una maceta con geranios y unas gafas de sol. Hay también una sala contigua que se comunica con la principal por un acceso de puerta grande con arco. En esa sala anexa, por la que han entrado los espectadores, hay dos barras de metal en las que se sirve cerveza. Gratuita. Ese espacio se habita como hall, como bar y como backstage al mismo tiempo. No se sabe muy bien cuál es el espacio del espectador y cuál es el espacio del artista y, en suma, no se sabe muy bien quién hace el show. La Capella. Un espacio singular.

El cabaré estuvo activo durante 4 horas, de 23:00 a 3:00. Me pregunto lo que acontece cuando se invita a un grupo de espectadores a compartir espacio durante un largo período de tiempo, un tiempo nocturno y sombrío, también dilatado, a medio camino entre la fiesta y la protesta. Pienso en algo espumoso, algo que se evapora, algo confuso, borroso, ilegible. Algo así como una celebración del disgusto en un espacio pensado para el intercambio. Gran tarea la de coreografiar el lugar para conservar y potenciar lo que el Cabaré es en esencia. Gran tarea la del diseño espacial para conseguir generar un espacio abierto al desenfreno, un espacio, también, irrespetuoso. Porque primero habitamos el espacio, luego él nos dice como comportarnos. Un espacio construido desde el crossfade, que sabotea (una parte de) la arquitectura teatral tradicional y consigue en los cuerpos un alivio espiritual o como mínimo, una sensación de descanso, de relajación neuronal y de desvergüenza.

Me parece admirable la labor (¿e intención?) de construir este espacio-tiempo para generar algo que no ocurre normalmente en los círculos culturales de Barcelona (convencionales por supuesto, alternativos también). Porque hay otra base cultural en la ciudad que huye de las (¡otra vez!) convenciones y comportamientos teatrales y que ofrece una alternativa: otra mirada sobre el encuentro y sobre la cultura. La cultura que genera la base cuando es espontánea, cuando se encuentra desde lo informal para producir subjetividades irresponsables de forma conjunta. Pienso que son manifestaciones artísticas vivas en tanto que recorren el camino de la sensibilidad y la intuición y generan estéticas en plural. Hablo de la fascinación que siento hacia esos espacios que permiten un intercambio feroz y que dinamitan las reglas del juego.

Han pasado alrededor de 100 años desde el auge del Cabaré como espacio de traducción performativa de las primeras vanguardias (como siempre, una traducción que se mueve con retraso frente a las Artes en mayúscula) y me da la sensación que aquí estamos, de nuevo, reivindicando espacios para poder hacer lo que el patio de butacas no nos permite. Si queremos que el público nos mire desde abajo, si queremos que el público esté con nosotros, si ellos quieren estar encima, si queremos cruzarnos, penetrarnos, mirarnos de cerca, o solo escucharnos, o darnos la espalda. Si lo queremos, habrá que buscar otros espacios que den cabida a estos deseos: igual que las ménades iban al campo, los mimos romanos a los prostíbulos, los primeros cristianos a las catacumbas, los carnavales en las calles, las bailarinas de can-can en las tabernas… igual que todas ellas, habrá que buscar un sitio-otro para construir una relación diferente.

Hay algo de todo esto que sucedió en La Capella. Es maravillosa, es La Capella. ¿Sería muy descabellado plantear este tipo de situaciones, de forma regular, en espacios institucionales?

La estilización del Cabaré como propuesta artística a finales del XIX la entiendo como una vía de escape alternativa a lo que las Artes Escénicas oficiales estaban proponiendo. El Cabaré es un espacio de desahogo político situado en los márgenes. No es evasivo, es invasivo; fiesta y revolución conviven como la cara de la misma moneda, un espacio para pensar desde el libertinaje. El Cabaré es invasión del espacio, es apropiación del espacio y el tiempo que pertenecen al ocio, no para alimentar la cultura sino para traicionarla, invertirla, cuestionarla. La superación del Carnaval y del Techno light.

Me pregunto sobre la urgencia del Cabaret. La necesidad de volver a conectarnos con los visceral, con el sudor, con el griterío. Quiero que habitemos ese espacio entre el espectador y el artista. Quiero que exista el furor, la emoción y el aplauso, como en un patio de colegio, como en un discurso político, como en un partido de fútbol, como en Eurovisión, como cuando el avión aterriza, como en una manifestación, como cuando suena el tema que todas quieren, como…

El Cabaré, como parte de la historia no-oficial de las artes escénicas, se convierte por naturaleza en subversión. Revolución. Conspiración. Perversión.

Durante las últimas horas hubo fricción en el espacio y con el espacio, y es que las piezas presentadas tenían algo de siniestro al ser exhibidas en ese contexto. Hasta un punto, ciertas propuestas eran difícil de mantenerse tal y como estaban previstas. La agitación, histeria y la castaña general eran tan grandes que los espectadores gritaban los nombres de los artistas hasta dejarse la voz.

En 1920 el público parisino, aunque ansiaba carne fresca moderna, se indignaba con facilidad frente a cualquier tipo de provocación. Una de las primeras performances a caballo entre el Dadaísmo y el Surrealismo venía a ser ‘provocaciones contra un público respetuoso‘.

Podemos pensar así, ahora, las ‘provocaciones contra un artista respetuoso‘.

Volvamos a lo dionisíaco.

Lo otro ha muerto.

El público del Cabaré es igual que la Performance per se:

CAPRICHOSA, SEDUCTORA Y AGITADORA.

Un público envidiable.

Un público increíble.

Un público indisciplinado y una disciplina pública.

¿Cómo sería un público así habitando una arquitectura teatral tradicional durante un visionado de una pieza de Danza Conceptual?

Y aquí viene:

El desmadre.

La multi-dirección.

Lo imprevisible.

La fricción.

La batalla.

El disgusto.

Y aquí vienen: el desmadre, el desenfreno, la desazón, el desconcierto, el desespero.

Variedades

Posibilidades

Curiosidades

Propiedades

Realidades

Edades

Velocidades

Mitades

Ciudades

Pasividades

Docilidades

Extremidades

Perplejidades

(y añades)

Universidades

Facultades

Humanidades

Actividades

Sociedades

Uniformidades

Virilidades

Paternidades

Impunidades

Celebridades

Personalidades

Antigüedades

Divinidades

Hades

Profundidades

Humedades

Suavidades

Intimidades

Proximidades

Complicidades

Afinidades

Infidelidades

Obscenidades

Monstruosidades

Tempestades

Hostilidades

Barbaridades

Fatalidades

Enfermedades

Suciedades

¿Qué hacen juntos una flamenca y un rocker motero?

¿Qué hacen juntos un crossdresser y un miembro del patronato del MACBA?

¿Qué hacen juntos Joan Brossa y un jugador de lucha libre mejicano?

¿Qué hacen juntos Artaud y Yoko Ono?

¿Qué hacen juntos un ritual de Budú y una competición de skaters?

¿Qué hacen juntos John Maus y Lina Morgan?

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