De camino a la madrugá

Transcripción informal de una conversación también informal entre Juan Diego Calzada, Nazario Díaz y Ángela López, de Vértebro, y Óscar Cornago en Matadero el 20 de junio de 2018. Los audios que la acompañan, a excepción del último, que es de la conversación, están extraídos de Juerga y Pregón, dos trabajos previos del Ciclo de las Peregrinaciones al que pertenece también Madrugá, una propuesta de doce horas de duración que tomando como modelo la madrugada del Viernes Santo, La “madrugada”, que en realidad supone un recorrido a lo largo de toda la noche, fue una artimaña de las cofradías sevillanas para sortear la prohibición de los ilustrados del siglo XVIII de salir por las noches con máscaras y teatros. El evento se realizará en la Nave 11 de Matadero a partir de las doce de la noche del próximo viernes 29 de junio y durará hasta las doce del medio día del Sábado de Gloria.

– El otro día cuando veía a Angélica me dieron ganas de “actuar” otra vez.
– Pues después del Díptico hacemos un Siglo de Oro.

– En este tipo de trabajos (Madrugá) propones una situación que va a ser activada desde el público y esto hace que el proceso de creación sea muy distinto. Aquí no imaginamos materiales desde el intérprete, sino situaciones que serán desarrolladas por los otros.
Juerga fue una peregrinación que creamos en un contexto muy distinto, en la naturaleza, en el campo. Fueron unas 12 horas.
– No, más, eran 17 horas. Se dividía en dos partes, una la peregrinación, y otra la fiesta.
– A raíz de los trabajos que presentamos en la muestra del ZIP del Teatro Español, Mateo Feijoo se interesó por conocer otras propuestas. Entre lo que le enviamos estaba un pequeño vídeo de Juerga.
– Aprovechando el proyecto Habitar el aire y como clausura de la casa, Mateo nos invitó a crear una Juerga para la Nave 11. Nuestras primeras conversaciones giraron en torno a cómo traducir lo que había pasado durante Juerga. Nos dimos cuenta de que no tendría sentido, que el paisaje era muy distino y tampoco nos motivaba trabajar desde ahí.
– Estamos proponiendo un campo de juego de “falsa libertad”, para nosotras la estructura está muy ordenadita. En la naturaleza esta libertad era mucho más real. Mucho más “tú haz lo que quieras”.
– Bueno, aquí podría ser también “haz lo que quieras”.
– Sí, claro, pero a nivel institucional hay restricciones… y nosotros mismos también hemos sentido cómo tienes que ir negociando en relación a la propuesta.
– ¿Habéis sentido mucho el peso de la institución?
– De la institución, de las normativas, los protocolos… Cuando hicimos Juerga el cortijo era de un amigo, quitando el “aquí no se puede pasar” o “esto ya es del vecino”, no había restricciones. En la creación no había que tener en cuenta normativas de seguridad, aforo… que en realidad siempre acompañan a cualquier teatro público o privado.
– Aunque luego esas restricciones terminan incorporándose también a lo artístico y lo trabajas de igual manera, pero Juerga fue literalmente eso, una juerga.
– El cortijo es ahora un teatro, un entorno mucho más acotado.
– También eso tiene sus pros. Hacer una cosa de tanta envergadura es bonito.
– Los límites pueden potenciar también la creatividad.
Juerga era una peregrinación y una fiesta. En Matadero no nos apetecía organizar sólo una fiesta. El equipamiento técnico que tenemos aquí nos da otras posibilidades dramatúrgicas que queríamos explorar.
– Proponemos un recorrido por el que el público pueda transitar. En el transcurso habrá una fiesta – más bien una celebración- pero habiendo habitado otros lugares antes y después. Aunque ese peregrinaje luego cada uno lo entienda a su manera.
– ¿Y en el cortijo no fue así también?
– Había más fiesta. La peregrinación partía desde la portada de la feria de Córdoba, desde la que todos subíamos juntos hacia el campo. En cada coche sonaba un audio de unos 45 minutos que habíamos creado. Ese es el tiempo que se tarda en llegar al cortijo. Luego había un tiempo corto para ubicarse y ya comenzaba todo el trabajo sonoro. Construimos una dramaturgia musical que pasaba por distintos temas relacionados con el género y la identidad: España, la tribu, la raza.
– En Madrugá hay una idea de peregrinaje interior. Hemos profundizado en el tránsito entre una experiencia en colectivo y una experiencia individual, usando elementos muy simples relacionados con la percepción del sonido y la luz. También juegos teatrales que nos parecía que tenían que ver con un “auto sacramental”.
– ¿Un auto sacramental?
– Es una de las referencias que hemos manejado, pero también la romería, la semana santa. Se atraviesa por una actividad festivo-sacra de cualquier lugar del mundo, que suelen ser eventos de larga duración.
– Como en un inicio partíamos de Juerga, se nos hacía la naturaleza como un lugar ya sacro. Entonces había que sacralizar la Nave 11. Para llegar a esto es necesario un recorrido interior por parte del público.
– Es un ejercicio de imaginación y de fe, porque la gente que va a la Madrugá de Sevilla va con mucha fe, pero al teatro la gente no va con fe, sino con expectativa.
– Yo diría que más bien al contrario, uno va con cierto escepticismo.
– En la Madrugá hay de todo. Hay quien va y llora porque está viendo un acto teatral en el que se conjuga luz, música, gente, azahar, y todo eso te provoca una emoción en la que el porcentaje de fe, estrictamente hablando, es mínimo. No deja de ser un acto folclórico y artístico, y funciona. Yo diría incluso que los que tienen una fe más profunda, ni siquiera llegan a participar en esos actos, lo viven de una manera más introspectiva. Es comunidad viviendo un acto colectivo, como cuando se va a ver un partido de fútbol. Y lo viven con pasión y todos gritan al mismo tiempo.
– Eso es otro tipo de fe, una fe en la gente, en los que están ahí en ese momento y en lo que pueda pasar.
– Unas ganas de estar juntos.
– Implica una creencia en el grupo, una fe en ese momento, tiene un carácter más inmanente, aunque luego se revista de todo tipo de trascendentalismos.
– Quizá la religión no sea en el fondo más que eso, una rentabilización dirigida de esas energías colectivas, con las que también juega el teatro, pero para llevarlas a otro sitio.
– También se puede caer en la facilonería de la fiesta permanente en la que nos vemos envueltos todos los días. La fiesta de “a ver quién se pone más pedo”.
– Sí, en la Semana Santa también hay alcohol y drogas, pero todo eso está atravesado por un componente ritual que es muy fuerte y que se vive en comunidad. Esa idea es la que queremos trasladar aquí.
– Y lo de las drogas que ya que cada uno se lo gestione como pueda.
– ¿Eso es un aviso dramatúrgico?
– No, no, porque nosotros no queremos hacer una analogía de la Madrugá de la Semana Santa. Eso nos ha servido para discutir cómo concebir esta otra Madrugá, qué hacer con este espacio, qué podemos jugar a favor y qué podemos jugar en contra, qué hacer con la iluminación, el sonido, etc.

– ¿Y ya en Juerga habíais eliminado a los actores?
– Allí había algunas pequeñas escenas repartidas en la noche que se iban cruzando con músicas distintas y unos materiales sonoros donde se escuchaba a pensadoras, entrevistas a folclóricas posicionándose a favor de la homosexualidad, fragmentos de documentales. Terminábamos al amanecer con un remix de Prodigy y Rocío Jurado a capella.
– Cada uno elige su manera de habitar el espacio y eso también está en esta Madrugá.
– Pero las masas también crean inercias y no es tan fácil encontrar un lugar propio. Es fácil dejarse llevar.
– Aquí hacemos algo de trampa. Proponemos la autogestión al público, pero en la creación todo el tiempo pensamos en cómo me autogestionaría yo, o cómo creo que se autogestionaría una masa, para ir guiándola. Se da una suerte de “manipulación”. A mí realmente me interesa si el público será capaz de jaquear esa manipulación. El momento en el que el público le da la vuelta a la propuesta y te dices, “hostia, esto no lo había planeado yo así”.
– ¿Habría algo de pulso entre la propuesta como dispositivo y la inteligencia colectiva del grupo?
– En realidad toda la propuesta se coloca en un territorio muy frágil. Hay muchas posibilidades de lo que puede ocurrir. Pero ahí está el juego, eso tiene que estar en Madrugá.
– Quizá es eso lo que se busca cuando se proponen obras con tanto tiempo de duración. Algo que parece haberse convertido en una tendencia. En los últimos años hemos visto un montón de trabajos que duran mil horas. Habría que preguntarse por qué. ¿Por qué pedirle al público que se comprometa con una obra durante 12 horas o incluso durante varios días?
– En las propuestas duracionales se da una experiencia de transformación que es difícil de explicar, porque ni siquiera puedes guardar al detalle lo que pasó, como cuando ves un trabajo de una hora. Al final se trata de qué se te queda y cómo te quedas cuando termina todo eso. En Madrugá lo que pretendemos es que cada uno habite en primera persona todo lo que suceda y de la manera en que suceda.
– Un espectador que decide venir a pasar la noche asistiendo a una obra es ya un acto de fe, es como darle carta blanca a los artistas, decirle, creo en vosotros o en la situación que habéis propuesto. Se le exige un compromiso grande, pero eso también es una responsabilidad mayor para los artistas.
– Queríamos trabajar con distintos estados del cuerpo que tienen que ver con el reloj biológico. Veremos a ver lo que pasa.
– Los tiempos largos son como los silencios, no suelen defraudar, siempre pasa algo. Decía Godard que si te quedas mucho tiempo mirando fijamente un muro al final pasaba algo. Pero eso también implica proponerle al público otro tipo de contrato. Si quieres que te demos algo, tú también tienes que dar algo a cambio. Es otro tipo de relación con el público.
– Y otro tipo de relación entre el público. Porque también está la cuestión de trabajar con la comunidad. La comunidad no se crea en una hora y media. Si nuestra intención es hacer comunidad hay que dar ese espacio y ese tiempo para que se forme.
– En la obra de Llorenç Barber al cabo de media hora ya todos nos habíamos mirado a la cara. Eso genera un cierto sentido de pertenencia. El espacio se hizo nuestro.
– Entre De sol a sol de Llorenç y la Madrugá hay un cierto paralelismo, y al mismo tiempo son propuestas radicalmente distintas. Lo de Llorenç invitaba a la introspección, y la Madrugá es otro tipo de viaje, entre la introspección y la exaltación del ánimo.
– Imaginamos momentos en los que sientes que la pieza te acompaña y otros en los que se te pone de frente o se te atraganta. Es interesante que todo el mundo pueda pasar por estos y otros estados diferentes. Que la gente se haga cargo de la obra. Proponer una estructura sencilla, pero luego ver lo que pasa con ella. No se trata de un ejercicio de animación, ni tampoco de llevarles de la mano. Es más bien un encuentro que toma vida propia.
– Para esto todavía nos queda ver el papel del personal de sala, intentar que sus formas no sean demasiado invasivas.
– Pues ahí tenéis trabajo para rato. Esos son los grandes actores de las instituciones. Y tienen muy claro cuál es su papel en la obra.
– ¿Y el espacio de representación queda entonces disuelto?
– No, no, habrá gradas y espacios de representación que van cambiando, con la idea de proponer un formato aparentemente teatral y ver qué pasa con él, cuándo se produce el quiebro.

– Pero por lo que veo todo esto está sin probar, quiero decir que es también un experimento.
– Sí, totalmente. Ese es el componente de riesgo y también de fragilidad. Nosotros no sabemos más que el público. Al comienzo se le reparte una guía de toda la travesía, para que sepan dónde y qué va a pasar en cada momento. Es como en la Madrugá en Andalucía, que tienes tu librito y sabes que la Macarena pasa por tal esquina a tal hora y tú te administras qué quieres ver, cuándo y cómo. Aquí es un poco igual.
– El público tendrá el plano del templo donde te indican las puertas y espacios. Y dentro de ese margen tienes tu pequeña o gran libertad, porque eso también lo elige cada una. Y si quieres salir a tomar al aire o a fumar, tienes tu Puerta de los Respiros, como la hemos llamado, y te puedes quedar ahí el tiempo que quieras, dentro van a seguir pasando cosas, por eso cada uno se construye su Madrugá.
– Le mostráis al público las reglas del juego.
– Alguien dijo que la libertad no existe si no es dentro de unos marcos. Aquí es lo mismo, tienes unos marcos, un campo de juego para construir tu libertad.
– También puede pasar que de repente alguien se envalentone y tengamos que remover la estructura propuesta. Pero como tú dices, estamos muy domesticados, somos muy obedientes.
– ¿Y todas las peregrinaciones tienen algo en común?
– Todas tienen algo de recorrido y un trabajo con la identidad desde lugares muy distintos, el trabajo, el género, el folclore, la espiritualidad, pero cada una tiene algo propio. Una cosa que vimos clara era que en la Madrugá no queríamos repetir cosas, que queríamos que esta peregrinación tuviera su viaje propio, y fue cuando nos dimos cuenta que el viaje propio era la masa, la comunidad, el público, que no teníamos que estar en escena. Y que no hubiera cuerpos. Cuando esto lo ves claro, luego ya lo demás va saliendo, pero ya había un camino que tienes que recorrer. Al principio no fue fácil, porque 12 horas y no llenarlo de cuerpos, ¿cómo se hacía?
– Parece que hay una cierta tendencia a que los actores dejen de actuar.
– Bueno, en nuestro caso ha venido por una necesidad propia. Eso es lo bueno de haber estado enclaustrados en Córdoba, tienes menos influencias. Al final hemos llegado a alguno de esos lugares, pero de forma lenta, muy paulatina.
– ¿Y el tema de la identidad cómo llega a la Madrugá?
– Aquí se trata más bien de borrar la identidad individual, aunque también hay algo muy introspectivo, y preguntarse desde ahí por una identidad colectiva. También se trata de la espiritualidad.
– Aparecen muchas cuestiones ahí, por ejemplo, si la espiritualidad te inhibe de la acción.
– ¿Y en relación a eso de la acción, cómo os dividís los roles en el grupo?
– Antes teníamos la división típica del teatro. Yo soy más dramaturgo, ella es escenógrafa, Nazario más actor, pero con las Peregrinaciones esto fue cambiando, los roles se fueron desplazando.
– Y ahora, de cara a una creación colectiva como es nuestro trabajo, tienes que entrar cada vez en un proceso de negociación continua.
– Te voy a poner otro símil. Es como si haces un trío o una orgía, para que salga bien y sea pleno para todos tiene que haber una comunicación y un cuidado, para que eso fluya, porque si no al final se generan bandos o individualidades, porque si no al final alguien sale perdiendo en el sentido de que no has tocado, y aquí tocamos todas.

– ¿Y la casa de Cirugeda qué pinta en mitad de todo esto?
– Sí, eso es otro dilema.
– La pensamos de distintas maneras a lo largo de estos dos meses de trabajo. En el inicio estaba la idea de desmontarla como parte de la pieza, pero eso no ha sido factible por seguridad y normativa. De hecho se desmonta justo después de Madrugá con un camión y una grúa.
– Eso sí que es un espectáculo.
– Es una pena que no hayamos podido integrarlo. En su lugar hemos pensado terminar dando voz a esa construcción que está ahí en medio y que queremos saber qué pinta.
– En todo caso, la casa no deja de ser un nuevo tótem dentro del templo que es la Nave 11. Nos interesaba que ese tótem se deconstruyera, se moviera, que no se quedara fijo.
– De hecho la casa va a funcionar de forma itinerante, es una estructura realmente móvil, que va a ir rotando por distritos, y que se va a estar transformando con cada uso.
– Por eso hemos querido invitar a los que han estado involucrados en la construcción y en el futuro de la casa: Santiago, la gente de Recetas urbanas, representantes de las asociaciones que harán uso de la casa. Esa construcción va a tener otros habitantes y otros significados.
– Pero hasta ese momento de deconstrucción, la casa-tótem va a tener un tratamiento de divinidad. Tal y como está montada, elevada en el aire, invita a eso. Luego podrá tener otros usos.
– Eso resulta contradictorio, que una arquitectura que nace con una vocación tan pragmática, para ser usada por las mismas personas que la construyen, termine instalada en una especie de altar.
– Sí, quedó bonita, pero no creo que ese sea un concepto operativo en el trabajo de Cirugeda. Recuerdo que un día en los talleres alguien dijo que había puesto algo de tal manera porque quedaba más bonito. Y Santi se le quedó mirando diciendo ¿que queda bonito?, ¿qué queda bonito?, pero, vamos a ver, ¿qué significa bonito?
– ¿Y cómo entendéis la relación entre este tipo de trabajos a modo de eventos públicos, en el que no hay actores, y las propuestas más escénicas? ¿Lo vivís como una evolución, como ya hemos visto que ha pasado en otros colectivos?
– En realidad para nosotros no son dos cosas tan diferenciadas. Madrugá forma parte del Ciclo de las Peregrinaciones, es la quinta peregrinación, como llamamos a este tipo de propuestas. Nacieron de la necesidad de estar activos mientras conseguíamos pasta para la primera parte de Díptico por la identidad, proyecto en el que comenzamos a trabajar en 2013, y que todavía no hemos terminado. El año que viene, seis años después, lo cerramos. Entre tanto, mientras buscábamos el modo de producir Dios tiene vagina, la primera parte (que se estrenó en octubre de 2017) surge Pipas durante una residencia en Alanis de la Sierra (Sevilla). Luego vino Juerga. Se trataban de contextos fugaces en los que probábamos materiales que rondaban el díptico, sin necesidad de una producción compleja ni mucho tiempo de preparación. La invitación al ZIP del Teatro Español hizo que metiésemos en sala este tipo propuestas, que en un inicio ni llamaríamos piezas. De ahí salieron Pregón y Faena. Y después dimos un salto para conciliar lo efímero, inmediato y urgente de las peregrinaciones con el acabado de lo escénico. Ese potencial generó otro tipo de piezas, las del díptico, que fue Dios tiene vagina y la próxima que haremos en 2019, Jura de bandera.
– ¿Pero entonces las peregrinaciones están dentro del proyecto Díptico por la identidad?
– Las peregrinaciones acompañan al díptico, son los hijos bastardos del díptico, que como todos los bastardos se multiplicaron con rapidez, y de hecho terminaron alimentándolo. Algo que comenzamos a hacer a modo de prueba, casi como experimentos, a la espera de poder producir nuestra próxima pieza, se convirtió en un tipo de trabajo site-specific que ha sido muy fructífero.
– De algún modo han sido las tendencias del mercado y los festivales que os han empujado a seguir por ahí.
– ¿Y desde el punto de vista de la producción, todas las peregrinaciones han sido como la Madrugá?
– Bueno, no se puede ni comparar. Juerga fue 5 euros la entrada, y éramos 40, pues ahí tienes la producción, más una pequeña aportación que hacíamos nosotras. Todo era para pagar comida, bebida y una lata de pintura.
– Había cosas que ya teníamos compradas, otras las robamos, otras eran parte de la naturaleza o nos las dejaron, como el sound system, que lo petó. Pero eso sí, no tuvimos que hacer ningún documento excell. Allí lo que interesaba era probar y disfrutar. Teniamos la necesidad de estar activos como fuese.
– O sea, que Juerga nació como respuesta a una necesidad vital de seguir haciendo. Y seguro que la producción fue ya en sí misma una fiesta.
– Sí… de hecho hoy se cumplen dos años.
– Entonces nada que ver con la producción de Madrugá, aquí ya la juerga se acabó.
– No, nada que ver, ahora parece como si estuviéramos organizando una boda.
– Y cuánto va a costar la boda.
– Pues aquí teníamos unos 15.000 más IVA.
– Un poco justo.
– Nosotros además no sabíamos entonces que íbamos a tener que darnos de alta todo el tiempo que estuviéramos viniendo al teatro. Una ruina. Entre altas, equipo técnico, dietas, alojamiento, nos queda casi nada.
– Una fiesta tiene que ser generosa, y sobre todo excesiva, por eso se llama fiesta.
– Todavía estamos en proceso de aprender a conciliar nuestras ideas con el presupuesto. Tenemos ahí el excell golpeándonos la cabeza. También es un proceso de aprendizaje para nosotras.
– Como toda buena fiesta, no parece que sea muy sostenible como modelo de producción, pero eso también le da un aliciente. Las cosas que están demasiado calculadas resultan aburridas. Hay que perder la cabeza un poco, y si no la perdemos en el terreno del arte, dónde la vamos a perder.

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