Es que es un trance

Estoy explicando en voz alta lo que hice el domingo, con la resaca post-elecciones municipales y una sensación hipnótica difusa. A veces así no aparece un texto sino una descarga de imágenes, creo que es cuando mejor se escribe, en una especie de flow sin domesticar, pensar-sentir. 

El no-lugar contenido en un espacio, en un teatro. Matices de negro y grises. Puntos de luz. Piezas de metal. Palos, tablas de madera. Cubo de basura. Alguien que repite palabras. Poner en escena a Beckett es parecido a una aporía, no hay puesta en escena de Beckett. La lectura de su obra es una letanía de un mundo en decadencia, sin esperanzas, nihilismo fino y elegancia frente al desmoronamiento de un sistema. Marc Vives y La fiesta (concierto), en el Antic Teatre, no diría que es una puesta en escena, no sé si performance o instalación, no sé si es muy interesante categorizar o trazar líneas de cruce y delimitación. Es algo que ocurre. Al final se acaba hablando de literatura, que sinceramente tampoco sé muy bien dónde empieza y dónde termina. En muchos momentos no oigo nada de lo que dice, me río pero no sé si me hace gracia algo o es risa nerviosa, un acto reflejo para dejar ir la intensidad. La sensación que tengo es de algo agridulce o tragicómico, a ratos insoportable. Es por aquí por donde aparece Beckett en realidad, con una sensación sutil de su presencia. Páramo lúgubre desolador crudo. 

No sé si Violeta o yo decimos: es que es un trance. Es una especie de declaración de amor en forma de espiral. Con nuestras caras muy serias. A posteriori pienso: si no te hace gracia de qué te ríes, no te rías. En general la gente se ríe. Bueno pues tú no, no te rías si no te hace gracia. Me hace sonreír, es diferente. Me hace sentir bien, es diferente. Cómo puedo hablar de un hipotético trance beckettiano que se desborda de la literatura sin dejar de serlo, como los ritmos que Beckett crea a través de sus personajes obsesivos y sus repeticiones, ese trance está aquí en este lugar. El lugar arrasado de su post-guerra se reproduce de forma inquietante. Decía cómo puedo hipotetizar un artilugio semiótico llamado trance beckettiano, colocarlo aquí y hacerlo con total impunidad para-académica. Estoy en una ciudad alemana elegante leyendo sobre el trance – antropología, filosofía, lingüística, literatura y materiales new age, ese nuevo paradigma espiritual, nuestras nuevas escrituras – y no se aparta de mi cabeza una elaboración que quería intentar escribir pero que se corta y vuelve y se corta como algo demasiado difícil de hacer en serio, como todo lo que importa de verdad supongo.

El lugar oscuro y vacío está lleno de una energía, un noumenon donde el punto omega de salvación es el cuerpo y la voz. Y qué haces con eso. Las rigideces del entramado metálico que lo rodea todo y los estados teopáticos del éxtasis aquí son paradójicamente algo blando, debe haber una palabra mucho mejor, pienso en soft tender smooth cosas así que suenan demasiado cerca en castellano. Tocable. Algo así. Un sentido accesible desde lo primario que proviene de y deriva en algo que se acerca a una mística, la del precariado, el brillo no-muerto en los ojos, la resistencia, el panorama de unos jardines decadentes donde aún se hacen fiestas con sándwiches del Mercadona, repulsivos y adorables.

La existencia beckettiana se llena de conductas rituales que provienen de viejos mitos, parodiados y deformados, especialmente a través de la repetición y lo obsesivo. Pero lo interesante es el esfuerzo en la creación de mitos nuevos. Esa búsqueda de sentido y significado obsesiva de Krapp con sus cintas crea de hecho un mito personal, a través del cual se puede dar sentido a la vida y recuperar la pérdida originaria. El teatro entonces se acerca más a la música y deja un poco atrás la mímesis y lo referencial, se centra en el gesto y las palabras dejan de funcionar tal y como las conocemos. 

Dentro de la dramaturgia se dan intentos herméticos de impotencia, en una entropía determinista, y la transformación parece que no llega. Pero rompiendo la estructura dramática, y desde fuera, sentadas en las gradas o en el suelo, yo te miro pero no te veo desde fuera, las miradas se cruzan unas con otras, es una mirada silenciosa de reconocimiento. Este apuntar en la obra de Beckett hacia la transformación de la visión humana es la cualidad de ese trance sobre el que intentaba elaborar. En esta fiesta y concierto se participa de un trance que se salta los pasos teresianos de quietud, unión y éxtasis, se salta el cuerpo sin órganos. Es un trance de creación de nuevos mitos internos para todas, las que nos reconocemos en esa mirada silenciosa. Es una experiencia del cuerpo y es una experiencia del espíritu en la forma de volumen y pulsaciones, en un plano de intensidad raso y abierto. 

Hay una intuición de podernos ver como un “y aun así”, sobrellevar con hedonismo el haber entendido el dolor natural de las cosas. Poder acceder a un conocimiento detrás de todas las imágenes y todos los textos. Y claramente ese debe ser un no-lugar con brillos y oscuridades en proporciones asimétricas en cambio continuo. Pues ahí es.

Alba Mayol

Algunas notas 

[…] el teatro no surgiría del trance mismo sino de aquella parte del trance que es mimesis y no convulsión sagrada, es decir, si se prefiere, del ilins que menciona Roger Caillois.

Esto hace que podamos preguntarnos si acaso el teatro no vuelve a sus orígenes – en la medida, precisamente, en que es rechazo y denuncia de toda civilización, en otras palabras, de todo universo de reglas – y, si no al culto de posesión propiamente dicho, por lo menos al trance sin dioses.

Bastide, R. El sueño, el trance y la locura. Amorrortu Editores 2001

Ilinx. – Un último tipo de juego reúne a aquellos que se basan en la búsqueda del vértigo y que consisten en un intento de destruir por un instante la estabilidad de la percepción y de infligir en la conciencia lúcida una especie de pánico voluptuoso. En cualquier caso, se trata de acceder a un tipo de espasmo, trance o aturdimiento que aniquila la realidad con absoluta brusquedad.

Caillois, R. Les jeux et les hommes (Le masque et le vertige). Gallimard 1958 (mi traducción)

Tengo que mencionar un libro que me alegro se cruzase en mi camino:

Burkman, K. H. (Ed.). Myth and Ritual in the Plays of Samuel Beckett. Associated University Press 1987

Y también esto:

We don’t just look, we sense ourselves alive. 

Massumi, B. The Thinking-Feeling of What Happens. Inflexions 1.1 May 2008

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