El manifiesto unipersonal coprófago

©Júlia Barbany


Formamos una compañía en el año 2016, parece ser que seguimos vivas por gracia del compromiso con una forma de vivir aunque hay que confesarlo: estamos en apuros. Como compañía conciliamos distintos grados de explotación a la vez que soportamos ese reproche silencioso, sutil y puntiagudo que acaece cuando consideras que no estás haciendo todo lo que se supone que eres capaz de hacer. Creo que no miento si digo que como compañía hemos hecho un espectáculo que gustará más o menos, pero que nos parece un buen espectáculo. Sin embargo, es hora de verbalizar la voz de la traición,

A SABER: hacer un espectáculo como compañía es un acto de militancia que agrava seriamente mi calidad de vida.

En este manifiesto unipersonal pondré en tela de juicio el cuento parcialmente triunfalista del formar parte de una compañía y sobrevivir para contarlo.

Lo que quiero decir es que vengo a hablar de mi mierda porque no puedo hablar de nada más.

Como simple comediante, pobre de mí, no entiendo ya a los que codifican e interpretan y mucho menos a los que codifican e interpretan sobre el teatro, de hecho me empiezo a preguntar por qué veo a los que hablan de teatro más que a los que lo hacen. ¿Dónde estáis compañeros míos, en qué agujero, decidme, habéis desaparecido como Alicia por la madriguera?

Ah, no.

Están con la mierda hasta el cuello.

Solo bromeo.

Yo únicamente vengo a hablar de mi mierda.

Así pues debo confesar que he sufrido varias dolencias intestinales en el proceso de creación que ha acontecido este año con mi compañía, así que cabría preguntar, para hacer esto que a día de hoy está tan de moda, eso es, politizar los malestares, si soy la única precarizada del teatro que sufre desbordes del aparato digestivo. ¿Qué se quiere, romantizar la práctica escénica que en 2021 articulan las generaciones de mujeres jóvenes? Joder. Dejad caer las lanzas de la mistificación porque esto es un lodazal de mierda blandita. Un tipo de mierda que se esconde detrás de los sucesos. Y el teatro iba, en tiempos de Brecht, de mostrar lo que ocurría detrás de los sucesos. Pero ya no más. Detrás de los sucesos hay SOLAMENTE una capa de mierda blandita. No es somatización el hecho de cagarse. Yo, por mi parte, me cago encima por precariedad. Y es que podría aguantar mucho más la desilusión si no fuera acompañada de la ironía. Sin embargo es mala época para cagarse encima con seriedad y salir ilesa de ello.

Por otro lado, ha habido, en algunas ocasiones, reconocimiento. Reconocimiento, digo, por el trabajo realizado. Podríamos esperar que ese reconocimiento adecentase el funcionamiento de unos buenos intestinos. Nada más lejos de la realidad. El reconocimiento ni llena el estómago ni calma una flora intestinal cabreada. Al reconocimiento yo lo recibo con una sonrisa torcida, insisto, no irónica sino torcida, una mueca, una tercera versión de la máscara ática tipo así:

=\

¿Cómo se sonríe con la mierda en las bragas?

=/

Entonces declaro que todo lo que tengo que hacer es lo que hago y digo con y para el público, el resto: magia y ansiedad. Pero la dignidad de una máxima como esta esconde el suceso: la mierda en las bragas.

No hay dignidad posible ni mucho menos mistificación.

Me gustaría ahora hablar analíticamente del reconocimiento, en última instancia, me gustaría hablar del hacerse visible:

<< Lo que ocurre con la visibilización es que implica, de forma necesaria, ser complaciente y flexible con los presupuestos de las instituciones. Puesto que te has hecho visible recibes las opciones de:

1) pedir subvenciones a las instituciones (tienes los puntos, conoces la jerga, ya puedes opositar con mierda en las bragas)

2) ser flexible a los presupuestos de las instituciones (dicen «tenemos dinero pero no suficiente para ti, puesto que tienes mierda en las bragas»)

Las instituciones huelen la mierda, también la huelen las salas privadas e incluso los grupos autónomos de succionadores de capital simbólico que se organizan en las periferias de las metrópolis>>

Entonces nos preguntan si estamos contentas en cuanto a compañía.
Yo pregunto:

¿Lo estás tú?

=/

Antes de salir a escena hablamos de qué personaje de hora de aventuras es cada quien. Eso es lo que hacemos las jóvenes mujeres del teatro contemporáneo. Entre la neblina se oye una súplica… Por favor, dejadme ir a casa, encender el portátil, poner Netflix y mirar The Office a cámara lenta… Así, así mitigamos las jóvenes de nuestra generación nuestro desamparo total en un arte de la retirada: el teatro. ¿He dicho que procurar ser complacientes con los presupuestos equivale a ser complacientes con nuestra explotación? También ser complaciente con las subvenciones equivale a ser complaciente con las demandas discursivas-tecnócratas de las instituciones. Pero por favor, instituciones, no mencionéis ni una palabra que no sea de amor, presto mi plusvalía, mantenednos cerquita, a vuestra vera, a vuestra verita y con las bragas llenas de mierda.

:/

Esto se termina así: Ya que formo parte de las generaciones jóvenes del teatro y que me estoy haciendo vieja, debo manifestar que también me duelen otras cosas: las articulaciones y los huesos. La amistad no da para tanto, los eventuales matrimonios tampoco, solo soy una simple comediante, solo he venido a seguir jodiendo esa vieja dicotomía escolástica del ocio y del oficio, y si bien es cierto que no hay sitio para mí en el cuerpo social porque mi oficio está destinado al ocio y el ocio del mundo necesita de otros comediantes (pero no los del teatro), también es cierto que las necesidades del mundo pueden ser muy opacas, opacas como la mierda. Al final del día todos nos estamos cagando encima. Desde ahí acudamos al lugar en donde se mira cagarse encima a las creadoras contemporáneas. Theatron o el lugar al que acudimos a mirar la práctica de una coprofagia estilizada, joven y femenina.

Núria Corominas

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2 Respuestas a El manifiesto unipersonal coprófago

  1. Leí este texto hace unos días y fue un alivio leerlo. Llevo unos años haciendo teatro en los circuitos alternativos, pero sin acabar nunca de integrarme en ellos porque no siento que sean verdaderamente una alternativa a nada, al menos lo que hay en Madrid. Al mismo tiempo, veo uno tras otro espectáculos a cual más estilizado y la gente que trata de imitar esa estética de festival europeo y Tableau Vivant desde los márgenes. Me pregunto si no será posible construir una alternativa cierta, un circuito paralelo, qué sé yo, en los garajes, en las casas, en las naves industriales. Si no será más digno y acaso más rentable que andar mendigando a una estructura en la que tampoco creemos, nadando en la mierda pero poniendo buena cara.

    • Núria dijo:

      Hola compañero,
      Lo de poner buena cara tendrá que terminarse por una cuestión de dignidad o ya de salud, no lo sé, no creo que podamos aguantar este delirio durante mucho tiempo más. Así que efectivamente habrá que poner mala cara mientras buscamos otras posibilidades, no sé si pasa por lo paralelo o por lo inmersivo o por la retirada total y absoluta. ¿Retirada hacia dónde? Bonito lo de las casas y los garajes, por aquí algo se cuece, no en Barcelona, más bien fuera, en sitios que parecen remotos para los centros neurálgicos de la »cultura», pero quizás más conectados con los territorios, más cerca del pueblo que de la ciudad, básicamente en donde es materialmente posible vivir. Eso es lo que se está moviendo por aquí. Sigamos hablando de ello!
      Por cierto tus comentarios de audio, un alivio, también.
      Saludos

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