Sueño artificial

©Estudio Perplejo

“I don’t know where this voice comes from” 

Bubble Gum. Pieza chicle. Plic Ploc! 

En Mágica y Elástica, performance más reciente de la coreógrafa Cuqui Jerez, la dimensión lúdica nos es presentada justo al inicio: al abrir las cortinas del teatro, notamos una pista de tenis situada en medio del escenario. Sin embargo, en lugar de reglas o objetivos restritos, lo que vemos en escena es otro juego: el continuo montar y desmontar de la propia acción escénica. Un partido en el que suceden lances imprevistos, donde se juega a desafiar nuestras expectativas y a estirar los tiempos y sus posibilidades. 

Aquí Cuqui se dedica a la artesanía de habitar el aparente vacío, a abrir encadenamientos ausentes de causalidad, a escapar al dominio de la finalidad y, finalmente, a driblar la semántica. La coreógrafa juega a la subversión y a la deconstrucción del aparato y de las convenciones teatrales, pero no haciendo tabula rasa, tampoco denunciando las lógicas espectaculares a modo debordiano. Por el contrario, aquí la deconstrucción de la acción escénica transcurre al servicio de la magia. Un hechizo que no sucede en forma de espejismo o mera denegación de la realidad, sino como una sutil reivindicación de la ilusión de lo material o, a la inversa, de la concretud de lo ilusorio. 

Aun así, en medio a esa concretud vislumbramos entrecortadas (pero insistentes), aperturas a la fabulación. Ya sea a través de los versos de  las canciones cantadas en directo, como de los diversos agenciamientos coreográficos exhibidos, delante de nosotros se abren ventanas en las que soplan vientos de ficción. Aquí se evidencia un inagotable entusiasmo por la fantasía, quizás una auténtica pasión por la ensoñación y sus lógicas propias. Ahora bien, la tarea no es fácil: ¿Cómo abrir grietas en la rigidez del formalismo escénico para estimular el vuelo del imaginario?, Y ¿Cómo generar intriga y suspense sin resbalar en el drama? O aún: ¿Cómo evitar que la aparición de la palabra controle el discurso escénico? 

Cuqui contesta a toda esa série de «como’s» haciendo trucos delante de nuestros ojos y dando alas a la abstracción: construye yuxtaposiciones y cruces inesperados entre las escenas, sostiene la potencia de los eventos, para así generar una experiencia singular de la duración. O mejor, lo que percibimos es una diversidad de temporalidades: un espacio-tiempo que se expande y se contrae, como un chicle en la boca, que de tanto en tanto se abre en forma de burbujas, pero que, justo antes de que la intentemos capturar, se explota en nuestra cara. Entre todos, masticamos esa cosa elástica, sin prisas, rumiando los sucesos que ocupan ese paisaje declaradamente artificial. En una época caracterizada por el predominio de la aceleración y de la inmediatez, esa ralentización es todo un gesto de revuelta. Al final, ¿qué sería una performance, si no bloques de tiempo, producción de memorias y proyección de futuros?

De golpe, como en un gesto de ilusionismo, el dispositivo teatral se convierte en una especie de máquina de inteligencia artificial burlona, emancipandose de estar al servicio de las intenciones de artistas y público para cobrar vida propia, hasta el punto de delirar, de esquivar a los juegos y trampas del lenguaje. Como si, de repente, los algoritmos perdieran el control de nuestras pantallas perceptivas. Como si las distorsiones glitch se rebelaran de una vez por todas, liberando nuestras sensaciones psicofísicas de ataduras cognitivas. En ese punto, vale recordar las deliciosas coreografías de la mirada protagonizadas por las luces y el sonido, en las que experimentamos efectos ópticos alucinatorios de tercer grado. Un ejercicio de enseñar y ocultar, ver y proyectar, aparecer y desaparecer, a saber: una manipulación de nuestra visión y demás sentidos que, a través de impulsos eléctricos, resulta en una fascinación emancipadora.

Mientras tanto, tal como atletas de un maratón imaginario en un mundo ausente de gravedad, sin cualquier atisbo de competitividad, nada de récords ni esfuerzo aparente, las performers logran alargar los espacios de indiscernibilidad entre cada escena, abriendo nuevas situaciones a partir de los restos de las anteriores, expandiendo así, de forma radical, la flexibilidad de nuestra  imaginación. Poco a poco, cada cambio en escena agita nuestras percepciones, tensando al máximo el potencial de desintegración de lecturas y ofreciéndonos extrañas sensaciones con las que simplemente no sabemos qué hacer. Como si esos movimientos sutiles fueran la parte visible de una energía disipada que, a lo largo del tiempo, se recría, suscitando la liberación de formas inesperadas. Pero, ¿quiénes son esos seres?¿Serían figuras escapadas de un cartoon postmoderno?¿De donde emerge su vocabulario gestual? Estaríamos observando el confinamiento de posthumanos en las ruinas de un club deportivo abandonado? 

Sí, sin duda, la performance tensiona el absurdo. Sin embargo, pese a las situaciones inusitadas, pese al continuo desbordamiento de nuestra percepción, pese también a su universo psicodélico – en el que  la cultura pop desde los años 80 hasta ahora es triturada sin complejos –  la performance no resbala al sinsentido absoluto. O mejor, actúa en las doblas de una lógica Mágica y Elástica, una estructura musical, escapando así a lecturas semióticas directas o absolutas, bifurcando nuestra capacidad de aprehensión, para finalmente instaurar, con alegría y humor, una enunciación coreográfica que multiplica nuestras posibilidades de interpretación. Quizás una crítica desenfadada y sonriente a la noción de razón, una revelia a nuestra reconfortante pretensión de comprensión total. Una buena sacudida, capaz de quitar una y otra vez, la alfombra debajo de nuestras creencias, o, dicho de otro modo, de hacer trampas a nuestro entendimiento e invitarlo a bailar. En breve, una suspensión de lo concebible que vacía nuestros códigos y convenciones para devolvernos la capacidad de soñar. 

Con ello no termina el juego, con ello empieza.

                João Lima

 Mágica y Elástica – Cuqui Jerez, visto en el Teatre Alegria, Festival TNT, 28/09/22.

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Una Respuesta a Sueño artificial

  1. bea dijo:

    Gracias Por esta crónica Joao, no pude asistir, y ahora, me quedo más intrigada si cabe y con ganas de sentir esa magia elástica .

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