Una noche en la ópera

Carmen es pura fuerza. Como persona del sexo lo tiene todo, acción, ímpetu, garra. Pero es este ímpetu lo que la lleva a tirarse directa hacia el puñal de Don José. No la apuñalan, se apuñala ella. O por lo menos así se muestra esta Carmen con puesta en escena de Jean-Louis Grinda. Se queda el espectador sin saber qué pensar. Su heroína, su fuerza de la naturaleza, la reina de la historia decide… sacrificarse. Pero no a lo cristiano, sino bien pagana. Se sacrifica como un chivo expiatorio. El rojo tiñe la escena, esa luz que es carmesí o es azul cuando se canta de amor. Y en Carmen de amor se canta continuamente. Pero qué amor. Si es amor lo que el toro siente por el torero cuando le embiste, entonces sí, será amor. Faltan palabras. La música lo dice bien. No olvidemos que se trata de una opéra comique, en referencia no a su humor -Carmen es tragedia tragedia- sino al uso de melodías populares y partes habladas. Habrá que leerla en la hipérbole que son todas las óperas. Cuando el tiempo es limitado, la ópera te da meses. Cuando un amor es improbable, en la ópera es definitivamente imposible. Cuando planea la muerte, en la ópera es una estocada, un rayo certero, un redoble y metales y todos a una en la nota final. La ópera es pues exagerada. Excesiva.

El Teatro Calderón presenta esta Carmen producida por la Ópera de Montecarlo. Están todos los ingredientes. Escenografía de las artes plásticas: la gran estructura móvil que definirá el espacio recuerda al laberinto de acero de Richard Serra en el Guggenheim. Gran muchedumbre sobre el escenario: coro femenino, coro masculino, coro de voces blancas, figurantes, bailaora y por supuesto, solistas. La gente pasa como dice el libreto mientras José está en prisión. Ya nos han mostrado que José es capaz de matar. Al fondo, cartel de una corrida el dimanche y un toro que es un bisonte de Altamira. El humo de las cigarreras (“fumando espero”, Montiel). La bailarina de flamenco Irene Olvera no mira al público y baila exquisita girada hacia el hombro derecho, no ha de hacer sombra. Pero es grande, casi como Nino Sugurladz, mezzosoprano georgiana, que interpreta a Carmen. Antes del intermedio, se van todos a por la libertad, ¡pero, ay! José y Carmen se quedan atrás, presos de amor.

En el dúo final de la muerte anunciada serán ellos y sus sombras. Múltiples. Dice Don José a lo Jacques Brel “ne me quitte pas, Carmen”. Y efectivamente, no le deja.

Carmen de Georges Bizet (1838 – 1875). Opera cómique en cuatro actos. Libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy. Basada en la obra de Prosper Mérimée (1845). Estrenada el 3 de marzo de 1875 París. Se representa en el Teatro Calderón de Valladolid los 10, 12 y 14 de mayo. Producción de la Opéra de Monte-Carlo, en coproducción con el Théâtre du Capitole de Toulouse y la Opéra de Marseille.

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.