salonkritik de Gerfried Stocker / Christine Schöpf

Simplicidad – el arte de la complejidad – Gerfried Stocker / Christine Schöpf

Originalmente en a minima::

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Simplicidad. ¿La quimera de una sociedad dominada por revoluciones técnicas, redes globales y avalanchas de información de los medios de comunicación de masas? ¿El mantra de una nueva generación de diseñadores de la información centrados en el usuario? ¿El dogma de los negativistas tecnofóbicos al progreso? ¿O simplemente la promesa todavía incumplida de las compañías de tecnologías de la información?

Hay muy pocos conceptos actuales que se hayan reivindicado en esferas tan distintas, y ningún otro que ofrezca una lectura tan incisiva de los signos vitales de nuestra época.

Así que, ¿cómo vamos a enfrentarnos con la complejidad creciente de la realidad en la que habitamos? ¿Cómo podemos explotar y utilizar el potencial de la comunicación global y el acceso en tiempo real a la información y las ideas, a las personas y a los mercados de un modo eficiente y responsable al mismo tiempo? ¿Cómo podemos desarrollar sistemas flexibles y adaptables, dispositivos y programas sensibles a nuestras habilidades y nuestras capacidades intuitivas, para apoyar nuestras actividades en contextos complejos? ¿De qué opciones y características podríamos prescindir? ¿Y de cuáles nos encantaría librarnos?

La simplicidad no es lo opuesto a la complejidad si no más bien su explicación complementaria, la fórmula que nos permite acceder a y utilizar las polivalencias de las realidades virtuales y las redes de conocimiento global.

La simplicidad es un tema complejo del que no se puede ofrecer una respuesta única y sencilla. Vivimos en un mundo tecnológico cada vez más complejo en el que nada funciona como se supone que tendría que funcionar, y que provoca que acabemos ansiando la simplicidad a un cierto nivel. No obstante, resulta irónico que cuando nos dan la oportunidad de tener más o menos, estemos programados genéticamente para desear más. “¿Quiere la galleta grande o la galleta pequeña?” o “¿Quiere un ordenador con diez procesadores o sólo con uno?” La elección es realmente simple, ¿no es así?

Para el simposio de Ars Electronica acerca de la Simplicidad reflexionaremos sobre qué significa la simplicidad (y la complejidad) en la política, la vida, el arte y la tecnología.

¿No resulta extraño que siempre estemos desarrollando nuevas tecnologías pensadas para simplificar nuestras vidas y tareas, y sin embargo al final siempre nos quede la impresión de que todo se ha vuelto mucho más complicado?

Una investigación acerca de la esencia de la simplicidad debe vincularse necesariamente con la psicología de la interacción humano-máquina. ¿Por qué nos mostramos tan proclives a contemplar la tecnología como una autoridad impuesta desde fuera, a condenarla o a venerarla? ¿Por qué resulta tan difícil mantener una relación objetiva y operativa con la alta tecnología? ¿No será que la complejidad (supuesta o real) constituye a menudo una excusa oportuna para delegar responsabilidad? Nuestra necesidad prioritaria no ha de ser la de asumir competencias tecnológicas sino más bien la competencia social requerida para tomar decisiones sobre la utilización de las tecnologías. Tenemos que realizar un esfuerzo activo para adquirir esta competencia.

La simplicidad empieza, por supuesto, con la usabilidad. El deseo de tener dispositivos y programas fáciles de usar es intenso y está muy extendido. Nos daremos cuenta de cuán justificado está cuando inspeccionemos la plétora de interfaces de usuarios torpemente diseñadas que llegan a las estanterías de las tiendas en ciclos de marketing cada vez más cortos. Así que aunque los redactores publicitarios se dediquen a anunciar a bombo y platillo los últimos resultados de la supuesta dedicación de su empresa a la experiencia del usuario y el diseño centrado en él, lamentablemente, la realidad con la que estamos familiarizados los que compramos realmente estas aplicaciones resulta muy distinta. ¡Cuántas veces hemos deseado que los diseñadores industriales hicieran más visitas de cortesía a los artistas de los medios y se empaparan un poco de la inspiración del ambiente durante sus visitas!

Entre las cosas en las que los seres humanos identifican un arte consumado están los elementos altamente complejos de la naturaleza. Durante siglos, los modelos basados en esta elegante simplicidad han sido el objetivo y el estándar de medida para los logros científicos y también artísticos.

Si nos limitamos a equiparar simplicidad con simplificación y reducción y dejamos que la tecnología se vuelva “invisible”, no sólo manifestamos nuestra incapacidad para reconocer el tipo y la extensión del despliegue tecnológico, sino que también renunciamos a la capacidad de percibir sus consecuencias y efectos secundarios. Al hacerlo, nos engañamos a nosotros mismos dejando de lado no sólo nuestra capacidad de autodeterminación, sino también la posibilidad de utilizar las capacidades de la tecnología de una manera plena. Pero la simplicidad es mucho más que eso.

Si el quid de la cuestión radica en que la tecnología sea apta para el uso humano, entonces la simplicidad también implica una actitud cultural y una postura política respecto a la tecnología, respecto a nuestra autonomía y autodeterminación al enfrentarnos con la tecnología y al diseñar las condiciones para la interacción con sistemas tecnológicos. Sin embargo, en grandes zonas de la superficie de nuestro planeta, la simplicidad también se basa en que la tecnología sea asequible, que pueda “maltratarse” un poco, que funcione incluso a 40 º C a la sombra y que no necesite conectarse a una toma de corriente cada dos horas.

La tecnología no es una fuerza de la naturaleza. La ha creado la humanidad para que funcione, así que también debería funcionar al servicio de la humanidad.

Las interfaces y las líneas de diálogo entre humano y máquina constituyen el campo de trabajo artístico que refleja las condiciones de funcionamiento de esta relación: un campo en el que los artistas crean sus propias herramientas para adaptar los lenguajes de las artes y los de las máquinas; en el que rechazan las normas industriales y sus sistemas cerrados y en su lugar adoptan las prácticas del código abierto y los creative commons; en el que defienden zonas libres, establecen portales y crean modelos y prototipos alternativos. Los artistas, diseñadores industriales y de software y los científicos presentarán las estrategias resultantes de estas actividades y enfoques en relación a la complejidad en el festival Ars Electronica de este año, en simposios y discursos, muestras e instalaciones, conciertos y performances, talleres y seminarios, y en intervenciones artísticas en espacios públicos por toda la ciudad.

Acerca de masufajardo

como diría Duchamp y mira que ya hace tiempo... el valor del arte no esta ya en el objeto mismo sino en los vacíos que abre. Es que volver a escribir mi cv me da mucha pereza...
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