Oscar Bueno, en La excitación del paisaje: río
STOP GENOCIDIO EN GAZA- La primera impresión de estos días pudiendo asistir a la nueva edición del Festival Citemor es el de “nueva vida”. Ver en las calles de este pueblo del Bajo Mondego a Paz Rojo, Óscar Bueno, Cris Blanco, Javi Cruz, Luz Prado, Alberto Cortés, María García Vera, a nuevos escritores que están reflexionando sobre las piezas como Letícia Maia o Ed Freitas, etc., etc., es un signo de fuerzas renovadas, de mirada al futuro, de continuidad de ese diálogo abierto hace ya décadas con la escena de creación española.
Y la ilusión es doble. Citemor, este festival creado al albor de la Revolución de los Claveles por el teatro aficionado de la región, que era bien potente, y renovado en los noventa con la dirección de Armando Valente y Vasco Neves, ha pasado duros momentos de incertidumbre financiera en los últimos tiempos. El momento más frágil fue hace diez años. Hoy, aunque haya algo más de estabilidad, la incertidumbre sigue. Por eso, ver cómo uno de los modelos más alejados de todo aquello que uno rechaza de un festival (moderneo, mercadeo, esnobismo, tendencia al escaparate, etc.) ha sabido subsistir es una enorme alegría.
Al otro lado de la Raya, en España, los certámenes, festivales, espacios y autoridades siguen una línea de apoyo a la creación difusa, confusa y resueltamente tuerta. Podría argüirse que no es fácil leer el momento presente de la creación y que la discontinuidad en el apoyo institucional a proyectos independientes no lo ha permitido. Y en cierto modo es verdad. Ha habido experiencias notables como Desviaciones, Situaciones, Escena Contemporánea, Mapa, el Festival Alternativo de Santigado de Compostela o La Porta que han desaparecido por falta de apoyo a pesar de que funcionasen tanto a nivel artístico como de público.
Aun así, me sigue sorprendiendo que aquí en Portugal se entienda mucho mejor cómo están evolucionando las escénicas en España, cuales son las conexiones y las iniciativas que a lo largo de los años han ido creando un panorama, un paisaje sobre el que poder pensar y reflexionar. Un panorama al cual, además, este festival ha contribuido con un modelo centrado en la creación y en el apoyo y acompañamiento largo a los artistas con los que se involucra. Así, que antes de hablar de lo visto, echemos un poco la vista atrás.
1999 /2025
Hagamos un recorrido incompleto de la presencia española desde el 99 en que Ctiemor invita a la primera compañía española en ese modelo renovado… Ese año llegaron: La Ribot con El Gran Game 6, Olga Mesa con Daisy Planet y Ion Munduate con Lucía con Zeta. Ahí es nada. Una iniciativa que los directores del festival, me cuentan, surgió de entrar en contacto con aquel motor que supuso el núcleo alrededor de Jose Antonio Sánchez en Cuenca y su deriva de Desviaciones…
© PAU ROS
Luego, en el 2001, llegaría After Sun de Rodrigo García, con la gran Patri Lamas y Juan Loriente… El paso de La Carnicería por Citemor fue esencial para afianzar y ampliar la relación hispano-lusa. García no dejará de estar en los años siguientes: A história de Ronald, o Palhaço da Mc Donalds, Compré una pala en Ikea para cavar mi propia tumba, Prefiero que me quite el sueño Goya a cualquier hijo de puta, Accidens, Aproximación a la idea de desconfianza… Un recorrido que llegaría hasta 2019, año en el que presentó PS/WAM, por ahora. Rodrigo fue un catalizador de todo un teatro que en España rompía con una tradición vetusta y miraba al futuro mucho más allá de lo que la academia ha querido encuadrar bajo ese falso epítome llamado “teatro pos-dramático”. Creo que todavía no está bien estudiado el seismo que su teatro provocó, la gran influencia que tuvo en otros creadores y cómo fue también, con los años, siendo asimilado espureamente, suavemente, por el sistema teatral.
© NUNO PATINHO, After Sun, de Rodrigo García
PS/WAM, de Rodrigo García.
En esos años también desembarcó un proyecto que sería germen de muchas cosas posteriores: Neokinko TV, emissao experimental, una televisión “pirata” con una edición no lineal que defendía no estar sometido a la esclavitud de la continuidad y que responsabilizaba a la audiencia de la programación, implicándola y difundiendo las nuevas tecnologías al alcance del pueblo. Santa locura coordinada por Dani Miracle y donde aparecieron una troupe de salvajes por todo Montemor donde estarían, por ejemplo, Nilo Gallego o Raúl Alaejos que luego han sido bien importantes en el festival y la escena contemporánea. Es, ciertamente, revelador cómo de un proyecto no escénico, agarrado a la política sobre los mass media y a la investigación audiovisual y tecnológica, surgiría toda una línea de renovación que dio nuevos aires a la escena.
En el 2005 el círculo se amplió y entró otro creador fundamental en el teatro de García y en el teatro independiente peninsular: Carlos Marquerie estrenó Que me abreve de besos tu boca en una de las iglesias derruidas en aquel entonces (antes del plan Siza de reconstrucción de la ladera que rodea el castillo de Montemor). Marquerie repetiría en 2007 con otra pieza instalativa y poética, El temblor de la carne. Entró con este creador escénico una relación más profunda con la historia del teatro de arte castellano que tiraba sus raíces hasta los años setenta y que también puso en contacto a Citemor con toda la experiencia que supuso el Teatro Pradillo.
© Jesús Ubera, El temblor de la carne de Carlos Marquerie.
Rodrigo ya había ido a Barcelona en 2001 al Festival de Sitges con De vegades em sento tan cansat que faig aquestes cosas, piezón que provocó una verdadera fuerza irrigadora de García por todo el teatro experimental catalán. En aquel montaje estaban actores que como Nico Baixas o Rubén Ametllé y una banda que comenzaba, Stand Still. De aquella conexión llegaría a Citemor una pieza de Roger Bernat, Tót es perfecte, creador que acaba de dejar la compañía que llevaba junto a Tomás Aragay, la General Elèctrica. Aquella veta de conexión Montemor/Barcelona no llegaría a mucho más, tardaría unos cuantos años más en volver Catalunya a Citemor. Pero bueno, de aquella obra de Bernat surgirían dos “estrellas” del teatro catalán que actuaban por primera vez con catorce años: Nao Albet y Marcel Borràs.
Hoy estaba pensando en las pequeñas diferencias entre el teatro catalán y el madrileño. Estos son delimitaciones espurias. Estaba pensando entre las compañías o creadores que reciben un apoyo temprano de la maquinaria institucional, como les pasó a General Elèctrica (pienso en ese Flors en el Teatre Nacional de Catalunya con Nico Baixas, Juan Navarro y Jordi Vilches entre otros). Después de aquello la compañía hizo tan solo dos obras más antes de separarse. Y pienso en el último espectáculo de Albet y Borràs, De Nao Albet y Marcel Borràs, y cómo eso mismo se pone en juego, cómo en cierto sentido la creación tiene que luchar contra Matrix y sus suculentos chuletones…
Y pienso en otros caminos, como El Conde de Torrefiel, que ahora, después de 15 años y una de las carreras más significativas para entender la escena del siglo XXI, llegan al CDN. El Conde en declaraciones al Periódico de España dice: “La rabia, y creo que es esa la palabra, con la que hemos trabajado en los últimos 15 años ha potenciado una poética y una forma de hacer propia. Si hubiéramos entrado a los dos o tres años en contextos más institucionales, creo que no hubiéramos sacado toda la bilis, toda la rabia y toda esa potencia para tener toda la red de casas europeas e internacionales que ahora tenemos y que nos permite algo muy interesante, que es poder vivir en mi pueblo, en Ontinyent, alquilar una nave y continuar trabajando desde aquí. No hace falta estar en Madrid y en Barcelona. ¿No nos quieren aquí? Tranquilas. ¿No nos llama ninguna institución española de las potentes, de las grandes? Ningún problema. Ahora, 15 años después, entendemos que tuvimos que sacar los colmillos para poder hacer cosas que, algunas de ellas, creo que serán recordadas cuando nos muramos”.
Bueno… “ser recordadas cuando nos muramos”, son palabras quizá fruto de una conversación, quizá desmedidas, no sé si ahí reside la función del arte o lo que el artista persigue, pero la rabia y los colmillos como acicate… Ese sí que es un temazo… Se lo pueden decir al propio García y a tantos otros que pasaron por Citemor. Años y años de predicamento en el desierto. Por lo menos El Conde pudo solventarlos sin la precariedad patria gracias a su presencia en la escena internacional. Otros que aquí se quedaron sufrieron la precariedad más absoluta que en muchos casos llevó a su desaparición.
© Momento de ‘Escenas para una conversación tras el visionado de una película de Michael Haneke’, del Conde de Torrefiel.
La rabia. Rabia porque en tu lugar, en tu territorio, se te ningunea, no se te da ninguna visibilidad, se reduce tu campo de acción a espacios restringidos… Y rabia porque se te obliga a crear desde lugares de limitación continua: económica, técnica y laboral. ¿Por qué en el teatro experimental de España predominan los espacios vacíos, los elencos reducidos o la ausencia de investigación a través de la maquinaria teatral? Esta preguntas son, en cierta medida, cuestiones muy explicables a través del materialismo histórico: pura y puta infraestructura.
A finales del XX y principios del XXI, en ese panorama de inestabilidad y de cuasi nula presencia de los trabajos en las programaciones del teatro público, el tejido de la creación escénica subsistió cómo pudo en espacios subvencionados pero de origen independiente como La Nasa, El Canto de la Cabra, Cuarta Pared, La Caldera, el Conservas, Cambaleo, Galán, La Fundición, asomaba L’Antic, Ensalle… Ahí siguió Citemor indagando en nuestro teatro. Auscultaron la enfermedad que el teatro experimental español arrastraba durante años, décadas, y decidieron apostar, acompañar, comprender y conversar con dos creadoras que estaban en total prédica en el desierto y con dos compañías jóvenes que comenzaban con fuerza de energía y poética, pero con las mismas taras.
Así, en 2006 y 2007, llegaron a las calles tranquilas de Montemor los equipos de Angélica Liddell, antes de ser “la Liddell”, y la coreógrafa Elena Córdoba. Liddell llegaba llena de rabia ante un panorama patrio que quería acallarla, acabar con ella (no flipa Angélica cuando en escena dice que España quería anularla… aunque pueda sonar desmedido). Pero la rabia era ya pronta a la locura de quien con todo el tesón lucha y ve que posiblemente va a ser derrotada. Estaba rabiosa pero exhausta, casi vencida, llena de una fragilidad hecha de cansancio e incomprensión. Con grandes trabajos a las espaldas como La Falsa suicida, El matrimonio de Palavrakis o Once a time in West Axphisia, obras que puideron verse en teatros como la Cuarta o Pradillo, pero que solo suscitaron alguna buena crítica de Haro Tecglen, que estaba viejo pero no era tonto, y algún espectador agarrado a su potencia (como el que escribe). A parte de eso, poco más, un panorama yerto que Liddell tuvo que enfrentar muchos días con la platea casi vacía.
© Susana Paiva, Lesiones incompatibles con la vida, Angélica Liddell.
Liddell encontró en Citemor el espacio para poder crear de otra manera. Llego con tres acciones, Broken Blossoms, Yo no soy bonita y Acciones incompatibles con la vida. Trabajos de la acción y la performance, tremendos, pero también suscitados por las condiciones económicas. Liddell no conseguía producir y se plegaba a poder presentar una acción en el Festival de Escena Contemporánea, otra en La Casa de América, sacando lo mínimo para poder pagar el alquiler y poco más. Y si bien aquello dio con uno de los estudios escénicos de la performance más interesantes de la historia de la escena española no hay que olvidar de las condiciones del que surgió.
Liddell estaba entrando en Citemor, conociéndolo. Ese mismo año también presentó una pieza audiovisual, una instalación llamada Temor y temblor en el que la pieza de video gritaba en palabras escritas: ANFAEGTELSE (angustia en danés). Puro Kierkegaard que reflejaba el momento de zozobra, de duda religiosa y crisis espiritual que la artista atravesaba. Al año siguiente llegó una pieza que casi no se vio en España, preciosa, Boxeo para células y planetas, con uno de los comienzos más hermosos del teatro de Liddell con Sindo en escena y el Forever Young de Alphaville sonando a toda pastilla. Y el tercer año, con la relación ya hecha con el Festival, Liddell produce su primera pieza en Citemor. El resultado sería uno de los trabajos más sobrecogedoras de su trayectoria, Te haré invencible con mi derrota. Luego llegaría La casa de la fuerza creada en Asturias y todo cambiaría. Francia se rendiría a los pies de su emperatriz. Pero Liddell encontró en Citemor un puerto donde avituallarse, coger energía y recomenzar cuando la tempestad arreciaba y amenazaba con abatirla. Además, esta creadora no ha dejado de estar presente de una u otra manera en Citemor: Love Exposure: Yoko’s Corinthians 13 Speech. Beethoven – Symphony No 7 en el 2013, La Tierra en 2018 y La hora llegó en 2023, que fue un trabajo en residencia preparando Vudú (3318) Blixen, uno de sus trabajos más redondos y contundentes de toda su carrera.
© Susana Paiva, Te haré invencible con mi derrota, Angélica Liddell.
Misma historia fue con Elena Córdoba, una de las creadoras más sustanciales de la danza contemporánea. Llegaba a Citemor después de una labor ímproba con piezas de gran fuerza como Sin correa, Los negocios se acaban a las diez, Bobos o Silencio. Pero nada servía, no había manera de afianzar el proyecto. La Cuarta Pared que asumió el papel de apoyar a los Marquerie, Lera, García, Mesa, Ribot, etc., y que es verdad que apoyó a esta coreógrafa, ya iba en otra dirección. La Cuarta se iba borrando, se encaminaba inexorablemente hacia el teatro de texto, al teatro que surge desde el autor y la palabra, desaparecía Escena Contemporánea y el director de la Cuarta, Javier Yagüe, se recogía en su espacio y sus esencias: el de un teatro tradicional aunque se vistiera de contemporáneo.
Córdoba encontró en Citemor un espacio para dar un giro que sería fundamental en su carrera, comenzaba Anatomía poética, una de las investigaciones en torno al cuerpo humano y la ciencia más relevantes de la historia de la danza. En 2006 presentaría Quedémonos un rato más sentados, ya el título declara que es una pieza donde la espiral de creación de la que viene Córdoba se pausa. Luego llegaría un año fundamental, 2010, donde Córdoba presentó La mujer de la lágrima, una serie de películas realizadas junto a Sylvia Calle sobre la representación del cuerpo humano en diversos museos anatómicos de Europa, Los museos del silencio; y una nueva pieza de creación, Todo lo que se mueve está vivo y Expulsadas del paraíso. Imposible olvidar a Montse Penela bailando sobre hormigón como si aquella dureza fuera su propia placenta. Nace desde Citemor, con todo su apoyo, Anatomía poética. Le hice una entrevista larga y fructífera en el blog de Citemor en su momento.
© Susana Paiva, Todo lo que se mueve está vivo, de Elena Córdoba.
Córdoba estrenaría también en Citemor Atlas el gigante y la vértebra en 2012 y ya en 2015, el año más difícil del festival, se uniría a una de las figuras portuguesas más relevante Francisco Camacho, en una pieza donde los dos creadores dialogaban a través de sus piezas con un mismo paisaje, Citemor. Aquella pieza, Uma ficção na obra do mapa estará este otoño en Lisboa y Madrid dentro de la bienal dirigida por John Romão, Boca. En esa bienal estarán también Liddell, García y Alberto Cortés.

© Susana Paiva, Montse Penela en Expulsadas del paraíso, de Elena Córdoba.
Además, Córdoba es la responsable de introducir en el festival a otra creadora que está sirviendo de gozne, de puerta de entrada, a nuevos creadores. Se trata de Luz Prado, que estuvo en una magnifica pieza de Córdoba en torno al Rio Mongego, Ay Jacinto, pieza sobre esta planta invasora que pueblas las aguas del rio portugués que pudo verse hace dos años. Prado ha estado también este año con Hipersueño de Paz Rojo (impresionante implicación desde el violín y la mesa de la malagueña) y ha comenzado residencia y proceso de creación de la nueva pieza de Alberto Cortés en el pequeño teatro Esther de Carvalho…
Hablábamos de otras dos compañías invitadas en esa época que tenían que seguir el relevo de todos esos creadores. Volvamos al 2008, ya han llegado Liddell y Córdoba. Todavía no ha entrado la generación (valga la palabra) nacida en los setenta. Citemor mira al futuro y ahí llegan los nuevos trabajos de Carlos Fernández y Lengua Blanca, que producen dos potentes y hermosas piezas: 10.000 años y En las pistas de hielo. Llegarán ambas obras luego a Escena Contemporánea, un festival que boquea sus últimos estertores, en ese año lo dirigía la hoy directora del INAEM, Paz Santa Cecilia. El festival madrileño no levantaría cabeza y moriría en el 2013, lo que surgió como movimiento independiente (el festival comenzó llamándose La Alternativa) lo cerraría la Comunidad de Madrid diciendo que aquello era suyo (sic) y que lo que imperaba era Surge, ese festival engendro que ahora parece fundamental para tantos. En fin.

© Susana Paiva, En las pistas de hielo, de Lengua Blanca.
Carlos Fernández y Lengua Blanca, sin que nadie lo detectara, murieron en Citemor. Ellos son, esos años son, la falla tectónica sobre la que se construyó este presente. Un presente que bien refleja la temporada de este año del Centro Dramático Nacional, donde uno tanto puede decir “cuánto se ha conseguido”, como, al mismo tiempo, “cuánto se ha perdido”. El que esto escribe prefiere decir “cuánto se ha deformado todo.” Volveremos a ello más tarde.
2008 año crucial para tantas cosas en España, también lo fue para la escena. Ya nada sería lo que era. Y si antes esto era un erial ahora qué es, me pregunto.
© Susana Paiva, 10.000 años de Carlos Fernández.
En esos años de comienzo de crisis, Citemor sigue trabajando y nuevos artistas llegan ampliando y complejizando el panorama descrito de nuestra escena. Llega Sergi Faustino desde la independencia catalana, trae piezas ya creadas y adaptadas para Citemor como Nutritivo o C60, y comienza un fructuoso proceso de creación en residencia que daría a luz una hermosa pieza: Estilo Internacional en el 2011. Sergi Faustino con su cuerpo cansado, corriendo desde Figueira da Foz hasta Montemor para luego bailar tintado de rojo entre arrozales de color fluor, esa es una de las imágenes más metafóricas de nuestra escena, un cuerpo cansado que se erige en humedales…
También supo escuchar Citemor a uno de los hoy grandes del site specific patrio, el creador Nilo Gallego, que como contaba llegó con Neokinok, imposible no recordar a Nilo haciendo, con mil instrumentos tirados por el suelo, la banda sonora de la película El conde Mor, una peli muda realizada en las calles de Montemor con los vecinos del casco viejo. Aquella Praça da Republica llena de vecinos viendo una peli en blanco y negro sonorizada por Nilo es uno de los hitos de este festival.
En Montemor sería donde Nilo crearía su compañía Orquestina de pigmeos y esa pieza todavía hoy recordada en el Rio Mondego y rememorada con el trabajo este año de Óscar Bueno: Pigmeus do Mondego. Nilo, junto al director de cine Chus Domínguez, base de la orquestina, no han dejado de colaborar con el festival desde aquel año 2009, buena prueba de ello es el proceso de creación fílmica que acaban de presentar y que ha sido rodado desde y con el apoyo de Citemor durante cinco largos años. Pero cabe señalar que aquel Pigmeus do Mondego fue fundamental para que Nilo Gallego se atreviese a dirigir una pieza y se demostrase ser capaz de crear toda una dramaturgia, pero claro, distinta, una dramaturgia nacida y sustentada en lo sónico y el territorio. Nilo salió de Citemor con un espacio conquistado que luego han dado maravillas como El sol surt a fer un volt. (Amanecer desde Montolivet) en Olot, Deixa de ser el teu mateix en Pontós, o Ningún lugar en el Matadero de Feijóo.
© Coral Ortiz Imprenta acústica en (14 borbotones de una) aparición, de Mónica Valenciano.
Llegaría también al festival otro creador fundamental y hoy agazapado como Fernando Renjifo en 2008, que presentó una maravilla de programa triple que contenía El Lugar y la palabra. Conversación. Beirut, Improntus y Tiempos como espacios. Y lo bueno es que las líneas se cruzan: llegó Renjifo con otras de las grandes de la danza en España que no había pasado en esos años iniciáticos de relación hispano-lusa por Citemor, Mónica Valenciano. Valenciano además estaba trabajando con Chus Domínguez en una hermosa pieza audiovisual: Impregnaciones en la señorita nieve y guitarra.
En Montemor, Mónica encontró muchas cosas. A parte de un perro callejero que adoptó (Julio, que falleció hace bien poco) un sitio donde poder estar, pensar, ser… Pocas creadoras se han impuesto un proceso de creación tan alejado de la producción del mercado escénico. Los tiempos de Valenciano son otros. Aquí la canaria encontró un espacio de libertad que se fue fraguando desde aquel 2008 para diez años después llegar a estrenar una de las piezas fundamentales de su trayectoria: Imprenta acústica en (14 borbotones de una) aparición. Pieza que se estrenó en el Matadero de Feijóo.
Hay tres aspectos de este festival que son bien destacables. Uno la presencia continuada de diferentes generaciones de artistas en momentos muy dispares. Es grato ver como el año pasado Paz Rojo presentaba Lo que baila compartiendo cartel con El Pollo Campero que presentaba El futuro. Ver como se siguen incorporando artistas de larga trayectoria como en el 2011 Ana Buitrago que presentó Apuntes mínimos, o la Societat Doctor Alonso de Sofia y Tomás que hace tres presentaron Noche Cañón; y al mismo tiempo esos trabajos cohabitan, por ejemplo, con el solo presentado por María García Vera, un solo iniciático tras años en la compañía Los detectives. Ver a Buitrago volver a bailar tras una lesión, ese momento de entrega, de recuperación y fragilidad hermosa. Y al mismo tiempo asistir a ese momento de empoderamiento escénico de María, ver un pequeño nacimiento, con tantas arrobas de determinación, como de arrojo, dudas y valentía.

Ana Buitrago en Apuntes mínimos.
El segundo aspecto es la apertura y en nivel de escucha del festival. Una escucha que permite que aparezcan nuevas incorporaciones como Teatro Serrucho, que estrenó una de las mejores piezas escénicas de los últimos años en 2022, Interior noche. En Serrucho está además, Raúl Alaejos, que llegó con Neokinok al festival y buceó en el rio con Nilo en Pigmeus do Mondego. Citemor no deja de escuchar, no es un festival de directores o autores, sino de creación y saben que ésta va surgiendo sin las circunstanciales jerarquías de la ficha técnica.
© Susana Paiva, Raúl Alaejos de Serrucho operando en Pigmeus do Mondego, de Orquestina de Pigmeos.
El tercer aspecto relevante, quizá el más importante, es que todo este enjambre de creación española se va mezclando con la creación portuguesa, con los más veteranos como Teatro do Vestido, Teatro O Bando, Teatro da Garagem, Francisco Camacho, Joao Fiãdero, Silvia Real, con los menos viejos como Rafael Álvarez, John Romão, Paulo Castro o Mala Voadora, Y con los más jóvenes como Diana Niepce o Márcia Lança que este año presentó Quase nada é um plano.
En esta bajada del río se han quedado proyectos por nombrar, como las Conversas y la película Montemor, de Ignasi Duarte, el piezón en 2011 de Olga Mesa, El lamento de Blancanieves, como Tania Arias que estuvo en 2014 con Infinito – Besos = y con The horn of plenty dress en 2015, como Edurne Rubio que estuvo con Ligth years away en 2017, como Juan Navarro y Óscar Cornago que estuvieron en 2020 con Se alquila, como Rocio Molina que estuvo con un impulso y con Caída del cielo en 2019, o Amalia Fernández que estuvo con Solala el año pasado. Pero creo que uno se puede hacer una idea con el relato expuesto de la profundidad del trabajo desplegado desde Citemor hacia el teatro de creación contemporánea española.
2025: CITEMOR / CDN
Por todo lo que vengo relatando, perdón el coñazo retrospectivo, este año, cuando uno ve llegar por primera vez a Montemor a Alberto Cortés, y lo ve comenzar a trabajar junto a Luz Prado y Adriano Galante su nueva pieza, esa que estrenará el año que viene en el Bruselas, no es que se emocione, pero le pega un subidón. O cuando ve a Óscar Bueno estrenar en el Mondego la pieza La excitación del paisaje: río que hiciera en Bosque Real, esa maravilla creada por Javi Cruz y Jacobo Cayetano en Madrid, verdadero oasis de libertad creativa en la capital del escaparate, se da cuenta que la dirección de este festival sigue alerta y abierta.
El haber traído La excitación del paisaje: río, aparte de recoger una de las experiencias más relevantes de la ciudad de Madrid, supone sumar un hilo fundamental es ese mosaico de la creación española que Citemor va construyendo. Cada artista es quien es, pero el proyecto de Óscar Bueno recoge muchas maneras de entender la escena que provienen de todo el movimiento que supusieron la irrupción y los muchos años de trabajo de Cuqui Jerez, Juan Dominguez, María Jerez y Cris Blanco. Una línea que no había estado presente en Citemor y que ahora, con un salto cuántico, reaparece y completa el paisaje.
© Susana Paiva, Óscar Bueno en La exctiación del paisaje: río.
Los trabajos que han estado presentes en Citemor podrán verse en otros lugares. Rojo estará en el Mercat del Flors y en Europalia (esa enorme fricada que tiene más de 150 espectáculos españoles rulando por toda Europa). Cortés estará, además de en el Kunsten, en el Festival de Otoño de París y en Madrid, y María estará en el TNT de Terrasa. Antes fueron Escena Contemporánea, Sitges, Mapa, La Caldera, Pradillo, la Cuarta Pared, La Porta, todos ellos hoy desaparecidos o que se bajaron de la burra. Si antes había ciertos espacios dialogantes con la creación que trabajaban con los artistas presentes en Citemor, hoy los creadores se enfrentan a la nada o al gran contenedor de exhibición pública.
Hay excepciones y es de rigor nombrarlas. Marion Betriu ha dado un vuelco a esa feria dedicada al teatro catalán contemporáneo llamado el TNT. Y a través de sinergias y diálogo está consiguiendo trascender un modelo obsoleto y absurdo. Veremos hasta cuando la dejan… Y ese es el problema, la inestabilidad y discontinuidad de los proyectos regidos por las necesidades políticas más coyunturales y cutres. Ahí, en ese plano, Citemor resiste, pequeño, con mil problemas y una necesidad de apoyo urgente, pero con un espacio de autarquía en las decisiones que le permite bandear y no caer en deformaciones o caminos que no le son propios.
Por todo lo expuesto, por ese rio de creación descrita en este post que es buen reflejo de una creación que en España se ha enfrentado a la no visibilidad y el ninguneo, creo que es pertinente detenerse un momento en la programación de este año del Centro Dramático Nacional. Una programación donde predomina por primera vez ese otro teatro, una cambio que es fruto de la apertura que el equipo de dirección del centro lleva realizando desde que fue nombrado en el año 2020.
Este año están en el programa Lo Bárbaros, El Conde de Torrerfiel, Edurne Rubio, Cris Blanco y Las Huecas. También está Tiago Rodrigues, creador portugués afín a Citemor, pero esa es otra historia, en este caso algo fea porque la programación del portugués llega tras la participación sesgada de España como país invitado en el Festival de Aviñón (dirigido por Rodrigues) en la que el IANEM tuvo una presencia desmedida y deformante de la realidad hispana.
Seamos claros desde el comienzo. No creo que sea para echar las campanas al vuelo. Sanzol ha abierto la programación del CDN en muchos sentidos, he defendido y defiendo muchas de las cosas que se han hecho en estos últimos 5 años. Pero creo que se sigue operando desde unos parámetros escénicos muy concretos, tradicionales y restrictos. La palabra “teatro” según la entienden (porque hay mil otras maneras de entenderla) deja fuera trabajos que provienen de la danza, la experimentación, la acción, la performance y de lo que se viene llamando desde hace de unos años “artes vivas” y “artes expandidas”.
Todos los españoles citados presentes este año en la temporada del CDN estaban en los márgenes de las programaciones hace 5 años, 10 a los sumo, y siguen estándolo en cuanto a la red de exhibición pública en España que cuenta con más de 800 teatros. El gran exponente de esta contradicción son Los Bárbaros, que han visto cómo ha sido imposible girar con las producciones que han levantado gracias al apoyo del Teatro de la Abadía, Conde Duque o el mismo CDN. Ese tema, el de la programación en la red de teatros (con programadores adscritos a la taquilla, el relumbrón y el elenco de famosos televisivos) por ahora está muy lejos de solucionarse y da para siete artículos…
Pero, como decía, la programación de este año supone un cambio sideral en comparación lo que eran las programaciones desde que este Centro se creó en los ochenta. Las direcciones anteriores (Marsillach, Espert-Gómez-Tamayo, Alonso Mañés, Pasqual, Plaza, Isabel Navarro, Pérez de la Fuente, Vera y Ernesto Caballero) siempre desdeñaron las artes escénicas contemporáneas, no entendieron la danza y las artes performativas les parecían algo relacionado con un vernissage en una galería de arte. Es de traca que La Ribot, por poner un ejemplo, nunca haya sido llamada a dialogar tan siquiera con ninguna de las programaciones que el CDN ha realizado desde hace 37 años. Esas programaciones siempre estuvieron agarradas a una concepción donde el director de teatro y el autor reinaban. Y cuando ya no tuvieron más remedio programaron una vez a Rodrigo García y otra a Angélica Liddell, un poco para quitárselos de encima. Ninguno de los dos ha vuelto a ser programado. Y cuando lo hicieron, en tiempos de la dirección de Gerardo Vera, lo hicieron de un modo un tanto paternalista, intentando hacerles entrar en razón. “Rodrigo, dedícate a escribir que es lo que sabes hacer”, “Angélica, acorta esta función sino no va a funcionar”, se atrevían a decir…
© Alberto Nevado, Perro muerto en tintorería, de Angélica Liddell.
La dirección de Sanzól en el CDN tiene otras líneas de trabajo que le son propias y también están dando buenos resultados, como es el apoyo la dramaturgia contemporánea. Algo que además, en un país donde ahora predomina el repertorio, sobre todo en Madrid, se ha vuelto más necesario que nunca. Es paradójico, por cómo era este país hace una década, pero es así: ahora el CDN es el oasis de la nueva dramaturgia.
Sanzol ha cambiado el eje por completo de una institución que se había quedado tan endogámica como vetusta. Se ha llamado a mucho nuevo director, a mucho nuevo autor y se han abierto las puertas a nuevas generaciones que antes no podían ni soñar con entrar en el “buque insignia” del “teatro español”. Y en esa gran renovación, Sanzol también ha querido ampliar el marco y que un teatro de creación que no comienza con un texto ya escrito (por decirlo de algún modo) también cupiese. Además lo ha hecho desde un seguimiento al artista que va apoyándolo y probando con ellos cómo poder ir haciendo. Los Barbaros, Cris Blanco, Edurne Rubio, ya han trabajado anteriormente en el CDN, en formatos de audio o en salas más pequeñas y ahora se da otro pasito a espacios más grandes para ir afianzando… Y además, que El Conde esté en el María Guerrero es, además de una deuda histórica, un puntazo. La labor de Sanzol ha sido cauta y prueba cómo el modelo de transformación “desde dentro” también puede funcionar.
Pero siempre hay un pero, es de rigor decir que la maniobra es también deformante. Se escoge del panorama independiente y experimental aquello que se cree puede ser “digerido” por el canon. Se escoge la palabra, la dramaturgia, lo más teatral o dramático (la verdad es que aunque quieran darle un aire sueco al tema no puedo con la palabra). Nunca el CDN hubiera programado anteriores trabajos de Cris Blanco por ejemplo. Les ha interesado esta artista cuando estaba en una zona más próxima a su terreno de acción. Escogen a Las Huecas pero se me ocurren una buena decena de creadores catalanes y no catalanes, qué coño (a quien le importa la procedencia), que tienen trabajos igual de válidos pero que no entran por la pequeña puerta abierta porque se etiquetan como danza, porque son más performativos que dramáticos, etc., etc. Eso deforma la pluralidad, el discurso, la semántica de una escena y la resignifica en una fotografía donde muchos de los asistentes a esta gran boda de la historia presente del “teatro español” salen cortados, borrados. Y, en consecuencia, otra vez se contará mal la historia.
“Matrimonio”. Ca.1930. Anónimo. Fondo Luis Alberto Acuña. MdB00085. Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.
Prefiero pensar la escena desde un espacio como Citemor donde vas viendo las conexiones y cómo los creadores van apoyando sus pasos en el hombro de otros anteriores, cómo las visuales dialogan con el cuerpo y la palabra, cómo las poéticas de la palabra tienen más que ver con María Salgado que con Borja Ortiz de Gondra, cómo la dramaturgia se nutre de laboratorios del pensamiento como Serrucho, que bebe de Nilo Gallego o Gondry, antes que con el sacrosanto Sergio Blanco que a tantos dramaturgos influye, cómo Jonas Mekas está mucho más presente que Koltès o el venga otra vez y otra de Lepage, como los estudios de Georges Didi-Huberman sobre Israel Galván o sus escritos sobre Pasolini son mucho más influyentes en la creación escénica que todo el teatro de Yasmina Reza. Un lugar que reconoce y asume que la oficina de gestión de ideas I.V.M., de Isidoro Valcárcel Medina, y sus investigaciones sobre el tiempo en el arte, la profesionalización y los procesos creativos, han sido verdaderas guías de trabajo para varias generaciones que salían como pollos sin cabeza de lugares como la RESAD o el Institut del Teatre.

Los Bárbaros en Obra imposible.
Prefiero, como digo, ver el último trabajo de Mónica Valenciano y confrontarlo con la última pieza de Los Bárbaros, por ejemplo. Y ver en ese espejo de diálogos evanescentes e iluminadores nuestro presente, ver cómo el ser humano se relaciona y se confronta hoy con la angustia, la soledad, el mercado, lo comunal, la revolución, la ética, la estética o la risa. Es ahí, en ese espacio abierto, donde podemos pensarnos juntos, que es, creo, de lo que se trata. Y esta cerrazón de seguir acotando lo que es o no es dramático, lo que es o no es teatro es bien peligrosa, más cuando otros centros neurálgicos de la escena hacen tanto lo mismo, como el Teatro de la Abadía dirigido por Juan Mayorga. Tampoco será la generación de los Mayorga y Sanzol, esa nacida a finales de los sesenta y principios de los setenta, quien por fin abra las puertas al campo. Allá ellos.
Su concepción de lo dramático y de lo escénico es incomprensible en el siglo XXI, por limitador y deformante. Y no es de recibo esconderte detrás de los estatutos del CDN para seguir sosteniendo y perpetuando una concepción de la escena tan inoperativa para entender el presente. Recomiendo leerlos, están aquí, son del año 2011 y, creo, están redactados con mucha más amplitud de cómo se están llevando a cabo. Un ejemplo:
Articulo 1.2: El CDN tiene como fines la promoción, revisión y difusión del teatro español contemporáneo en cualquiera de las lenguas oficiales del Estado, la divulgación del repertorio dramático universal y el impulso y desarrollo de los lenguajes escénicos actuales. Para ello contará con la colaboración de creadores de todas las disciplinas escénicas.
“Lenguajes escénicos actuales”, no puede se más inclusivo. Ahora, si seguimos con que el DRAE define drama como” obra literaria escrita para ser representada”, pues se sanseacabó. A la mayor gloria de la autoría y el texto, como digo, ellos sabrán.
Pequeña crónica de Citemor 2025
Llevo unos años escribiendo en elDiario.es, después de varios parado. Estoy haciendo un poco de todo, crónica, entrevista, reportaje, noticia, crítica… Y ahora que llego a Citemor y lo vuelvo a mirar todo con los ojos lavados en el Rio Mondego tengo ganas de, como se dice ahora, cancelar todo lo escrito. Se que no es así, sé lo que hago y digo. Pero acojo la fuerza de este festival, su capacidad de hacer que uno se replantee todo con ánimo renovador. No hay nada cómo aquello que te cuestiona. Aunque uno sufra zozobra.
Llegaremos a septiembre. Trabajaremos de nuevo, acudiremos a la bienal BOCA de John Romão, al CDN, a la Abadía, a la Nave 10, al puñetero Canal, a lo que salga del Conde Duque que está pro presentarse (ahí anda Cortés y una sorpresa por confirmar). Seguiremos nombres como el de Remón, Orazi, Messiez, Folgera, Szpunberg, la Mecánica, Alvaro Tato, Umpierrez, África, Goricelaya, Zamora, Amestoy, Vasco, Morales, Velasco (ambos, a María y a Alberto)… Porque me interesan, porque todo conforma la foto, pero seguiré insistiendo en que la foto está incompleta…
Primera noticia para navegantes, Carmen Aldama y Fran Weber están a punto de presentar un Festival de nuevo cuño, performático y de inspiración fluxus, llamado Free Tour: Hlichi Chili & Victor Velasco, María Cecilia Guelfi, Nuria Lloansi & Pierre Peres, Orquestina de Pigmeos y Ben Attia, este último creador de uno de los piezones del año pasado, Opus Cero.
© Beatriz Lobo, Cartel para el Free Tour.
Para finalizar contar tres cositas sobre lo que vi en Citemor. Uno no deja de ser cronista, pero ando cansado de analizar y relacionar, No se lo creerán, pero una temporada teatral puede dejarte exhausto. Por eso la voluntad de este post de mirar todo con un poco de distancia, algo que creo falta. Pero sí quería comentar tres cositas…
Han sido días intensos, ilusionantes, retadores. El piezón de Paz Rojo, Hipersueño, el esperado trabajo de Nilo Gallego y Chus Gutierrez, Mundagawa, el site de Óscar Bueno, la nueva pieza de danza Márcia Lança, la posibilidad de ver cómo está naciendo el nuevo trabajo de María García Vera de Los Detectives, La vía láctea….
Sobre Paz Rojo y su Hipersueño ya lo comenté aquí cuando se estrenó en la Sala Replika de Madrid. No llegué a verlo en Citemor, pero Vasco, director del festival, me contó que la función que tuvo lugar en Coimbra, en el Teatro de Cerca de Sao Bernardo (hermosísima sala), fue como un tiro y que el público lo acogió muy bien. No es de extrañar, Portugal tiene una educación en danza contemporánea mayor que España y más próxima, quizá, a Rojo.
Gran noche en el teatro Esther de Carvalho de Mundagawa, el proyecto fílmico que Nilo y Chus, Orquestina de Pigmeos, comenzaron a trabajar hace 5 años pudo verse por fin, ellos continuarán editando y montando, pero en Montemor pudimos ver ya una primera propuesta, todavía en proceso, del proyecto. Todo comenzó en 2020 con una performance en las salinas de Figueira y una residencia de dos años en Citemor, cinco años después lo que podemos decir es que estos dos genios del documental, el site y la acción viran en este trabajo a la ficción. En el papel protagónico está Katsunori Nishimura, agente colaborador habitual de la orquestina, músico de origen japonés que en este film, vestido de samurái bajará el Río Mondego en un viaje introspectivo y existencial. Un retruécano de la película del 67 de Jean Pierre Melville donde la potencia de la imagen pausada va acompañando a Katsunori en su transcurso, en su bajada hacia el autoconocimiento.
A parte de flipar con la presencia de Katchu y con la pinchada ruidista de Tsukiko Amakawa y Mika Matsumoto, la película está llena de sorpresas. Esta la manera de Chus de documentar las gentes que rodean el rio, están sus tiempos y su manera de colocar la cámara en el sito más simple para el ojo, pero lo sorprendente reside en cómo estos dos creadores inciden en la estructura narrativa del film, cómo a través del montaje de sonido e imagen van dibujando el mundo interior de ese samurái perdido en un Mondego tan real como ficticio.
El mismo fin de semana llegó el trabajo de Óscar Bueno que ya había presentado en Madrid: La excitación del paisaje: río. Una pieza que se realizó en la Casa de Campo y que acabó con Óscar actuando desde dentro del propio estanque del parque. Yo no pude verlo, debió ser espectacular pienso después de sí haber visto la adaptación que se realizó en Citemor.
© Susana Paiva, Óscar Bueno en La exctiación del paisaje: río.
Pude ver este año en Conde Duque el trabajo anterior, Vientos, un trabajo que contaba con la complicidad en la creación y la escena de Cuqui Jerez, María Jerez y Anto Rodriguez. Una investigación sonora y visual en torno al viento y las coreografías que este provoca en los cuerpos y el espacio. La pieza al igual que La excitación se inserta dentro de la investigación que está haciendo Bueno sobre las relaciones entre la idea de paisaje, la música y la acción. “Los paisajes ajenos”, la denomina.
Si Vientos era flipante pero un tanto hermética al ojo ajeno (algo que no es ni positivo ni negativo), La excitación, se abre y comulga con el paisaje, con los árboles y el río. El canto se vuelve onda sísmica en las aguas, las hojas bailan y nuestra mirada va afectándose de otra manera de mirar y de estar.
Durante una tarde completa, desde su auge hasta el anochecer, el público va transitando en un camino con tres paradas. Primero se trabajó en torno al camuflaje en un espacio cercano al rio, en un meandro. Luego se dio un lento y gozoso paseo por el curso del rio con la mirada alterada por unas gafas azules, un camino que acabó con Bueno dentro del río con un canto bello y folk, rindiéndose sonoramente a un paisaje ya emocionado. La pieza acabó con una tercera parte ya sumergida en los sonidos del misterio y la ciencia ficción donde de la noche surge una criatura marina, mitad monstruo, mitad elfo.
Material entregado al público en la pieza La excitación del paisaje: río.
En las tres partes es fundamental tanto el trabajo sónico que mezcla la naturaleza y el paisaje con lo humano y corporal, como el trabajo sobre el cuerpo del ejecutante, que no interpreta, sino que acciona. La pieza y el proyecto de los “paisajes ajenos” recoge a la perfección los intereses de este artista asturiano donde se mezcla la música, lo coreográfico y lo visual. Recomiendo los textos sobre la pieza que han escrito Ed Freitas y Leticia Maía aquí.
Por último, no quería dejar de relatar algo sobre lo que pude acercarme al nuevo trabajo de María García Vera: La Vía Láctea . Tan solo pude asistir a un ensayo antes del estreno. María eligió la Igreja da Madalena, una iglesia abandonada, derruida, de origen medieval donde todavía puede intuirse su campanario manuelino. Una iglesia que está en las faldas del castillo de Montemor. Imposible no recordar la obra que realizó Carlos Marquerie justo en una iglesia de al lado entonces también abandonada, la Capela de Santo António: Que me abreve de besos tu boca, que se estrenó en el año 2005 y en la que Paz Rojo bailaba junto a Estela Lloves y Getsemaní de San Marcos.
García Vera estuvo en Montemor en una pequeña residencia de una semana trabajando con su equipo, con Los Sara Fontán en el sonido. La pieza viene bien cuidada, ha estado en el entorno de Nyam Nyam en Girona, apoyada por La Cadera y en el programa de residencias IN-prescindibles de La Poderosa, donde se pudo ver una primera propuesta el pasado abril. A pesar de todo ello, en el trabajo que llegó a Citemor se veían los materiales todavía naciendo, en proceso.
García Vera es ya una de las creadoras escénicas afincadas en Barcelona con buena trayectoria. Desde 2016 trabaja con la Cia Los Detectives junto a Mariona Naudin. Estrenan nueva pieza en el próximo TNT: Les Chevaliers, Capítol II. Estreno que reúne a un buen plantel de fuerzas vivas, en la dirección está también Sofia Asencio de la Societat y en escena Rubén Ametllé.
Hace poco Naudin estrenó pieza con García Vera también en escena, Songs for the bitch witch women, un insólito artefacto teatral que extraña la actuación hasta el esperpento para hablar sobre el abuso a las mujeres y su revictimización a través de la exposición mediática hasta la extrema unción. Es extraño, la crítica catalana la trató bastante mal. Luego vino a los Teatros del Canal de Madrid, tres días. A mí me pareció de lo más interesante que he visto esta temporada. Señalo de nuevo al TNT ya que esta pieza surge de tener a Naudin como artista residente.
Destaco aquel trabajo porque si bien es muy distinto a La Vía Láctea tiene energías y caminos parejos. Ambos trabajos se buscan en la fuga que posibilite alguna subversión. Subversión política, pero también teatral, actoral. Y las fugas están siempre cerca de los límites. En el caso de este solo que está naciendo, La Vía Láctea, caben resaltar muchas cosas. Lo primero la capacidad actoral de María, pero más que la capacidad dónde la artista la sitúa. Esta creadora busca conflictuar sus capacidades y potencias llevándolas a un territorio inestable a través de lo no hecho y lo performático. María en escena se alimenta de todo lo que la rodea, trabaja el presente escénico para así realimentarse, ponerse en riesgo e intentar abrir espacios de libertada no conocida.
En este solo se habla de todo, atropelladamente, se enfrenta, se colapsa. Queda un paisaje de estrellas machacadas, de una experiencia contemporánea que vive del anhelo y la extenuación. Y contra todo eso se revuelve aun a pesar de ser consciente de lo inocuo de esa misma decisión. La decisión de sublevarse aun sabiendo que es una acción inane, buscando lo inesperado, ese primer paso que abra la posibilidad de cambio. Se trabaja el texto enfermo, atropellado, la palabra que afecta al cuerpo.
Viendo a María allí, gritar a las laderas de Montemor, disparar a la nada con todo el alma, me acordé (y mira que no me gustan las comparaciones) con una de las funciones más sonrojantes a las que recuerdo haber asistido. La cosa se llamaba # Juana Dolores # * massa diva per a un moviment assembleari *. Allí la actriz emulaba esa manera de decir tan característica de Angélica Liddell. La función en Replika Teatro fue de las más duras que recuerdo. El trabajo de García Vera, en cambio, está trabajado desde lo propio y se agradece un montón… Lo mejor de Vera, de Naudin, de Los detectives, es eso mismo, el cómo se apoyan sobre otros creadores, pero siempre para ir a un terreno propio. A veces lo encuentran, otras no tanto, pero siempre queda la determinación de búsqueda propia, la ética de estar en escena.
Bien, 9 de agosto, ya en España acabo este texto un poco río, quizá demasiado… Hoy acaba el festival con el concierto del grupo Courávia. Nos prepararemos como samuráis del Mondego para ese septiembre madrileño que se viene. Antes unas palabras del poeta de estas tierras, tan grande, tan cercano, Miguel Torga: “Río, que llevas mi sangre al mar y en el mar la sepultas, dora mi memoria. Cuéntales a las olas y al viento la inhumana historia de mi dolor. Que no piensen que todo se reduce a una gota de sol y de perfume disuelta en el polvo de tu color”. STOP GENOCIDIO EN GAZA.

































