PROVOCADOR, AGRESIVO, BRUTAL

“A veces me siento tan cansado que hago estas cosas”, de Rodrigo García.
Publicado en el suplemento El Pasaporte de La Razón, 4-10-01

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Imagen: Javier Marquerie

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Esta semana comienza uno de los festivales más atípicos, por intención, localización y compromiso de toda España: Madrid Sur. Veintiséis espectáculos en total que incluye una de las obras más polémicas (y eso que solamente se han realizado hasta la actualidad dos funciones) de los últimos años. Rodrigo García y La Carnicería llegan a la capital con una herramienta de asco hacia la sociedad mediática, es decir, la nuestra. Ataque frontal que es resistencia al embrutecimiento, teatro tosco de acción-reacción…

Las reacciones de la prensa, salvo alguna que otra excepción, fueron furibundas: le llamaron antiteatro, demagogia, gratuidad… Un crítico llegó a calificar la obra de «teatroz». La historia es sencilla, nada nueva: tres reinas del «trash» televisivo hacen una «parodia» de los «mass media», de su capacidad de alienación. Pero el formato, la situación desde donde se nos habla y la fuerza escénica parecen de otro mundo si la comparamos con nuestra cartelera. Rodrigo García lleva muchos años escribiendo y dirigiendo. Pero desde hace dos su trayectoria ha sufrido un giro: se acabaron la facilidad de escritura deslumbrante, la introspección psyco-psicológica.

García y su compañía La Carnicería estrenaron hace un año «Some body to love», una performance sobre el terrorismo, y ahora presentan este alegato contra el embrutecimiento. Dos temas sobre los que oímos cada día miles de voces que gritan y no significan. El empacho es tal que ningún soporte,

ninguna opinión, ninguna postura es creíble, parece decirse el ciudadano de a pie. Una sobredosis de comunicación que quizá nos lleve a todos al enmudecimiento y la pasividad. Algo ante lo que  García decide resistir con la provocación y la crítica y ética que nacen desde la actitud. «A veces me siento tan cansado que hago estas cosas» se escapa del proceder habitual de La Carnicería, acostumbrada a trabajar con actores muy cercanos a la compañía. En este caso, Rubén Ametllier, Juan Navarro y Nico Baixas fueron reclutados en tierras catalanas. Reclutados y convencidos, al igual que la banda de hard core barcelonesa Stand-Still,  grupúsculo hiperactivo durante toda la obra. Así, quien pueda asistir, se encontrará a un grupo de seres rabiosos, una banda de rock igual de alta en decibelios que en agresividad, y una secuencia de acciones que van delimitando las aristas inconexas entre el embrutecimiento y la sinceridad, entre la confrontación y el brazo tendido, entre la voluntad de decir y el reflejo de lo más desagradable de nuestra civilización…

EL MÁS SUCIO

«A veces…» es, posiblemente, el espectáculo más sucio de este creador argentino. En escena veremos cabras, conejos, despojos de hombres que se arrastran,  gente que grita pedazos de angustia hecha verdad, penetraciones, humor que surge de lo más bajo, mierda, locura… Una amalgama donde la escritura de García asomará poco y a destellos (atención al monólogo de Navarro «Ni una palabra más»), y donde las imágenes abstractas vendrán después de la pesadilla para así poder significar. Y detrás, en un fondo borroso, la comunión con Artaud, con Thomas Bernhard y una tradición del pensamiento de la resistencia. La incógnita: cómo funcionará en los dos teatros a la italiana de Getafe y Fuenlabrada, donde se va a ver.

En Sitges, la compañía quitó el patio de butacas para actuar rodeado de público y crear un círculo de energía centrípeta. «Cuando acaben los ensayos de adaptación podré medir el esfuerzo. Tal vez sea muy simple y tal vez tengamos que hacer un gran desgaste para establecer comunicación”, comenta García desde Buenos Aires, ciudad en la que La Carnicería está haciendo una gira con sus dos espectáculos anteriores -«Conocer gente, comer mierda» y «After Sun»-. Proponemos entonces a García que comente ciertas palabras que recorren su espectáculo:

PARODIA: «La parodia es en este caso ira acumulada. “A veces…” parodia lo que se detesta  profundamente».

GUERRILLA: «La actitud guerrillera consiste en hacer en el teatro las cosas pésimamente, extirpar el virtuosismo de cada elemento teatral, extirpar el virtuosismo de la interpretación, de la luz, de la  idea de escenografía…».

MASS MEDIA: «Son una maravillosa herramienta utilizada en sentido contrario, suicida. Este tejido tecnológico capaz de engrandecer el nivel perceptivo de la gente en el “primer mundo” (y algo más lejos incluso) está tendido, lo sabemos. Pero es infrautilizado, o mejor dicho, exprimido a conciencia, según objetivos económicos. Lo desgraciado es que todo lo que reporte un beneficio económico está bien visto por el común de la sociedad, al considerar que lo próspero (monetariamente) engrandece la (calidad de) vida, y todo sin reparar en la idea del tiempo, de tu tiempo escurridizo, que se muere lejos de ti. Rebajar la calidad de la información garantiza la riqueza de unos cuantos, pero también asegura el bienestar/espejismo (¡sin tiempo!) de millones de europeos y norteamericanos. He aquí la enfermedad que una pequeña y poderosa porción del planeta incorpora como religión».

NI UNA PALABRA MÁS: «En “A veces…” significa simplemente: cállate y actúa. Significa: no perdamos tiempo. Y significa: no hagamos caso a la «opinión pública», no hagamos caso a la uniformidad de ideas».

EL ENMUDECIMIENTO: «El artístico me interesa. Sabemos que Beckett enmudeció, pero el mío no es un enmudecer culto… me recuerda más a los interrogatorios, a los que resisten callados. Calladop haces una llamada de atención. De todas formas, en mi caso creo que, más que enmudecimiento, padezco un “entorpecimiento” calculado».

REACCIÓN: «Reacción puede ser Génova, un ataque al World Trade Center, no volver a tu trabajo nunca más, hacer un teatro incómodo…».

ACTITUD: «Una buena actitud es sentir que tu trabajo es útil, que el arte es práctico. Engrandecer el marco común de la gente, su sensibilidad y percepción, es algo, aunque parezca mentira, mensurable, es concreto, un trabajo».

NAZI: «Me interesa calificar de nazis ciertas conductas que incluso están bien vistas. Mira, “Gran hermano” es un experimento nazi. Ahí queda bien claro».

LIVING THEATER: «Yo no sé nada del “living theatre”. No me interesa ni el hippismo ni las  drogas. Tampoco me interesa la creación colectiva. Ni catarsis de ninguna clase. En mi obra hay la ilusión del descontrol, del caos. Es una ilusión. No puedo hacer nada sin darle un orden estricto. Mi obra tiene elementos de la performance, como otras poseen elementos del teatro clásico. Pero no son performances. No puedo librarme: hago obras de teatro».

LO ZAFIO Y LO OBVIO: «Son recursos para componer, como el lirismo, la abstracción, la cursilería, el barroquismo, lo minimal… todo tiene lugar en esta creación… ¿Por qué conformarme con un estilo cuando puedo mezclar los que quiero? Un estilo sólo sirve para dar seguridad al espectador: reconoce las cosas, está a salvo. Y no quiero que nadie se vaya a casa tranquilo. Salgo a la calle y… ¡cuántos estilos hay en lo cotidiano! ».

STAND-STILL: «Es un grupo de cinco chicos que tocan una especie de hardeore muy actual. Son tan buenos que quiero ser su promotor. Pero son más: inteligencia, dulzura detrás de la violencia de su sonido… mira,  es un reto hacer que toquen y actúen en “A veces…” unos chicos de veintipocos años. Con gente así puedo medir mi nivel de chocheo mental».

ARGENTINA: «Buenos Aires: tres noches de teatro lleno hasta las escaleras. División de la crítica como siempre: los conservadores dicen que mi obra es más de lo mismo y su análisis se reduce a 7 u 8 líneas de insultos. Mientras que el periódico más a la izquierda, más intelectual, le dedica casi una página de análisis riguroso: ven crítica social donde los otros no han encontrado nada. Bueno, se repite la misma historia: tenemos que educar a muchos. Y los críticos son difíciles de educar… no viajan demasiado y su sensibilidad suele estar mermada. Este es el trabajo que elegimos y lo hacemos con pasión: completar una información limitada… vuelvo a referirme a los sistemas de educación y a la televisión, claro. Y a las malditas marcas de ropa, comida, trigos…»

Prepárense para asistir al «catecismo contra la palabra, el razonamiento o cualquier aproximación  la ética», a la apología de la acción-reacción hecha teatro. Como dice uno de los himnos de la generación de la depresión de hoy, «ysi esto te hace daño, si te puede hacer sufrir, es que ha servido para algo…». O mejor, como espeta el cantante de Stand-Still al final de la obra: «We want to talk something! We want to talk something!… I wish I could forget».
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