“HEMOS INTENTADO ROMPER EL ESPECTÁCULO Y EL CONCEPTO DE PÚBLICO”

Entrevista con Elena Córdoba
“Los negocios acaban a las diez”, de Elena Córcoba
Publicado en La Razón, 12-11-02

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La coreografa presenta la arriesgada «Los negocios acaban a las diez» en la discoteca Coppelia.

Elena Córdoba es una de las creadoras más personales e independientes de la danza actual. Quizá por eso Escena Contemporánea –coproductor del montaje-, la encargó la propuesta más arriesgada del ciclo «Experiencias». Desde ayer y hasta el jueves, en la discoteca Coppelia, Córdoba ofrece «Los negocios acaban a las diez». Obra coral, extrema, arriesgada que sigue buscando las vetas posibles para crear y comunicar desde el presente. Esta obra viajará posteriormente a Santiago de Compostela, donde participará en el festival de La Alternativa, el 21 y el 22 de marzo.

El año pasado abrió poros con «Sin correa», una obra de textura intimista en la que Córdoba, en escena junto a Carlos Fernández y Patricia Lamas, hilaba con aguja fina textos, acciones y danza (la obra acaba de ser programada para el próximo otoño en el Teatro de la Bastille de París). Siempre en busca de caminos nuevos, ahora Córdoba se enfrenta desde la dirección a otro reto: ocupar el espacio nocturno de Coppelia, discoteca masiva y popular de la ribera izquierda de la Gran Vía. Cinco bailarines (Félix Santana, Emilio Tomé, María José Pire, Montse Penela y Lola Jiménez), un Dj (Boti), y Carlos Marquerie a las luces y la coordinación técnica, forman el equipo. En la pista central se desarrollara la obra, un trabajo que transita por las relaciones de hoy en día, urbanitas, violentas, distorsionadas, frenéticas: «La situación que hemos creado es extrema. El espacio es muy antinatural, muy poco cotidiano, nada naturalista», explica Córdoba. Al preguntar a Córdoba cómo se planteó el trabajo, contesta: «Tenía varias cosas claras. Quería que fuese una obra coral y que ocurriese en un espacio de noche. Escogí la discoteca poique me siento muy próxima a ese tipo de danza, una danza no encerrada en códigos donde la materia con la que trabajas es libre. Hemos trabajado sobre lo que producen cinco personas en escena, pero sin que haya una perspectiva única por parte del público, se buscan intensidades, claridades », añade la coreógrafa.
La coreógrafa prosigue: «Al trabajar sobre algo coral me he dado cuenta de que la obra se vuelve muy social, surgen relaciones entre ellos… El trabajo consta de dos partes, una primera con muchas acciones; y una segunda, más melancólica», reflexiona Córdoba, que al ser preguntada por la música señala: «Estuve escuchando sesiones de muchos Dj’s, yendo a tiendas y pidiendo maquetas de lo que se estaba haciendo en Madrid. Al final encontré a Boti, que tiene una amplísima discoteca de vinilos, los escuchamosy encontramos el “hip-hop” en el que estaba interesada. Luego él ha mezclado todo con total libertad». Otro rasgo de esta propuesta es la pintura corporal de los bailarines: «Llevan pintura bajo la ropa. Al principio la pintura está intacta, al final, después de todo el esfuerzo la vemos deshecha», afirma la creadora.
Córdoba ha intervenido en el espacio para que la comunicación sea lo más directa posible: «Me interesa que la percepción de la gente sea tranquila. Después de la obra habrá una fiesta. Nosotros estaremos ahí, la gente podrá hablamos. Se intenta romper el espectáculo, el camerino, el concepto de público», explica.
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