“TIENE QUE VER MÁS CON EL PUNK QUE CON EL ESTRUCTURALISMO”

(artículo publicado en FOP MAGAZINE: revista del Festival de Otoño a Primavera de Madrid)

Tomorrows Parties -® Hugo Glendinning_2
Hugo Glendinnning ®

«Tiene que ver más con el punk que con el estructuralismo». Así se expresaba en una entrevista en la revista escocesa Variant Robert Arthur, miembro de Forced Entertainment, en el año 1998. «No se trata de tener una visión inte­lectual sobre lo que está mal en la sociedad, se trata de decirlo», añadía Arthur al hablar sobre qué era político en el teatro de esta compañía que lleva 30 años funcionando en la ciudad nor­teña de Sheffield (Inglaterra). Hace 16 años de ese statement, corrían los 90, la compañía estaba que lo petaba, habían subsistido bajo seis años de mandato de Thatcher en una de las ciudades más golpeadas y más violentas en la época de aquella «Iron Maiden» del demonio; y habían conseguido enraizarse en su comunidad con un teatro en absoluto fácil para una sociedad, la bri­tánica, que tiende a minusvalorar todo lo que no tenga un playwright detrás (dramaturgo, decimos nosotros).

Montajes como 200% and Bloody Thirsty (1987), con tres locos destrozando el espacio en una borrachera infame y mortuoria, la muy política pieza Emanuelle Enchanted (1992), engarzada a través de acciones y fragmentos, o el site-speci­fic de 30 sonámbulos en pijama perdidos en la biblioteca pública de Manchester, Dream’s Winter (1994), quedaban atrás. En los momentos en que Robert Arthur decía esto, la Forced Entertain­ment estaba montando Pleasure (1997), obra que tenía lugar en un garito a las cuatro de la maña­na, vivía un afianzamiento y una expansión de su trabajo y, además, comenzaba a tener la bendita «internacionalización», que parece premisa para no desaparecer en esto de las artes vivas.

Hoy han pasado 16 años de aquella entrevis­ta. La compañía ha seguido trabajando y desa­rrollando su diversificación. Su director, Tim Etchells, es también afamado artista y hombre requerido en diversos proyectos artísticos por toda Europa; otros miembros también han esta­do en diferentes proyectos multimedia, instala­ciones, etc. La gran compañía inglesa con tantos años a su espalda se ramificaba para poder seguir nutriendo al propio colectivo. Es muy interesan­te lo que dice Claire Marshall, otro de los seis miembros de la compañía, en la misma entre­vista, cuando se hablaba de esta doble vida que comenzaban a tener: «Es un acto político dedi­car tanto tiempo y tanto trabajo manual a cada pieza. Todo sigue teniendo que ver con nosotros limpiando edificios, con todos nosotros siendo responsables de cada pequeño trabajo. No me puedo imaginar a Richard Lowdon (diseñador de las piezas) sentado, dibujando un escenario y dándonoslo para que lo construyamos». «Dios, no sé si todavía seguimos siendo una cooperati­va, pero sigue habiendo una manera de trabajar.

Es una especie de socialismo pragmático. Eso está cambiando, pero la raíz sigue estando ahí y no puedo ni imaginar que vayamos a caer en la división del trabajo o la especialización. Si miras al teatro que se opone al live art, si miras al tea­tro social o al teatro político que ha surgido en los últimos 30 años en este país, te darás cuenta que la mayoría se ha realizado en un contexto de un increíble, pernicioso, desagradable, sistema capitalista (…), donde las nociones democráticas y de compromiso se han arrojado por la ventana. Si piensas en nuestros grandes dramaturgos, su relación con los medios de producción es, diga­mos, dictatorial (…). Es totalmente ridículo que se autodenominen como escritores de izquier­das, sociales, cuando la manera que tienen de traer su trabajo al mundo es más que sospecho­sa», añade Robert Arthur.

Quizá me esté alargando con las citas de esta entrevista, pero las encuentro relevantes. Hablan muy bien de ese momento en que a Forced Enter­tainment le pasan varias cosas que son vitales en su trabajo. Una compañía atípica, con pape­les designados pero con actividad horizontal y buscando y arriesgando maneras y modo en cada montaje. Me hubiera encantado ver la obra que hicieron en el 2002: The Travels, en la que cada miembro de la compañía se fue a hacer en soli­tario durante dos meses de verano un viaje por Inglaterra. La pieza eran ellos mismos diciendo y mostrando el material que habían ido reco­giendo durante todo ese tiempo. Hubiera pagado bastante dinero por ver el montaje que hicieron sobre ese libro de la francesa Shopie Calle, Dou­leur Exquise, que ellos titularon Exquisite Pain (2005), caray, con las ramificaciones e influencia de este libro. Pero es desde hace pocos años que hemos podido ir viendo en España el trabajo de estos ingleses. En 2010 estuvieron en este mismo Festival de Otoño a Primavera en la Casa Encen­dida con un montaje de seis horas, Quizoola (1996), y en el añorado Conservas de Barcelona y en el Párraga de Murcia con otra pieza, Spec­tacular (2008).

Hoy, la compañía que tuvo que sufrir durante años en su país cierta minusvaloración por ser «demasiado desordenados» (les espetaban), por hacer un teatro donde la palabra, el físico y la acción se miraban horizontalmente y estructura­ban según convenía; hoy, como decía, esa misma compañía es reconocida y apoyada. Sus monta­jes siguen intentando hacer caber en el teatro lo que parece que no puede entrar, haciendo mon­tajes de 24 horas como Who Can Sing a Song to Unfrigthen Me? (1999), o la pieza que realizaron con la compañía flamenca Victoria, con 16 niños en escena que quizá alguien pudo ver en el tam­bién desaparecido festival valenciano VEO en 2010, That Night Follows Day. Sus obras siguen buscando maneras de reflejar esta sociedad posindustrial y «tecnologizada», siguen buscan­do formalmente plasmar en escena cómo pensa­mos y tememos hoy, buscando, tanto en la alta como en la baja cultura, en lo obsceno y en lo íntimo, qué podemos esperar, con qué podemos o podríamos llegar a soñar… Y, para eso, siguen diciendo que vale todo, sobre todo, la libre inte­ligencia. Pero antes de decir dos palabras sobre el trabajo que traen este año a Madrid, déjenme otra pequeña perla de esa entrevista tan «noven­tera» y que tan bien refleja el ambiente teatral inglés de la época: «Cuando esa pieza, Blasted, estaba en el Royal Court, puedo recordar cómo todo era horrible y ultra violento: sodomía y terribles palabra malsonantes en escena. Me acuerdo de leer aquello y pensar: bueno, noso­tros ya hemos hecho todo eso, simplemente no hicimos un escándalo de ello y no pretendíamos que la sangre fuese real. Decíamos que era falsa y se podía ver de dónde salía el chorro, simple­mente, al final nos cubríamos de sangre y nos moríamos», dice Claire Marshall sobre la pieza de Sarah Kane que tuvo uno de los más contro­vertidos estrenos en los últimos decenios en el teatro inglés.

Esta compañía atípica –ya que sus montajes, aunque performáticos, siguen teniendo un cala­do muy teatral– puede también hacernos ver que las fronteras teóricas «últimas» que estamos utilizando en nuestro teatro españolito pueden ser más bien engañosas. Viendo el teatro de estos ingleses, podríamos preguntarnos si no está sien­do useless (o vacuo) el uso que estamos hacien­do del término «teatro pos-dramático», término que tiene ya más de 15 años, que versa sobre un teatro que comenzó en los 70 y que además usamos como nuevo, término que en definitiva parece estar más dividiendo y confundiendo que explicando. Buen ejemplo de esto es la pieza que la compañía presenta este año en Madrid. De estructura aparentemente clásica, basado en el arte actoral, sería bueno que los teóricos dijesen qué es esta pieza, que la intentasen definir.

Como decía, llega este año Forced Entertainment con Tomorrow’s Parties (2011). Nada que ver con All Tomorrow’s Parties, posnuclear, deprimen­te, oclusiva y excepcional canción de la Velvet Underground. Esta pieza es más bien el rever­so de aquella canción de 1967. Si hubiera que ponerle algún antecedente, elegiría a los grandes socialistas utópicos del XIX: Robert Owen, Saint-Simon o Fourier y, por qué no, a sus antecesores, Campanella, Moro o el mismísimo Platón. Esa libertad de poder imaginar cómo seremos en el futuro, cómo podríamos ser. A alguien podría parecerle atrevida la comparación cuando vea la pieza, donde predomina la contradicción, a veces el absurdo y donde quizá lo más impor­tante es el «o» disyuntivo. Es un montaje simple, con dos actores encima de unos tablones, pero con toda la chufla y mala leche de la compañía. Su trasfondo es negro y más en esta Europa de una sola dirección, de un solo sentido permitido. Creo que, en España, ese acto simple de subirse a un tablón (que recuerda al Speakers’ Corner de Hyde Park) e imaginar cómo y qué puede ser el ser humano resonará doblemente. El mismo acto certifica que el futuro no está escrito, pensamien­to subversivo hoy en día. Es, en algún sentido, un acto de voluntad esperanzadora. Tiene además, la pieza, algo del engranaje pos-patafísico del Je me souviens de Georges Perec, de ese engranaje de acumulación libertaria que va encontrando sus pequeñas vetas poéticas. Disfruten.

*Pablo Caruana Húder es periodista en medios como El País o TEATRON. Ha dirigido también proyectos de gestión cultural tales como el departamento escénico de Casa de América o festivales como INVERTEBRADOS y SISMO.

Tomorrows Parties estará del 19 al 21 de Febrero del 2015 en el Teatro de la Abadía.

 
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