TA, TE, TI, TO, TU, aprender a observar haciendo

En cuanto supe de las acciones programadas a propósito de la exposición Esther Ferrer. Todas las variaciones son válidas, incluida esta me inscribí en la performance titulada TA, TE, TI, TO, TU. No la conocía, solo leí la descripción en la web del Museo Reina Sofía: «Esta acción, de naturaleza radiofónica, invita a los participantes a realizar un itinerario por diferentes espacios de la ciudad junto a Esther Ferrer. En el recorrido, de aproximadamente dos horas, el grupo repetirá incansablemente: TA, TE, TI, TO, TU, TA, TE, TI, TO, TU, TA, TE, TI, TO, TU…, al tiempo que los sonidos propios de lo urbano interfieren en esa especia de salmodia interminable»[1] Me invitaban a participar y en un atípico impulso de fiel seguidora no dude en inscribirme expresando mi nula formación en canto.

Con este texto quiero dar cuenta no solo de mi experiencia, ni del recorrido (ampliamente documentado en foto, vídeo y audio), sino subrayar los aspectos que yo más destacaría de esta performance: la combinación del andar y el decir, casi el cantar, y su intervención en la definición del sujeto como individuo y en colectividad.

 

Taaa, Teee, Tiii, Tooo, Tuuu, Taaa, Teee, Tiii, Tooo, Tuuu, Taaa, Teee, Tiii, Tooo, Tuuu, Taaa, Teee, Tiii, Tooo, Tuuu, Taaa, Teee, Tiii, Tooo, Tuuu

 

Esther Ferrer crea situaciones. Lanza una proposición y atiende a que todos los accidentes se originen, aquellos que no están escritos en sus apuntes, ni en sus dibujos, ni en sus preciosas maquetas. El lugar y tiempo para lo imprevisto forman parte, según esta artista multidisciplinar y con más de 50 años de carrera, de la naturaleza de la performance[2]. Como en tantas otras ocasiones, Ferrer presenta la premisa, esta vez para una acción colectiva. La «partitura» es conocida, la duración aproximada, el recorrido general y, lo más importante, la cantinela —el nuevo mantra al que atenerse fuertemente— quedan interiorizados. Conciencia espacial y temporal para llevar a término la acción. Está a punto de arrancar una de las varias acciones puestas en marcha por la retrospectiva que le dedica el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, y la potencialidad de todas las variaciones, incluida esta forman parte ya de TA, TE, TI, TO, TU.

16:00 y un minuto pasan, cuando Esther Ferrer mira su reloj mientras convoca a los participantes.  Como  directora de orquesta alza medianamente sus brazos para indicar que da comienzo la performance y guiar la entonación al unísono, sincronizar nuestras voces en un único eco. 

 

Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu,

 

Esta original pieza radiofónica, que solo puede existir fuera de un estudio de grabación y donde el locutor (o en este caso múltiples locutores) no pueden dejar de caminar y hablar simultáneamente, incide en estos dos aspectos habituales de las performances de Esther Ferrer: caminar y hablar, que aquí aparecen al unísono. En el paso, en el ejercicio automático del movimiento del pie izquierdo, luego el pie derecho, y vuelta a empezar, encuentra cobijo la repetición de la letanía. Un cuasi talismán conjugar las dos acciones. Lo hizo ella sola en su performance Hablar por andar o andar por hablar sin poder parar de hablar y moverse pero aquí cambia el espacio confinado de la sala de un museo por el de la ciudad.

 

Originariamente un recorrido de 4 horas, en esta nueva activación Esther Ferrer llevaba el paso firme, ligero, sin detenimiento, semáforo parpadeando, adelante. La sigue sin dudarlo el grupo. Su acercamiento al motivo de la caminata ha sido central en toda su carrera artística. Su celebre serie de performances El camino se hace al andar la ha llevado desde 2000[3] a diferentes espacios urbanos, donde con mínimos elementos—una cinta aislante, su cuerpo y la de los participantes—, interviene en un espacio señalándolo. Demuestra así su fidelidad al verso del poeta Antonio Machado «caminante se hace camino al andar»[4] con una conciencia clara del sujeto visible en el espacio.

 

TE, TI, TO, TU, TA, TE, TI, TO, TU, TA, TE, TI, TO, TU, TA, TE, TI, TO, TU, TA

 

A su vez interviene el decir, ese hablar que en Ferrer está marcado como una partitura de notas disonantes, sonantes, reconocibles, inventadas. Es un diálogo de sugerencias, de invitaciones; es una apertura no al convencer sino al imaginar en conjunto. El arte de la performance: teoría y práctica es una de sus máximas expresiones de la multitud de juegos, de premisas que delimitan estas acciones y estos diálogos bien definidos de Esther Ferrer que son sucesiones de aforismos, de refranes, de frases hechas donde el lenguaje se convierte en una estructura más allá de un marco de comunicación. En TA, TE, TI, TO, TU se simplifica al máximo.

 

16:30 dejamos atrás el Palacio de Velázquez, el Palacio de Cristal, bordeamos arbustos, cogimos caminos secundarios, cuesta arriba, cuesta abajo, rodeamos las mesas de ajedrez vacías, nos entremezclamos con los visitantes del parque del Retiro, atravesamos un pequeño túnel, caminamos a lo largo del estanque haciendo frente a la magnitud del Monumento a Alfonso XII, contorneamos el pabellón de música, seguimos por los laterales. Nos cobijan los árboles, la vegetación, el polvo que va llegando a la boca activa. Sigue el tránsito normal del parque. 

 

Más allá de la convivencia de estos dos elementos —el caminar y el hablar— centrales en la práctica de Esther Ferrer, lo relevante es como la performance TA, TE, TI, TO, TU incide en la configuración del sujeto como cuerpo oral en su concepción individual y colectiva. La oscilación entre la cacofonía y la unisonidad del mantra aprendido, que no significa nada pero que nos mantiene casi uniformemente audibles y también visibles, refleja los procesos de configuración del sujeto en el recorrido impuesto por la ciudad desde su condición política. Y lo destacable es como esta dualidad y oscilación —de sujeto individual a sujeto colectivo— se acciona, representa y performa desde la voz, desde el sonido, desde el decir, el cantar y el repetir, mucho más distintivamente que desde el emplazamiento del cuerpo.

 

Cinco vocales y el tic-tac de un reloj, el diapasón de nuestro ritmo, de nuestro corazón, nuestra respiración, y sobre todo de nuestro hablar, de nuestro decir tanto como de nuestros pasos, primero uno, luego el otro. No lo pensamos. Lo repetimos. Está en nosotros. Solo hay que seguir. Casi sin pensar. Mejor no pensar. 

 

Ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, te, te, te, tee, te, te, te, te, te, te, te, ti, ti, tii,tii, tii, tii, tii, tii, ti, ti, ti, ti, to, to, to, to, to, to, to, to, to, to, to, to, too, to, too, to, too, to, tu, tu, tu, tu…, tu…, tu…, tuu…, tu…, tu…, TU, Ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta

 

La fragilidad de romper el ritmo, el miedo a perder el compás, a equivocarse, a la torpeza de las palabras, de la musicalidad que entra rápido, que te atrapa pero que como vino puede irse, te mantiene alerta. A veces es mejor buscar el hilo musical de la letanía del vecino, parece que unirse a las cuasi-oraciones comunes pueden ayudar a mantener el ritmo, pero son sospechosamente embaucadoras. En el unísono te unificas, dejas de pensar, a veces tomas aún más conciencia de la provocación, de la resistencia de la masa en el espacio público, pero en otras adviertes una indiscriminación. Vuelves a tu ritmo, bajito, más alto, pruebas nuevos tonos, encuentras una voz amiga. Seguís más o menos al ritmo, os ayudáis. 

 

Un performance que se inscribe en el espacio urbano —que es público aunque solo sea a nivel legal—, que se pone en marcha en grupo, sitúa el análisis rápidamente en clave política de acuerdo a los estudios ligados al medio de la performances. En palabras de la teórica Hannah Arendt, el emplazarse en la acción compete al ámbito político, vinculando acción, presencia con identidad política y espacio público. En este campo de acción al que nos lleva TA, TE, TI, TO, TU, se distinguen ciertamente elementos que corresponden al pensamiento de Arendt. A los ojos extraños, ese cuerpo caminando en conjunto se toma como un cuerpo visible, de resistencia, ajeno a lo cotidiano. Sobre a quién y quiénes quedan representados en esa colectividad, dentro del grupo y de cara a fuera, la siempre presente en estudios de performance Judith Butler (matizando ideas de Arendt) ha planteado un análisis para integrar a la minoría así como replantear la lectura homogénea sobre el sujeto que se hace visible. ¿Y cómo se materializa ese individuo colectivo? De acuerdo con Butler[5] el compromiso afectivo de la participación supone que algo otro que no es ni tuyo ni mío se formaliza conjuntamente. TA, TE, TI, TO, TU ciertamente toca algunos de los elementos que se le atribuyen a la performance, al situarse en el espacio cotidiano del día a día, al hacerlo en movimiento, y sobre todo al constituirse como grupo. Sin embargo, creo que sus características propias la sitúan en un marco distintivo. Merece la pena repensar TA, TE, TI, TO, TU desde la cacofonía de sus voces y melodías, en la fuerza o susurro a veces del hilo musical del grupo en su paso por la ciudad. Estos elementos la distinguen de las lecturas obligatorias y expanden las posibilidades de analizar el sujeto como sujeto visible y en acción —como sujeto político— más allá de su corporalidad, incidiendo en la melodía. Una melodía que es un duermevela.

 

16:46 el vagón del Metro de la Línea 2 queda sumergido en un cántico que no deja inmune a ninguno. Repartidos por el vagón entre las estaciones de Príncipe de Vergara y Sevilla, nos miramos confiados que ahora se nos oye más que nunca, el resto no entiende el porque de esta repetición. ¿Qué enmascaramos? 

 

Imposible no pensar en los espacios que se atraviesan. A cada uno corresponde una sonoridad de la pieza, una presencia embutida, mitigada, intima entre performer y pieza, entre el andar y el oír, o un espacio de comunión con los otros. 

 

Como performer, en esta caminata te enfrentas a mantener la repetición constante y sin pausa de la misma letanía. Este monótono proceso está sujeto no solo a la capacidad mental de embarcarse en la aventura, al compromiso de mantener la acción, sino sobre todo al ajuste del decir al propio ritmo del camino. En cierto modo, las dos acciones se acompañan en una suerte de recomfort y autoayuda que facilita la acción conjunta. Mantener la «oración» estimula un ritmo que encuentra respuesta automática en mover un pie y después el otro. El caminar encuentra su desasosiego en un decir constante que anula el pensamiento vago y sin rumbo. En el mantener el ritmo y no expirar la acción, uno cae rápidamente en la cuenta de una cierta lucha interna entre seguir al coro o mantenerse en la frecuencia propia. Entre ese espacio afectivo creado en la acción y presente en el espacio público como posicionamiento político y la intimidad del yo —si es que esto existe—. Parecen pues excluirse.

 

TI, TO, TU, TA, TE, TI, TO, TU, TA, TE, TI, TA, TE

 

Es llamativamente revelador (probablemente porque en el cantar y en el decir están los pasos del andar) darse cuenta de la uniformidad del canto una vez se oye en boca de todos. A veces es muy grato, se disfruta de ese momento de uniformidad que enfatiza la presencia pública como sujetos. Así fue en el metro, donde el espacio cerrado ayudaba a escucharnos y donde las voces crecieron, subieron de tono para hacerse plenamente audibles. También al entrar en las cúpulas del Museo Reina Sofía con ese aire esplendoroso de recepción después de una «ardua» tarea; a punto de llegar a la meta. Muy distinto del tempo, tono y volumen en el largo paseo por El Retiro, donde la concentración hacia que cada uno se quedase en su propio compas, o en parejas; tres parece ya demasiado para aguantar el ritmo sin sentir que es una prisión; tampoco en la bajada por el Paseo del Prado cuando el ruido incansable de coches hacia más difícil oírnos; o al final cuando nos detuvimos en un intimo eco colectivo. Como performer, y seguramente asumo de cara a fuera, se intuía pues la disformidad de ese grupo plenamente activo como cuerpo político y público desde su voz, desde un cántico, no lo olvidemos, sin mensaje preciso, sin comunicación de un eslogan o una consigna. La resistencia de la acción es más sutil.

 

La cacofonía se convierte en confusión, hay que encontrarse, continuar el propio ritmo. Se distinguen diferentes trucos de resistencia. Los más dotados artísticamente y musicalmente ensayan entonaciones, alargan las vocales, mantienen una sola palabra repitiéndola, buscan cambios. Otros empiezan por la TE, y más tarde por la TU, a ver qué hace en el canto ya monótono. 

 

El azar de este proceso abierto y colectivo incitado y promovido por Esther Ferrer recoge pues las posibilidades del coexistir entre el individuo y el colectivo en un encuentro promovido, no lo olvidemos, por las dos acciones simultáneamente ejecutadas: caminar y hablar. Un caminar que parece sin aparente rumbo y un hablar que parece no decir nada. Pero en las variaciones posibles que aporta cada uno en el momento compartido se crea una performance que resulta inseparable de la concesión de unirse y desvincularse del credo, TA, TE, TI, TO, TU. El emplazamiento y la acción pueden seguir enmarcándose en su condición política siguiendo a las pensadoras, Arendt y Butler. Pero merece ser reseñado el papel profundo y directo que toma la palabra, no el discurso, en la toma de conciencia del lugar que ocupa uno, como sujeto, en el espacio urbano y público de la colectividad.

 

Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, Tu, Ta, Te, Ti, To, TUU

 

17:10 calle de Alcalá, Plaza de la Cibeles, Paseo de la Castellana, usar por fin ese paseo olvidado entre el tráfico del carril de bajada y el de subida, alguna fuente en desuso, menos gente, y mucho ruido de coches. El tráfico intenso no para ni nosotros tampoco mientras esperamos a que se abra el semáforo de entrada a la Puerta de Murillo del Museo del Prado; bajada en paralelo al Jardín Botánico y llegada a la conocida popularmente como plaza del reina. Entrada en el museo por la puerta de personal, paso firme por las bóvedas del patio de Sabatini, circulo alrededor de la escultura-móvil de Calder, Carmen; atravesamos al nuevo edificio de Jean Nouvel; bajamos escaleras, acabamos delante de la escultura de Lichtenstein, Brushstroke; seguimos al unísono, Esther levanta las manos cual directora de orquesta y entonces entonamos el último TU.

 

Triunfantes se entra en el museo; TA, TE, TI, TO, TU resuena en las bóvedas del patio. Sin duda, ahora somos obra. La acción quizás política, demarcando/demarcándose en unos espacios públicos toma una dimensión artística e histórica, pero triunfante, con su entrada en la institución. La recorremos como si nos perteneciese, de hecho, nos pertenece. Nos cobijamos entre los reflejos en rojo del patio trasero y nos oímos a todos juntos. De la línea al círculo, nos sentimos participes y el TÚ pone punto y final. 

 

[1] Esther Ferrer. Acciones, web del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Acceso en la web noviembre de 2017, http://www.museoreinasofia.es/actividades/esther-ferrer-acciones

[2] Fons#1 Esther Ferrer, Ràdio Web MACBA, 2010. Acceso en la web noviembre de 2017, http://www.macba.cat/es/rwm-especials-fons-audio-1-esther-ferrer

[3] Web personal de Esther Ferrer. Acceso noviembre de 2016: http://estherferrer.fr/es/p/lista-de-las-performances/el-camino-se-hace-al-andar

[4] Fons#1 Esther Ferrer, Ràdio Web MACBA, 2010. Acceso en la web noviembre de 2017, http://www.macba.cat/es/rwm-especials-fons-audio-1-esther-ferrer

[5] Butler, Judith: Notes Toward a Performative Theory of Assembly, Harvard University Press, Cambridge, Massachussets, London, 2015, pag. 18