UNHEIMLICH – Cia Pelipolaca & Les Desvestides

 

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Las redes sociales vetan aquello que consideran obsceno, un pezón femenino, una mujer desnudada o el sexo tanto masculino como femenino. Parece que estas censuras son relativamente nuevas pero cuando entramos en un museo, no dejamos de ver, sea la época que sea, gente y gente desnudada: de pie, sentada, recostada, de cara, de espaldas… ¿Por qué al arte se le permite visualizar aquello que en nuestra cotidianidad queda relegado a lo obsceno y prohibido? Nos cuestionamos, pues, donde queda la ética y la intimidad en estas representaciones y qué hace que el arte se sublime y transcienda en aquellos elementos que no son permitidos en nuestro día a día.

Espectáculo becado por el ‘Ciclo de creación escénica DespertaLab 2019’ organizado por Nau Ivanow y Sala Atrium

Nos encontrareis des del día 22 de mayo hasta el 9 de junio, de miércoles a sábado a las 20:30 y los domingos a las 19:00.

  • Viernes 31 de mayo coloquio postfunción organizado por recomana.cat #LaDonaProtagonista

 

FICHA ARTÍSTICA

Cia: Cia Pelipolaca + Les desvestides

Dirección: Irene Vicente Salas

Actrices: Belén Bouso, Núria Corominas, Rut Girona, Gal•la Sabaté

Asesoría de movimiento: Carla Tovias

Asistente a la dramaturgia: Carmen Salinas

Asistente de dirección: Meritxell Mestre

Producción: Maria Antolín

Diseño de espacio sonoro: Sofia Martori

Diseño de iluminación: Joana Serra

Asistencia de iluminación: Sergio Roca

Escenografía y vestuario: Halley Productions

Asesoría de vestuario: Néstor Reina

Asesoría de escenografía: Nina López

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Pompeia, Nápoles y el pudor de desnudarse frente a la usurpación.

El fin de semana del 3 de febrero estuvimos en Nápoles. Decidimos ir allí después de haber leído el artículo MUSEUM, URBAN DETRITUS AND PORNOGRAPHY de Paul B. Preciado (en ese momento firmado por Beatriz Preciado) que escribió y presentó durante el 2008, en unos debates titulados FeminismoPornoPunk; Micropolíticas queer y pornografías subalternas dirigidos por él mismo.

El artículo nos apareció en la red a raíz de buscar información sobre la pornografía y su influencia en el arte. Leyendo el artículo, verificamos que la influencia fue a la inversa. Para resumirlo muy rápidamente, Preciado contextualiza y expone el nacimiento de la pornografía. Durante la Europa de la época moderna, entre mediados del siglo XVIII e inicios del XIX y a raíz del “descubrimiento” de las runas del pueblo de Pompeia (que llevaban siglos soterradas bajo la lava que expulsó el Vesuvio), se forja el término Pornografía. Se encontraron frescos, mosaicos y esculturas en las que se representaban cuerpos animales y humanos entrelazados entre sí y representaciones de falos inmensos. Estas imágenes estaban destinadas a ocupar las paredes del espacio público de la antigua ciudad de Pompeia. Eso supuso la revelación de otros modelos de organización de los cuerpos y los placeres en relación a cómo se concebían esos actos en el espacio público, en lo que era  la ciudad moderna. Escapándose esas imágenes del control que el poder gobernante ejercía sobre la sociedad civil, Carlos III de Borbón decidió encerrar estas representaciones en lo que sería conocido como Gabineto Segretto (museo o sala secreto/a) dentro del mismo museo de Borbón de Nápoles, el que actualmente se conoce como el Museo arqueológico de Nápoles. En ese cuarto solo se le permitía la entrada a hombres de mediana edad y de un estatus social elevado. Mujeres, niños y pobres, por decirlo llanamente, tenían vetada la entrada. Se forja así el término pornografía, de porno (prostitutas) grafei (representación de). Se forjan, pues, el término y el concepto a partir de la segregación del público y del permiso y acceso al privilegiado hombre europeo, blanco, de mediana edad y de clase media-alta.

Para nosotras, que estamos creando un espectáculo sobre la representación del desnudo femenino a lo largo de la historia del arte y las consecuencias de ello en nuestra cotidianidad, fue revelador encontrar y leer este artículo. Más claro el agua: en el siglo XVIII se reafirma la prohibición de llevar la sexualidad y su goce a la calle, para todo el mundo, donde sea y como sea. Y fue así como decidimos ir a visitar Pompeia y el Gabinetto Segreto.

El espectáculo que estamos generando trata el desnudo femenino y su representación en las artes plásticas. Esto ya lo hemos dicho antes, pero como la vulnerabilidad del desnudo es algo que nos interesa a nivel de representación pero no a nivel de realidad cotidiana en “el aquí y ahora” de las intérpretes, se decidió representar también ese desnudo, por lo que las actrices van con un body color carne de cuerpo entero en el que les hemos perfilado los relieves de su propio cuerpo. Ir a Pompeia y a Nápoles tenía que ser, de alguna forma, un viaje de conexión con los orígenes del porqué de varias cuestiones respecto al porno, al arte, al desnudo y a las prácticas sexuales y sus connotaciones y, a la vez, porqué no decirlo, estaba la voluntad ritualística y pretenciosa de devolverle la representación del desnudo a las calles de Pompeia.

Así que ni cortas ni perezosas, la ayudante de dirección y la directoradramaturga nos fuimos para el sur de Italia. Un par de días, no más. El primero para el museo, el segundo para Pompeia. El plan era entrar en el museo, buscar la habitación secreta y allí sacar a relucir nuestra representación de desnudo al lado de las pintura usurpadas de la antigua vía pública y posteriormente privatizadas. Con el mono debajo de la ropa, nos fuimos a localizar espacios donde la acción tuviera un mínimo sentido. Una vez encontrado, descubrimos que el gabinete es un cuarto de unos 40 m2 dividido por una pared que crea tres pasillos, dos laterales y uno al fondo. Y ahí empezó el choque de realidad que no esperábamos:

  1. Nos habíamos flipado con la posibilidad de la penumbra, con la posibilidad del espacio con luz intrigadora y erótica, con un espacio repletísimo de objetos y pinturas dejados ahí cual camera de las maravillas del siglo XIX, pero todo estaba muy expuesto y muy ordenado, no había tanta cosa como esperábamos (vete a saber dónde están el resto de piezas) y además las pinturas eran enanas, cuando nosotras queríamos ponernos al lado y reproducirlas mimetizadas cuál copia exacta con su dimensión humana.
  2. Estaba LLENO de gente. Grupos de guiris con guía pasaban y pasaban sin parar, en un flujo constante (que parecía temporalmente calculado) y los tres pasillos que se creaban en el gabinete estaban prácticamente repletos de multiculturalidad de idiomas, cámaras de móviles, palos de selfie y audioguías.

Llegado el momento de desnudarse, la performer (yo) no tuvo los santos ovarios de hacerlo hasta pasada más de media hora. Mery (la ayudante) apretaba

  • ¿pero desnúdate, que te pasa?
  • ¡No puedo joder, que me van a mirar raro!
  • ¡Coño, claro! Para esto hemos venido, ¿no? Venga, ahora, cuando pase el grupo de japoneses, así te miran y lo pillo todo.

Y nada, ni con el grupo de japoneses ni con el de coreanos. Más de media hora tardé en, al final,  bajarme los tejanos y quitarme el jersey.

  • Yo pensaba que no te costaría tanto, ¡hija!
  • ¡Esque lo paso fatal!
  • Pues vaya con la performer…

Al final me “desnudé” en el gabinete y en otras partes del museo. Aquí os dejo algunos ejemplos:

                                      

El conflicto del desnudo vino con una palabra, exhibicionismo. ¿Porqué me tenía yo que poner delante de toda esa gente que estaba paseando tranquilamente por el museo a enseñarles mi milonga sin que lo hubieran pedido? Cuando vas al teatro, pagas una entrada para ver. Lo que sea, pero has pagado para ir a ver lo que te ponen allí. Cuando entras al museo, pagas la entrada para mirar. Lo que sea que tenga el museo, pero vas a mirar. Aceptas el intercambio: “Hola museo, soy un visitante y quiero ver todo lo que tu, institución, hayas metido ahí dentro.” Pero resulta que yo estaba ahí metida sin pedir permiso a nadie, desnudándome de mentira para un público que en ningún momento había pedido ni pagado una entrada para ver eso. Podían ver obras usurpadas de la vía pública de gente follando, obras que originaron la pornografía que la mayoría de esos visitantes consumen (consumimos) o han (hemos) consumido pero no podía yo hacerles sufrir rompiendo su pasividad de visitante paseante con mi desnudo falso.

En el museo, al final, no estuvo tan mal. Una vez empecé, vi que la gente se lo miraba un poco. Algunos, cuando me empezaba a desnudar, sin entender muy bien qué llevaba encima, directamente giraban la cara por pudor. Otros miraban de reojo y cuchicheaban al de al lado el “mira, mira, una tía despelotándose” y otras pues, como podéis ver, se lo pasaban en grande mirando el tinglado con descaro y divertimento.

Lo más fuerte y “doloroso arqueológicamente hablando” fue en Pompeia al día siguiente. Entramos al parque arqueológico y nos fuimos a buscar las casas de las que se habían sacado las pinturas. La primera que vimos fue la de la Venus (séptima foto anterior). En el sitio en el que estaba la pintura original, había una reproducción bastante fiel de lo que habíamos visto en el museo. Evidentemente, como la audioguía te manda hacia allí, iba pasando gente a hacerle fotos. Cada casa tenía un visitante. Y otra vez lo mismo:

  • Vale, te desnudas delante de la pintura, te tumbas en el suelo y te hago la foto.
  • Vale. Ahora voy, espera que me lo miro un poco.
  • Vale.

(pasa un rato)

  • Bueno, te pones o que?
  • Espera espera, que pase la gente. Después de estos, vale?
  • Vale. Pero ponte, eh!?
  • Si si. Ahora.

(pasa otro rato)

  • Tía, no puedo.
  • Otra vez??? Joder, en serio?? Pero si no tienes que hacer nada, te bajas el chándal, te subes el jersey, te tiras al suelo y ya!!
  • Que no, que no puedo! Y el segurata nos mira todo el rato. Mira, vamos a buscar una casa con menos gente.

Esto es lo máximo que conseguimos en esa casa:

Y por el camino nos pusimos a debatir sobre el tema: ¿es el exhibicionismo, arte? Si no lo es, ¿qué diferencia el arte del exhibicionismo? ¿Qué fundamentos necesita el exhibicionismo para no ser precisamente eso, meramente exhibicionismo? Yo no salía del bucle, no entendía muy bien en qué límite estaba transitando.

Seguimos andando hasta llegar a una casa con un vigilante y con varias habitaciones que, dependiendo de cómo nos pusiéramos, nos escondíamos de él. Elegimos una que conservaba dos pinturas de mujeres desnudas, ni idea de la deidad o el mito. Me desnudé un poco inquieta pero segura de no molestar a nadie. Inmediatamente después, por la ventana apareció la cabeza del vigilante quien, antes que decirnos nada, se puso a hablar por el walkie llamando a otro compañero. Seguimos, haciendo caso omiso, hasta que llegó el colega: (en italiano)

  • Tenéis permiso para estas fotos? no puedes desnudarte aquí. Bueno, ya sé que no estás desnuda, que es una camiseta (el chico no veía más que algo encima de color carne y con tetas), pero esque no puedes hacer eso sin permiso, sabes? me entiendes?
  • Si, lo siento, no lo sabíamos, ya me visto. Lo siento.
  • Bueno, mira, hacemos una cosa, haz las fotos, pero no lo hagas más, vale? Si vas a otra casa y lo haces, no estaré yo para ayudarte, vale? Así que las hacéis rápido y no lo volváis a hacer.
  • Vale, muchas gracias señor vigilante.
  • Y sobretodo, no las publiquéis en instagram o facebook o así, esque se necesita un permiso especial, sabes? No lo publiquéis. Lo queréis publicar?
  • No no, para nada, son para nosotras.
  • Vale. Peor no lo hagáis más.
  • Vale

Esta soy yo mientras hablo con el señor vigilante.

Y terminamos las fotos y nos fuimos de la casa. Y ahí entendí cuál era el problema, qué era lo que no me dejaba desnudarme y mostrarme con tranquilidad. No era el exhibicionismo, era el permiso. O bueno, al fin y al cabo, si que es el exhibicionismo, porque precisamente es eso, mostrarte a alguien sin su permiso, obligar a esa persona a mirarte por tu propia voluntad y deseo. Me vinieron a la cabeza más de una vez esos hombres que había visto entre rejas desde el patio del colegio que venían a mostrarnos su sexo mientras jugábamos a «fer sorra fina». Yo recuerdo pasarlo muy mal, sentir mucho asco pero no poder parar de mirar. Y el señor lo pasaba en grande exhibiéndose. ¿Dónde estaba, pues, el límite entre esa intención de «crear arte» y la de «obligar a alguien a mirar lo que a uno le daba la gana»? Y, sobretodo, ¿cuándo, dónde y quién decidió que desnudarse y mostrar tu sexo era algo feo, pudoroso y embarazoso?

Evidentemente pensamos en pasarnos por el forro la advertencia de no hacerlo y menos la de no publicarlo. Lo fuerte fue que, a medida que íbamos entrando en las casas, o nos entró la paranoia, o los vigilantes nos estaban encima continuamente. Y ahí ya fue el hecatombe de las dos. Yo me enfadé porque pensé que en qué momento se nos fue tanto la pinza y deshonramos Pompeia y el desnudo humano convirtiendo ese sitio en un parque temático y prohibiendo ir con el culo falso de tela al aire. Mery se enfadó porque en qué momento la directora performer que parece tan echada pa’lante se corta tanto haciendo esto. Y desde esa rabieta, hicimos un par de fotos más en sitios en los que no nos vigilaba nadie y un calvo callejero de despedida:

                   

Han pasado dos meses y los sentimientos ahora son relativos, el tiempo lo cura todo, dicen por ahí. La gran reflexión que quería aportar con todo este material y estas palabras es que se abrieron dos grandes canales con respecto al espectáculo que estamos montando:

  1. ¿Cuál es el sitio físico al que pertenecen las obras plásticas en las que se representan desnudos?
  2. ¿Realmente somos conscientes de estar mirando una persona desnuda cuando observamos la representación de un desnudo en una pintura, escultura o fotografía?

Y un tercer canal que se expande a nuestras vidas personales, privadas y públicas: ¿Qué sitio mental, físico y temporal ocupa para cada una de nosotras el desnudo, tanto el propio como el del otro? ¿Cuántas veces nos desnudamos completamente porque realmente nos apetece y no para cambiarnos de ropa, ducharnos, hacer sexo o estar en la playa? ¿Alguna vez has reflexionado sobre tu desnudez y cómo la vives tanto a nivel personal como íntimo como compartido como público?

 

El espectáculo lo representan cuatro intérpretes. El proceso con los bodies ha tenido varias fases y sentimientos: «me molesta y estoy incómoda», «me aprieta por abajo», «esto es super cómodo, ojalá pudiera ir por la calle así», y muchos más. Supongo que cada persona vive el desnudo a su manera, a su construcción y a su educación. Es cuestión de ir poniéndole ojo a los sentimientos y sensaciones que se generan dentro y fuera nuestro ante este gran y fabuloso fenómeno de la naturaleza y tan recatado hecho en la sociedad.

Yo aún le doy vueltas. Veremos qué hacemos con todo esto. Veremos dónde acaba nuestro desnudo usurpado y privatizado. Veremos.

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Viernes 12 a las 21h en La Farinera del Clot

Este viernes abrimos puertas al público para que husmeen nuestro ensayo del remake de «Autònoma», el RELOADED.
Os invitamos a que vengais, lo veais y os tomeis una birra con nosotr@s mientras rajais u opinais de lo que habeis visto.

El Centre Cultural La Farinera del Clot nos ha ofrecido esta residencia técnica después de ver el tráiler que presentamos en la Caravana de Tráilers en el TNT 2017 y que organiza G.R.U.A.

Creemos que es un planazo venir, verlo, haber hecho el trailer, haber hecho esta residencia intensiva de una semana en La Farinera y haber transformado la Autónoma en este bichillo que tenemos ahora.

 

 

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Un inicio después del primer final

Ya hemos terminado las funciones previstas de Autònoma. El dinero recogido en total (M.A.R.T, Can Felipa, donde hemos hecho función y residencia de creación de cinco meses y Antic Teatre) son 1.421,89 €.
A esta cantidad, si le quitamos el IVA, seguridades sociales e IRPF nos quedan unos 1.116€. De aquí tenemos que extraer gastos de transporte y dietas de los días de funciones (de la residencia aún no, esperad): nos quedamos con unos 840 €.
Estos 840 € son lo que nos queda, aproximadamente, a repartir entre todos los que han participado en el espectáculo: la ayudante de vestuario, estudiante de la BAU en prácticas a la que en teoría no se le tiene que pagar nada (cuando digo «en teoría» me refiero a nivel de convenio), le damos un sobre (si, un sobre, lo sabemos, suena fatal) con 100 €, porque ha dedicado unas horas, ha diseñado un vestuario en más creces que condiciones y ha confiado en nuestro trabajo, y porque no nos da la gana de seguir este precedente de hacer trabajar los becarios sin que cobren nada. Son los futuros profesionales, y a veces más que los «profesionales» en sí, así que un sobre para ella. Nos quedan 740 €.
Cabe decir que los 280 € de la residencia (en un principio 400 €, pero que sin el 21% de IVA se quedaron en 280 €), se han gastado durante los cinco meses de residencia en material tanto para ensayar como para hacer el espectáculo final. Y estos 280 € los ganamos gracias a un buen proyecto de mediación entre la compañía y el barrio del Poble Nou, de aquí nos viene nuestra diseñadora de vestuario, sino, hubieran sido 0 €. O 280 € menos en el resultado final, como guste más. Esto nos deja con 460 €. De estos, contando que hemos tenido dos técnicos, destinamos 150 € a una de las dos personas del equipo técnico también en formato sobre, porque nos ha hecho un diseño de luces (que cuestan mucho dinero, como bien sabréis alguno de vosotros) y ha hecho 3 de los 5 bolos que hemos tenido (y tened en cuenta que un técnico cobra, como mínimo y aproximadamente, 150 € por bolo). Nos quedamos 310 €. Y nos diréis, y el otro técnico? Pues mirad, el otro técnico es la pareja de uno de los dos miembros de la compañía y sabiendo la situación económica en la que estamos, él mismo se ha ofrecido a no cobrar nada de nada de lo que ganemos. En un principio.
Y esto nos deja con 310 € a repartir entre los dos miembros de la compañía, es decir, 155 € por cabeza.
155 € a cobrar por nueve meses de trabajo (aunque empezáramos la residencia en enero, en octubre ya empezamos a ensayar por nuestra cuenta en horas de ocio entre estudios y trabajos).
155 € repartidos entre 9 meses da un resultado de 17,22 € periódico. Casi dos t-10 al mes. O dos menús de los baratos al mes. O una noche de birras y cena con los colegas.
De qué hemos vivido, pues, todos estos meses? De combinar los ensayos con un trabajo (estilista de publicidad uno y taquillera de teatro la otra). Y qué horas hemos tenido para ensayar? Aquellas que nos quedaban entre las clases de la mañana y los trabajos de la tarde, tres días a la semana (como mínimo) durante nueve meses.
No hacemos un escrito como este para quejarnos de nuestro espectáculo, ni de lo que pagan los centros cívicos para hacer residencias ni de los convenios con los teatros. Nadie nos ha obligado a crear Autónoma, ni a querer hacer artes en vivo ni a hacer una residencia ni a querer mostrar la pieza a un público. Es una puesta en común con nuestro público virtual de que ha supuesto hacer el espectáculo y, sobre todo, de que tema habla nuestro espectáculo. A lo largo de nuestra pieza se comentan las mediocridades económicas por las que pasa una artista novel y como ha de optimizar los recursos para poder hacer su espectáculo. No vivimos en un sistema que acompañe a los artistas, que les haga el camino llano ni que propicie que desde un principio (e incluso, a veces hasta el final) la vida del artista profesional sea una certeza económica en cuanto previsión y tranquilidad (aunque austera) económicas. Y lo sabemos desde que empezamos.
Lo que nosotros nos preguntamos es ¿qué hubiera pasado con esta pieza si hubiéramos tenido dinero suficiente para invertir aunque sea en dedicarnos a ello exclusivamente? ¿Qué hubiera pasado si hubiéramos tenido un técnico/a desde el inicio del proceso? Qué hubiera pasado si hubiéramos tenido una partida de 2.000 € para destinar exclusivamente a la escenografía y el material?
Pues no lo sabemos. Lo que queda es lo que queda. Y la voluntad y el amor por nuestro arte particular y puntilloso es lo que queremos hacer patente en un escrito del género.
Y por encima de todo, agradecer a quien ha arriesgado dinero, tiempo y espacio para nosotros desde un buen principio.
Y con todo esto, lo que queremos decir es que estamos más animadas que nunca a querer seguir, que aceptamos el reto de seguir aquí y, si es necesario, volver a hacerlo en las mismas condiciones para que algún día dejen de ser así .
Hasta muy pronto, ESPERAMOS!

Carmen muere bajo la presión económica, jurídica y creativa de su própia pieza unas horas antes del estreno en Antic Teatre.

 

 

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El diámetro del anillo

Escribimos al inicio del proceso, antes del inicio del proceso, cuando aún estábamos en la nebulosa mental de la nada. Y volvemos a escribir a tres semanas de estrenar. Dos escritos así son como la línea que podríamos trazar como medidor del diámetro de un anillo: va de punta a punta, de sólido a sólido cruzando una nada que, sin embargo, está rodeada de más solidez, la del propio anillo. La punta a punta, la materia sólida es todo lo que hemos mostrado del proceso (fotos en facebook, instagram, algún vídeo a cámara rápida y una presentación -muy agradecida, por cierto – en La Poderosa, BCN), es decir, imagen pura, marketing, un «hola, estamos haciendo cosas» que no se entiende por sí solo. Y lo del centro, agujero negro. Para nosotros no, para el publico en potencia, si.

En nuestro primer (y único) post en teatron hablábamos del empoderamiento con el que decidimos empezar gracias a charlar con cuatro artista, cuatro charlas que nos animaron y nos alimentaron las ganas de abordar la sala de ensayo. Estamos hablando de inicios de curso, de septiembre/octubre. Y estrenamos el doce de mayo. Que ha pasado, pues, durante estos meses, más allá de hacernos unos selfies en espejos de aulas de danza, algunos vídeos haciendo lo incomprensible (véase esta perla –> https://www.facebook.com/pelipolaca/videos/217859301972329/ ) y algún que otro post sobre la precariedad del sector escénico independiente en este país? Pues más de lo que imaginamos. Y digo imaginamos porque hoy, a día 24 de abril de 2017, exactamente a 18 días de estrenar, nos da la sensación de que lo que vamos a presentar es una simplicidad, una fantástica primera obra llena de ingenuidades, wannabes no conseguidos y poco jugo. Y no paramos de decir «esque creo que será poca cosa», «a ver si esto lo pillan», «¿no crees que esto es demasiado evidente?», «esto ya lo ha hecho nosequien», terminando muchas veces con el «bueno mira, que sea lo que Dios quiera». Y somos ateos.

La cuestión es que nuestro espectáculo, en un principio, quería y se proponía explicar y reflejar la situación de la mayoría de los artistas escénicos independientes de nuestro país, una situación que lo que les supone es saber crear y hacer espectáculos y a la que se les suma un máster autodidacta en saber gestionar su vida laboral, saber cuánto dinero tiene que pagar a hacienda, si le sale a cuenta ser autónomo o mejor me lo hago a través de una cooperativa, si me busco un espacio en el que ensayar, porfavor, que no me hagan pagar nada, si tengo compis que salen conmigo en escena, o necesito alguien que me haga un diseño de luces, a ver como se lo pago, cuanto, cuando y, si me acepta unas birras pues casi que mejor porque así me dará para pagarme el alquiler el mes que viene, pero que vergüenza como le voy a decir a alguien que trabaje sin cobrar… Y aquí estamos. Siete meses después y habiendo cobrado 400€ por haber hecho, como parte del proyecto para optar a la residencia de creación de un centro cívico, un buen proyecto de mediación con entidades del barrio. Y lo mas gracioso de todo es que nuestra pieza ha terminado por hablar poco de esta situación. Se evidencia a cada rato con los recursos que utilizamos, con los medios de la protagonista por y para montar su obra, pero no ha devenido el tema central. Aunque predomina todo el montaje. El tema central ha sido, al final, lo mismo que nos dijeron las Crises, Mariona i Eulàlia al principio: haz un espectáculo porque crees que tienes algo que decir, porque confías en lo que vas a contar y porque crees que es interesante. ¿Será que la precariedad está tan enquistada en nuestras mentes de futuros artistas escénicos independientes que tenemos asumidisimo que no nos vamos a ganar la vida con ello por lo que decidimos hacerlo sin dinero, con nuestras propias manos y sin recursos economicos? ¿Será que tenemos absolutamente integrado que nunca, o casi muy probablemente no vamos a conseguir vivir ÍNTEGRAMENTE de nuestro espectaculos?

A medida que ha avanzado el proceso, nos hemos reído más. Nos hemos alejado de las profundidades e intensidades propias del artista martirizado por unas perfecciones ideales que nos parecen inalcanzables y hemos terminado por pasárnoslo bien. Que no quiere decir que no hayamos trabajado, pensado, ordenador, re-pensado, re-estructurado, revisado todo lo que hemos hechos, que no quiere decir que nos hayamos olvidado del público, de lo que queremos contar y queremos que se entienda, pero lo hemos gozado. Hemos terminado por sacrificar ese artista romántico que teníamos como fín de nuestras vidas adolescentes. Nunca habríamos pensado que a estas alturas estaríamos escribiendo esto, y menos con esta tranquilidad. Nos quita el sueño, claro que nos lo quita, pero nos lo quita la emoción, la felicidad de casi haber completado un proceso, las ganas de entender exactamente qué estamos haciendo y, sobretodo, las ganas de saber que va a ser de todo esto. Por malo malísimo o bueno buenísimo que sea.

Esta es, pues, la periferia de todo el anillo. Un círculo que rodea un caos estructurado, oscuro aún pero a puntito de salir a la luz. Al fin y al cabo, la precariedad de la que queríamos hablar y queríamos criticar ha pasado a ser la mayor virtud de nuestro proceso: no tenemos ningún compromiso económico con nadie, nadie nos ha pedido hacer esta pieza y no tener dinero ha hecho que nos inventemos una forma de hacer que nos es absolutamente propia, la de todos estos tiempos de hacer el orangután en el comedor de casa con las lamparas del salón, los ordenadores que nos acompañan y, sobre todo, un imaginario compartido cultivado a lo largo de más de 15 años.

Estamos contentos, cagadas y expectantes no sabemos si lo que hemos hecho está bien o mal, no sabemos ni siquiera si hay «bien o «mal» ya no «vemos», pero hay un motor dentro nuestro que nos empuja a sacar el hijo, un hijo que aunque sea feo, será siempre el primero.

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La PeliPolaca os saluda

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Somos dos, Néstor e Irene, y somos nuevos, jóvenes e inexpertos. Nuevos respecto al mundo de la escena de Barcelona (al menos con una creación propia). Jóvenes porque tenemos veintiséis años y consideramos que eso es ser joven. E inexpertos porque es la primera vez que nos aventuramos a la creación de una pieza propia.

Gracias a la presentación del proyecto Autònoma en el Centre Cívic Can Felipa de Barcelona, se nos concede una residencia de creación y obtenemos lo mínimo y necesario para arrancar esta nueva aventura que, mas o menos, creemos saber como funciona: un espacio de ensayo/creación durante tres meses y un sitio en el que estrenar. Y digo que mas o menos creemos que sabemos como funciona porque, poco después de la concesión, nos damos cuenta de que no tenemos ni idea de por donde se empieza esto de crear. ¿De la nada?

Autònoma quiere ser una pieza que recoja la doble vida, la doble mentalidad, la bicefalia de una artista novel que, queriendo presentar su primera pieza, consigue que se la programe. Un espectáculo doble en el que vemos el proceso de creación (¿de la nada?) y el proceso de gestión, legalización y venta de la deseada pieza. La artista-creadora-productora-gestora es nuestra protagonista (almenos hasta hoy en día). Y resulta que el espectáculo es tan meta que no sabemos por donde empezar. Y decidimos hablar con compañeras de profesión (y decimos compañeras porque de momento es con quien nos hemos encontrado) como Cris BlancoEulàlia BergadàMariona NaudinCris Celada para que nos cuenten como se vive esta bicefalia.

La entrevistas empiezan con preguntas sobre sus procesos de creación, sus primeros espectáculos, como viven esta conjunción de mujer orquesta (como bien dijo Mariona) y como eso les repercute en su vida creadora y en su vida gestora. Les contamos que es nuestra primera vez, que nos vamos a desvirgar pero que nuestra pareja elegida nos da mucho respeto: la sala de ensayo, el primer día , poner el pie por primera vez en el espacio y empezar. ¿Como empezamos? ¿Qué hacemos? Nos da miedo hacer el ridículo, perder el tiempo y no llegar a ninguna parte. Consideramos que tenemos que prepararnos mucho mentalmente para llegar allí y probar (y digo solo probar) algo digno y con pies y cabeza. Porque de alguna forma, ensayar y crear ya es enseñar algo a alguien, a un público que aún no ha llegado, que está en tu cabeza y del que tu formas parte. Y nos dicen que no, que eso es mentira, que eso es un techo de cristal que nos hemos puesto en el sótano sin haber ni siquiera empezado. Defienden cada una de ellas que confiemos en lo que nos apetece hacer, que lo amemos y, sobretodo, que elijamos bien las voces que van a influir en nuestro camino de creación. Que el espacio sagrado murió con El Espacio Vació de Peter Brook, aunque haya que respetarlo y tratarlo como se merece. Y así hemos empezado: probando y disfrutando, sin reparos, con amor y con buen humor. Sobretodo sin prisas. Porque no tenemos ninguna.

Cada una de ellas tiene su sistema de gestión, como también cada una tiene su proceso creativo. Y ahí es donde nos quedamos mas tiempo, donde gozamos mas con la entrevista y casi que terminamos por olvidarnos de la parte numérica y legal. Porque al fin y al cabo, donde queremos estar es en la parte creativa, de la escucha, del sentir y de corporizar lo imaginado. Reírnos mucho del ridículo que nos parece que hacemos (aunque no sea verdad) y quedarnos con aquellas ideas que se desarrollan a medida que se nos presentan, que no se estancan, que no son sesudas y que ayudan a la confluencia de algo más, siempre algo más. Porque al fin y al cabo hacemos esto porque consideramos que tenemos mucho que decir, porque consideramos que el artista vive en una eterna lucha de valorización y porque lamentablemente (¿o no?) la inestabilidad económica y valorativa del oficio del artista te empuja a querer hablar de eso, a pedirte si vale la pena emprender esta nueva aventura y si a la larga te va a salir a cuenta. Y todas ellas nos dicen que si, que les sale a cuenta. Y nos las creemos porque ya estamos oliendo el gozo de este movimiento, de esta inestabilidad, de esa libertad de expresa y de dar a conocer.

Y decidimos, finalmente, escribir en Teatron porqué de aquí nace todo esto, de aquí sale el germen de nuestra primera pieza, del artículo A taquilla (La estrategia suicida) que una de las profesoras de la escuela nos mandó leer en nuestro primer curso de Dirección y Dramaturgia. De este artículo, de su pregunta inducida de valorar si nos vale la pena seguir con esto en el país en el que estamos y de nuestra respuesta afirmativa al respecto. Porque al fin y al cabo, no se crea nunca «de la nada».

Os damos las gracias a Teatron, a las entrevistadas y a los que nos estáis leyendo. Os invitamos a que nos acompañéis en este proceso inventado y lo gocéis con nosotros. La Compañía Pelipolaca os saluda. (Y ya otro día os contamos lo de Pelipolaca).

 

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