PERSONALIDAD

PERSONALIDAD.

Dicen que tu destino depende de tu carácter, dependiendo del carácter que tienes tu destino estará determinado por eso. Yo no sé que es el destino. Tengo una idea si a mi corta edad me pregunto por mis compañeros de clase. La mayoría de ellos tienen mucho carácter, podría describirlos en general como personas obsesivas, maniáticas, detallistas, perfeccionistas, neuróticas, histéricas, bipolares, alérgicas, sensibles, reflectivas y reflexivas, generosas, envidiosas, celosas, comprensivas y para no poner etcétera, pongo complejas, porque con el teatro me encontré con la psicología y la psicología trata el estudio de la psique, es decir del alma, así que no digo estos adjetivos peyorativamente, al contrario, me encanta identificarlos en mí y hacerme conciente de que eso lo tenía dentro y de tantas cosas que no se que más, pero que en el presente soy lo que soy, como dice Rafael. No Rafael el escultor, si no Rafael el cantante español.
Un ejercicio que me sorprendió mucho fue ponernos en círculo y dejar a una persona en el centro. El profesor nos dio la instrucción de sincerarnos. La persona que esta en el centro va mirando a los ojos a cada uno de los que estamos en el círculo. Cuando conecte con la mirada, con cualquiera de nosotros, empezará a decir lo que piensa de esa persona con una sola palabra, es un ejercicio de sinceridad, pero también de síntesis, cuando llega a la persona con la que empezó, otra persona del círculo, la que sea se pondrá en el centro y así sucesivamente. Cuando yo pasó al centro del círculo una de mis compañeras la vi a los ojos y en el fondo de ellos vi una cocina y eso le dije: Cocina. No es que yo la viera como una experta en el arte culinario, pero si que su mirada me dijo que era muy probable que nunca había tenido la necesidad de hacerse de desayunar, mucho menos de comer o hacer una cena con un primero, segundo y postre. Me recordó el chiste que cuenta un actor en la película Godfellas de Scorsese cuando se llevan el dinero en el aeropuerto con la ayuda del jefe de seguridad. Scorsese nos muestra planos de dos situaciones diferentes, el actor contando sus chistes en un salón de variedades, y al mismo tiempo vemos a De Niro y a Liotta que van a una bodega del aeropuerto y sacan una maleta y se van, uno de los chistes que escuchamos en voz en off: dice así:- Mi mujer me ha dicho que en estas vacaciones, la lleve a un sitio en donde nunca a estado. Yo le conteste que muy bien, que la llevaría a la cocina. Y por eso le dije a mi compañera esa palabra. No hallaba como sintetizar en una sola palabra todo este discurso, además creo que ella jamás entendió porque le dije eso. Porque la mayoría de cosas que nos dijimos en esa sesión tenían que ver con rasgos de la personalidad o el carácter de nosotros, no con una cosa u objeto. Y supe que había dicho algo, como si hubiese estado fuera de lugar, no hubo consecuencias de eso, pero para mí fue una revelación, porque también la persona se puede cosificar en un objeto, como el juego de “Si yo fuera”. Sí yo fuera estación de metro sería… Si yo fuera un coche sería…. Si yo fuera un actor, ¿Qué actor sería? Si me apuro a pensar cual sería, me vienen a la cabeza los que por su trayectoria me gustaría ser, o por como se meten en situación, es decir por como crean a sus personajes, pero en realidad es muy probable que no tengan nada que ver conmigo salvo las ganas que tenemos por interpretar, pero los actores que me gustarían ser, no tienen nada que ver conmigo, ni físicamente, ni intelectualmente, es más,su formación es muy probable que sea muy diferente a la que yo estoy viviendo, porque el tiempo cambia día a día, no hay un día igual a otro, nunca, ni lo abra y cada hombre es un mundo y lo que le funciona a mis compañeros, no necesariamente me tiene que funcionar a mí, es decir, que con todos estos ejercicios que estoy practicando para ser actor, es para ser el actor que yo mismo estoy formando con ayuda de otros. Pero seré un actor único, porque solo en el mundo hay uno que es yo. Solo hay un Guillermo Gil, una Margarita Saenz, un Álvaro Guerrero, un Adrián Joskovish.

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La Chunga.

En el verano del 91 vi dos veces La Chunga, en el teatro Juan Ruiz De Alarcón en el Centro Cultural Universitario, la primera vez la vi solo y la segunda invité a un amigo que se llama Miguel, este amigo no tenía nada que ver con el teatro, era la primera vez que entraba en uno, yo tenía 18 años recién cumplidos y el tenía 22. El al igual que yo, no tenía idea de lo que quería hacer en la vida, y le gustaba solamente el desmadre, pero el desmadre extremo, meterse a una pulquería y provocar que se hicieran los madrazos, salir de ahí cagado de risa, empedarse, vender droga o partes de coches robadas, toda una fichita, pero a mí me caía bien y me hacía reír mucho. Ese domingo yo tenía dos pases para ver la obra, ya la había visto anteriormente, pero salí con un agradable sabor de boca y verla una vez mas para mí no significaba ningún problema. No recuerdo de que iba la obra, recuerdo un espacio oscuro, era un bar de mala muerte, el Maestro Retes metió en el escenario una barra de bar y una mesa con cuatro sillas y para dar las transiciones temporales esa mesa con esas cuatro sillas, giraban sobre su mismo eje, un efecto que yo presenciaba por primera vez y que me maravillo para toda mi vida, tanto que hoy sigo recordándolo. De los actores que participaban recuerdo a Teresa Guerra, egresada del CUT y que en escena se veía bellísima, era la protagonista, a Alejandro Castañeda, que después me entere de que en una salida al desierto con Julio Castillo se metieron peyote y Alejandro cayo en un hoyo y que eso hizo que tuviera un mal viaje, y algunos directores dicen que después de eso Alejandro se volvió un actor muy mediocre, ahora no sé que será de el. Luis Felipe Tovar, un actor reconocido en el teatro, cine y televisión, y que yo lo había visto en un comercial del gobierno mexicano en donde bebía agua con su compadre y los dos decían: ¡Agua¡¡agua, compadre! Era un comercial que nos ponía al tanto de las reformas en pueblos que el gobierno mexicano había hecho. Sin embargo en el montaje mi atención estaba en lo que hacía su personaje, en un momento su personaje se acercaba a La Chunga (Teresa Guerra), la abrazaba con mucho deseo y me producía deseo a mí también, durante un monologo su personaje caía de sopetón en la cama dejando su cabeza colgada en el aire como si estuviera muerto y se hacía el silencio, en el teatro no se escuchaba nada y de repente alzaba la cabeza rápidamente haciendo que yo como espectador me asustara y sacara de mi un uffff, ahora lo tengo muy presente porque muchos actores consagrados dicen que es bien cuando no sabes lo que el actor enseguida ara, que un buen actor sabe cuando sorprender al espectador, porque no vende lo que va a suceder y eso me paso cuando Luis Felipe Tovar hizo ese movimiento y creo que por eso mi atención estaba en el. Es una sensación donde no sabes que viene, es un poco una sensación que tiene que ver con la angustia de lo desconocido y con eso que se dice: “Me tenían al filo de la butaca”. .. Cuando acabo la obra y Miguel yo nos fuimos a casa, Miguel no paraba de hablar de Teresa Guerra, “de Chunga no tiene nada la hija de la chingada, mas bien esta rebuena la cabrona, ¿viste como ese wey la tocaba?. Yo quería que le alzara mas la falda para verle los calzones, porque, no mames, tenía unas piernotas pa´meterle unas mordidas y unas lamidas por todas partes. Si yo fuera su cabrón, me la pasaría cogiendo día y noche con ella, esa morra tiene todo, le viste su carita, esta bien bonita, sus labios rojos, carnosos. ¿Si un día la esperas fuera del teatro, le puedes hablar? ¿Yo, supongo que si, no? . No tiene guardaespaldas? Esos cabrones no dejan que te les acerques a los artistas. Si vuelves a venir al teatro, invítame, yo por esa chava, vería la obra un chingo de veces. Aunque ya se va a terminar, creo que les quedan dos fines de semana. No mames, que chingona estaba la obra, esto de venir al teatro es de puta madre, lastima que nos quede tan lejos de casa, debería de haber un teatro en nuestro barrio, en San Agustín. Sí que estaba buena la obra. (Y si que estaba rebuena la Tere Guerra).

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En el depa de Corredores.

Habíamos hecho nuestro examen de realismo norteamericano bajo la dirección del Maestro Tavira en el foro de la Casa del Teatro. Y los dos teníamos una buena sensación, compramos unas caguamas y nos fuimos a casa de Aleksei, brindar por el examen, al otro día les tocaba a los otros compañeros, y nosotros dos teníamos un día libre, y la noche se presentaba como un lugar de reposo, ligero, pero a la vez lleno de alegría y orgullo, salir de ese examen con un estado de animo positivo era muy satisfactorio, era lo mas de lo mas. Destapamos una caguama para cada uno, y sacamos nuestros cigarros, yo como siempre mis faros y el sus Marlboro. Aleksei, hablo de un trazo que le requería mucha exactitud y le costaba mucho trabajo, yo me escuchaba en sus palabras, porque el Maestro Tavira cuando te dirige te marca tus movimientos y quiere que los hagas exactamente como el te los pide, ni más ni menos, si quiere que des un golpe en la mesa con el puño cerrado tiene que ser así y no sustituirlo con una golpe en la mesa con la palma abierta, además te pide que tus operaciones mentales las hagas y que no las supongas, y es que eso es evidente porque como bien dice: sí las suponen no suceden. Después encendimos un toque de mota y seguimos bebiendo, hablando de teatro y del examen, pero ahora el tema era la famosa bifrontalidad, porque hay cosas que el personaje no sabe y el actor tiene que saberlo todo. Como cuando tienes una indicación técnica y ala vez tienes que estar dentro de la ficción. A mí esos retos me encantan, cuando el personaje esta abriéndose y se desagarra por que en ese momento le han dado una noticia fuertísima y como actor tienes que dejar que eso te suceda, permitírtelo y a la vez no salirte de la luz, hablar a cierto volumen porque el espectador de la ultima fila te tiene que escuchar. Hay una anécdota en el taller de teatro de Moscú, cuando Stalinislavky les puso un ejercicio a su compañía, el ejercicio trataba de que un personaje X llegaba a su casa y recibía una carta en donde anunciaba la muerte de su Padre, se dice que a un actor le dio un paro cardiaco en pleno ejercicio y nadie le creyó. El teatro es real, sucede en tiempo real, pero el actor hace un chip en su mente, esta también en la ficción, es como jugar a estar en el estado de vigilia y a la vez en el estado de ensoñación, un juego un poco peligroso, porque si no lo tienes claro puedes confundirte y estar en el sitio equivocado. Cosa que me sucede con actores que vienen de otras escuelas, siento que actúan cuando no tendrían que hacerlo, creo que hay que actuar en un escenario y no en una cena, por ejemplo. Benedetti lo tiene muy claro, en uno de sus poemas menciona que el desencanto y el mayor de los desencantos es ver al actor que hace de Hamlet en la fila de la panadería. Aquí el desencanto visto como algo positivo.

Aleksei se había dejado el bigote y se había cortado el pelo, yo me tuve que dejar el pelo un poco mas largo porque mi personaje usaba un tupe al estilo Elvis, las dos obras eran de Arthur Miller y las dos eran de época, una era de la posguerra y la mía era de los años sesenta, de toda esa gente que tuvo que emigrar de su país a los Estados Unidos porque había trabajo. Seguimos fumando y tomando hasta que ya no podíamos seguir hablando del examen, hasta que nuestra conversación se agoto y el efecto del alcohol hizo que cerráramos nuestros ojos y nos quedáramos dormidos, esa noche recuerdo que no soñé, recuerdo profundo y oscuro el sueño, y me fui a la casa de mi madre, para contarle que me había ido bien en mi examen y que estaba muy contento, no sé porque tenía la necesidad imperiosa de compartirlo con ella.

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CURSO PROPEDÉUTICO.

La dinámica del curso propedéutico, se basaba en el caminar, (Duró todo el verano, julio y agosto.)- caminar en todas sus modalidades. Se decía que la escuela era peripatética. Igual que la escuela Aristotélica. Y se incluyo una variante: nos tirábamos en el suelo a relajarnos y de ahí construíamos ficciones, es decir, el profesor nos daba la indicación de representar una idea, un concepto ó hasta una cosa, no de forma literal, si no de expresar su esencia, un ejemplo muy claro me lo dio el Maestro Caballero:- Cuando digo perro, no me refiero a un animal de cuatro patas, con pelo y que ladra, me refiero a su esencia, un perro, puede ser fiel, pero también puede ser violento, también tiene sensibilidad a los estímulos exteriores y obedece a un pasado, a un previo aprendizaje, pregúntate qué hace un perro cuando ve a la gente comer, puede no hacerle caso a su instinto y hasta que no le dan su plato, le dicen come y lo hace. Un toro de sangre brava puede ser tierno, es violento por naturaleza y esa puede ser su esencia. Con esta nueva reflexión me dí cuenta que lo que estaba haciendo no era mas que pura y simple imitación.  Regrese a las clases y no me dejaba ir por lo evidente, lo pensaba un poco y trataba de trabajar un  detalle y mi camino se desarrollaba en esa línea. También me ayudo mucho ver a un compañero, Miguel se llamaba, un chico que a mí en lo personal me cayo muy bien y que mi primera impresión de él fue que era un chico muy educado, leía muy bien, con ritmo y le daba sentido a las frases, no solo la hacía en castellano si no que podía hacerlo en un ingles muy fluido. La esencia de un elefante fue la indicación que Caballero nos indico, me quede en blanco, pero Miguel se puso en cuclillas caminado lentamente, cerro los puños, sacaba un sonido muy grave y ronco, y cuando lo vi  me encontré con lo que era la esencia de este animal, grande, pesado, por momentos arrítmico y por momentos lento, me dí cuenta que allí en ese momento las instrucciones del Maestro Caballero cobraban sentido, por momentos hasta llegue a pensar que ese elefante tenía una edad y lo veía viejo y un poco cansado. Me pregunte ¿Por qué  el Maestro Caballero no nos divide y así podemos observar lo que nuestros compañeros hacen y viceversa, que también mis compañeros se den cuenta de lo que hago yo? Y entonces me dí cuenta que mis Maestros también eran mis compañeros, mis compañeros eran mi referente, eran mi espejo. La verdad es que siempre viví pensando en que las cosas las hacía de regular a mal y no por actitud, porque siempre hacía las cosas lo mejor que podía, pero era evidente que el teatro me exigía más y siempre me sentí cuestionado, cada vez que había una evaluación, me decía a mi mismo:- Me van a echar, me van a echar. Y sufría mucho, un momento llegue a pensar que yo no me iba de la escuela hasta que no me dijeran vete, pero también me dí cuenta que esos pensamientos solo hacían que me fuera anulando yo mismo y que si me iban a echar de la escuela les dejaría la responsabilidad al cuerpo artístico y no a mí, porque ese no era mi trabajo, vivía con la necesidad de encontrar una respuesta a mi pregunta inicial: ¿Qué es el teatro? Cuestión que me sigo haciendo todavía, pero que tiene que ver mas con reflexiones filosóficas y más aun ¿Para qué el teatro?. Pero tome la decisión de que si no encontraba esa respuesta, lo que me quedaba era esperar y que la respuesta vendría sola con el trabajo en clase, con la reflexión constante,  escuchando a mis compañeros, aprendiendo de mis profesores, pero por sobre todas las cosas con indagar en mí mismo, cosa que también me era dolorosa, pero que asumí, sabía que no me quedaba de otra y empecé a vivir el día a día sin que fuera algo monótono, si no más bien vivir el presente de cada clase e incluí, el gusto por las clases de expresión corporal que el Maestro Vargas nos daba. Ya que en esa clase Vargas más que meterse conmigo o con mi forma de ser, me mantenía muy ocupado pensando en el trabajo, es decir en la técnica y en el desarrollo de los ejercicios, veía una búsqueda que se trasformaba en acciones corporales y sentía que no estaba tan limitado como con el desarrollo de mis sentimientos, ya que un problema que sabia que tenía que trabajar, era en mis emociones y en el desarrollo de mi capacidad para verbalizar mis puntos de vista o mis reflexiones sobre el comportamiento humano, o en el análisis de los ejercicios de los demás. Y es que ahora me doy cuenta que no podía verbalizar un ejercicio, mientras yo, en esos momentos no entendía nada de lo que me explicaba Luévano o Caballero. Para mí la experiencia fue fundamental, lo más importante que aprendí en esos momentos, era: Mantén la boca cerrada, no hables por hablar y arriesga.

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La entrevista.

LA ENTREVISTA.

 

Mi entrevista fue a las 6 de la tarde en la Casa del Teatro, calle Vallarta 31-A, en el bellísimo barrio de Coyoacán. Cuando llegue, llovía muy fuerte y estaba empapado pero no me importo porque traía mi ropa de trabajo y podía cambiarme. Yo me esperaba encontrarme una escuela de gobierno, de estas típicas del funcionalísimo mexicano, una escuela de dos plantas con patio central, y no era realmente una casa, una residencia colonial preciosa, justo a lado de la casa de la Malinche y frente al parque de la Conchita, el zaguán  estaba abierto, lo primero que vi fue el patio que se encontraba lleno de grava, estaban de obras, justo a un lado la secretaría, con poca gente y con una iluminación muy calida, como si dentro estuviera la chimenea encendida y la gente se protegiera del frío, me dirigí ahí y llamé a la puerta. Me recibió un hombre de unos cuarenta años, que vestía un chándal de color azul claro, con una sudadera de color blanco y rayas oscuras, calzaba unas Adidas blancas de piel y usaba gafas de pasta negra. Le dí mis fotos y mis papeles, me dijo que lo siguiera, cruzamos el patio y entramos a la casa, subimos unas escaleras y me llevo a un salón improvisado, allí se encontraban dos chicas que también se presentaban a la prueba. Me puse mi ropa de trabajo y empezamos la sesión.

Corrimos por el espacio en círculo, luego nos dieron indicaciones para hacer variantes, después no hizo pararnos de cabeza, cosa que a una de las chicas se le dificulto mucho. Enseguida nos llevo a otro salón con una mesa grande y allí nos dio unos cuestionarios para responder, era el famoso examen psicométrico que yo ya había hecho en el C.C.H. Es un examen de quinientas sesenta seis preguntas estupidas y nos dejo solos. A la media hora, entro por la puerta un hombre de unos sesenta años, blanco y delgado, vestido con un pantalón de mezclilla, portaba un jersey de cuello caja que hacía que se le asomara el cuello de la camisa, calvo y con una prominente barba blanca larga que recuerda a los filósofos alemanes de los años treinta. Era la primera vez que tenía a una persona con esas características físicas tan de cerca, se sentó a lado de mí, nos saludo a los tres, muy serio y nos dio unas hojas de otro examen y  se fue. Yo me quede con una sensación rara, porque el señor me impresiono, inmediatamente me dí cuenta que era el director de la escuela, sin que yo lo supiera adivine que, era el famoso director y pedagogo Luis De Tavira, en su cara y en su cuerpo, estaban impregnadas todos los signos de un hombre de teatro. Pensé en  la historia teatral de México, vez que es algo que tienen las personas que han dedicado toda su vida a una profesión, por ejemplo, la primera vez que vi a un rock star sin que el me dijera quien era, emanaba por su cuerpo, la música y el rock and roll. Así el Maestro Tavira expulsaba de sus poros el arte del teatro en toda su persona. Me dio miedo pensar que fuera el mi maestro, porque creí que era muy estricto,( no me equivoque.) Cuando me llamaron para la entrevista, estaba él y el profe que nos había dado la clase física, los dos me miraban fijamente, sentados detrás de una mesa.  Desde que entre sentí que cualquier movimiento iba a ser utilizado en mi contra, así que trataría de comportarme a la altura de estos dos seres serios. El Maestro Vargas me invito a sentarme frente a ellos. La primera pregunta la hizo el Maestro Tavira: ¿Tú crees que no será un problema venir todos los días a la escuela, sí es que vives tan lejos?  Le conteste que ya estaba acostumbrado. En ese momento me dí cuenta que estábamos controladísimos, porque ese cuestionario que ellos tenían en sus manos yo lo había terminado hace quince minutos y ellos ya lo habían leído. A continuación no recuerdo muy bien las preguntas que me hicieron con exactitud, pero recuerdo que nuestra conversación  desemboco en mis miedos y el mayor miedo que yo tenía era a la oscuridad, Tavira hábilmente concluyo que ese miedo venía de una experiencia negativa entre mi Padre y yo. Cosa que no me resulto exagerada ya que la relación con mi Padre no era buena. Relaciono esto con la confianza y me hablo de que el teatro es un arte colectivo en dónde la confianza es absolutamente incuestionable en el hacer teatral.  Seguramente vio algo en mí, que demostró mi incomodidad y me dijo que no me molestara que estábamos ahí para conocernos, cosa que me asusto más, porque yo ya quería largarme de ahí. Pero siguió cuestionándome, recuerdo que se me hizo un nudo en la garganta, y pensé que no le daría el lujo de verme llorar, recordé a mi Padre cuando me decía que yo no aguantaba cuando se me metía presión y que mi salida era el llanto. Así que lo que hice fue dejar que hablara, me tranquilice y no escuche lo que me dijo, entonces me pidio que presentara la canción que había preparado, me puse de pie y entone la canción de Javier Corcovado, “una gota de miel”. Cuando termine, pensé que no la había hecho mal, Tavira se me acerco, tomo mi cabeza con sus manos y miro mi oreja, me dijo: ¿Tienes problemas en el oído?,  yo le dije que en mi examen de ortofonía, todo había salido bien. Vargas cogío el examen y dijo que efectivamente todo estaba en orden. Tavira se sentó y me ordeno hacer el monologo. Me levante y cogi mi vestuario que había preparado, mientras me vestía vi que a Luis  se le asomaba una pequeña sonrisa de su barba blanca, acción que me hizo pensar en que el señor se estaba divirtiendo, y eso me hizo sentir mejor, porque mi monologo era cómico. Entonces me dio confianza y empecé a interpretarlo. No iba ni a la mitad de mi actuación cuando escuche un :-“Gracias”, del Maestro Tavira. Pensé que no me había dejado demostrar mi talento, me quede como de hielo. ¿Por qué vas tan rápido? Me dijo: Y yo le conteste: -Si quieres le cambio el tono-. Ya que yo pensaba que podía hacerlo de mil maneras diferentes y en tonos totalmente opuestos a lo que yo proponía. Pero me dijo que no, que pensara en que nadie me correteaba y que podría hacerlo mas despacio… En fin… Con lo que había visto ya era suficiente, que me fuera a terminar con mi examen psicométrico, que volvería a llamarme mas tarde. Regrese al salón enfadadísimo, en primera porque había cortado mi monologo, en segunda porque casi me había hecho llorar y en tercera porque yo no tenía mal los oídos, recuerdo que pensé que esa no era una escuela, estaba en obras y los maestros no parecían Maestros, parecían personajes salidos de la antigüedad, de un cuadro del renacimiento, me dije a mi mismo: ¡cómo es posible que el teatro este en manos de gente así¡ ¡Gente que se ríe de mí.¡. La verdad es que no se que me hizo quedarme, porque sabía que no me aceptarían en ese centro de humillación personal. Pero continúe haciendo el examen hasta que me volvieron a llamar. La misma dinámica, me sentaron y espere a ver el veredicto. Tavira tomo la palabra y me dijo:- Hay muchas cosas en ti, que me hacen pensar que es necesario para ti, estar aquí, veo una necesidad portentosa de expresarte a nivel artístico, veo una persona que puede estar aquí, haciendo teatro. Pero hay otras cosas que me hacen pensar que tienes que resolver algunas asignaturas personales, no quiero que después pienses que no es lo que te imaginabas. Parece ser que en tu cabeza tienes una idea muy fija de lo que es el teatro, y eso me preocupa, porque nosotros te vamos a mostrar un manera muy diferente del quehacer teatral y no se si te va  gustar, así que porque no mejor me lo dejas pensar unos días y nos comunicaremos contigo. A mí, me desarmo, porque no sabía si quedarme o irme, no sabía si me querían o me rechazaban, entonces emplee la frase que mas he repetido a lo largo de mí vida actoral: Muy bien, pero si la respuesta es no, por favor también háganmelo saber, para no estarme haciendo ilusiones.. Y me fui.

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De cómo ha cambiado mí vida desde que estudio teatro

Desde que he tomado clases, la organización de mí día a día ha cambiado radicalmente.  Si antes me dormía a la hora que me daba sueño, es decir a eso de las 12 ó una de la madrugada, ahora me acuesto a las diez de la noche, leo un rato y antes de las diez y media ya estoy completamente dormido. Por las mañanas es cuando me asalta un gran abismo existencial porque antes me despertaba entre once y una de la tarde, ahora me despierto a las siete y media de la mañana, media hora después que mi papá. Desayuno y me ducho en cuarenta y cinco minutos, salgo de mi casa a las ocho de la mañana, porque además de preveer  la distancia que tengo que recorrer también tengo que tener en cuenta que lo que no puede faltar en esta enorme ciudad es el tráfico, si no, no sería el D.F.  Y perdería toda su esencia caótica que lo que distingue a nuestro querido Distrito Federal, como la urbe más grande, poblada y contaminada del mundo.

Tomo un autobús que ya va lleno y que me lleva al  paradero apocalíptico del metro Indios Verdes (Ese nombre nunca me ha gustado pronunciarlo, es difícil ponerle un mote simpático, por ejemplo a la estación Moctezuma, se le dice la Montechusma. A Xochimilco se le dice Xochijiustón y a la Aquiles Serdán se le dice la Aquilesdan y hay unos maldosos que hasta dibujan un pito a lado de su dibujo en los vagones donde están anunciadas las estaciones, pero  a Indios Verdes se le dice Nacos verdes y no es simpático, es racista y poco creativo)… Este autobús tarda una hora y voy de pié.  Para después abordar el metro que esta más lleno que la China y recorro diecinueve de las veintiuna estaciones. Casi toda la línea verde hasta la estación Miguel Ángel De Quevedo, a veces puedo ir sentado o no. Aquí invierto cuarenta y cinco minutos, si es que el metro no se detiene en algún túnel. Salgo del metro corriendo a la avenida Miguel Ángel de Quevedo que ya es Coyoacán y tomo un microbus que me deja a dos calles de la Casa Del Teatro. Casi siempre llego dos minutos antes de las diez de la mañana, tiempo que aprovecho para ponerme mi chándal y mi camiseta, ropa que he aprendido a nombrar como ropa de trabajo.

En estos dos meses lo que hemos hecho en clase es hacer ejercicio físico y caminar a lo bestia, caminar en todas sus variantes, caminar lento, caminar en estado de alerta, caminar sigilosamente, buscar equilibrios, caminar en circulo, correr que es una manera diferente de caminar, y buscar el punto, que no es cualquier punto, el punto es el estimulo ficticio. Pero de lo que yo imaginaba por actuación no hemos visto nada.  Un día el Maestro Luévano, nos pidió que memoricemos  diez líneas, el tema no importa es libre y nos puso hacer una secuencia de movimientos físicos jugando con nuestros volúmenes vocales y sus posibilidades de matizar nuestras diez líneas. Yo memorice un pequeño monólogo de un autor que se llama Héctor Huidobro y que creó que solo lo conocen en su casa. Una de las chicas utilizo el Padre Nuestro he hizo su dinámica corporal con esta oración, cosa que al Maestro Luévano le encabrono de sobremanera. No porque Luévano sea católico, sino porque dijo que esta mujer estaba queriéndonos ver la cara de pendejos. El Padre nuestro, dijo- Es una oración que se la sabe todo México, hasta los niños antes de aprender a leer ya se saben el Padre Nuestro, es más desde que están en el vientre de la madre ya se saben el Padre Nuestro. Y Luévano empezó a decir la oración en Voz alta: Padre nuestro, que estas en los cielos. Santificado sea tu nombre, etc, etc, etc y al terminar dijo:- No me importa si llegas a tu casa y tienes muchas cosas que hacer, es más, no me importa si tienes un trabajo y a la vez estudias y estas cansadísima y nos has dormido nada. Un actor que no es capaz de aprenderse de memoria diez líneas insignificantes de un día a otro, es más insignificante él, que cualquier otra cosa en el mundo. Eso no es un actor en formación, eso es ser una chingada mujer perezosa, floja y sin escrúpulos de querer vernos a todos la cara de que haz cumplido con tus deberes. Se hizo un silencio sepulcral y enseguida Luévano río y le toco con su mano la mejilla de esta chica, para después decirle:- No lo vuelvas hacer. Y ese gesto nos relajo a todos, pero me dije a mí mismo: – Llueva, truene o relampaguee haz tus deberes.

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Una señal?

A los 17 años, mi Padre me hizo la pregunta del millón: ¿Qué vas a estudiar cuando acabes el C.C.H.? Yo no tenía ni idea. Lo único que quería era dinero. Dinero que tenía porque vendía ropa en la lagunilla, en la calle de Comonfort y vendía bien, lo que tenía claro era ponerme otro puesto de ropa y comprarme mi coche. Me imaginaba con dinero, viviendo solo, follando con quien quisiera, empedándome y drogándome, ir a la playa y trabajar lo menos posible. Así que como a mi Padre no le podía decir mis aspiraciones, le dije que no sabía. Pues te queda un año, me dijo, así que vete aclarando. Nosotros vivíamos al norte de la ciudad, en el municipio de Ecatepec, en un barrio que se llama San Agustín, barrio de comerciantes, rateros y asesinos, en donde si no formabas parte de este gremio, te quedaba la posibilidad de largarte a trabajar de mojado en lo que fuere en Estados Unidos. Mi Madre tenía una perfumería y tuvo el acierto de apuntarme en una escuela de iniciación artística, en donde los martes y los jueves hacían un taller de teatro, taller al que solamente iba a frivolizar y a reírme con mis compañeros, la verdad es que no me lo tomaba en serio. Se que lo que hacíamos era muy difícil y por lo mismo le guardaba respeto. Creo que en ese tiempo el teatro era a lo único a lo que yo le guardaba respeto profundo, no entendía nada y por esa misma razón lo respetaba.

Cada sábado iba al teatro, veía obras en el centro cultural del Bosque, ó en el Centro Cultural Universitario y me grababa los nombres de los actores, directores y dramaturgos. Pero no fue si no hasta ese año, que un amigo me invito a una obra de teatro donde el participaba en el teatro Julio Castillo, la obra se llamaba  “Clotilde en su casa” de Jorge Ibargüengoitia y la dirigía el Maestro Luis De Tavira. Invite a mi prima. No recuerdo la trama de “Clotilde”, recuerdo a Julieta Egurrola y a Adrián Joskovish follando y al gran actor Guillermo Gil entrando en escena, su personaje entraba y tenía ganas de cagar, así que iba al baño, se bajaba los pantalones y mientras cagaba encendía un cigarro y fumaba. También recuerdo a Hernán Mendoza haciendo el papel de Jorge Ibargüengoitia, escribía y lo que pasaba por su mente lo veíamos escenificado detrás de el. El montaje del Maestro Tavira era bellísimo, recuerdo a ver pensado: Yo quiero estar ahí.

Antonio, el amigo que me había invitado, me presento a muchos de los actores y a los músicos que participaron en la obra. De todos ellos, recuerdo a uno en especial que se llamaba Santiago, un músico que tocaba el trombón. Un día estando yo en el puerto de Acapulco, no tenía donde dejar mi maleta, mi autobús salía esa misma noche y nos habían echado del hotel, yo estaba tirado en la playa de la Condesa con mi maleta usándola como almohada  perdiendo el tiempo, pensando en que me faltaba mucho tiempo para tomar el autobús, y entonces vi a Santiago caminando por la playa y fui a hablar con el, vagamente se acordaba de mí, pero logro acordarse de mí  y me dijo que el era de Acapulco y que ahora estaba de visita con sus Padres, así que le pedí que me echara una mano guardando mi maleta y acepto. Después de eso, no volví a verlo jamás.

 

 Al año siguiente en un microbus estaba pensando en que iba a estudiar, pero no sabía que. Lo único que sabía  era que no tomaría ninguna carrera que tuviera que ver con matemáticas, química o física, tampoco ninguna que tuviera que ver con leyes, ni derechos humanos, ni esas cosas, solo sabía que me gustaba la música y que mi encuentro con el teatro a pesar de no tener ni idea de lo que iba era lo que mas me estimulaba, descarte la música porque soy una persona completamente arrítmica, así que solo me quedaba el teatro y pensé seriamente en ser actor. Entonces le pedí a Dios que me mandara una señal, que si estaba tomando una buena decisión se manifestara en algo, vi que el chofer cómo buen microbusero religioso tenía una virgen de Guadalupe en el parabrisas y entonces le pedí  a ella: “Quiero escoger algo de lo que en mi futuro me sienta orgulloso. Algo en donde valga la pena dedicarme toda mi vida y que sea algo que me cueste trabajo, algo que sea difícil. ¿Tú crees que el teatro sea el camino a donde estoy llamado?”. El microbusero freno y el altar donde tenía a la Virgen se apago y empezó a parpadear hasta que se quedo encendida otra vez. Y yo, me quede sorprendido, porque para mí eso era una respuesta, y la interprete como un si.

Es muy relativo eso de fiarse de las señales. ¿Qué tal si eso quería decir no?. Pero yo lo leí como si. Y lo que podamos reflexionar sobre eso a estas alturas del partido no importa.

Llegue a mi casa, salude a mis Padres, cene viendo la tele y me fui a mi habitación, y vi que la revista Proceso estaba en mi cama y me puse a hojearla, en la última pagina había un anuncio que decía: “Casa del teatro abre sus inscripciones para su ciclo de formación actoral 1990-1994, los interesados deberán cumplir con los siguientes requisitos: 1. Comprobante de Bachillerato. 2. Acta de nacimiento. 3. Dos fotografías. Una de un primer plano del rostro y otra de medio cuerpo. 4. Experiencia Teatral. Y la convocatoria aclaraba que había que hacer una entrevista y una clase física.  Los interesados llamar a los siguientes teléfonos 5659 64 54 y 5659 64 55.  Precios de la inscripción 200, pesos. Cuerpo académico: Luis de Tavira. Jorge Vargas, Rogelio Luévano, José Caballero y Morris Savariego.

Más abajo de esta convocatoria venía publicada la convocatoria del Foro de la Rivera, la escuela que el Maestro Margules dirigía, pero el precio era de 50 pesos más, así que me decidí por Casa del Teatro y llame para sacar cita. Me contesto  una voz muy agradable y simpática, me inspiro mucha confianza, pensé que me contestaría una secretaria con voz de burócrata pero no, me contesto María Inés.

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Los teatreros salvajes

(En homenaje al Maestro Bolaño, por su novela de casi el mismo nombre. Salvando las distancias.)

El 17 de julio de 1992 yo cumplía 19 años. Era lunes y ese mismo día era mi primer día en la Casa del Teatro, una de las mejores escuelas de formación actoral de México. Esa mañana llegue tarde y con resaca. No asistí a la primera clase que era expresión corporal del maestro Jorge Vargas y esperé en un salón a que se hiciera el cambio de clase. Así que aproveche para descansar un momento y cerré los ojos, no llegue a dormirme cuando escuche que abrían la puerta y entraba un hombre de 55 años, moreno, con el pelo largo y entrecano con lentes, que asomaban una mirada intensa, directa, como la de un francotirador que observa su objetivo y que tiene el control periférico de todo el espacio, su cuerpo era grande, no puedo utilizar la palabra gordo, porque no es correcto, pero su cuerpo me sorprendió porque era muy robusto, de huesos gruesos, anchos, al igual que sus piernas, su cara, su cabeza, su cadera, sus manos, vestía con un chándal oscuro, una sudadera de manga larga también oscura, pero lo que me sorprendió fueron dos cosas: una era un chal de la India que le cubría totalmente el cuello y le caía hasta el estomago, y unos zuecos de madera, que hacían zap, zap, cada que daba un paso, en el parket del salón. Traía en las manos una pandereta. Buenos días, me dijo y cómo si se tratara de un resorte me levante del pupitre y le regrese el saludo, después salio del salón dejando una estela de perfume que me recordó al perfume que utilizaba mi abuelo, creo que el perfume se llamaba Brut, y que era de botella verde con una pegatina garigoleada que me recuerda a los adornos que les ponen a los vinos antiguos. Era el maestro Rogelio Luévano, en ese momento no pensé en la influencia poderosa que iba a ejercer en mi vida actoral y personal.

 A los 15 minutos el grupo terminaba la clase, y pude conocer a los integrantes. Todos eran de mi  misma edad. Contándome a mí, éramos diez. Todos estaban completamente sudados y excitados, porque el Maestro Vargas los puso a correr como jamelgos y todos bebían agua como desesperados, unos me saludaron, otros pasaron de mí, pero recuerdo un grupo de tres chicas que hablaban entre si, diciendo lo exigente que había sido la clase y la putiza que les habían metido. Inmediatamente entro para mí sorpresa el Maestro Luévano y dijo:- Buenos días y todos dieron replica, menos yo, porque yo ya lo había saludado antes. Entonces el Maestro dio un golpe en su pandereta y dijo:-¡¡¡Y va¡¡¡ y como si fuera la trompeta que utiliza el ejercito para dar la diana, todos nos pusimos atentos desde el lugar en donde estábamos. Y la clase comenzó.  Nos puso a correr por el espacio, luego nos hizo caminar en círculo durante más de media hora y nos daba instrucciones mientras caminábamos, nos decía cambio de dirección, vuelta, vuelta y media, otra vez cambio de dirección, vuelta, dirección contraria, etc, etc, pero siempre al ritmo de la chingada pandereta, no dejaba de tocarla, hubo un momento en que me sentía en una clase de circo mas que en una clase de actuación. Luego, nos puso hacer abdominales a lo bestia con ayuda de un compañero, enseguida sentadillas, luego planchas, me recordaba a mi entrenamiento de futbol americano. Hasta que llego un momento en donde nos tiro en el suelo y nos hizo un ejercicio de relajación, profundísimo. Escuchen el sonido mas lejano, ahora escuchen el sonido mas cercano, sientan su cuerpo como toca el suelo, que partes de su cuerpo tocan mas, que partes tocan menos. A mí ese ejercicio me encanto, cuando termino ese ejercicio volvimos a la realidad armoniosamente, poco a poco hasta que quedábamos en pie, recuerdo ver al Maestro y ver que el también estaba sudado como nosotros. Entonces, nos sentó en el suelo y nos dijo: Quiero, que con una acción, con un movimiento corporal me digan que es para ustedes el “Ridículo” Exprésense sin palabras, escenifiquen una acción, utilicen lo que quieran de su cuerpo, menos las palabras. Cuando yo pase al escenario hice como si estuviera tarado, como si no me diera cuenta de lo que pasaba a mí alrededor, y ponía cara de dormido. Recuerdo que una chica se tiro al suelo y soltó un grito enorme que lleno el salón y retumbaron las paredes, y yo pensé que representaba un berrinche, luego otra chica hizo el clásico resbalón y que los que observan se ríen de esa persona que se resbala, también recuerdo el de un chico que hizo como si estuviera borracho combinándolo con estiramientos y acrobacias casi imposibles. Cuando pasamos todos, reflexionamos sobre el ridículo. El Maestro menciono que sea lo que sea para nosotros el ridículo, teníamos que olvidarnos de ello. El ridículo en la vida del actor, no existe. Y añadió, mucho menos cuando un resbalón es motivo de risa. Por primera vez en mi vida, sentí miedo. Miedo a decir o hacer cosas sin justificación, cosas impunes.

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