Anoche vi un documental de The Doors en Netflix.
Se llamaba “When You’re Strange”.
Vámonos de fiesta. Aún hay esperanza.
Vengo de un proceso de dos semanas de repensamiento flamenco por Granada y Cádiz (La Muela y San Fernando). Se me ha agotado el término “puro” en estos días. Lo he activado a través de un taller llamado “Santificarás las fiestas” ajeno a la violencia del cuerpo libre, como un niño que sabe que el fuego es poderoso pero necesita prender una servilleta y poner el dedo. Yo lo único que quiero es ver si existe la utopía (ingenuo, soñador, indefenso); y el cuerpo de la utopía tiene que nacer de la fiesta.
La fiesta salvaje es de los insurrectos, los soñadores y los esperanzados.
La utopía se llama colectividad, libertad y transgresión. Siempre público-siempre popular. Un cuerpo que se active desde la comunión con la esperanza lo hace también desde la comunión con la fiesta. Ese ejercicio sanador que denominamos fiesta y que nos ha acompañado desde los inicios es una batalla; el cuerpo de la fiesta es una guerra, un posicionamiento en la libertad. Temer la fiesta es lo mismo que temer un bazoca. Cuerpo bazoca colectivo. A Jim Morrison lo llamaban el Rey Lagarto. Le gustaba escribir poesía. Se transformaba en el escenario en su alter ego, Jimbo.
Este estado de fiesta que busco y del que hablaba Enrique Gil Calvo manifiesta lo puro. Y si tuviésemos que dar ese vocablo a una Casa de Poniente sería a La Familia Flamenca. Jerez como campo de batalla.
Jim Morrison sobre un escenario es puro.
Y Tomasito también.
#LaUltraviolenciaEsOrdenarLaFiesta