a ras de suelo 2010.2

EL PLACER DE LA ESCOPTOFILIA

Límite. Tal vez ahí se encuentre el secreto. Establecer un lindero, un impedimento, una complicación, poner distancia o más bien un punto de vista particular, para creador y espectador.  Una pauta o norma, donde los autores desarrollan su particular proceso de trabajo, la idea del entorno como mecanismo creativo, el “working process”.

Al otro lado el  placer del voyeur, el observador que se oculta, que mira a cierta distancia, en la oscuridad. El ansia del voyeur en sí mismo no trata de la sexualidad. Es un deseo de cambio con respecto al punto de vista. La condición básica del escenario vouyerista es la distancia, una separación esencial entre el que observa y el que es observado. Un límite. A pesar de este distanciamiento, que es por definición insalvable, la mirada del voyeur es una mirada privilegiada. Él es el invitado invisible.

Peepshow, es un término inglés que no tiene traducción a otros idiomas. Consiste en un grupo de cabinas donde el espectador, por lo general en solitario, es deleitado por un espectáculo, normalmente sexual, con la única separación de un cristal, pero conservando su intimidad y anonimato.  El espectador es aquí un voyeur onanista, protegido y oculto, sin identidad. El artista  sólo actúa para su propia imagen reflejada en los múltiples espejos que decoran el interior del recinto. Un lugar donde los límites son claros y evidentes, marcados por cortinas de terciopelo rojo y espejos que nos provocan reminiscencias a otros  lugares de exhibición, los burdeles… y por qué no, los teatros.

Demos rienda suelta a la búsqueda del placer. Tal vez sólo lo puedas alcanzar con tu mirada. Disfruta de tu intimidad, ocúltate y protégete tras el opaco cristal. Esta es la posición
de un voyeur abyecto, que observa desde un lugar que no se ve o no se nota, alejado de las miradas consensuales.

Del lado de la escena un artista narcisista que puede disfrutar del placer de la intimidad, expuesto ante un escaparate de miradas anónimas, consciente de la situación de ser mirado. Por su parte el espectador que en esta situación derrocha el placer de la escoptofilia, disfruta de la protección del cristal, que lo separa de su deseo y oculta su descaro.