segundo encuentro_ L’ESCORXADOR, Elx_ junio 2011

Participantes invitados: Paco Sarabia, Manolo Macià.

Iniciamos este segundo encuentro de la glorieta en Elx con una primera jornada en la que los participantes invitados de la ciudad nos exponen de forma extensa su mirada sobre el tema del centro-periferia, aplicándolo de forma muy específica a su propio contexto social. Nos hablan y describen con detalle los círculos y fronteras que delimitan y dibujan el mapa socio-económico y cultural de la ciudad de Elx. A partir de este primer día de análisis de la realidad social, cultural y política de la ciudad, nos proponemos encontrar estrategias de trabajo que conjuguen dos intenciones: plasmar de alguna forma este mapa trazado en la primera sesión y establecer una metodología de trabajo que nos saque de nuestro “centro” de trabajo, el espacio escénico.

Así surge la llamada estrategia del “telón”. Un trabajo escénico-site-especific-documental. Salir al espacio público apareció durante el proceso como un movimiento necesario para habitar una doble periferia: la física y la conceptual, pues abandonábamos el espacio de la ficción para entrar de lleno en la realidad. Por otro lado, la idea de aquello periférico se había transformado ya en algo mas poético y abierto, lo fantasmagórico, en cierta forma invisible, inaprensible.

La idea de lo fantasmagórico adquirió una nueva capa al hablar del concepto de la apariencia, de cómo nuestras estructuras personales y sociales están basadas en gran medida, si no en su totalidad, en la construcción de máscaras que levantan un muro de apariencias que se convierten en la “realidad”. Una apariencia que engloba lo personal, lo social, lo económico y lo político. Nuestra forma de leer y juzgar la realidad se formaliza siempre a través de este filtro.

Resolvimos entonces que debíamos encontrar contextos o herramientas teatrales que nos permitieran salir al espacio público para revelar/desvelar esta fantasmagoría de las apariencias que nos constituyen. Ser nosotros, agentes que permitieran “ver” mas allá de la apariencia revelando sus mecanismos, los prejuicios con los que clasificamos todo aquello que vemos, poniendo y quitando etiquetas, encerrando y dividiendo a las gentes, los lugares y los grupos, en definiciones que permiten mantener la falsa apariencia de que todo está en orden y funciona correctamente.

Para constituirnos en una especie de elemento fantasmagórico que pudiera perturbar en cierta manera el espacio público y sus mecanismos debíamos convertirnos nosotros mismos en apariencias de aquello teatral. Surgió entonces el telón del teatro como un elemento que podía tomar vida, salir de su espacio natural en la oscuridad de la sala y pasearse por la vía pública invitando de alguna manera a la gente y al lugar a transformarse. El telón, que oculta y resalta, que delimita y acota espacios. El telón del teatro como ese elemento mínimo, universalmente reconocible y tomado como personaje, alguien en cierta manera fantasmagórico, intrigante.

Por otro lado, los intérpretes, el otro elemento básico y esencial del teatro, también debían ser un pálido reflejo, un recuerdo lejano de aquello que todos entendemos por actor. Debíamos convertirnos en interpretes casi invisibles, sombras del actor. Resolvimos que los actores estarían supuestamente ensayando, recordando, la primera escena de Hamlet, aquella en la que el fantasma del padre de Hamlet viene a visitarle, así como un párrafo de la obra Hamlet Machine (Heiner Müller) en la que se hace también referencia explícita al fantasma del padre de Hamlet. Una excusa válida, referente universal del teatro, que nos tenía que permitir ocupar el espacio delante del telón, previendo que algo podría suceder allí. Estrategia oblicua en la que la idea es crear una falsa expectativa de que algo va a ocurrir cuando lo que se está pretendiendo es que la gente, la vida de la calle y los mecanismos de la cotidianidad sean el centro del interés y pasen a ser el objeto de la mirada.

Los actores apenas esbozan algunos gestos, memorizan el texto en voz baja, dejan muchos espacios en blanco y llevan consigo fotocopias de los textos que van ofreciendo a la gente del lugar. Si quieren ser Hamlet, serán ayudados. Los actores se convierten así en “facilitadores”, una especie de demiurgos cuyo objetivo es organizar de forma invisible la circulación de la cotidianidad frente al telón. Catalizar las energías, personajes y poéticas que el lugar ofrece para desvelar la entraña. Un mecanismo que nos permite construir un mapa de gentes invisibles y lugares para poder desvelar y deconstruir los prejuicios sociales y culturales con los que juzgamos y cristalizamos nuestra mirada.

One Comment

  1. bea

    Felicidades por La Glorieta, me parece un proyecto maravilloso!
    Larga vida a La Glorieta!
    Momentos impagables entre la realidad y la ficción, que se convierten en hiperrealidad!!!
    si!!!
    b