El 26 de noviembre Ian Garside y Tomás Pozzi presentaron la pieza David y Goliat en la terraza de la sala de cámara del Teatro Leal dentro de la programación de Danza en Breve 2025: COREOMANÍAS. Sared Jorge Moreno, estudiante del Grado en Estudios Clásicos escribió sobre ella:
La obra David y Goliat de Ian Garside nos invita a adentrarnos en un espacio singular
donde el espectador deja por un momento de ser un observador pasivo para convertirse en el protagonista. Desde el comienzo, la obra rompe la estructura tradicional del teatro y abre paso a una narrativa danzada, ambientada en los acróbatas de circo de finales del siglo XIX, vemos cómo dos individuos comienzan a forcejear, luchar y a realizar movimientos coreografiados, entre otras tantas acciones.
Es un espacio en el que desde el primer contacto, el público es parte de la obra,
debido a que los propios actores introducen a los espectadores a realizar una dinámica
pedagógica de grupo en el que el espectador individual deja de existir y se forja el espectador grupal, siendo este el que crea en sí, el propio escenario de la representación.
En el centro de esta propuesta se encuentran los dos personajes principales: David y
Goliat. Ambos ofrecen una reinterpretación contemporánea del mito bíblico, pero lo hacen
desde una perspectiva profundamente humana y psicológica. En lugar de presentarlos como figuras externas, la obra los plantea como metáforas de fuerzas internas que habitan en cada uno de nosotros. David representa la habilidad, la razón, la astucia y la capacidad de cálculo; y Goliat, encarna la impulsividad, la pasión desbordada y el impulso que a veces domina nuestras tomas de decisiones. Esta dualidad revela que dentro de nuestra psique conviven, en permanente tensión, un David y un Goliat que se enfrentan y complementan a la vez.
A lo largo de la obra, esta confrontación no se presenta como un simple conflicto
entre bien y mal, sino como un diálogo complejo entre distintas facetas del ser humano. La
lucha entre ambos personajes no es un combate para aniquilar a uno u otro, sino un reflejo de las contradicciones internas que forman parte de nuestra identidad. Todos atravesamos
momentos en los que predomina la reflexión estratégica, así como instantes en los que
nuestros impulsos toman el control. La pieza de Garside nos hace conscientes de estas fuerzas internas y nos invita a observarlas desde una perspectiva más sensible y comprensiva.
Así, David y Goliat funciona no solo como una experiencia estética, sino también
como una metáfora de la condición humana. Su capacidad para involucrar al espectador, su juego con los límites del espacio escénico y su reinterpretación del mito bíblico la convierten en una obra que trasciende lo meramente teatral.
Al terminar la obra, seguramente, quedamos todos con la sensación de haber
atravesado un pequeño viaje emocional. No solo por lo que vimos en escena, sino por lo que despertó dentro de todos. David y Goliat no fue simplemente una representación artística, sino un espejo que nos devolvió preguntas, dudas y certezas sobre la propia identidad. Nos invitó a reconocer las contradicciones internas, a aceptar que, como en todos, viven un David y un Goliat en permanente movimiento. La experiencia completa dejó una profunda reflexión sobre la naturaleza humana: sobre cómo luchamos con nosotros mismos, sobre cómo nos equilibramos, y sobre esa tensión interna que, lejos de debilitarnos, también nos construye.
Al finalizar, no es al héroe ni al gigante lo que recordamos, sino la sensación de haber
participado activamente en la exploración de nuestras propias contradicciones internas. En última instancia, la obra nos deja con la reflexión de que todos llevamos dentro estas dos fuerzas que, aunque opuestas, son necesarias para comprendernos como seres completos y complejos.
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