
(imagen sacada del blog de Free Tour)
A estas alturas tanto Rubén Ramos como Miguel Valentín ya han escrito o hablado sobre Free Tour, el festival de site-specific fraguado por Carmen Aldama y Fran Weber, y financiado por Injuve, esa institución encargada de entrenar las aptitudes de ingeniería financiera de las artistas precarizadas. Como comentan Miguel, Rubén y las reseñas de Entradium, el festival nos ha dado aliento a las que malvivimos la insoportable escena madrileña. Después de ya demasiadas temporadas de repertorio y nadería, nos hemos lanzado a la calle. No para quemarlo todo como deberíamos (si bien el cierre, Opus nigrum, de Ben Attia, coincidió con el hermoso boicot a la etapa final de la Vuelta), sino para disfrutar de piezas muy distintas entre sí en espacios no convencionales.
Como única abonada al festival (tremendo privilegio, ¡digo!), he visto cómo se ha creado una comunidad efímera de cinco días. Muchas caras nos (re)conocíamos o nos hemos conocido en este contexto. Mi sensación esas tardes y esas piñas coladas de después era la de quien se encuentra ante algo importante, algo que inspira, algo que hacía falta. Más allá de mis sentires, lo que se generó fue sin duda un ambiente cálido y cercano entre público y artistas.
El 13 de septiembre, este grupo y muchas caras nuevas nos reunimos en Cruce, espacio de arte y pensamiento contemporáneo que, según su web, rehúye cualquier definición. Yo lo conozco como la mítica sala de improvisación de los músicos modernor. Fantasía. La cita era Tourist, de Núria Lloansi y Pierre Peres.
Nada más entrar, nos encontramos una sala blanca con sillas dispuestas a la italiana ante las dos alturas del sitio. En la inferior hay dos tumbonas, dos lámparas, dos micros, dos mesitas, un sintetizador y un set de coctelería. En la superior están Núria y Pierre, ataviadas con kimonos de raso y gafas de sol. Observan y son observadas, como los monumentos de una ciudad cualquiera.
Al empezar bajarán las escaleras y se sentarán en las tumbonas, de las que no se levantarán hasta que termine la pieza. Primero escucharemos un espacio sonoro que podría ser el bullicio de El Brillante, que aparece en el programa de mano. Luego construirán una sucesión hipnótica y plurilingüe de entrevistas a turistas intercaladas con intermedios musicales, quemas de palo santo, y preparación y cata de cócteles. Las preguntas siempre serán las mismas: ¿qué has venido a hacer a Madrid?, ¿qué te gusta de Madrid?, ¿qué piensas del rey de España?, ¿Barça o Madrid?, ¿posición sexual favorita?, ¿estás enamorado?, ¿cuál es tu mayor preocupación actualmente?, ¿cuál es tu momento más feliz?, ¿qué pasa después de la muerte? Desconozco el proceso que han seguido las artistas, pero imagino que han realizado entrevistas reales y que estas les sirven de documento.
A lo largo de la pieza, las respuestas irán revelándonos detalles sobre las entrevistadas. A veces serán más banales y a veces serán más profundas. Al fin y al cabo, debe ser rarísimo que una peso pesado del teatro contemporáneo te pregunte cómo te gusta más follar cuando vas paseando por el paseo del Prado con las Birkenstock, el matcha latte y el pollofre. Agradecí que las artistas se limitaran a presentar las respuestas sin moralina y con el punto justo de mala baba. Gracias a lo soso de muchas de las respuestas, se abre todo un espacio para el imaginario político y personal. Así, esta fauna nos obligará a preguntarnos por la forma en que consumimos las ciudades en las que vivimos y a las que viajamos y viceversa. Mientras, llegará incluso a tener cierto encanto, permitiéndonos empatizar con ella. “¿Cómo de superficial es mi relación con este territorio?”. “¿Quiero acaso visitar lugares no globalizados en los que la experiencia que pueda vivir no esté estandarizada?”. “Cuando viajo, ¿me visto tan hortera que podría simplemente ponerme un kimono de poliéster y no se notaría la diferencia?”.
En 2022, en el Antic, Pierre y Núria abrieron al público el proceso de una pieza llamada Tourist. Por las fotos pinta a nivel sonoro y estético muy distinta. Sin embargo, Núria lleva la gorra mencionada en la sinopsis de Tourist 2025. Es de suponer que, viviendo en Barcelona, el problema de la gentrificación y la masificación las afecte, y que lleven tiempo dándole vueltas al concepto. Para el futuro, me divierte fantasear en cómo la dramaturgia de la pieza cambiará de una plaza a otra. Si bien la mayoría de las preguntas son lo bastante amplias como para reproducirlas en cualquier lugar con resultados similares, Tourist tiene el potencial de convertirse en una pieza mutante. Digamos que puede transformarse en city-specific.
Miguel Valentín apunta inteligentemente que la pieza es un concierto y que por eso tiene sentido que se desarrollara en Cruce. No obstante, yo al salir pensé otra cosa. Aunque el espacio escénico había quedado muy bonito, habían aprovechado las dos plantas y el sonido era excelente, me preguntaba por qué en Cruce y no en cualquier otro lugar. En el Teatro del Barrio, en la Clamores… Pensé que quizá respondía a cuestiones de producción. No encontré más relación entre el espacio y la pieza que cierta experimentación sonora, pero igual Miguel sí está en lo cierto.
En cuanto al sonido, Pierre/K.Blum nos adentrará en unas sonoridades geniales. Las texturas se mueven entre el vapor wave más narcotizado, la psicofonía en su voz y las ajenas, e incluso el pop de Madonna. Todo el diseño de sonido estaba cuidadísimo. El trabajo con la voz de ambas, tanto en los textos como en lo sonoro, era fino. Daba gusto el contraste entre los audios tan crudos de las entrevistas, disparos de voces nuevas en otro idioma arrastrando su ruido de fondo, con el silencio de Cruce y la claridad de las voces en escena. Seguramente se deba a que estoy trabajando el mundo fantasmas para un proyecto, pero Núria y Pierre parecían médiums sacadas de una sesión espiritista, arrancando psicofonías del más allá. Núria, por supuesto, desplegó todo su buen hacer e incluso nos preparó una piña colada porque sobraba bebida.
Quizá no sea la obra maestra de estas artistas, pero ¿qué más da? Se ven las tablas, el buen gusto, la honestidad y el deseo de abrir melones. En definitiva, ¡larga vida a Tourist y a este dúo!
Carlos Pulpón
Crónica encargo (sin ser nada de eso yo) de La Princesa de Polignac