If it were a movie

Macarena Recuerda Shepherd presenta If it were a movie en La Mutant el 23 y 24 de mayo. 

En la nota de prensa a propósito de COSA. Intervenir un cuerpo presentada en Teatro Ensalle (Vigo) del 18 al 20 de octubre de 2024 pone lo que sigue:

En 2017, Macarena Recuerda Shepherd, comenzó la creación de la Trilogía del Ilusionismo. Es la puesta en escena de una investigación que la ha llevado a pensar cómo la ilusión conecta con la esencia de lo teatral, exponiendo sobre la escena la convención y la magia, la realidad y su doble, la acción y la ficción. Son piezas que juegan de manera muy creativa, divertida, estética y provocativa con nuestra percepción de la realidad. Lo hacen sin trampa ni cartón o, mejor dicho, con “el cartón a la vista”, conformando piezas en las que nuestro cerebro cae inevitablemente en la trampa, le demos permiso o no. Un canto (in)consciente de la imaginación en detrimento de la certeza.

[en COSA] se convierten en una especie de “animantras” que “prestan su cuerpo” para literalmente, animar a los objetos que se topan en el escenario.

Lo que sigue a dicha trilogía es un juego muy diferente (como lo son las tres piezas anteriores entre sí) pero continúa explorando y explotando la capacidad de Macarena Recuerda para desubicar al público, dicho esto en sentido tan figurado o literal como cada una quiera. Pienso, por ejemplo, en el uso de la “¿cuarta pared?” de esta pieza y me entra la risa. Macarena y George Marinov nos proponen que la obra, la verdadera obra, sucede en un lugar figurado por encima de nuestras cabezas. Yo veía claro por dónde discurría la cinta (en el caso de Ensalle en una viga que hay sobre la boca de escenario), pero entonces ¿dónde estoy yo? La atención hiperconcentrada de George y Macarena está fija durante toda la primera parte de la pieza en un lugar hipotético, una especie de nube que flota sobre nuestras cabezas. La sucesión de imágenes de dicha nube atrapa a las creadoras en una expectación absoluta, que me hace desaparecer absolutamente de mi sitio. Es algo que sucede a menudo con Macarena. Me gustan las piezas que incomodan, y ella tiende, más bien, a “in-acomodarme”. ¿Está la atención visual de las intérpretes más presente que la mía? ¿Esta pieza sucede más en la maldita viga que en el escenario? ¿Qué hago aquí? ¿De verdad estoy viendo el estudio de sonido de una peli de animación en la que los actores ignoran, inconscientemente o con alevosía, nuestra presencia (ríanse de nuevo de la cuarta pared)? Eh, sí, Artús, esa parece la propuesta, es una obra de teatro que se hace llamar Si fuese (o fuera) una película, aún no lo han decidido, lo tienen más claro en inglés. Nada más sentarme, alguien en el patio de butacas cuchichea “con ese título no empieza bien” o algo así, tampoco lo tengo claro, tengo los auriculares puestos. Los auriculares, por cierto, son como un tabique muy fino que me separa del resto del patio de butacas para sumergirme en la pieza, que me aíslan al tiempo que me funden de manera excepcional con el resto de cándidas dispuestas a disfrutar como crías.

Sobre la técnica, por así decirlo, de Macarena habría que mentar alguna cosita. La pieza exige una enorme precisión técnica en el manejo de la luz y el sonido, combinada con una interpretación “intensa” como exige un buen doblaje y a la vez no olvidemos el nivel de atención mantenida sobre la pinche viga. Está clara su disciplina desde hace años, su larga, variada y multidisciplinar formación, su experiencia y currículum con compañías de fuste y todo eso, pero aquí Macarena lo juega como una herramienta u objeto más entre todos los que hay dispuestos en el escenario. Su experiencia es un elemento más, otra herramienta, aplicación o juguete. Porque se toman el juego muy en serio, ¿qué si no?

Sin ánimo de ser un “spoiler” (lo que en mi época se llamaba “auténtico gilipollas”) procedo a un repaso por el recuerdo de este último invento que Macarena Recuerda me dejó:

Desubicado en mi sitio e in-acomodado en mi silla, me dispongo a que Macarena y George me tomen el pelo, pongo mi atención para no perderme ninguna jugarreta. Han venido estudiantes de la ESAD de Vigo, seguramente recomendados por alguna profesora con sentido del humor. No envidio su juventud tanto como su desconocimiento de la compañía programada cuando caen a la primera. No me preocupo, sé que mi neocórtex pagará con gusto las que siguen. A continuación una especie de pequeño calentamiento para creadores y público, un preámbulo que vislumbra la propuesta. Como decía en aquella nota de prensa nos presentan la trampa y el cartón. Esto no es un espectáculo de magia. En todo caso sería más bien la contra de un espectáculo y, en cuanto a la magia, compañeras y compañeros de patio, depende de cada quien. Entonces empieza la peli, el cinexín de Macarena Recuerda. Al igual que la compañía le voy a dar para adelante a la cinta que tengo en la cabeza. Solo mentar la compenetración en escena entre las intérpretes que me dispone fácil a la candidez, a que el sonido produzca imágenes muy claras que te colocan por completo en medio de la cinta que, supuestamente, ocurre en el lugar en el que te encuentras (de hecho eres parte de la proyección). Recuerdo ahora un ejemplo del nivel de inmersión en que me hallaba cuando el sonido de un ave nocturna en plena mañana produce una fabulosa extrañeza. Así transcurre en mi recuerdo la primera parte de la obra a la que se incorporan “desubiques”, por decirlo de algún modo, que producen una curiosa paradoja al mezclar una realidad ficcionada externa a la ficción real que se da en el escenario. Es como un juego de reflejos que te pierde entre sus retroproyecciones hasta el punto de sumergirte en su/tu propia ficción, una/otra ficción que se apropia del espectáculo. Me recuerda un poco, aunque temo explicarme mal, al juego de La Historia Interminable o de El mundo de Sofía o, mejor, me recuerda a la paradoja del maestro Zhuang Zhou quien sentía por las cosas una inquietud muy similar a la de Macarena Recuerda, lo que me hace pensar en el matiz crítico (no sé si decir político) que encuentro (no sé si por tendencia propia) en el trabajo de la compañía. Es una interpretación que me recuerda a la que hace Borges de la paradoja del maestro chino. Lo dejo para el final de este artículo porque queda mejor y porque antes quiero hablar de la segunda parte de la pieza o epílogo esencial.

La niebla cierra la primera parte y nos envuelve para introducirnos en la segunda parte de la obra. Aquí el sonido “ya viene hecho”, ahora la protagonista es la luz. Recordemos que estamos en la proyección, una proyección que atraviesa la niebla para cubrir al público. Me estoy dando cuenta mientras escribo que para mí el tema central es el espacio, esa pregunta que me hago todo el rato: “¿Dónde leches estoy? ¿Dónde está mi atención? ¿Dónde está la pieza? ¿Dónde está lo que pasa?”.

Sobre la fachada de mi rostro se proyectan imágenes. Por lo general las imágenes suelen ser recogidas por mis ojos gracias a la luz que rebota sobre la materia, esa información continúa por un canal hasta un punto de mi cerebro que procesa la información. Pero en este nuevo juego de reflejos esa zona de mi cerebro se convierte en una caja negra donde es proyectada la película, es decir, la imagen se da dentro de mi cerebro, es decir, mi cráneo es la sala de cine y lo que tengo delante no es más que luz y color, es decir, la imagen sin decodificar, de manera que el cerebro ¿es el proyector? Sé que suena delirante, a paranoia, suena a “craneada”, es desconcertante y divertido, desconcertante como es todo lo divertido, divertido como es todo lo desconcertante. La culpa de este desconcierto es de George Marinov, un tipo con un gusto para la luz que nos hará hablar de él a menudo, créanme. En este viaje transcurre la segunda parte para finalizar la obra (perdón, la peli) con, como no… (¡¡¡ATENCIÓN, PELIGRO, CUIDADO QUE VIENE EL SPOILER!!!)… los títulos de crédito.

Es la comidilla, como decían en el pueblo, que la realidad está constantemente en proceso de creación, que es un work in progress y, también dirían en mi pueblo, Macarena, aunque divertida, tiene su punto macarra, es una saboteadora.

Aquí va esa reflexión que prometí, en ella siento que Zhuang Zhou nos presenta, alegóricamente, este trabajo de Macarena Recuerda con George Marinov y Borges me explica, por fin, (gracias JL) un poco dónde estaba yo:

Hace un tiempo, yo, Zhuang Zhou soñé que era una mariposa, una mariposa que volaba alegre y tranquila, de aquí para allá con total libertad. Inmerso en ese sueño, no sabía que yo era Zhou. Repentinamente desperté de ese sueño y me di cuenta que sin dudas yo era el mismo Zhou. Pero tuve una duda, ¿acaso era yo Zhou, el que había soñado que era una mariposa, o bien podía ser que fuera una mariposa soñando que era Zhou? Sin embargo, necesariamente debe haber una diferencia entre Zhou y la mariposa. A esto le llamo “la transformación de las cosas”.

Zhuangzi, Capítulo Qi wu lun o La discusión de las cosas.

En la China, el sueño de Chuang Tzu (Zhuangzi) es proverbial; imaginemos que de sus casi infinitos lectores, uno sueña que es una mariposa y luego que es Chuang Tzu. Imaginemos que, por un azar no imposible, este sueño repite puntualmente el que soñó el maestro. Postulada esa igualdad, cabe preguntar: Esos instantes que coinciden ¿no son el mismo? ¿No basta un solo término repetido para desbaratar y confundir la historia del mundo, para denunciar que no hay tal historia?

J. L. Borges (1899-1986), Nueva Refutación del Tiempo, en Otras inquisiciones (1952).

Artús Rei 

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