Entrevista a Rosana Sánchez y Elena Carvajal

El 19 de noviembre, en La Mutant, Rosana Sánchez y Elena Carvajal presentan respectivamente Las Chachis llevan trajes de colores y zapatos inclinados y I was told not to make eye contact with Tom Cruise, dentro de una programación de La Mutant que también traerá a la sala de València los últimos trabajos de Los Detectives (14 de noviembre), Serrucho (22 de noviembre) y Núria Crespo (28 y 29 de noviembre).

Entrevistamos a Rosana Sánchez (parte del colectivo rosanayaris) y a Elena Carvajal para que nos cuenten más sobre sus respectivos trabajos, que se presentarán juntos en una única sesión dentro del marco de Zona Grisa.

Rosana Sánchez en el taller de escultura de XImo Ortega aprendiendo a tornear péndulos

Tu trabajo en solitario o en el colectivo rosanayaris está en un territorio liminal entre las artes vivas, las artes visuales, el arte conceptual, el arte de acción y otras nomenclaturas posibles para describir una práctica singular, con un particular sentido del humor, centrada en el vínculo y la creación de situaciones. ¿Qué supone para ti una invitación a trabajar en un teatro y en solitario?

Rosana Sánchez: Estoy encantada, aunque es un doble compromiso, por hacer algo sola y por hacer algo en un teatro. Últimamente intento hacer cosas sola, y todo el rato me equivoco. Me confronto conmigo misma, es un proceso psicológico.

¿Cómo describirías tu práctica personal durante los últimos años?

Rosana Sánchez: Lo que me ha estado pasando los últimos cinco años tiene que ver con que caí enferma. Todo este tiempo, el proceso ha sido el de encontrarme a mí misma para poder recuperarme y salir de aquel estado. Esto empezó cuando vivíamos en Atenas, llegó el Covid y volvimos a mi pueblo, a casa, un espacio donde yo estaba segura, para poder ir saliendo de donde había comido. Vivimos en un pueblo de 200 habitantes donde la población es principalmente de personas mayores. Crecí en otro pueblo de la Vega Baja del Segura, donde pasaba mucho tiempo con mi abuela, por lo que tengo mucha relación con la gente mayor.

En el proceso de intentar ponerme bien, volví a establecer relación con las mujeres mayores, con las curanderas de los pueblos. Iba a hablar mucho tiempo con ellas, y decidí que ese conocimiento no se perdiera. Así que lo que he estado haciendo estos últimos tiempos es encontrarme con ellas una vez al año para que me vayan transmitiendo sus conocimientos. Desde sacarte el mal de ojo hasta colocarte los riñones con cañas o quitar verrugas. Ese es mi nuevo currículum, aunque todavía no sabía bien qué hacer con ello. Pero mientras iba viendo qué me pasaba a mí, había mucho del sentido de la vida y de dónde me situaba yo. Era muy trascendental todo y, aunque los amigos sabían qué estaba haciendo, solo lo había practicado conmigo.

El año pasado presentaste Caldo de huesos también en La Mutant, ¿cómo fue aquel trabajo?

Rosana Sánchez: En estas me llamó Tatiana Clavel, directora de La Mutant, y me propuso que fuera e hiciera algo, tal cual. Todas estas cuestiones de las que hablaba me sirven entonces como metodología de trabajo fruto de la investigación al preguntarme cómo se pueden poner en práctica. Así nació el Caldo de huesos que hicimos el año pasado en La Mutant. Mi tía me enseñó a matar una gallina, que fue con la que hicimos el caldo para ese día. Mi abuela lo hacía cuando yo era niña y andaba por ahí. Fue como reencontrarme con mis abuelas. Luego hicimos una sesión de antigimnasia. En estos contextos pasan cosas personales. Por eso yo no quiero que se hagan fotografías. Quien viene se lo lleva.

¿Cómo siguió tu investigación después de Caldo de huesos?

Rosana Sánchez: Continué con Muy fuerte tía, ni ciencia ni mierda somos energía en residencia en L’Escorxador con una beca de LaGranja, donde seguí trabajando con las curanderas de la zona, donde también estaba La ruta del bakalao, preguntándome por su relación, ya que no tenían que ser tan diferentes. Estas dos cosas juntas tenían que ser lo mismo. La presentación coincidió con la Dana, y el proceso se quedó en el aire.

¿Qué relación tiene Muy fuerte tía con Las Chachis?

Rosana Sánchez: Muy fuerte tía es como una caja de herramientas que engloba todas estas prácticas o lo que he aprendido. Llamo Las Chachis a todas estas señoras con las que yo he estado estos años. En Chile las curanderas se llaman Las Machis. Aquí están mucho más escondidas que allí, así que me preguntaba cómo se llamarían aquí.

Los últimos seis meses estoy aprendiendo a predecir el tiempo con una señora que era la panadera del pueblo. Ahora está jubilada. La mayoría tienen de 87 para arriba. Lo que hago es sentarme con ella, y me ha enseñado a ver las nubes y el cielo. Ella lo aprendió de su abuelo que era pastor. Cuando éramos niños y queríamos saber si iba a nevar, por si estudiábamos o no, le preguntábamos a ella.

Yo la había visto dibujar cuando pasaba por la calle, y dije: esta es la mía. Le pregunté si podíamos intercambiar, yo le regalaba un cuaderno de dibujo y unos pasteles para pintar, y ella me enseñaba a predecir el tiempo mientras pintábamos juntas. Dice que no sabe dibujar pero sí que sabe. Empieza describiendo, diciendo por ejemplo que esa nube preciosa se llama Isidoro, y que sale por el Pico del Águila Mola de Serrelles, que abajo tiene un poco de gris y de azul… Isidoro por ejemplo tiene una predicción de tres días, o incluso de una semana según otras variables. A mí lo que me interesa es crear vínculos. El otro día mi madre me dice: “Que dice Anita que bajes, que se te ha olvidado pintar una nube”. Lo que me interesa de estas mujeres, es saber por qué funciona. Hay algo de la creencia colectiva. Cuando hay un colectivo que cree en algo ya lo hace existir.

¿Qué y cómo será Las Chachis en La Mutant?

Rosana Sánchez: Me permite colocarme en un lugar en el que yo no tengo que mostrar nada. Estos conocimientos los manejo de la manera que me sirven a mí. Cada uno tenemos una manera de curarnos o de vivir. La información está ahí, cada uno tenemos que cogerla de forma que nos sirva. Es el uso de la información. Que te sirva.

Para La Mutant usaremos una serie de cacharros. (Rosana muestra objetos) Tengo este péndulo que se apareció después de trabajar en la Duncan Dance Research Center en Atenas. Luego está este otro péndulo que nos lo regaló una señora en Chile haciendo el proyecto Walk to work. También están las varillas de zahorí… Vamos, que tengo un arsenal. Hay mucho de agua en toda esta investigación. No sé cuánto desvelar de lo que va a pasar en La Mutant. Yo no hago obras y no estoy acostumbrada a hacer las cosas sola. Yo hago las cosas en comunidad. Cuando es algo mío me gusta hacerlo con los otros. En La Mutant quiero proponer una sesión de adivinación. Mañana he quedado con Raúl León y Ximo Ortega, que trabajan en la UPV, y tienen un aserradero y un proyecto en el que recogen los árboles de la ciudad que van a tirar porque están enfermos u otros motivos. La idea es tornear unos péndulos con los eucaliptos para hacer un desconjuradero para desconjurar tormentas. Estos proyectos me sirven para transmitir conocimiento desde otro lugar.

Texto de Rosana Sánchez sobre Las Chachis:

Las Chachis llevan trajes de colores y zapatos inclinados. Para ser una Chachi se es elegida, este anuncio puede llegar a través de los sueños. Ellas han experimentado el mundo de las tinieblas y han confrontado sin miedos su propia sombra y la de los otros. En su cultura el bien y el mal se complementan. Una Chachi puede dar vida u ocasionar la muerte. Las Chachis estudian la observación de los hechos en la realidad. Las Chachis observan, saben cosas que los demás hemos olvidado. Ellas tienen el secreto de los trajes de flores y los peinados cardados, de los azules claros, de los rojos, amarillos, violetas y de los verdes. Las Chachis saben que la gravedad tiene un compañero invisible, una fuerza poderosa que explica cómo caminan los árboles, por qué flotan las nubes, qué desencadena la lluvia y cómo vuelan los pájaros.

Elena Carvajal disfrazada de árbol

I was told not to make eye contact with Tom Cruise se estrena en 2026, en junio, en el Almost Summer Festival en Buda, y en el otoño en el Festival TNT, después de haberse presentado en proceso en El corralito o en el nyamnyam. ¿En qué momento se abre en La Mutant?

Elena Carvajal: Se abre en un momento inicial, a pesar de que es un material sobre el que ya llevo trabajando un tiempo. Para mí en Valencia es como un inicio del inicio, no sé si por alargar el inicio o por crear muchos inicios.

En el trabajo parece clave la figura del figurante, rol que tú misma has desempeñado en distintas ocasiones. ¿Cómo trabajas al figurante en este trabajo?

Elena Carvajal: La obra tiene que ver con figuras por las que yo he transitado, pero también con la ficción de esto. Viene de experiencias personales que viví y que sigo viviendo en relación a ponerse fuera del foco, y de cómo se ven las cosas desde ahí. Una vez, por ejemplo, me llamaron para disfrazarme de un koala en el que se suponía que estaba dentro Janet Novás. Aquello fue el detonante. No sabía si quería hacer una pieza, pero tenía que contar estas cuestiones. Hay algo en el no estar que es flipante, pero también divertido. El trabajo está tomando muchas derivas. Me interesa el figurante tanto literal como metafóricamente.

¿Por qué es importante en tu investigación la idea de fuera de campo?

Elena Carvajal: Me interesa cuál es el foco de dentro para que veamos lo de afuera. Qué hay en el centro que hace afuera. Pero aquí no hay centro. En lo que estoy trabajando no hay nada en el centro. Lo que se está poniendo ahí es todo lo que hay fuera. ¿Qué pasa afuera cuando no hay un centro? Estas cuestiones estando en escena cobran otro peso. Otras derivas han sido explorar otras narrativas que no me pertenecen a mí. Habitar narrativas y subjetividades que no son las mías propias. Hay algo importante que es el idioma. He hablado muchos años en otro idioma que no es el mío, que es como no ser yo. Cuando hablo de otras derivas me refiero a qué lugares voy habitando dentro de esta narrativa que no pertenece a mi propia subjetividad. En principio pensé no usar la palabra, porque esos lugares no tienen voz, pero precisamente por eso me pareció importante meterle voz a eso que estoy habitando. Estoy hablando inglés, aunque de rabia y no apetece por ser el idioma que hay que hablar, pero soy yo con acento extremeño hablando inglés y eso ya es otra cosa.

El figurante es la excusa para atravesar la escena desde otros lugares, casi deformes diría. Me interesa imaginar otra cosas que están sucediendo por allí a las que podemos acceder, que no sea solo mirar el cuerpo de una persona en escena. Ahora estoy en el inicio, pero me gustaría llegar a otro lugar. De momento hay objetos, espacio sonoro… Estos días estoy viendo una peli en relación al trabajo en el que el protagonista es un sonido, solo un sonido que se repite durante toda la película.

En tu trabajo, como en tus colaboraciones con Fran Martínez, hay algo de reflexión sobre lo teatral, de cierta metateatralidad y parateatralidad. ¿Cuál es tu relación con estas cuestiones y cómo las estás trabajando en esta obra?

Elena Carvajal: Desde que empecé tengo muchas preguntas en relación a la escena, a la expectativa, a la mirada, al diálogo que se genera, y a otro diálogo casi secreto que ocurre entre la propia escena y las personas que lo reciben. Con Fran Martínez, en realmente no ahora ya no, montamos un dispositivo en el que nos interesaba cómo la gente se relaciona con un texto desde la puesta en cuestión del propio dispositivo escénico.

A lo largo del proceso de la obra has ido trabajando sobre distintas figuras como la del árbol, que ya aparecía en realmente no ahora ya no, ¿qué figuras estás trabajando ahora?

Elena Carvajal: Ahora estoy trabajando sobre el árbol y la piedra. Hay algo de teatro infantil, de cartón piedra, pero a la vez es extraño. He vuelto a la figura del árbol, que para mí tiene que ver con la ausencia. En realmente no ahora ya no, a partir de un relato de Margaret Atwood, el árbol aparece como ausencia del cuerpo de una adolescente que no se sabe si se ha suicidado o no.

¿Qué papel juega el humor en tu manera de trabajar?

Elena Carvajal: El humor no es algo que yo busque a propósito. En mi vida diaria me relaciono con la ironía casi como una estrategia de supervivencia. Este trabajo es hablar de la escena pero al mismo tiempo querer irse de ella. ¿Cómo no va a haber humor si te llaman a ti y diez personas más para estar metidas 7 horas haciendo de piedra para supuestamente hablar en un evento del cambio climático?

¿Cómo se relaciona la fascia-terapia con tu trabajo artístico?

Elena Carvajal: La fascia-terapia puede no tener nada que ver con lo que hago y al mismo tiempo todo. Es una práctica que conocía desde hace tiempo, pero desde hace dos años me he metido más o fondo y he hecho una formación en la que nos han enseñado a hacer terapia manual. Aunque no haya link conceptual con mi trabajo artístico, me acompaña y está siempre ahí, y no puedo desligarlo de mi trabajo como bailarina o artista. Hace poco di un taller disfrazada del árbol para ver qué grieta se generaba, y al final la gente se olvidó del árbol y nos metimos en la fascia-terapia como si nada. Para mí es una manera de cuidar -aunque no me gusta la palabra- no discursiva, desde el hacer.

¿Qué calendario le espera a la obra antes de estrenar?

Elena Carvajal: La presentación en La Mutant, una residencia en diciembre en Fondo, las residencias del TNT, también al estrenar en Buda quizás puedo volver, y luego otras estancias, como por ejemplo en el espacio Nononon en Vigo, que es un lugar de amigas muy queridas y siempre me apetece volver allí.

Fernando Gandasegui

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