MONTARSE PELIS EN EL TEATRO (SOBRE LA EXPERIENCIA CON LOS LÚMENES)

Tenemos una compañía que se llama Los Lúmenes, y que explora las fronteras entre cine y teatro.

Estamos estos días en el Teatro del Barrio con Fundido encadenado, una conferencia que es también peli y pieza escénica, sobre el thriller en (y a través de) la transición española, sobre las transiciones y sobre cómo el poder monta los relatos oficiales.

A propósito de eso, os comparto una pequeña reflexión sobre las fronteras entre cine y escénicas, que he llamado así: «MONTARSE PELIS EN EL TEATRO».

Mi hermano José Luis López Sangüesa, historiador de cine y yo, jugando a las pelis, junto al ayudante de dirección, Álvaro Revuelta. Ensayo en Navel (espacio de creación contemporánea).

Cine / Teatro. Cine-teatro. Cineteatro. Montaje de dos miradas superpuestas. El cine como utopía. La participación como teatro. La participación como elemento que hace aparecer el teatro más que ningún otro. Mezclarse con el público, mezclar al público con la escena. Actorizar al público y desactorizar a los actuantes.

Fronteras de ida y vuelta:

Romper lo establecido y establecer lo roto.

Vivir lo pasado y pasar lo vivido.

Transitar los cambios y cambiar lo transitado.

Filmar el teatro y teatralizar lo fílmico.

Caer de pie y pisar la caída.

Romper el ritmo y ritmar la ruptura.

Jugar con el juego, escapar de las reglas: El teatro es algo que se escapa y el cine algo que escribe, algo que aparece y hace aparecer al aparecer, una máquina de apariciones, apariencias y aparecidos. El cine, donde los cuerpos se vuelven sombras, es la imaginación del teatro, donde las sombras se hacen cuerpo, y por eso el lugar entre cine y teatro es aquel donde se rescata la operación por la que el presente se vuelve pasado.

En esa operación estamos, abriendo el pecho del cine para sacarle el teatro de su corazón, donde siempre estuvo, y dejarle un hueco que puede ser habitado por lo inimaginable. El teatro será restituido en escena con la enorme novedad de lo que está sucediendo, como suceden las conferencias, las conversaciones, los movimientos, los atardeceres, los cataclismos, los aterrizajes, el color naranja, etcétera, etcétera.

El cine, afirmación de lo que no sucede, encuentra en el teatro, negación de lo que sucede, su perfecto complementario. Tiempo clavado en la escritura de la cámara, escritura diluida en el fluir del tiempo, una grieta que se abisma entre dos miradores que chocan, entre dos espejos que se están mirando, y mirándose nos devuelven todos nuestros reflejos, encerrados en el brillo remoto de una intuición.

Un movimiento empuja a otro, y se amplifica en la garganta de ese precipicio al que llamamos escenario, garganta de la boca del actor y del objetivo de la cámara, garganta que habla y traga, que siendo nos hace ser, nos hace vernos ser, nos hace vernos viéndonos ser, y en esa danza aparecemos y desaparecemos como reflejos, como fantasmas, por un breve instante, somos sustraídos intermitentemente de esa otra coreografía voraz del mundo, la realidad, la guerra, lo político, lo cotidiano, etcétera, etcétera.

Nos montamos pelis en el teatro, que es un mirador. Pelis para mirar la mirada.

Miramos la mirada para poder lavarnos los ojos. Para poder mirar de nuevo.

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Estamos con Fundido encadenado los sábados 11, 18 y 25 a las 13:00 en Teatro del Barrio.

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