El inútil de Mateo Feijoo a mí no me invitó (texto de Rodrigo García)

 

Mateo Feijoo no me invitó. Yo no soy parte de su proyecto.

Ernesto Caballero no me invitó. Yo no soy parte de su proyecto.

Carme Portacelli no me invitó. Yo no soy parte de su proyecto.

¿Será mi vanidad el argumento que yo esgrima para menoscabar sus teatros, mancillar sus programas, agredir a su equipo?

Pobre comercio haría con mi inteligencia y mi honra actuando así.

Cada curador, director de una institución, sabe a quienes elige y por qué. ¿Y quién soy yo para figurar en sus planes puesto que artistas de postín los hay a punta pala?

Desconozco el plan a largo plazo trazado por Mateo para el Matadero de Madrid. Si como intuyo se trata de algo acorde a los tiempos que corren, cómo no le voy a dar una oportunidad cuando me batí treinta años contra el inmovilismo del teatro en España, esa barricada, esa trinchera empeñada en servir más como referencia del pasado para los niños de las escuelas y una burguesía necesaria (tienen para pagar la entrada) que como consumible poético de una polis a la vez saciada de todo y nada, ebria.

Soy director desde hace cuatro años de un Centro Dramático Nacional francés. Obré a mi modo una modesta revolución, sustituyendo el teatro de repertorio y colocando en su lugar a los creadores actuales y a la vez eliminando las malditas etiquetas: que si danza, que si teatro de texto, que si tal. Un público perdí, por contra otro descubrió una nueva droga: las artes de la escena del presente.

¿Cuántos espacios y eventos hay en mi ciudad perdida, Madrid, dedicados al teatro convencional y cuántos consagrados a la investigación y la experimentación? ¿Y cuánto dinero público invertido en unos y en otros?

Me da a mi que es como el 6-1 del Barça al PSG.

¿Por qué algunos elegidos queréis ganar siempre 6-0? ¿No hay en vosotros, los alborotados ante lo diferente y ante la libertad creativa, un mínimo espacio para la generosidad? ¿Siempre tiene que ser todo tal y como exigís? ¿Acaso justo es sinónimo de lo que me beneficia en particular a mí y a mi colectivo? Como niños, igual que los niños, lo queréis sencillamente todo para vosotros. Pero no sois como los niños. Los niños se mueren de curiosidad. El niño, curioseando, aprende y crece.

Existe un público más allá del que os da palmaditas en la espalda cuando acaban las funciones de un Otelo. No lo conocéis porque no va a veros. Eligen. No. Ir. A. Veros. ¿Ellos se merecen un páramo? ¿Les vais a negar a ese otro público la posibilidad de disfrutar solo porque no conseguís seducirlo con vuestro teatro, porque ellos prefieren ese arte moderno que escapa a vuestro monopolio?

¡Hey! ¿Sindicato? ¡Teléfono! Cogedlo: las obras “modernas” emplean a mucha gente, tanto en su investigación, en los procesos, como más tarde en las giras. Esos trabajadores tienen los mismos derechos que cualquiera que ficha en la Zarzuela.

Ni sueño con un empate 3-3.

A pocos Ministerios de Cultura europeos podríamos pedir tanto, qué le vas a exigir a un país todavía con ramalazos franquistas. Firmaba un 4 a 2 ahora mismo. ¿Hola? ¿INAEM? Que se ponga…

Permitid que los otros tengan una voz. Vosotros os decís que sabéis escuchar: pero no era más que el eco de vuestro discurso devuelto por la montaña helada. Lleváis la vida entera creyendo que se trataba de un diálogo y es vuestra propia palabra la que regresa, rebotada, rota, pequeña, como todo balbucear sectario.

La guita no lo es todo, muchachos. Me lo dijo mi mamá y ya que estamos gracias, mamá.

Yo sí que he perdido lo más importante, que es la oportunidad de trabajar en mi país. A los que os sentís expulsados del proyecto del Matadero os diré: a mi sí que se me cerraron las puertas en mi país y bien que habría cambiado tantos años de Avignon, Paris, Berlín, Tokio o Bruselas, por una sala donde en el bar de enfrente sirven callos. Mi reino por un pincho de tortilla.

Yo sí tuve que irme con la música a otra parte, jodido; yo sí que no conseguí ayudas oficiales en mi país sino excepcionalmente y tuve que cerrar mi empresa y no por eso tiré mierda a nadie ni descalifiqué el proyecto de ninguno.

Me fui calladito la boca y sin armar jaleo.

A vivir y dejar vivir.

Eso.

Vivir.

Y dejarse un poquito de joder.

 

Rodrigo García

 

 

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Asesinado por el cielo II

Comienza la obra decíamos con Morente y Lorca, con ese poema que en lenguaje sincopado nos habla de un desajuste que deforma, de una soledad en lucha perdida, de una sociedad aniquiladora. Ahí, justo después, sale Molina con bata de cola y descalza (el espectáculo es una larga lista de plantes, que no desplantes, o quizá también, a la tradición flamenca tanto musical, de baile como escénica).

Molina descalza y en bata de cola. Tiempo lento, pareciera butoh por donde Molina coloca el cuerpo, con esa distancia de muerto que consigue el bailarín de butoh para mirarse desde fuera. Extraño principio para una bailaora de flamenco ¿no?

Rocío se mira ya muerta, quieta. Y un movimiento de aire imperceptible la mueve como si fuera una columna de alabastro licuada, como un junco sujeta a una bata de cola que es tradición, basamento al mismo tiempo que prisión.

La escena, sin referente alguno, sin ilustración que la acompañe, es de una gran tristeza, de una gran soledad. Ahí uno atisba que Molina nos expone una lucha, lucha ante la rigidez contraria a la libertad, lucha contra una misma, lucha que es búsqueda, búsqueda de identidad sexual, búsqueda que sabe que en lo que uno se apoya también mata: la técnica, el conocimiento y la aprehensión de éste por la práctica, es premisa para avanzar pero al mismo tiempo es un ancla; la obsesión, el tesón, es constancia facilitadora pero también cámara sorda y esquizoide; la fuerza, la energía, es trascendente y liberadora pero también autodestructiva; el hombre es social y se reconoce en el otro que también es el infierno. El revés y el derecho, así pareciera construir Molina el prefacio a esta pieza, con cincel existencialista que recuerda al Camus argelino de los treinta.

Luego Molina cae, cae tres veces, como en un calvario donde uno pudiese oír a la muchedumbre acusadora. La mujer frente a la opinión pública, vilipendiada, la mujer herida de amor, la mujer enfrentada a la muerte. Se cae para uno levantarse, se cae para uno saber a que huelen las magulladuras, se cae para reafirmarse en la vertical.

Acaba esta primera parte con un claro de luna en el que Rocío se viste de torera, sale a la plaza donde seguirá siendo auscultada, puesta en el centro del albero como si de una subasta se tratara. Molina no es la torera, sino la elegancia del caballo, con cuidado “paso atrás” de pura sangre arábigo. Aquello es una subasta caballar, un aquelarre donde se vende carne de primera, donde queda la artista expuesta, indefensa. Es desde ahí que Molina comienza el combate, comienza su baile, su liberación, su conquista.

Tras este comienzo revelador se inicia un encabalgamiento de escenas donde prima el baile, donde la concepción de la pieza y la dramaturgia se desdibuja y sólo se mantiene en la mirada firme de la bailadora que el espectador recuerda que estaba muerta, y si mira sigue pudiendo atisbar en sus ojos que sigue mirándose desde fuera.

Escenas, números de baile que atienden los diferente palos por los que hay que pasar en un espectáculo de flamenco, números donde cabe el chiste grueso, números que atienden a referentes musicales propios del flamenco que a uno se le escapan. Todo además envuelto en una estética –vestuario- un tanto rompedora y moderna que no parece sumar, sino más bien tener ganas de vender. Y uno se pregunta dónde está la profundidad formal del comienzo. Pero quizá los mandobles que da Molina a las formas y la tradición flamencas también se extiendan al encorsetamiento formal de la pieza escénica contemporánea.

La pieza escénica contemporánea está ya desfragmentada, conceptualizada en esa desfragmentación, en esa desconstrucción que si bien quiere pasar como libertad asociativa nunca deja de mirar la forma final de la pieza, la unidad aunque sea desmembrada. Molina no. Molina la desmiembra yéndose a la manera de hacer del espectáculo flamenco, no hay más allá. Y este “Caída del cielo” tan solo se vertebra en su bailar, en el más acá, en ese moverse que van explotando en cada número donde Molina rompe el movimiento para recogerlo a mitad, recogerlo en suavidad que luego se escapa. En esa fuerza de pies, de asombrosa musicalidad que va llevando el compás y de repente lo rompe con si de un bebop de Chiclana se tratase, en esa libertad donde se une compás, melodía y cuerpo.  Y su mirada sigue fija, disfrutando de cada encuentro, de cada rendija de libertad conquistada que le hace inflar el pecho con ganas de vivir, con ganas de trascender esa pequeñez a la que muchas veces la sociedad nos dice tenemos que atenernos. Quepa señalar, ya que es fundamental, que esas conquistas se hacen en comunidad, en un encuentro con el otro, en este caso con tres músicos asombrosos, llenos ellos también de técnica, disfrutando todos en los límites del virtuosismo. El flamenco encuentra en compañía, en comunidad compartida y ahí José Ángel Carmona, al canto y bajo, Trasierra a la guitarra, Oruco al compás y Martín Jones a la batería son fundamentales.

Se vertebra también la pieza, como decíamos, por enfrentamientos de la bailaora con la tradición flamenca, que aparte de rupturas en cómo abordar los palos, escénicamente tienen dos momentos sorpresivos. En uno de ellos Molina utiliza una vara como patriarca de la escena, vara que acaba utilizando de falo. En el otro, escena de gran impacto visual, Molina baila con bata de cola manchada en rojo corinto, espesa menstruación que representa un desangrarse. No es baladí este momento que Marquerie (responsable de luces y de la dramaturgia) decide proyectar con cámara cenital para así resaltar el baile y el surco que va dejando en escena. Esta escena es culmen de una subtrama, la de la identidad sexual, que recorre toda la pieza. Molina en esto es guerrera y por eso va al centro neurálgico y tabú de la concepción de la mujer en el flamenco y por ende en la sociedad patriarcal española. Muestra lo que el macho siempre querrá esconder sometiendo: el dolor y el cuerpo. Esta escena es un acto de reafirmación desde el dolor lastrado propio e histórico que provoca que la pieza se recoja hacia su final, hacia una hermosa soleá donde se vuelve a la intimidad, donde Molina vuelve a hablarse bajo, a mirarse en el espejo. Ahí, vuelve a surgir esa dupla del comienzo de la obra donde no hay curva sin arista, luz sin sombra.

La soleá de Molina es enorme, inusitadamente dramática, teatral en algunos de sus movimientos, rozando una expresividad dramática que nos puede llegar a chirriar pero de la que sale victoriosa, bordeando límites gracias a una concentración de la bailaora extrema. Ahí la platea entera de El Español fue encogiéndose, uno podía oir la madera de  las butacas crujir de tanto recogimiento. Y más allá de modas y de nuevo flamenco el público se entregó a esta bailaora de 32 años, que fue Premio Nacional de Danza hace cuatro y que lleva ya unos cuantos avisando con trabajos como “Almario”, “Cuando las piedras vuelen” o sus numerosos “Impulsos” (piezas basadas en la improvisación donde se fue labrando “Caída del cielo”). La pieza concluyó en rumba, con Molina en platea y jaleando y el público agradeciendo.

PD: Perdonen el tono de crónica taurina que me salió en esta nota tardía. Son las 7 de la mañana, llevo quince días mascando esto que escribo. No sabía por donde coger, por donde abordar. Quizá este no sea el intento más inteligente. Decir que era la primera vez que veía a Molina bailar, que me sobrecogió su determinación para utilizar todo su conocimiento en ir más padentro, más parriba. Me acordé de Patricia Caballero en ciertos brazos rotos, Patricia que ahora anda con Israel Galván trabajando, otro a quien nunca vi… Me cuesta ir en Madrid a ver espectáculos que sé van a ser jaleados porque estamos ante el fenómeno de la temporada, aunque sepa que algo me pierdo y que nada de culpa tiene el artista, es más tirria a la corte o quizá simple idiotez social.

Solo cosas que aprender de esta pieza. De la fuerza de Molina, de su conocimiento que sabe unir técnica y riesgo. De su capacidad en meterse en sitios desconocidos. De la demostración que la vida solo se conquista con otros y a pesar de otros, auscultándose y también a pesar de uno. De la demostración que la solución no está ya escrita, no puedes comprarla, aprenderla ni imitarla. Solo buscarla, con todo lo que eso duele.

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Asesinado por el cielo I -oKupen El Español-

Publicado en Mambo (TEATRON)  el 

 

Grabado publicado por El Fenix, Benito Monfort, 1847.

 

Vuelta de paseo

Asesinado por el cielo.
Entre las formas que van hacia la sierpe
y las formas que buscan el cristal,
dejaré crecer mis cabellos.

Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo.

Con los animalitos de cabeza rota
y el agua harapienta de los pies secos.

Con todo lo que tiene cansancio sordumudo
y mariposa ahogada en el tintero.

Tropezando con mi rostro distinto de cada día.
¡Asesinado por el cielo!

Así comienza la pieza “Caída del cielo” de Rocio Molina, con José Ángel Carmona cantando estos versos de Lorca de “Poeta en Nueva York”, Trasierra a la guitarra, Oruco al compás y Martín Jones a la batería. Suena en versión “Omega” de Morente, eléctrica, gritada. Declaración de principios por un lado (de voluntad libertaria y vanguardista dentro del mundo rígido y ancho del flamenco); y, por otro, frontispico de una de las subtramas esenciales que aparece, desaparece, parece disolverse y vuelve aparecer en ristre en esta pieza hermosa y contradictoria: el diálogo constante entre la libertad en lucha y la soledad erosionada.

Pero paremos un momento. Es un viernes de febrero, vuelvo al Teatro Español tras largo tiempo, no quiero acordarme de la última, es la primera vez que vengo desde que lo dirige Carme Portacelli, directora larga de nuestro teatro que últimamente nos traía por el camino de la amargura con piezas tan insostenibles como “Prometeo” de Müller o “La rosa tatuada” de Williams, ambas vía CDN.

Pero la dirección de un teatro es otra cosa y esta mujer es larga y ancha, voy con cierto ánimo de que quizá pueda ser buena esta nueva dirección para el teatro más antiguo de este tabernáculo cortesano llamado Madrid. Nuevo ayuntamiento, nuevos modos, nuevos tiempos… Y sobre todo después de haber sufrido a la reserva del teatro español, nuestro afamado Gustavo Pérez Puig (1990-2003); a ese hombre que se mueve como el genio de las gafas de sol de las escénicas, Mario Gas (2004-2012) a quien además de haber condonado sus deudas encima tuvimos que agradecerle habernos modernizado; al investigado por malversación, estafa y delito societario –aquí – que fue bajo mandato de Botella Virrey de los teatros de Madrid, Natalio Grueso (2012-2014); y de nuestro último caso de maltrato, Juan Carlos Pérez de la Fuente (2014-2016), puesto a dedazo por Botella y mal echado después de menos de dos años en el cargo por el Ayuntamiento de Ahora Madrid, malas formas, malos fondos, otro dedazo, pero que quieren que les diga: un cierto alivio recorrió la cuesta de la calle del Prado y algunos dicen incluso que vieron sonreír a la estatua de Lorca en la plaza de Santa Ana y que la de Calderón se abstuvo de hacer comentarios.

Y así llega Portaceli, con el beneplácito de haber sido elegida en uno de los primeros concursos con comisión de valoración plenipotenciaria elaborados por la nueva dirección del Ayuntamiento de Madrid. Aunque sin purismo y sin red de ningún tipo después de lo visto con de la Fuente. Portaceli al Español, Feijóo a las Naves de Matadero. Esto pasó en septiembre del año pasado.

Feijóo está por presentar proyecto, Portaceli ya lo ha hecho y me encuentro al llegar al Español para ver a Rocio Molina con su programa que llega hasta verano. Programa de urgencia que suena a programación hecha a prisa y corriendo, que no puede ser declaración de intención última pero que deja ver desde dónde quiere acometer Portaceli su trabajo. Lo primero que programó no le salió del todo bien, Madrid es ingrata, mojigata y vocinglera. Lo de las Ventas es un poco mito. Así, el homenaje con el que abrió Portaceli la temporada al recientemente desaparecido Tomaz Pandur (con “Fausto” y “Inmaculada”) parece haber estado floja de público. Quien se acuerda ahora del María Guerrero con Charo López en cuero ajustado sobrevolando la platea en columpio en un “Inferno” de Dante (2005, aquí) desmesurado, mediocre y pseudo-gay; quien se acuerda del público madrileño jaleando a este desigual esloveno como si los hubiesen metido de bruces en la vanguardia del XXI… Ingrata, mojigata, vocinglera y olvidadiza.

Sigo mirando el programa. Portaceli parece tirar de cuadernillo chusco, ni un gesto de riesgo en las obras que estarán un mes en cartel: montaje de lo que alguien sigue creyendo es un seguro catalán, Lluis Pascual con “Mujer no reeducable” en febrero; para marzo y abril “Usuahia”, del dramaturgo de una obra olvidable y que tiraba de mito ya cansino del teatro español pero que se convirtió en la revelación absurda del año pasado “La piedra oscura”, “Usuahia” llega además con José Coronado para calentar platea; para abril y mayo una obra que ya pudimos ver en el Teatro Pavón estas navidades y que es el ensayo de Virgina Woolf transformado en monólogo por María Ruiz e interpretado por Clara Sanchis, “Una habitación propia”; otra vez “La cantante calva” de Ionesco durante todo mayo, esta vez con dirección de Luis Luque y con Adriana Ozores en escena, aquí tiene Pentación su parte del pastel; “Ivan y los perros” de Hattie Naylor, montaje de La Pavana, que viene coproducido por la Generalitat Valenciana y está dentro de Red en Escena, estará durante todo junio (se ven hasta las costuras del movimiento); y la que entra ahora en cartel, “Furiosa Escandinavia” de Antonio Rojano, el premio Lope de Vega 2016 dado por el Ayuntamiento, premio que históricamente se estrenaba en el Español, que se dejó de hacer pero que Pérez de La Fuente decidió retomar.

Triste, la verdad. Sí, triste me quedé viendo aquel programa de soflama futbolística:

Y más cabreado me sentí al ver el programa ZIP, del 19 al 23 de abril, programa que se abre así: “El teatro español quiere apostar también pos estar al lado de las propuestas del teatro más radical (…) Contamos para ello con unas compañías jóvenes que han apostado por la lucha contra un proceso de envejecimiento del lenguaje convencional. Les ofrecemos todo el edificio del Español, para que oKupen según sus necesidades. Queremos que formen parte de nuestra programación habitual. Y queremos que el Teatro Español teja una red de difusión de esas iniciativas más rompedoras”.

Creo que este texto contiene la síntesis de todos los males que vienen golpeando a la escena en este país desde que lo conozco. Este texto es la decantación de año tras año de arrinconamiento interesado por parte del teatro público a toda una creación escénica que dicen sustentar. Y me cabrea y me sorprende porque suena tan viejo…

Con el árbol de muñones que no canta
y el niño con el blanco rostro de huevo.

Del 19 al 23 de abril ocho propuestas. Entre ellas: el perejil de todas las salsas y nada joven Cabosanroque que tocarán en la Plaza para así hacer creer que esto de las artes vivas también están presentes en El Español; la nada joven y sí querida Louisa Merino con “The course fo memory”; y el más grande, padre querido y nada joven Txalo Toloza con “Extraños mares arden”. Iremos, guardaremos un pequeño hueco en nuestro mes de abril y les gritaremos “Yo soy español, español, español” para ver si ya todo se confunde en una batidora de esas de los Sanroque que nos electrifique a todos.

Por favor, Portaceli, un Radicals de medio pelo no, otro no. Trate bien, entienda, y si tiene valentía realmente haga que no haya diferencias, que todo forme parte de maneras diversas de entender la escena, no haga apartheids diciendo que además son jóvenes, no lo son, rompedores, tampoco, y mucho menos oKupas con K mayúscula. Perdonen que suene tan condescendiente pero no se me ocurre otra manera, otro diálogo posible ante tanta majadería.

Con los animalitos de cabeza rota
y el agua harapienta de los pies secos.

Con todo lo que tiene cansancio sordumudo
y mariposa ahogada en el tintero.

Tan solo queda un pequeño hueco en este programa nefasto donde uno con voluntad de apoyo y fe en el futuro puede respirar. Y es la decisión de pasar la danza, ya había estado en anteriores momentos en la sala pequeña de El Español, la Margarita Xirgú, a la Sala Principal. Rocio Molina es la primera propuesta que recae en este espacio, me cuentan que la Portaceli vio el montaje en Temporada Alta y quedó anonadada ante la fuerza del baile de la andaluza. Y cuentan que Molina dijo, “pues ahora”. Así hemos podido ver “Caída del cielo” durante tres días en este espacio, italiana sin inclinación, difícil para la danza. Quepa resaltar la cintura de Portaceli y la habilidad que supone comenzar con Molina su programación de danza.

En junio llegan las otras dos propuestas de danza: estará dos días Sol Picó con “We Women”, pieza con dramaturgia de Roberto Fratini; y cinco días “Óyeme con los ojos” de María Pagés. Tres espectáculos de danza en media temporada, los tres en el espacio principal, con menos días, pero que harían seis al año… Quizá Portaceli pueda llegar a conseguir que teatro y danza convivan sin problema en este coso, el español, que parece abocado al bucle melancólico, bucle que nos hace creer que será en el Español donde aparezcan los Benaventes futuros, los Casonas por venir, que todavía quedan estrenos como los de Galdós o los de Lorca, o éxitos como el de Fernando Fernán Gómez con “Las bicicletas son para el verano”… Manera de pensamiento cangrejil abocada a la frustración y que solo puede tener un resultado: el atrincheramiento reaccionario y tradicionalista.

El Español necesita aire, vendavales, y no rendijas. Pero habrá que confiar, por no porfiar, en el poco a poco. Y habrá que confiar en el empuje de trabajos como los de Molina, a quien por respeto, después de toda esta retahíla de política cultural madrileña me gustaría dejar para un segundo post, por decoro, por espacio… Si, querido y apreciado lector, me lo permite.

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NOTA QUE PATINA BASTARDA #1

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Jesús Ubera, junio 2016

A Fa Claes, poeta y lector

  Con las manos vacías
entrelazamos tiempos

Encendemos hogueras
para ver el fuego

Cuando llega la lluvia
miramos despacio

su luz en los cristales
y en las piedras

¿Qué buscamos?
¿Qué somos?

Antonio Fernández Lera [ 17 de noviembre de 2016 ].

 

Me llegan estas palabras vía mail de ese brujo que es Antonio Fdz Lera. Me siento agraciado (sentimiento tonto) y agradecido de que esté en su lista secreta de aquellos a quienes cada cierto tiempo nos llega un poema de Antonio al mail. Los leo con toda la atención, me pille en el curro, en casa, en la calle, da igual, los leo pensando cada frase e irremediablemente pensando en él. Son sencillos en la escritura, poemas que exiliaron hace mucho y para siempre la floritura y no tienen otro remedio que afrontar lo que resta. Y me siento un poco ladrón al compartirlo acá, sin autorización alguna.

En este último mes, con el puto festival El lugar sin límites ya terminado, en el que curré como cronista y coordinador del blog, con el sinsabor que siempre queda donde has puesto trabajo y ganas, he ido dando tumbos, como siempre, por otro lado, nada especial. Pero no tengo nada en el corazón, y cuando uno no tiene nada en el corazón es quizá cuando más vivo está, la falta apremia y uno engulle. Estas notas que patinan van de ese engullir vacío. Bastardeo al maestro Ramos, a quien quiero tanto, como si fuera el aparato médico de reanimación.

Llevo más de tres meses mirando a distancia las fotos que está colgando Ubera en su blog de Teatron. 63 fotos de paisajes que son territorio de nadie y de todos. Y las miro con distancia porque se me pegan enseguida a la piel y no quiero, tengo una relación con las fotos de Jesús demasiado pegajosa. Y además, qué coño está haciendo. Hace diez años todos se pusieron a hacer este tipo de fotos donde gana la estructura y el objeto. Vendían bien, es más, acompañaban todo de un cierto “knowledge” sobre arquitectura y arte. Y nos reíamos de aquella pequeña moda minoritaria y monetaria, con sonrisa partida, porque a alguno les iba de puta madre, conseguían estar en todos los circuitos que te permiten editar bien, vender bien, vivir de estupendo y además hablar bajito entre colegas porque ya eres una personalidad y razonas bien pero tranquilo. Y ahora va Jesús y se pone a ello, diez años después, cuando ya no va.

Y llevo tres meses mirándolas,  las miro, y las vuelvo a mirar. Jesús publica una y yo la miro y vuelvo a ese agosto donde todo empezó con esta foto:

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comunication break down (titulo inventado for my self) 15 de agosto de 2016

Y me las veo todas otra vez. No puedo dejar de ver las fotos de Ubera en secuencia. Yo creo que siempre trabajó así, en secuencia y en collage. Siempre con las imágenes en relación. Y me digo que no tiene nada que ver con aquella moda exenta de vida, se fotografiaban espacios sin vida, edificios y estructuras que el hombre había transformado y que en cierta manera hablaban del vacío y la inutilidad al no haber nunca personas, al aislar edificios, por ejemplo, en paisajes asolados o inhóspitos. Nada que ver con estas fotos en las que aunque no hay mujeres ni hombres están en todo momento sus rastros, como si se hubieran ido hace cinco minutos en algunas ocasiones, como si todo estuviera preparado para recibirlos a las 8 en punto en otras, espacios donde su gente ha dejado rastros de una obsesión, el orden por ejemplo, o de una dignidad dentro de un naufragio, en otras.

Y me preocupan porque es, entre otras cosas, la historia de una devastación. La foto como un rayo x del alma que pulsa el disparador. Y me tranquilizo, porque también es la historia de muchos, y de este país, y de Madrid, y del proceso de la infancia a la madurez (que aunque uno luche es siempre muerta), y de la historia del desahuciado, del apartado de la partida de cartas, del que quedó fuera. Y me recreo porque en ellas está en subtexto todo. Sobre todo la ilusión. Ilusión perdida, ilusión peleada con el orden como si fueran Abel y Caín, ilusión encerrada, frustrada y en algunos pequeños resquicios ilusión inmanente, presente, aunque bajo siete sábanas de urbanismo y melancolía, como en las pintadas de esta foto:

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Clara loves Inés, 20 de septiembre de 2016

 ¿qué buscamos?, dice Lera, así llevo un mes, preguntándome eso, y eso me pregunto ante las fotos de Ubera. Qué busca Jesús al hacer estas fotos, qué busco yo al mirarlas como si fuera el reflejo del fuego en los cristales. Ni por asomo llego a qué somos, simplemente, después de haber sido niño, de ese torbellino de inconsciencia y presente, de pasar por la juventud en la que todo se rechaza y todo se absorbe, después de haber tenido que madurar por cojones, qué busco.

Me decía Cornago el otro día, acertadamente, con otras palabras pero diciéndolo, que ya me vale con el saber escribir un poco y ponerme emocional. Que así uno se gana al que lee pero que de esa lectura solo queda que tras un pequeño tiempo todo quede como cierta subyugación por gustar por parte del que escribe; y que ese tipo de escritura está abocada al olvido, que a poco llega, que a poco sirve. Y llevo todo este mes pensando en ello. Con el corazón vacío, que es como uno puede estar vivo porque lucha por llenarlo -me digo para insistir-.

Pensé en las escrituras posibles, en realmente poner tu escritura en función y al servicio de algo y no de uno mismo, que es de lo que me acusaba Cornago. Y elucubré sobre Ubera haciendo estas fotos y compartiéndolas. y vi que en mi voluntad de escritura hay voluntad creativa, y me asusté. Ya no soy periodista, huelebraguetas con información que sintetizar, se fue la función de mis posts, escribo de manera disfuncional. Escribo para llenar el corazón, como Jesús con esas fotos, Ubera intenta llenar el corazón que tiene arrasado, casi con necrosis total. Y por eso son tan sobrecogedoras. Reflejo de una devastación y acto de voluntad heroica en el puto sentido griego.

Y comencé a ver todo, todo lo escrito en Teatron, todo lo escrito en los libros que me llevo a la cama u ojeo en el sofá, en el libro 4 de Rodrigo que tengo reservado para el WC; en todo, incluso en los telediarios de Piqueras, comencé a ver pechos vacíos que se hinchaban y emitían sonidos altos, graves, desaforados, ya fueran libros, obras o poemas que entran dentro de la esfera de lo creativo, ya fueran artículos informativos, notas centradas, análisis certeros, mails, whatsups, todo me resonaba como gritos en una cámara sorda. Vaya, que se me comenzaba a ir la fresa, a perder el norte, a desenfocar: Empacho de soledad y soliloquio unipersonal que es la conversación con uno mismo que nunca para y nunca compartimos.

Hasta que llegué el otro día a una premiere en la calle Gran Vía de Madrid para ver el documental sobre el disco OMEGA de Enrique Morente, Lagartija Nick y de algún modo Leonard Cohen, que ha realizado Sacromonte Films y ha dirigido Gervasio Iglesias. Estaban presentes su mujer Aurora Carbonel, y sus hijas Estrella y Solea. Fui solo. Y comenzó la película y desde el primer momento, tras unos horribles títulos de crédito de comienzo, me puse a llorar como un imbécil. Y he estado pensando qué es lo que nos dejamos en los artistas o trabajos artísticos que nos modifican y de alguna manera nos marcan. El Omega salió hace 20 años. Yo hice mi primera crónica en el año 1997, en el diario YA, sobre el primer concierto que dieron en Madrid ese año. Veinte putos años. Me la curré como un idiota, si la tuviese la ponía aquí mismo pero está perdida. Fue una nota respetando el género y estilo formal de un periódico de tirada nacional, aunque fuese en horas bajas. Y sí, el asunto imponía, la crónica no creo que valiese mucho, menos dos frases si recuerdo bien. Pero el caso es que me la curré a mansalva. A mí me gustaban los Lagartija Nick pero poco sabía de Morente, así que me embuí en discos que me pasó una amiga de mis padres: Sacromonte, Despegando, Alegro y Soleá… Morente, a partir de entonces, me ha ido acompañando siempre, su manera de hacer, su respeto por la tradición (siempre entra por el segundo verso, como queriendo explicitar que llega a un sitio donde todo ya comenzó, donde él simplemente continúa); y al mismo tiempo, su clarividencia e inteligencia para poder buscar, encontrar en otros lugares no propios del flamenco.

Del documental no sé deciros, está bien, sobre todo por las imágenes de la grabación del disco en Granada, por temas inéditos aunque sean salvaje e incomprensiblemente cortados porque sí a mitad, por ver a Morente paseando por Nueva York, por verlo cantar con veintipocos una versión de Estrella que no conocía, y por la crónica de la presentación del tema Omega en una sesión pura de flamenco que Morente estaba dando en el Albeniz. Ahí, Morente, frente a un público flamencólogo, se levanta solo en el escenario, con el telón detrás de él y grita “la hieeeeerrrrba”, momento en el que se levanta el telón y entra todo Lagartija. Ese acto, justificado, con una canción que lleva años pergeñando, tiene también toda la intención performática de la provocación. Tan necesaria, dice él en el propio documental. Y lo bueno es que vi ese momento en imágenes, Morente ahí solo diciendo: venga, vamos, decir lo que tengáis que decir, que tengo una claridad en mi cabeza y la voy a luchar hasta el final. ¿Os lo imagináis? ¿Os imagináis haber estado ahí?

La gente en el cine de Gran Vía aplaudía y yo lloraba como un mocoso, todo el tiempo, bochornoso.

Y podría enredarme en porqué lloraba, pero más quisiera decir una cosa. Que sí, que Morente está muerto, que Cohen (otro de los faros  que diría Baudelaire) acaba de morir, que aquello tenía algo de akelarre aunque fuera urbanita y mitómano, pero que lo que a mí me tenía pegadito a la butaca era una sensación de estar de alguna manera en casa, en una casa de la que me pierdo, lamentablemente, con facilidad. En casa con esos veinte años que me he pasado estudiando y pensando con Morente. Escuchando Mi pena, Estrella, Yo poeta decadente, etc. etc. Este último tema viene del disco Alegro, Soleá y Fantasía de Cante Jondo. Discos Probeticos, 1995, donde Morente toca con una filarmónica entera y va recogiendo palos antiguos y letras anónimas entre las que mete este poema de Manuel Machado. Y pensaba en ese akelarre en la Gran Vía donde se clamaba que Omega era la revolución porque entró el rock en el flamenco, pero pensaba que lo importante en Morente es que era capaz de hacer ese mismo gesto, el de abrir y encontrar, abrir y encontrar, con las poesías de Miguel Hernández o Manuel Machado, con un grupo de rock o una filarmónica, o con la Voces Búlgaras en la Catedral de Barcelona. Estaba en casa con todo eso en la cabeza, y lloraba porque la madurez es una lucha por no dejarse ir e ir muriéndose en una cotidianeidad apagada, por no dejar que la necrosis gane en esas partes del cerebro que avivan el alma y al final llegue al corazón ¿Qué buscamos? Quizá no morir.

Si yo encontrara la estrella que me guiara,
Yo la metería muy dentro de mi pecho y la venerara

Y siguiendo este mes sinuoso, me llegó también al mail una maravilla llamada “Prólogo a los detectives salvajes (versión)”, un video de 27 minutos que es antesala al proyecto que están realizando PLAY dramaturgia.

Proyecto a la Bolaño, de indagación en el pasado, de intentar reconstruir lo que fue a través de trazos ínfimos, quieren el avión entero, dicen, haciendo metáfora entre la escena de los últimos veinte años y el avión perdido en el Atlántico del que solo se ha recuperado un ala. No estuvimos allí, dicen, ¿os lo imagináis?, dicen refiriéndose al estreno de “Protegedme de lo que deseo” de García.

Buscan una compañía que decidió irse y dejar de ser visible, una Cesarea Tinarejo que uno se plantea si no está mejor perdida, para ello acaban de cruzar el Atlántico, por ahí andan en noches americanas buscando un telefonillo que presionar.

La historia de los que decidieron dejar de ser visibles. El acto de búsqueda y viaje. ¿Qué buscan los PLAY? No lo sé, no sé qué se busca cuando uno se centra en lo ido. En algo que ni se vivió, No estuvimos allí, dicen, buscan algo que les contaron, mitifican sobre un arte efímero sobre el que no hay casi registros, mito sobre mito, y bajo él una historia de nuestra escena, una de tantas.

Ulises Lima y Arturo Belano, estos dos perros aulladores, que inician la búsqueda de una compañía que les complete el realismo visceral que fue nuestra escena de los noventa y primer decenio del XXI. En el libro de Bolaño se disuelve poco a poco la búsqueda de Lima y Belano y entramos en el naufragio vital de estos dos huelebraguetas de la vanguardia literaria mexicana, dos hombres que buscaban para encontrar sus fundamentos artísticos y que se pierden en un mundo ancho y solitario. África, Israel, París, España… La vida es un naufragio que no siempre sale bien. Hay mucho de lo que hablar en lo que está haciendo PLAY dramaturgia, mucho que comentar y que pensar sobre lo que ha pasado en estos años con toda una corriente escénica, mucho sobre las estructuras culturales y de mercado. Y lo haremos. Pero a mí me interesan Lima y Belano, ¿porqué buscan? ¿qué buscan? Por apuntar algo, pienso en el miedo al naufragio, a naufragar ellos, a que se malogre tanto esfuerzo y voluntad.

Me parece el proyecto “escénico” más atrayente que pasó por mi vera en estos últimos tiempos. Los sigo como otro detective, a distancia, sin entrar pero queriendo saber a cada paso. Y este mail que me llegó como un regalo, que salvó este mes de púas y silencios, quisiera compartirlo con ustedes. Tampoco sé si estoy autorizado pero es una maravilla y además anda en la red, así que…

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NUEVO DIRECTOR DE LAS NAVES DE MATADERO: MATEO FEIJÓO

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Una pequeña exclusiva. Ya hay fallo, ya hay nuevo director de las naves de Matadero: Mateo Feijóo, al que conocemos por sus direcciones del festival Escena Contemporánea y del Teatro La Laboral.

Se quedaron fuera, tres proyectos: Andrés Lima, el presentado por Marquerie Tomé y Dasi, y un tercero que desconozco.

Esa es la noticia. Para quien no conozcan a Feijóo. Aquí una pequeña resemblence…

 

Mateo Feijóo ha trabajado como actor en diferentes compañías nacionales e internacionales. Como regidor en la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Como coordinador del área de Performance en varias ediciones del Festimad. Ha sido director de tres ediciones del Festival Escena Contemporánea y Asesor Internacional del mismo. Asesor del Centro Coreográfico Galego. Director del Teatro de la Laboral, proyecto escénico enmarcado en La Ciudad de la Cultura de Gijón (Asturias). Curador de Proyectos Internacionales en los Uferstudios de Berlín, Asesor de Teatro en el Consejo Estatal de las Artes del INAEM y forma parte del jurado de selección de proyectos de ayuda a la movilidad de Cimetta Found. Compagina su labor de programador con su trabajo como creador y director artístico.

 

ACTUALIZACIÓN DEL POST (DÍA 25/9/16 a las 20:10 horas)

Siguiendo la recomendación de Bárbara en comentario pongo aquí varios links para seguir la noticia y me permito una pequeña explicación. La exclusiva está dada muy poco tiempo después de que se fallara, sin nota de prensa del Ayuntamiento ni nada parecido. Tan solo un medio tradicional dio la noticia y TEATRON le ganó por hora y media. Ese medio, el ABC, firmado por Julio Bravo, da la exclusiva también y no tiene la información de quién componía todo el equipo liderado por Mateo Feijóo.

Ya más tarde con nota de prensa del Ayuntamiento salen las noticias esta mañana más completas. Quizá las exclusivas no sirvan para nada, eso es verdad, pero no había selección de información cuando se puso este post. Se contó todo lo que se sabía en ese momento. Anyway, gracias Bárbara por el apunte. Aquí teneís la del ABC y otras ya de hoy mismo:

ABC

LA RAZÓN (que carga las tintas por donde puede)

EL PAÍS (ya mencionada en el comentario)

EL ESPAÑOL 

Estos son los cuatro periódicos cortesanos, como ven EL MUNDO ya no se sabe qué es.

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LA CAÑA #9 | MÓNICA ELSL

Primera caña 2016 sobre este ciclo dedicado al relato y la casa. Relata Mónica, ciudadana que transita por la Calle Barco y alrededores.

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CONVERSACIÓN CON LOS COMISARIOS DE EL LUGAR SIN LÍMITES 2016

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Comenzamos con el blog de ELSL, primera entrada, seguimos, quien quiera leerla:

PINCHAR AQUÍ

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EL BLOG DE EL LUGAR SIN LÍMITES, un encargo

 

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Esta mañana andaba ya inmerso en la que se avecina, en este mes de inmersión que va a suponer “El lugar sin límites”. Los directores del festival, Carlos Marquerie y Emilio Tomé, han centrado el tiro entre dos conceptos: la casa y el relato.

Y andando por la calle me encontré una edición setentera de “Bestiario” por dos euros, el libro de cuentos de Cortázar, y me acordé de “Casa Tomada”. Así que lo compré y lo leí de nuevo: cortito, tan extraño como evocador. Esos dos hermanos con la vida resuelta que van dejando sin lucha alguna que unos seres innominados les invadan la casa familiar hasta que acaban fuera de ella, expulsados, tirando las llaves a la alcantarilla. Y pensaba en nuestra casa, esta española, o madrileña, esa casa no familiar pero en la que vivimos. Y los paralelismos venían solos. Luego leí el prólogo, un prólogo que cargaba la tinta sobre lo político. “Casa Tomada”, escrito en los sesenta, con Perón al frente del gobierno, texto que se leyó como nítidamente “antiperonista” (esos pobres que nos echan del hogar familiar construido con años y tradición). Hasta llamaban “Gorila” a Cortázar, eso decían del que luego escribiría “Nicaragua tan violentamente dulce” o, si no quieren algo tan coyuntural, “El libro de Manuel” por ejemplo. Y pensaba en las lecturas que uno hace, en lo que uno lee en el arte y de lo que ahí hay. Y pensaba que quiere decir ese “ahí”, si es un lugar, si es posible que contenga.

Pensé en los cuentos, que son la quinta esencia del relato, pensé en el texto introductorio del festival que habla del relato contado en torno al fuego, ese lugar mítico donde creemos que nuestros ancestros construyeron la primera comunidad, la metáfora y el simbolismo. Y me acordé de no sé qué escritor que decía que las novelas y cuentos de Pio Baroja sonaban a relatos contados en tono bajo junto a un fuego. Y me acordé de mi amigo Óscar Cornago y de un texto que leyó en un Escena Contemporánea sobre la comunidad, concepto tan manoseado últimamente en las “prácticas escénicas” (sic). Un texto que hablaba del comienzo de sentimiento de comunidad describiendo una plaza, el justo momento en que un hombre apuñalaba a otro “ahí, en ese momento, comenzó el sentimiento de comunidad” explicaba Óscar.

Y escribí esto antes de comer:

“En esta segunda edición los organizadores se han centrado en dos conceptos: el relato y la casa. No sabemos si los trabajos que se mostrarán en el ciclo realmente los acogen, si hay, como se dice, una fina línea de programación que atraviesa y profundiza en estos dos conceptos. Veremos. Pero nosotros hemos decidido hacerlos nuestros. Acogemos como acólitos estos conceptos, los incardinamos, los asumimos dentro de este blog, para bastardearlos hasta el infinito, para exprimirlos hasta la brasa… Esa es la idea, seguir horizontalizando la mirada y la reflexión en torno a esto que ya no quiero nombrar (teatro experimental me apunta el compañero bloguero, ni de coña, dice el tercero en discordia, pues eso, digo, ni nombrarlo). Seguir invitándoos a escribir, a reflexionar, a mandarnos lo que consideréis. Y con toda la voluntad de seguir moviendo la cosa, la casa, esta madrileña y esta española, para ver si ese viento salgadeño que hoy parece parado sigue estando ahí… ¿Y qué mueve ese viento, qué ha movido en esta casa? ¿La decoración, los muebles de sitio, nada? Otros cuarenta años de democracia en la casa, casa del pueblo, casa de lenocinio y parricidio, casa de todos, la casa-cosa pública, ¿se movió, se moverá? Estamos barruntando, viendo quien tiene las llaves para robárselas por un rato y hacer copias y más copias, y más copias y más copias. Estamos barruntando, moviendo los sesos de un lado a otro, de otro a uno, hasta la risa incontinente. Que empiece esto, dice el bloguero, ahí estoy de acuerdo dice el otro en discordia: aquí lo que tiene que pasar es que esto empiece, que dejemos los sesos quietos de una vez y nos los empiecen a mover en platea. Yo, transcribo”.

Y ahora, tras la siesta he alargado el brazo y cogido un libro de ese traductor de Müller que además y sobre todo es buen poeta. Y leí esto: “LA CONDICION HUMANA I: NEGRA noche / más cerrada / que el portalón del Paraiso // y alguien errando / con una escoba en la mano / donde quizá debiera llevar una linterna” (“El común de los mortales”, Jorge Riechmann).

Y claro, me acordé de Emilo y Carlos, hace quince años estrenando en el Teatro Pradillo junto a Montse Penela “2004 (tres paisajes, tres retratos y una naturaleza muerta)”. Emilio y Montse interpretando, y Carlos dirigiendo y manipulando objetos en escena, hasta que en un momento se quedaba vestido con bata negra barriendo el espacio, con una linterna en la cabeza. Y congelaba el movimiento. Puta imagen grabada a conciencia.

A mis compañeros de blog: Fernando Gandasegui y Javier Marquerie.

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Adiós a José Monleón, el director que modernizó el teatro español en tiempos de Franco

 

Se fue Monleón, escribí este pequeño texto:

LEER

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LA CAÑA # 8 | ÓSCAR CORNAGO

Caña publicada en EL LUGAR SIN LIMITES

Óscar Cornago es investigador del CSIC especializado en artes escénicas. Hay una página que quizá sirva para situar: ARTEA.

Primera de las “cañas epílogo”, hechas con todo el ciclo ya pasado:

Hay un pequeño corte (simple cambio de baterias, ninguna otra alteración).

Caña realizada en el Teatro del Barrio. Especialidad en seguir siendo una de las salas de pequeño formato con más capacidad de público y en el que se está dando un teatro político documento bien interesante que pareciera hecho por un Dario Fo pos-democracia europea. Un ejemplo: Qué pasa en Madrid.

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