Notas sobre «Actos de juventud» de La Tristura

boca

Unas notas sobre la última obra que la compañía La Tristura ha presentado en Escena Contemporánea 2010: «Actos de juventud».

No había podido ir a ver a La Tristura antes. Uno de los grupos de teatro más jóvenes y que más ha dado que hablar en Madrid durante los últimos años.  En 2006 estrenan La velocidad del padre, la velocidad de la madre. En 2008 llega Años 90. Nacimos para ser estrellas con la que ganan el premio Injuve 2008 Propuestas escénicas, además de ser aclamados por la crítica. En resumen: No podía faltar a la cita de este año.

En la información administrada se dice que La tristura “desde 2004, comen, trabajan, duermen y escriben juntos”. Eso y que son cuatro. Se trata del mejor resumen posible de la obra. La obra repasa, a través de las fases de un día, el inicio [amanecer], la madurez [mediodía], el declive [atardecer] y la fiesta y posterior resaca [noche] de la amistad y amor de los cuatro integrantes. Ellos cuatro y sólo ellos cuatro son el epicentro desde el que se construyen todos los pensamientos, las reflexiones y las acciones de la pieza. Un trabajo egocéntrico y ensimismado en el que aparecen momentos de verdadera fuerza escénica al lado de otros cuya intensidad desaparece.

En las cuatro fases del día los cuatro autores nos adentran en un universo personal donde aparecen juegos, amores cruzados, cartas, fiestas, cosquillas, desayunos,… una sucesión de atractivos ritos de amistad. Pienso en la obra desde ahí  y me gusta. Me siento atraído por todos esos pequeños gestos, por ese puño que una de las actrices mete en la boca de la otra. Un gesto que, sin haberlo vivido, me evoca años de adolescencia donde la inocencia te hace probar las cosas para vivirlas en primera persona. Un tirón en el brazo y su respuesta en forma de mirada cómplice me transmite recuerdos de amistades plenas, sin responsabilidades que las separen. Ahí radica una de las potencias de la obra: La pieza trata de la presentación pura de su realidad y de su mundo. A través de esos gestos y esos ritos uno va vislumbrando [1] una realidad que no conoce, a la que se siente ligeramente ajeno pero que puede entender. Ese misterio atrapa. La iluminación [bravo a David Benito] y la música [bravísimo a Merran Laginestra] aportan un halo de nostalgia, sobretodo en los primeros compases de la pieza, que te absorben. Uno de los mejores momentos aparece cuando Pablo Hidalgo lee una de las cartas dirigidas a sus compañeros/amantes. La palabra, que en muchos otros momentos de la obra no tiene la fuerza necesaria para que te conecte, en este momento aparece fuerte, clara y emocionante.
La obra, desde este punto de vista, me hace pensar en un artista que expone su obra en una galería. El artista vuelca todo su interior en una pieza así como los componentes de la Tristura vuelcan toda su realidad sobre el escenario. La ritualizan, la segmentan, la colocan para ser vista. Enseñan a los demás lo que sólo ellos son. La reflexión sobre su naturaleza y cómo se relacionan es su base argumentativa. Y esa base transmite verdad, complicidad, conflicto y fuerza.

Es en esa fragmentación, en esa catalogación de la vida [su vida] expuesta la que me hace pensar la obra desde otro punto de vista. Ahí ya no me gusta tanto. Hay momentos en la obra en que te preguntas si las palabras o los gestos son demasiado explícitos, forzados,  pretendidamente reales. Pongo un ejemplo: Cuando los 4 autores se ponen a dar saltos ininterrumpidamente, evocando desde una carrera, el esfuerzo de crecer, el sexo o mil cosas más, de repente uno a uno se van dejando caer, «haciendo ver» que están exhaustos, o bien cuando se leía y hablaba «haciendo ver» que se dudaba. Hay ahí una incursión en lo interpretado que no cuadra demasiado bien con el trabajo más expositivo que comentaba anteriormente. Vuelvo a pensar la obra desde ahí y veo que aparecen muchos altibajos donde se pasa de un momento emocionante a otro que te distancia, precisamente por esa pretendida verdad. ¡Qué pena que todo ese trabajo no esté más unido a todo lo demás! Qué pena no salir del teatro con la certeza que lo que se ha visto es una porción de la vida de los cuatro amantes y no la explicación de esa misma vida.  Qué pena ver la maquinaria que genera la pieza en vez de ver la pieza en sí.

Me da la impresión que Actos de juventud está colocada entre dos mundos: Uno expositivo, gestual, ritual, y otro más argumental, interpretado, analizado. La mezcla, aunque podría ser perfecta, no lo es. Hay demasiados altibajos como para que esa unión de los dos mundos funcione.¿Quizás en el siguiente proyecto logren esa unidad? Espero que sí.

[1] De hecho, vislumbrar es lo que hace uno desde el primer momento en que entra en la sala ya que, a la entrada del público, uno se encuentra con una niebla espesa que no permite ver lo que hay en el escenario. Cuando todo el mundo está ya preparado, la niebla, lentamente, desaparece. Muy buen inicio.
[2] La fotografía forma parte de la serie de fotos de la compañía. Extraída de su página web.

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3 Respuestas a Notas sobre «Actos de juventud» de La Tristura

  1. Quim Pujol dijo:

    ¡¡¡Muchas gracias por el texto!!!

  2. Kent dijo:

    Me gusta leerte cuando hablas de lo que te gusta, eres sencillo y claro. Cuando intentas ir más allá y comentar lo que para ti son cosas a mejorar lo encuentro más impostado, suena rebuscado, menos propio. Conozco bien los dos trabajos con los que has empezado en teatron. Son dos obras muy complicadas, con unos paradigmas dramatúgicos sutiles que se inventan a sí mismos. Creo que aquí en España faltan argumentos teóricos contundentes para hablar de ciertos trabajos, por eso es aún más importante que surjan propuestas como la tuya. Ánimo y disculpa los consejos de viejo. Voy a leer tu última crítica, o apunte como tú los llamas.

  3. cmc dijo:

    ¡Nada de disculpas Kent! Aquí son bienvenidos los comentarios y más si son constructivos como los tuyos. Es muy difícil escribir y yo lo intento hacer con el máximo rigor posible aunque, claro, no siempre uno se expresa con claridad. ¡Gracias por los ánimos!

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