Roja y Sola

Ella no fue una niña salvaje… se quedaba viendo por la ventana de sus ojos la tarde entera,

no corrió tras los animales, ni trepó a los arboles y se hundió en los rios porque no sabia salir a flote.

Pero toda esa salvajura se le fue acumulando en cada milimetro de la piel,

hasta formar una capa gruesa como una piel de oso, una piel de cocodrilo

y un rugido dentro cuando buscaba articular ideas y lenguajes.

Y de tal modo sus huesos graves crujían  en la alta noche

que en sus sueños se le revelaban espacios amplios y secretos,

personas inquietantes y múltiples.

Pero al despertar era imposible detectar el color del aire o

recordar las palabras que contenían el misterio de la claridad…

palpitaba dentro de su propio acertijo; suspendida entre la  gruesa piel y

aquellos sueños que no sabía transmitir a nadie.

Un dia la encontró un domador que la enseñó a rugir, la entrenó a saltar,

ella obedecia cada una de sus palabras por que era placentero,

porque se convulsionaba veloz entre la piel y sus huesos,

por que el domador era gentil y paciente.

La alimentaba metódicamente…nunca de más, siempre a horas dispuestas

y de vez en vez se quedaba dormido para provocar en ella la fidelidad del secuestro.

Pero ella no fue una niña salvaje, ya conocía el hambre y la ponía triste

lo miró tres veces, lanzó un rugido profundo…él escondío las llaves bajo la almohada.

Ella se desabrochó cuidadosamente  el candado,

en silencio dejó la cadena en el suelo  y caminó  como un cuadrúpedo

hacia el interior del bosque.

Sangraba y pensaba; poco a poco comenzo la danza,

sus heridas se agitaban hasta darle una cualidad aerea a

la danza salvaje y solitaria de su propio deseo,

se convulsionaba de modo que la gruesa piel de oso se incorporo a la suya,

rugía más mientras sangraba; sola y roja dentro del verdor del alto bosque indiferente

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