ENTRE DOS LUGARES / 1

Esta texto es parte de la publicación realizada por Itsaso Iribarren y Germán de la Riva durante una residencia de investigación artística en el Centro de Arte Contemporáneo Huarte durante los meses de septiembre y octubre de 2019.

Estar entre dos lugares es estar en crisis constante, es estar entre lo técnico y lo físico, entre lo virtual y lo real, entre el objeto y la acción. ¿Cómo hablar de un cuerpo que está y que no está presente, en un momento en que el verbo estar ha cambiado de significado? Es, a partir de un juego con un objeto artificial, cuando entramos en ese lugar intermedio. Ser un lugar intermedio, estar en un lugar intermedio nos permite hablar de ese lugar intermedio. Al estar embutido en un rollo de plástico, la cercanía física con el material te obliga a permanecer en una postura con muy poca movilidad. Resguardado en un lugar con escasa visibilidad hacia el exterior y con una extraña sensación de seguridad, el cuerpo está descansado, permanece tumbado en el suelo con una única expectativa: la de hacer nada. 

Hacer nada, una promesa muy jugosa en la que uno puede regocijarse y pasar el tiempo tranquilamente: mover un poco los pies, acomodarse para estar mejor, rascarse la cabeza… pero, esos pequeños movimientos, producen una gran resonancia en el exterior. Amplificado por el objeto, ese cuerpo ocioso y preso al mismo tiempo, se mueve, de hecho es lo único que puede hacer, moverse. Moverse sin saber para qué, hacia dónde o desde dónde. Moverse sin un objetivo claro mas que el de acomodarse o el de respirar más aire. Construyendo así, un momento de reposo, de meditación: respiramos y nos concentramos en ese acto, inhalar y exhalar. Sentir como un fino hilo de aire entra por la nariz, pasa por la faringe, llega a los pulmones y desde ahí, se expande hacia todo el cuerpo. Desde el primer pelo de la cabeza al último dedo del pie. Todo el cuerpo se infla y desinfla como un globo. Respirar con los pulmones, respirar con la tripa, respirar con la cabeza y con las manos. Sentir como cada célula disfruta de ese pequeño acto automático de respirar. Cada parte del cuerpo es independiente y quiere saborear ese precioso oxígeno que nos mantiene vivos. Durante la inhalación el cuerpo se mantiene en pausa, como si se preparase para algo. Durante la exhalación movemos alguna parte del cuerpo: quizás sea una pequeña acomodación de la postura o simplemente un movimiento por placer o por sentir una parte del cuerpo. Otras veces, al inhalar y exhalar, trasladamos el aire a alguna otra parte del cuerpo, como si tuviésemos los pulmones en un dedo de la mano, en los omóplatos o en la rodilla. Respiramos con esa parte del cuerpo, inhalamos desde la rodilla y exhalamos desde la rodilla, permitiendo que sea un cuerpo en sí mismo, un cuerpo que necesita funcionar. 

Huarte, 3 de octubre de 2019

En los últimos días he construido con un gran plástico varios nidos y crisálidas; lugares de protección, resguardo y maduración. Me extraño de la relación entre la temperatura fría del plástico y la calidez del nido. Hasta ahora, han sido intentos fallidos de consolidar una forma.

Envuelvo mi cuerpo en tiras largas de plástico negro, un gesto que me hace pensar en el gusano de seda, en una lombriz que escarba y construye un túnel por el que pasar su cuerpo. Despliego en el suelo una tira de plástico de tres metros de ancho por seis de largo, me tumbo en un extremo y rodando termino con el cuerpo dentro de este material. Respiro en el interior; entre el aire que respiro y el sudor, el calor va en aumento. Capas de ropa y plástico pegadas a mi piel, me cuesta respirar. ¿Cómo respira un topo bajo la tierra? Muevo mi cuerpo envuelto por la piel de plástico. Brazos y piernas desaparecen, entre arriba y abajo, entre un lado y otro. Oscuridad. Límites. Este es el espacio que ocupo.

Pasado un tiempo, repto hacia la apertura superior. Cerca de mi cabeza, veo la luz. Respiro con normalidad. Una vez que consigo sacar los brazos, me desprendo de lo que hasta ahora había sido mi piel. He creado una forma efímera que me revela diversas relaciones con otros cuerpos, seres y modos de vida. Decido hacerla perdurar, así cuando vuelva mañana al estudio, seguirá aquí.

Huarte, 4 de octubre de 2019

Hoy comienzo de nuevo a construir el nido, la crisálida. Deshago la forma que hice ayer y vuelvo a desplegar el plástico negro en el suelo. Tengo en mis manos unas tijeras y cinta adhesiva. Estoy decidida a construir una forma que perdure, que pueda mover de un estudio a otro, que cuando vuelva mañana siga en las mismas condiciones. Me tumbo sobre el plástico, rodeo mi cuerpo con él, marco en la superficie el espacio que ocupa mi cuerpo. Hago un tubo de plástico negro del diámetro de mi cuerpo. Envuelvo este tubo con el plástico sobrante, surgen pliegues que decido pegar, envolturas que perduran gracias al adhesivo. Descubro en la cinta adhesiva el hilo de seda con el que seguir tejiendo el nido.

 

 

Esta entrada fue publicada en Sin categoría. Guarda el enlace permanente.