2ª COMIDA LP

Comidas del LP
Organizadas por Sergi Faüstino
Lugar: Espacio de La Porta, 11 de marzo del 2011.


En el instante en que el escriba sentado se preocupa por el porvenir de su hijo, que es el porvenir de su casta, ya han pasado suficientes, ya han pasado suficientes siglos de organización social y de división social del trabajo para llegar a la lucidez individualista y corporativista del viejo escriba. Ha aprendido a escribir en cuclillas, a ver a sus señores y al mundo desde las cuclillas y conoce la ventaja que le otorga ser poseedor del lenguaje como instrumento, con una significación convenida por los señores o por los brujos. Ha de utilizar el código para perpetuar el sistema: en realidad, el escriba sentado es un reproductor de ideas y las palabras no le pertenecen. “Las palabras tiene dueño”, aseguraría muchos años después un personaje de Alicia en el país de las maravillas.
El escriba sentado, de Manuel Vázquez Montalbán.


Fue Julien Benda uno de los primeros en hablar claro del asunto en La traición de los intelectuales, 1927, reflexión sobre el compromiso de los intelectuales que resumía al borde de los años treinta una ya larga consideración sobre el papel histórico de los poseedores del lenguaje: “Puede decirse que, gracias a ellos, durante dos mil años la humanidad ha practicado el mal, pero ha honrado el bien”. He aquí un sarcasmo lapidador que es casi tesis y conclusión de La traición de los intelectuales sobre el sentido moderno del compromiso de los sacerdotes de la cultura.
El escriba sentado
, de Manuel Vázquez Montalbán.

Es domingo. Después de dos horas buscando libros en el Mercado de Sant Antoni, sin éxito, llego a la tercera comida del lp, comidas organizadas por Sergi Faüstino. Es la segunda a la que voy, en la crónica de la primera a la que asistí hablaba del ritual del segundo plato. En esta, ésto se rompió. La sempiterna paella, el ritual del grano y agua, deconstruyó la mesa. Bendito invento fenicio.
Primero los comensales hablaron sobre los trabajos de dos de los presentes, de Cristina Blanco y de Mauricio González…
Aquí salió un tema que a mí me tenía loco: el público. El público en la función de Wakefield Poole: Visiones y revisiones. Aquel día fue extraño. Es increíble como el teatro es acto comunitario. Las risas de parte del público, anticipándose al posible chiste y en momentos de gran peso, se me quedaron implantados en el equilibrio de mis humores que diría Hipócrates, vamos que se me subía la flema y la bilis negra haciendo peligrar mi salud al intuir lo que se traían de casa parte de los asistentes y cómo esto mandaba sobre lo que estaban viendo en escena.
Este conflicto y otro que también surgiría en la comida (quién, para qué y desde dónde se escribe sobre la escena) me llevaron a Madrid cavilando. Llegué a casa y colgué esta entrevista con Paco de la Zaranda. Desde ese rincón de la memoria y la muerte perdido de Jérez, Paco Sánchez dice refiriéndose al público de Madrid: Mi padre me decía: «Paco, pase lo que pase, lleva los zapatos limpios. Si llevas los zapatos limpios no te puede pasar nada». Cuando voy por Madrid, miro los zapatos de la gente, nadie los lleva limpios. Pero en Iberoamérica los llevan impolutos. Un público de zapatos sucios no puede ser un buen público. Que le den por saco a Madrid, a La Zaranda le interesa el espectador con alma. Me pregunto por qué hago teatro, y el público no debe parar de preguntarse por qué va al teatro.
Rosa Muñoz ha escrito un pertinente texto sobre este asunto en TEATRON. Faüstino, en la comida, resaltaba el momento en el que en un video Wakefield (bailarín de los Ballets de Montecarlo que luego se dedicó al porno y sobre el que gravita la obra de González), recuerda emocionado como el momento más preciado de su vida es ese en el que está en escena y vislumbra luces y bailarinas… El público, en la función, no dejaba de reírse ante ese momento íntimo ante la cámara.
González sospechaba que en la segunda función, la que yo vi al igual que Faüstino, había público del día anterior, ya que él mismo se sorprendía ante risas que se anticipaban al momento. Yo la verdad es que no dejé de mirar los zapatos de esa gente, sobretodo de un tipo que llevaba gorra, qué se le va hacer, uno personifica en sus odios.
Se habló también en la mesa, con el arroz ya agotado, de cierto viraje de la pieza de Mauricio. Gente que vio la pieza en su génesis (la obra estuvo dentro de los Espacios Cómodos de La Porta), apuntaba a que la parte que tenía de presentación del personaje, esa parte más cercana a la conferencia, en la que el público de manera tranquila iba descubriendo la figura de Wakefield, estaba trabajada ya con ritmo frenético de escena.
Wakefield Poole: Visiones y revisiones es una de esas obras capaces de aglutinar diferentes aspectos (una manera sobresaliente y muy eficaz de juntar porno y ballet, alta y baja cultura, momento vital y capacidad escénica de González, etc.), que hacen de ella un caramelo, una pastilla efervescente que une inteligencia, verdad y las tablas anchas de un animal de escena.
Jaime Conde Salazar apuntaba que el mundo del ballet siempre ha sido así, un mundo donde el humor es desmedido, superficial al mismo tiempo que negro, etéreo al igual que con grandes cargas de profundidad aunque no se expliciten. Yo pensaba, aparte de en los zapatos del respetable, en qué González irá ajustando ese potro que tiene entre manos.
La comida siguió derivando, como los granos de arroz por nuestro estómago, esparciéndose con gusto y con cafés. Surge el tema de la actividad que está habiendo en el TEATRON, qué bueno que se escriba, se esgrime… ¿Pero lo que se escribe os ayuda a los artistas?, pregunta Conde Salazar, analista, cronista y teórico de la escena. Cris Blanco explica el proceso abierto de Ciencia ficción y cómo la participación de la gente ha ido acompañándola y sugiriéndole ramificaciones y propuestas. Pero Conde Salazar concreta su pregunta: ¿no puede ser que lo escrito sobre las piezas sirva más que nada para que el citado se sienta congratulado? ¿sirven para algo más? Rubén Ramos, que dirige TEATRON, apoya la opinión de que este nuevo panorama en el que cualquier espectador puede reflexionar y publicar sus relfexiones acerca de lo que hace que se “democratice” (son mis palabras) la opinión y además, con gente como por ejemplo Txalo Toloza –a través de un trabajo más visual- o Tina Paterson –animal blogero que lleva años introduciendo pequeños textos que se adecúan al medio-, la manera de reflexionar sobre la escena se amplía y deja de tener el sabor de pontificado que la crítica ha ejercido durante años.
Conde Salazar defiende que el que tiene la palabra y la domina, el teórico, es el que va a seguir haciendo historia, y que sigue teniendo el “poder” de cómo se entenderá lo que está pasando ahora en el futuro. En este momento, ya vamos por el tercer café, entra Mónica Valenciano, Ráquel Sánchez y Sara Paniagua recién llegadas de Madrid. Actúan el 19 en el espacio de La Porta. Queda sin explicar este último punto de Salazar. Le invito desde aquí si le da el tiempo, si puede y si quiere a que razone acerca del tema…
Yo me quedo allá, entre besos a Mónica & cia. y Fäustino que empieza a recoger, preguntándome qué estoy haciendo en Sin hueso. A medio camino entre el periodismo, entre la crónica, el análisis, la… ¿valoración? Me siento bastante perdido, reflexionando como no erigir las palabras en “poder”, en diletancia. Eso para los teóricos, me digo en bajo cien veces. Y vuelvo a la entrevista de Paco de la Zaranda en el que en un momento dice: hablar de teatro nada más que lo pueden hacer los sinvergüenzas, un hombre no puede hablar de teatro, un hombre vive el teatro, yo no hablo de la vida, yo vivo. Un buen periodista escribe, recoge el instante. La información me parece demencial.
Recoger el instante, a eso me agarro, huelebraguetas capaz de poder pasar al papel aquello notable que vimos y pasó. Para eso, utilizar todo. El antecedente, la descripción, el análisis, la capacidad poética del lenguaje e incluso la valoración. Así suena bien, luego llegan las dudas, de cómo hacerlo, de cómo abordar cada tema, de qué supone ser observador… Ahí seguimos.

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