Angélica Liddell en Citemor

El festival Citemor tiene un blog estupendo en el que van publicando vídeos y textos sobre lo que pasa en el festival. Ángélica Liddell inauguró el festival la semana pasada con Te haré invencible con mi derrota«. El material del espectáculo, para los que seguimos el desaparecido blog de Angélica (Mi puta perrera), nos resulta familiar. Aparece Jacqueline du Pré (Jackie), unos chelos, la lucha con Dios, la felicidad … Eso es una de las cosas chulas que tenía ese magnífico blog, Angélica Liddell compartía con nosotros sus cosas cada día y luego esas cosas te las encontrabas en sus espectáculos. Bueno, estas son algunas de las cosas que se han publicado sobre ese estreno en el blog de Citemor.

Fragmento en vídeo del espectáculo de Angélica Liddell «Te haré invencible con mi derrota»

Crónica de Pablo Caruana: A Mesma Negra Estrela

Han sido tres días extraños, duros, de soledad, desamparo y donde se han intentado tocar los límites del ser humano, allá donde uno se destroza y no hay Dios que recomponga. Un primer día, el del estreno, espasmódico, de locura y dolor desatado, de parto negro, donde se puso al arte en un lugar sin respiraderos, donde se fue a tomar por culo el teatro, la composición, el ritmo, el símbolo y su puta madre. Un día de dolor expuesto, donde el público sólo podía ser espectador de una persona que se va hueso a hueso. Los asistentes, tras la hora y pico, salían, no sabían dónde meterse porque no sabían quienes eran con respecto a lo que habían visto. Silencio en la nave industrial donde ocurrió “Te haré invencible con mi derrota”, silencio en el autobús en el que se trasladaba al respetable hasta Montemor. Desde ahí, uno tiene que escribir, sin saber quien uno puede ser con respecto a, con el omoplato arrastrado, con la torcedura archiconocida y el semblante melancólico, como siempre, pero con ciertas puertas bien guardadas en casa frente a alguien que se ha asomado con todas las llaves en el bolsillo. En desigualdad. Tres días que parecían no iban a poder ser recorridos y que Liddell ha conseguido traspasar y en cierta manera sobrevivir. (…)

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Crónica de Óscar Cornago: Mi muerte a cambio de tu pelo

Angélica Liddell en Te haré invencible con mi derrota, foto de Susana Paiva

Hubo un tiempo en que la comunidad acudía a los oráculos para conocer el porvenir. El oráculo hablaba a través de signos, de gestos extraños y palabras oscuras, de símbolos que contenían un mensaje, la voz de los dioses. Visionarios en tiempos más recientes reinventaron este lugar como origen del teatro, en un tiempo en el que ya no se escucha a los dioses, ni a los muertos. Si fuera cierto que los oráculos se transformaron en artistas, podemos suponer que la voz del porvenir quedó en manos de los políticos. El artista y el político, dos formas de ser público, de darse a la comunidad. El sacrificio espiritual del artista y el sacrificio social del político como mitos de los que apenas quedan huella. Los oráculos del mundo moderno convertidos en formas de vida en las que el sacrificio se ha transformado en arte de la seducción. El dolor del artista es su verdad. A más dolor, más realidad; mientras más realidad, más dolor. ¿Se puede actuar el dolor? El rostro afligido del político, en la foto junto a las víctimas de la masacre, nos hace pensar en su compromiso personal. Hacer público el dolor, lo que no tiene voz. La catarsis a través del dolor del otro. Lugares de duelo construidos por una comunidad.

Citemor 2009 se abre con un acto de dolor, Te haré invencible con mi derrota. Es una casualidad que Citemor se abra con esta obra, pero y ¿si las casualidades significaran algo? El rito es el espacio para la expresión del dolor, el dolor de un sacrificio asumido por una fuerza mayor. Pero la obra comienza antes y acaba después. En medio, el ritual, la apetura al público. Es un acto profundamente trascendental y profundamente físico. La expresión pura del dolor, el dolor y nada más. Y la belleza naciendo de ese lugar oscuro. (…)

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Entrevista a Angélica Liddell por Claudia Galhós

Angélica Liddell, foto de Susana Paiva

A vida que nasce da dor. A transgressão como profunda comoção do espírito. O sangue que corre no corpo, desenho de uma estética que recupera imagens de pinturas clássicas.
«Aprendi a cortar-me a olhar quadros, a olhar pintura, a olhar o Renascimento, a olhar as feridas desenhadas nas pinturas nos museus. É uma mistura destas coisas. Por um lado, todas as referências estéticas. Por outro, uma transgressão espiritual como acto de reivindação individual.» É este o programa teatral, e de vida, de Angélica Liddell. Em cena, recupera um sentir intenso, que marca profundamente o existir, que é antigo. Tão antigo como o Homem.
São estas as chagas de Angélica. Partilhadas com o público no encontro marcado no armazém da Mota-Engil, na estreia de «Te haré invencible con mi derrota», no Citemor. Peça criada em residência artística nas margens do Mondego.

Já em «Boxeo para celulas e planetas» aparecia Jacqueline Du Pré como inspiração. De onde vem o interesse pela violoncelista?

Angélica: Jacqueline encarna na perfeição o conflito terrível entre a matéria e o espírito. Isso era o que tratava em «Boxeo…». Esse é o conflito aterrador. Quando o corpo está acima da vontade do homem. É esse conflito entre a possibilidade de criar beleza e a destruição. E o esgotamento de um fulgor. A extinção de Jacqueline está relacionada com a ideia de injustiça. Às vezes parece que os melhores estão destinados a morrer para que sobrevivam os medíocres e os imbecis. Então, é algo que por um lado me aterra e por outro lado me desassossega, essa espécie de injustiça natural. Quando o corpo vem massacrar a beleza. E isso é o que me atraiu e também o que me atrai nas suas qualidades de interpretação de música. Também este diálogo que iniciei em «Boxeo…» transladei-o para esta peça. Ou parecia-me que este era o momento adequado para falar da minha própria derrota pessoal. A peça foi como o meu veículo, a minha interlocutora. Através dela falei da minha dor. Utilizei-a um pouco como um cabo. Através dela pude expressar a minha própria angústia. A minha própria decepção. Por outro lado, uma decepção com o mundo dos vivos torna-se mais próxima do mundo dos mortos. Uma profunda decepção. Quando te arruínam a vida, começas um caminho de desconfiança brutal. Sinceramente apetecia-me ter uma morta como interlocutora. (…)

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RETRATO FALADO | Angélica Liddell
Fotografias de Susana Paiva

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