— MuroTRON

La cara de los hombres no se toca

Jorge Mirón | Storm And Drunk 

 

No hay fotografías desenfocadas.

Foco proviene de fuego. El calor que nos reúne.

Una fotografía no-nítida ilumina como cualquier otra.

El anillo del objetivo se ajusta para desvanecer los cuerpos. Permite sintonizar otro plano y captar sus espectros.

Durante una semana el fuego congregará en Storm And Drunk a cinco personas a puerta cerrada. Cuerpos que vibran entre varias regiones y se repliegan de noche, seres que ocultan un perfil de la cara con el otro.

La cyborg

El alien

Bakalas

Un reptil

Los hombres

La actividad tendrá lugar las noches del 5 al 9 de mayo. Jorge Mirón (Madrid, 1983) realizará cinco sesiones de fotos en S.A.D. a cinco personas. Las sesiones a puerta cerrada buscan crear una atmósfera adecuada para la captación de los cuerpos y sus espectros. El artista usa espectro tanto en el sentido fantasmagórico del término, aparición, como el científico: rango electromagnético que el ojo humano percibe como color. Con él identifica el aura cromática que un cuerpo desprende y es revelada en sus imágenes.

Para las sesiones dispondrá de distintos utensilios lumínicos que él mismo crea y que configuran su escenografía de trabajo. En los últimos años Jorge Mirón ha empleado la fotografía como documento para narrar su vida nocturna en Madrid y también ha explorado con otras posibilidades del lenguaje fotográfico afectado por sus experiencias lisérgicas.

La actividad sin público será contada en Instagram y la web de SAD compartiendo las conversaciones que ha tenido los días previos con cada una de las personas.

 

 

 

 

 

 

 

Aquí un adelanto:

Cariátide Pepis

¿Tienes marcas en tu cuerpo que te recuerden a día de hoy esos otros estados? Quizás una parte del cuerpo sin marcas.

El cuerpo es el mapa de muchos de nuestros estados, de todas esas derrotas y pérdidas y gozos. Es la materia de una realidad que habitamos a diario. Por fuera puede ser unas venas encallecidas o una cicatriz blanca ya de cuidarla; por dentro

la ausencia , el empeño de la intuición para que no cierre la mina, y seguir viviendo.

Billy E. Morreale

Intenté hacerte fotos en una ocasión y me fue imposible. Estuvimos un rato y sentí que era una foto que no podía hacer yo. De alguna manera tuve la sensación de que no podías ser tú delante de mí. De que sólo necesitabas estar solo un rato y hacerte un selfie. Para esta sesión de fotos en Storm And Drunk no quiero hacer un retrato, me gustaría hacerte fotos recitando. ¿Existe Billy E. Morreale lejos de la poesía?

Yo me llamaba Billy antes de la poesía, cuando estaba viajando por USA. Para sumergirte bien en la mierda, en el lado de detrás de la cortina de humo que decía, tienes que ir vaciado, como decías tú. Normalmente no te metes en la mierda voluntariamente, ​la ponzoña te rodea y ya estás dentro. Ahí es útil llamarse Billy. Te protege el cuerpo, te aplaza el alma para más adelante, hasta cuando puedas sentarte a escribir y descargarlo todo en palabras y huecos entre palabras. La poesía es mi herramienta para entender el mundo y describirlo. La parte del mundo más cruda, la zona abisal, la que casi no contiene palabras. No sé lo que es existir lejos de la poesía.

Tadzio

En toda esta transformación ¿hay algo de lo que te sientas liberado? ¿Hay algo que siga ahí que te sorprenda? Pienso en tus ojos.

Me siento liberado de cierto tipo de mirada masculina (un paternalismo, violencia y deseo concretos debido a que me consideraban, por error, una mujer) y de la mayor parte de la violencia de la que mi cuerpo era objeto antes de y durante mis primeros años de transición. Es una liberación, no obstante, muy amarga porque sé lo que implica. El yugo sigue donde siempre y sólo se retira bajo ciertas condiciones, y ser hombre blanco te garantiza la retirada, a priori, de casi todos. Pero también me siento liberado, la mayor parte del tiempo en estos momentos, de lo peor de mi propia mirada. De mi propia autoconstrucción como monstruo -o al menos del ser totalmente incapaz de reapropiarme de ella. Ojalá no hubiera necesitado este par de cicatrices para ello, pero he tenido el privilegio de acceder a ellas y poder liberarme también de forma mucho más tangible. No tener que llevar algo que me oprime las costillas para poder salir aunque sea a por el pan o interactuar con alguien sin duda ayuda, y no sólo literalmente. Puedo bailar, también. Había dejado de hacerlo por más de una década debido a mi disforia. Eso también, aunque suene frívolo, ha sido parte de lo mejor de esta “liberación”. Pero en definitiva no es liberador el necesitar de tanto que han de proporcionarme otros (específicamente, profesionales dotados de autoridad médica) para obtener un mínimo de paz y conexión conmigo mismo.

 

Para lo segundo me temo que empiezo con una pregunta: ¿Por qué has pensado en mis ojos? Me hablan mucho de ellos, los hay que sostienen que hasta mis ojos han cambiado y otros que no han cambiado en absoluto. Yo creo que sí que han cambiado, pero que se parecen más a mi yo de hace 20 años, con 8, que al de hace sólo 4. Tiene sentido, en cierta manera. Y la verdad es que me gusta. También creo que mi voz, pese a haberse agravado, sigue ahí en cierta manera. Me costó mucho que llegara a gustarme aunque gustara tanto a alguna gente, pero me aterraba el que pudiera cambiar demasiado hasta dejar de parecerse a sí misma (a mí mismo), y creo que no lo ha hecho -o al menos no un cierto color, un cierto timbre. Sin duda me alegra. Me gusta reconocer la mayoría de mis gestos como míos desde siempre, también, aunque muchos tengan un matiz algo diferente o se vean distintos con las variaciones sutiles de mis rasgos. Y por último, me sorprende que mi piel, en algunas zonas ahora tan tomada por el vello, no haya dejado de ser suave. Fue de lo primero que me dijeron que cambiaría y me encanta que no haya sido así. Me encanta ser suave (o intentarlo), en toda su polisemia.

La fiera

Ambos tenéis una relación especial con vuestro propio cuerpo y sois apasionadas del tatuaje. Pero habitáis ese umbral dolor/placer desde lugares un tanto diferentes, lo deduzco sólo mirando vuestros tattoos: una se cubre el cuerpo de imágenes, casi como una colección de placeres. El otro se marca como si fuera un altar tallado en la piel.

Yo sólo tengo uno y en mi última experiencia con setas estuvo presente como un signo que me mantenía sereno y me recordaba quién soy y dónde estoy. Como si siempre hubiera estado ahí o si no hubiera podido ser otra imagen más que esa. ¿habéis tenido alguna experiencia con alguno de vuestros tattoos que os vincule en un plano trascendental a esa imagen más que al resto?

Mi relación con los tatus es muy amplia, no identifico una experiencia tan concreta como la que cuentas tú pero si que trascienden algunos de ellos en momentos especiales.

Tengo un tridente de una conquista muy grande… Una especie de ataúd galáctico por una muerte que sentí y compartí en una muestra de confianza absoluta.

Otro me lo marqué después de tener un sueño en el que un avión en el que iba una persona que no me quería a quien yo quería, con todo ese sufrir que conlleva, lo veía volar en el cielo y pensé “si se cae ahora…” como una especie de castigo a la persona que iba dentro. Y el avión empezó a caer. No sentí ningún placer ni realización, instantáneamente me entró una congoja gigante, el avión no llegó a estrellarse, remontó el vuelo casi a ras del impacto y siguió su camino.

Antes de este sueño siempre que veía un avión volar pensaba por unos instantes que molaría verlo estrellarse, eran pensamientos con una duración de microsegundos. El flipe de ver una catástrofe. Después del sueño ya no me pasa, automáticamente los lanzo para arriba en un vuelo tranquilo.

Aclaro que tengo pánico a volar y una vez casi me estrello, el tema del avión por ahí lo tengo, en el brazo, también.

Digamos que el avioncito que llevo me recuerda que desear el mal es horrible y demasiado grande para soportarlo. No se, creo que casi todos los tatus que llevo hacen la función que dices.

 

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