— MuroTRON

Idiorritmias

Consul et Meshie, © Anja Weber

Del 28 al 30 de abril en el MACBA 

Programa

Las artistas de la cuarta edición de Idiorritmias analizan, desde la coreografía, la danza y la performance, distintos protocolos de comportamiento reprimido al mismo tiempo que provocan relaciones y reacciones capaces de suscitar nuevas formas de subjetividad política, así como de resistencia. Idiorritmias propone el trabajo de Antonia Baehr, Latifa Laâbissi, Evann Siebens, Idoia Zabaleta y Jaume Ferrete.

Esta edición de Idiorritmias, comisariada por Ruth Estévez y Pablo Martínez, recoge parte de las propuestas que no se pudieron llevar a cabo el pasado año, pero que en el actual contexto cobran nuevos sentidos, y propone ir un paso adelante al preguntarse: ¿cómo podríamos aprender de esta experiencia y construir nuevos cuerpos imaginantes para los cambios que están por venir? En lugar de proponer una lucha frontal contra un posible enemigo, de acuerdo con las políticas regresivas que inundan nuestro famélico territorio político actual, apuestan por un repertorio múltiple y descentralizado, aunque eso signifique forzar las cosas hasta sus límites y empezar de nuevo. Interpretaciones que disuelven formas rígidas expandiendo e ironizando sobre los criterios que establecen los cánones. No solo los cuerpos, sino la oralidad y los gestos son fundamentales. Importa quién habla, dónde se sitúa y la forma en que alza la voz. Los gestos, como expresiones efímeras del ser, son esenciales para la construcción de la diferencia, y, en parte, por eso han sido borrados de la historia y de los cuerpos, en el deseo opresor de quien impone la norma.

La cuarta edición de Idiorritmias debería haberse celebrado en mayo de 2020. En el proyecto de esa edición, ajena aún a la pandemia, las propuestas se aproximaban a distintas formas de sexualidad y al modo en el que las relaciones afectivas han estado codificadas en cada espacio y momento de la historia. Más allá del terreno de lo emocional y psicológico, las formas de afectividad han estado en buena medida determinadas por las estructuras de poder económico y social. En un momento de marcada abstinencia empática hacia lo diverso, Idiorritmias proponía dejar a un lado las comodidades de la narración para buscar lo “obtuso”, en los términos propuestos por Roland Barthes, como una vida sobreviviente donde los significados pudieran ser libres, a la par que marcados y heridos. Sin embargo, el pasado marzo la plaga llegó a estas latitudes y atravesó nuestras vidas, poniendo en riesgo a los más vulnerables, confinando los cuerpos en casa y aumentando la desigualdad en un mundo cuya dinámica, más allá de generarla, se fundamenta en la injusticia social.

Nuestro abuso sobre un ecosistema extralimitado que da continuas señales de agotamiento en esta ocasión adoptaba la estrategia del caballo de Troya. Las diferentes instituciones aplicaron los protocolos que estimaron necesarios para prevenir su expansión, perforaron la deteriorada privacidad de nuestros cuerpos y limitaron algunas de nuestras libertades, pero también nos interrogaron acerca de los límites del deseo (de movimiento, de interrelación, de acción) en relación con el bien común. Por un momento, algunas pensamos que la pandemia era ecuánime en su global estrategia invasiva, pero nada más lejos de la realidad. Nuestro estado de emergencia global no ha hecho otra cosa que acrecentar las desigualdades, y evidenciar la forma en la que se codifican y etiquetan los diferentes grupos humanos, dejando al descubierto los cuerpos más vulnerables. En este contexto, la necropolítica se hace visible en su forma más descarnada: qué cuerpos han de vivir y cuáles han de morir.

Este año, Antonia Baehr y Latifa Laâbissi se convierten en dos monas grandiosas que, bajo el rol de casi-animales-casi-personas, se dejan llevar muscularmente y racionalmente a un estado libre. En su deriva animal, Baehr y Laâbissi rompen desde abajo con las normas impuestas, para habitar ese ciborg world (‘mundo ciborg’) que propone Dora Haraway —a world in which people are not afraid of their joint kinship with animals and machines, not afraid of permanently partial identities and contradictory standpoints—. Evann Siebens propone un léxico de gestos con el que trabaja desde la fragmentación para proponer cortes, introducir gestos y cuestionar posiciones como una forma de desafiar los marcos de legitimación que muchas veces delimitan la posibilidad de moverse. La coreógrafa Idoia Zabaleta utiliza la repetición como una forma de reflexión distorsionada que nos permite encontrar otras formas lingüísticas, sin tener que prescindir del lenguaje. Jaume Ferrete nos toca con la voz sintetizada.

Abecedarios animalescos, mantras desorientadores o desviaciones gestuales. Una suerte de unión desconcertada recorre a todas estas performers, una suerte de “amor revolucionario, mutuo y envolvente que prescinde de etiquetas” —como en algún momento propuso la activista y feminista chicana Chela Sandoval—. Idiorritmias, en su cuarta edición, propone seguir con un vocabulario que ayude a crear modos de conciencia-convivencia y agencia, pero, sobre todo, continuar con los malabarismos que nos permitan seguir viviendo juntos.


Idiorritmias se despliega a partir del concepto de Roland Barthes de “idiorritmia”, un modo de reivindicar una convivencia que no fuese enajenante ante la expansión del capitalismo. Desde la experiencia de la performance y la danza, André Lepecki recupera ese concepto de “idiorritmia” para describir el momento del encuentro con el otro, un acontecimiento en el que coinciden la poética, la política, el arte y la ética para hacer posible una vida que merezca la pena ser vivida.

Programa comisariado por Ruth Estévez, directora de la Amant Foundation New York y co-comisaria de la São Paulo Biennal, y Pablo Martínez, jefe de Programas del MACBA.