Ahí está Juan Navarro y Óscar Cornago

En el segundo día de actuaciones de esta segunda edición del Ahí está Juan Navarro y Óscar Cornago intervinieron el hall del MUSAC de León con su performance Se alquila, que va ya por la sexta versión. El punto de partida de este proyecto es el archivo viviente de un singular creador escénico y actor, Juan Navarro, con más de veinte años de trayectoria a sus espaldas, en diálogo con un singular investigador de las artes escénicas contemporáneas, Óscar Cornago, con más o menos la misma trayectoria que su compañero en escena. Un encuentro de dos primeras espadas de la escena ibérica, amigos y compañeros de largo recorrido que ya habían colaborado en otros proyectos escénicos pero a los que nunca habíamos visto tanto tiempo juntos en un mismo escenario.

Hemos seguido ese proyecto desde sus inicios, nos han hablado de él, hemos visto algunas activaciones en vivo y en directo pero precisamente porque lo conocíamos no sabíamos qué es lo que iba a pasar ese día. Ni siquiera lo podían saber sus propios creadores, por varias razones. La primera es porque el contenido cambia en cada actuación. La segunda es porque, aunque Juan Navarro y Óscar Cornago trabajan intensamente el guión y los contenidos, las actuaciones no se ensayan. Subrayando este punto, en una pancarta colgada en los muros del hall del museo, ante el público, leíamos lo siguiente: Toda repetición es un fraude. A su derecha, un montón de papeles, uno por cada obra en la que Juan Navarro ha participado en su larga trayectoria (con su título, fecha y lugar del estreno), empapelaban el muro.

En la entrada del hall, Carlos Ordás, el coordinador del museo para el Ahí está, acogía a los visitantes que habían reservado sus entradas gratuitas y les indicaba por dónde entrar al espacio reservado para el público, quienes encontraban un papel impreso, un bolígrafo y un sobre en cada uno de sus asientos. Durante todas las actuaciones del Ahí está la puerta del museo permanece abierta y el público que entra, aunque vaya a ver las exposiciones, se encuentra, en ocasiones con sorpresa, con la actuación de turno. Esto genera situaciones verdaderamente interesantes.

El papel que encontramos en nuestras sillas, impreso por las dos caras, contenía los deseos que el público quiso compartir con los artistas en la última de las actuaciones de Se alquila, que tuvo lugar en el Antic Teatre de Barcelona hace unas semanas. Dentro del sobre que acompañaba a ese papel encontrábamos dos tarjetas en blanco para escribir nuestros deseos y entregarlos al final de la actuación, si ese era nuestro deseo (valga la redundancia). Lo que se proponían Óscar Cornago y Juan Navarro era hacer realidad algunos de esos deseos. En gran parte, lo consiguieron. En cualquier caso, lo intentaron.

Juan Navarro vestía camiseta del Atlético de Madrid, que en ese momento jugaba el partido que decidiría su histórico triunfo en la Liga. Juan es hincha del Atleti. La camiseta se la cedió amablemente un parroquiano que encontraron en el bar Reyes Leoneses, que está enfrente del museo. Subió a su casa para cambiarse de camiseta y hacerle entrega de la suya a Juan Navarro. Óscar se puso enseguida una peluca de pelo largo teñido de verde. La peluca que todos los teóricos de las artes deberían utilizar como uniforme oficial distintivo, de manera que uno pudiese detectarlos a distancia, en lontananza.

Juan y Óscar comenzaron sugestionándonos para convencernos de que estábamos en el Valle del silencio, un paraje natural precioso del Bierzo, a una hora de León. Es más, quisieron que imaginásemos que estábamos desnudos allí, bailando y bebiendo vino. Para invocar ese deseo salieron a la plaza del MUSAC y nosotros vimos cómo se desnudaban (hasta cierto punto) a través de las vidrieras del museo. A partir de ahí todo fue cumplir deseos con Juan y Óscar como maestros de ceremonias, a veces sobreexcitados, a veces propiciando un espacio para la meditación, a veces emocionados, a veces bailando.

Hubo momentos para reír, para que todo el público se levantase de sus asientos para bailar, gritamos todos juntos un mensaje de amor para un desconocido con el que nos conectamos por videoconferencia (proyectado en el muro del museo), leímos todos juntos todos los deseos como si estuviésemos recitando una oración religiosa, vimos cómo David Lynch respondía en un vídeo a los deseos de Núria Lloansi, actriz compañera de aventuras de Juan Navarro en numerosos montajes de Rodrigo García con la que también conectaron en directo, e incluso vimos con nuestros propios ojos cómo mataban a un tiburon con un arpón para satisfacer el deseo de un niño. El tiburón, que desde lejos parecía una merluza fresca, asistió a la actuación hasta el final.

Cuando ya estaban acabando Juan Navarro se puso serio. Puso un vídeo de Flors, la celebrada pieza que la General Elèctrica estrenó hace veinte años en el Mercat de les Flors, en la que él se vestía de mujer, se empolvaba el cuerpo con polvos de talco, se pintaba los labios y luego derramaba cerveza sobre su cara. Mientras veíamos el vídeo proyectado Juan repetía la acción sincronizadamente, paso por paso. Luego, se paseó entre nosotros, muy serio. Óscar y él se abrazaron, en un gesto que no parecía preparado, y algunos entre el público casi no podían contener la emoción. Eso es un buen actor, alguien que es capaz de llevarte de la risa al llanto sin que sepas cómo ha pasado.

Acabamos todos bebiendo vino en la plaza. En las manos llevábamos ramitas de pino. Óscar y Juan sostenían que aquello era el Valle del silencio y que habían venido caminando desde allí hasta el MUSAC. Si ese era su deseo, ¿quién éramos nosotros para negárselo? Se estaba tan a gusto en el Valle del silencio…

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