Ahí está Semolina Tomic

Anarchy es una pieza de largo recorrido que nació de la colaboración entre una activista y performer, Semolina Tomic, y una pareja de creadores escénicos, la Societat Doctor Alonso. Ya desde el título se deja claro cierta voluntad reivindicativa. Vivimos en una época en que la palabra anarquista se usa en los medios de comunicación como sinónimo de alborotador o quemador de contenedores. Cada vez que hay incidentes en Barcelona que impliquen cierto nivel de violencia se habla de unos misteriosos grupos de anarquistas italianos, que siempre están listos para liarla en Barcelona. Todo daría mucha risa si no fuera un indicador de una sociedad que se deja engañar y que ha olvidado partes esenciales de su historia.

Me cito con Semo en la terraza del Antic Teatre, un espacio de libertad creativa que lleva años resistiendo presiones políticas, vecinales e inmobiliarias, dando espacio a los que no tenemos espacios en otros lados, y apostando siempre por proyectos radicales y ajenos a las lógicas del mercado. Semo llega agitada tras una sesión de entrenamiento matinal. Me cuenta de unas jornadas de teoría crítica con creadores jóvenes, de la programación regular del Salmon, de la supervivencia de Antic, que en el año 2023 cumplirá 20 años desde su fundación.

Muchos frentes abiertos, pero hoy toca hablar de Anarchy.

Le pregunto a Semo por sus motivaciones para mantener Anarchy viva, tras tantas funciones.

Me gusta mucho hacerla porque es de esas obras que es muy actual. La anarquía fue muy potente en España hasta que el fascismo la aniquiló totalmente ¿Te acuerdas en la transición, cuando se inventaron el caso Scala? Ellos vieron que cuando muere Franco empiezan a funcionar espacios libertarios. Ellos pensaron que esto se iba a desmadrar. Se inventaron lo de los sabotajes y otra vez la criminalización de cualquier intento de libertad. Cualquier sistema es un sistema autoritario. Mientras haya un estado habrá autoridad. Y nadie nos regalará libertad. Si el pájaro no paga por estar encima de un árbol y no paga por comer, ¿por qué nosotros tenemos que hacerlo? Esta aceptación generalizada de que tenemos que pagar por un techo y por la comida, y que todo nuestro sueldo va para esto, este nuevo esclavismo me sorprende mucho que lo tengamos tan asumido, que esto que llaman pueblo lo acepte tan tranquilamente. Ya ni hablo de la clase obrera, si es que existe aún.

Le pregunto a Semo por el tema de Anarchy. Leyendo a Kropotkin, de quien se cumplen 100 años de su muerte este año, uno entiende que los estados no han estado siempre, es algo muy reciente, nos podríamos gestionar sin estado, como se hizo durante muchos años. 

La peña piensa que es bueno que el estado controle lo público. Un funcionario, ¿qué genera? Su sueldo lo pago yo. En mi sector, el de la cultura, me jode un huevo pagar unos impuestos que, supuestamente, van a una hucha pública, cuando luego ves que lo que hacemos nosotros, arte contemporáneo, se lo queda una élite que se ha apoderado de un recurso público ¿Por qué damos 10 o 20 millones de euros al Liceu, que es una Fundación Privada de empresarios? ¿por qué la tengo que mantener yo? Si hasta lo quemaron para cobrar el dinero del seguro… En esta ciudad sólo dos equipamientos escénicos son realmente públicos, el Teatre Nacional y el Mercat de les Flors, los demás son fundaciones privadas. El otro día me encuentro con Ángels Margarit, ¿dónde está la diferencia? Ganó un concurso, tiene unas obligaciones. Ella es artista, pero no se programa a sí misma. En cambio, en el Lliure, su director se programa cinco semanas, en la sala grande, y hace una obra que es teatro medieval, de lo viejo que es… A mí me jode mantener unas fundaciones privadas con esos sueldos. Yo vengo de Yugoslavia donde un director de un espacio no es un tipo rico, como aquí. En el Anarchy hablamos mucho del libro de George Orwell, del Homenaje a Catalunya, un libro que casi nadie ha leído aquí, cuando es algo que debería explicarse en las escuelas, que casi todo el país estaba colectivizado, que hubo gente que abolió el dinero. La idea de abolir el dinero es la base del pensamiento anarquista, porque la propiedad privada es un robo, como bien dijo Proudhon. Es la base. No tener que pagar por vivir.

Le pregunto a Semo por la forma con la que Anarchy se relaciona con los espectadores, quienes tienen al lado de su butaca una guitarra eléctrica, y en un momento de la pieza son invitados a tocar, algo que muchos, quizás, nunca pudieron o se atrevieron a hacer.

Claro, es de esta libertad que hablamos. Porque en este país tu derecho a tocar depende de tu nivel adquisitivo. Porque en España, en la educación pública, no existe el arte. Yo tengo amigos cuyos hijos tocan el chelo, el violín, pero es un extra, actividad extra escolar, cuesta un pastón. Aquí tocar la guitarra es un lujo. En mi país todo esto estaba dentro del programa educativo. Hasta que esto no se introduzca como una normalidad no habrá avance. Mientras en la educación no se introduzca el arte no habrá transformación social. Me río de los proyectos “comunitarios” de Barcelona en comú. Esto no es un evento. En Antic tenemos un proyecto comunitario y llevamos once años, es un trabajo de chinos, necesita tiempo. No es un evento que introduzcas en una programación cultural. Esto es una herencia del fascismo. Estamos en el 2021 y aún no se ha resuelto. Yo antes me ponía más nerviosa con la parálisis de la gente, pero claro, si no existe la educación artística, la educación sexual en primaria, secundaria, luego no sorprende que el pueblo esté dormido, que se la sude un partido u otro.

Finalmente le pregunto a Semo por cómo se siente presentando la pieza en un museo.

Para mí la existencia de un museo siempre es discutible, esto de mantener un patrimonio muerto. Ya sólo el concepto del museo no sé si tiene sentido hoy en día. En Viena, en otros países, funcionan de otra manera, son más espacios culturales donde suceden talleres, conferencias, donde fluye el pensamiento. Yo les cambiaría el nombre. Un centro cultural tiene que responder al territorio y el contexto dónde está. Mira el Macba, tiene ahí una comunidad de skaters que son vistos como una molestia. Si yo fuera la directora del Macba diría: hacemos una semana o un mes de skaters dentro del Macba. Además, si ves el edificio, es perfecto para ellos. Y si se ensucia o se daña pues mejor, un museo no es un hospital, no tiene que estar limpio y bonito como si fuera un aeropuerto. Daniel G. Andújar puso en cifras el otro día cómo se reparte el presupuesto. El 70% del presupuesto se va en pintar las paredes, encender la luz y los demás gastos estructurales. Para lo que justifica el museo, los artistas, queda apenas el 8%. No tiene sentido.

La represión no aplasta las ideas. El único método para aplastarlas es ignorarlas. Negarse a pensar, negarse a cambiar. Y eso es precisamente lo que está haciendo nuestra sociedad.

El viernes 28 de mayo se presenta Anarchy en el Musac.

Entrada libre hasta completar el aforo. Inscripción previa acá.

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