«Sudando el discurso» en el CA2M

El próximo jueves 3 de abril presento la conferencia performática Sudando el discurso dentro del ciclo Caja Negra / Cubo Blanco en el Centro de Arte 2 de Mayo de Móstoles (Madrid).

«En este ciclo de performances, danza y teatro, presentamos un conjunto de propuestas que parten de la idea de performance como una disciplina que se expande y desborda los límites tradicionales no sólo de las prácticas, sino también de las instituciones y los espacios convencionales de exposición de las prácticas artísticas.»

Esta vez presentaré la versión completa de la conferencia, de 45min., donde abordo más extensamente la hipótesis del bailarín como sujeto de subalternidad en las artes escénicas y planteo algunas conclusiones, preguntas y reflexiones al final que he añadido recientemente.

Aquí os dejo un pequeño fragmento de la conferencia para ir abriendo boca:

¿Pueden hablar los bailarines? [1]
Gayatri Chakravorty Spivak escribió en 1985 el texto ¿Pueden hablar los
subalternos?, clave para los estudios de crítica poscolonial.
Mi intención es proponer la hipótesis de que el sujeto de subalternidad dentro del campo de las artes contemporáneas en general, y de las artes escénicas en particular, es el bailarín o bailarina; siendo la danza la disciplina menor, menos considerada y más desplazada a lo largo de la historia.
Considerar el bailarín como sujeto de subalternidad requiere de un análisis transversal, no sólo a nivel historiográfico, sino también educativo, político y teórico. Varios motivos me llevan a pensarme como sujeto subalterno en las artes contemporáneas: la falta de un discurso propio (académicamente legitimado); la problemática del proceso de formación en el que se excluye cualquier posibilidad de expandir la idea del bailarín-máquina, cuerpo ejecutante-no pensante, acentuando su mudez; la tradición coreográfica conservadora que oprime al intérprete; el proceso de enmudecimiento por parte de teóricos, académicos y críticos que se han apropiado de nuestra voz para generar el cuerpo textual legítimo de la danza, ayudando a fetichizar al bailarín como sujeto de deseo erótico y sexual, cuerpo escultórico moldeado por el movimiento.
Podríamos afirmar que la danza, o el movimiento, ya es un discurso en sí mismo, un discurso legítimo. Como lo es una imagen, una mesa, un museo o un libro. Pero llegar a hacer esta afirmación requiere de un proceso de pensamiento que no podemos dar por sentado[2], y es esta la razón por la que me atrevo a apropiarme del concepto de subalternidad y lanzar la pregunta: ¿Pueden hablar los bailarines?
En el texto introductorio de Manuel Asensi a su traducción al castellano del texto de Spivak, La subalternidad borrosa, afirma que la autora «está dando a entender que el subalterno es mudo por definición, y con ello parece reconstruir el subalterno no solo como un sujeto unificado que no puede hablar, sino como un objeto mudo, posicionado al margen de la agencia»[3].
Un objeto mudo, posicionado al margen de la agencia, es precisamente como se ha construido históricamente la figura del bailarín. Un sujeto sin capacidad de enunciación ni acción, el cual ha sido relegado a objeto donde proyectar los deseos y fantasías heteronormativas burguesas. Esta idea ha contribuido a la fetichización del cuerpo de los bailarines, un cuerpo escultórico, ideal de belleza, objeto de deseo. Un cuerpo mudo, un cuerpo-objeto, un títere que se mueve según la voluntad de su creador, el que le coreografía, le da de comer, le mantiene, le da visibilidad.

Aimar Pérez Galí (extracto de la conferencia)

Notas
1. Gayatri Chakravorty Spivak, ¿Pueden hablar los subalernos?, Traducción y edición crítica de Manuel Asensi Pérez, MACBA, Barcelona, 2009. Al igual que en la traducción de Manuel Asensi, optamos por el plural del término bailarín(es) puesto que «incluye una diferencialidad que alcanza tanto a los sujetos masculinos como los femeninos», pág. 44.

2. «…la posibilidad de hablar no hay que darla por sentado. Y esa es la razón que le lleva a hacer la pregunta: ¿pueden hablar los subalternos?» Ibid. (p. 14)

3. Ibid. (p. 25)

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