La libertad es solo una palabra más para decir que no queda nada que perder

“Estamos acostumbrados a entender la libertad como esencialmente positiva: la libertad de hacer o tener algo; existe así la libertad de expresión, la libertad de culto. Pero ahora la situación está cambiando. Especialmente en la actual crisis económica y política, la otra cara de las ideas liberales de libertad –a saber, la libertad de las corporaciones frente a toda forma de regulación, así como la libertad de perseguir implacablemente el interés propio a costa del resto- se ha convertido en la única forma de libertad universal que existe: libres de los vínculos sociales, libres de la solidaridad, libres de la certidumbre o la previsibilidad, libres del empleo o el trabajo, libres de la cultura, el transporte público, la educación o de absolutamente todo lo público.

Estas son las únicas libertades compartidas hoy a lo largo y ancho del mundo. No se aplican por igual a todos los individuos, puesto que dependen de la situación económica y política de cada cual. Son libertades negativas, y se aplican a través de una alteridad cultural cuidadosamente construida y exagerada que permite liberarse de la seguridad social, liberarse de los medios de ganarse la vida, liberarse de la responsabilidad y la sostenibilidad, liberarse de la enseñanza y la sanidad gratuitas, las pensiones y la cultura pública, permite la pérdida de las normas de responsabilidad pública y, en muchos lugares, liberarse de la primacía de la ley.

Como cantaba Janis Joplin: “La libertad es solo una palabra más para decir que no queda nada que perder”. Esta es la libertad que la gente comparte hoy en muchos lugares. La libertad contemporánea no es principalmente el disfrute de libertades civiles, como planteaba el tradicional punto de vista liberal, sino más bien la libertad de la caída libre que muchos experimentan al ser arrojados a un futuro incierto e impredecible.

Estas libertades negativas son también las que impulsan a los diversos movimientos de protesta que han surgido en todo el mundo, movimientos que no tienen un punto focal positivo ni demandas claramente articuladas, porque expresan las condiciones de la libertad negativa. Articulan la pérdida de lo común como tal.

Hito Steyerl, “Liberarse de todo: trabajo, freelance y mercenario”, en Los condenados de la pantalla, trad. Marcelo Expósito, Buenos Aires, Caja Negra, 2014, p. 128-129