Lo pequeño

Los días 17 y 18 de diciembre se presenta en Condeduque el espectáculo Lo pequeño, de Cris Blanco, Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol, una pieza “para todos, pero todos los públicos”, una experiencia insólita que solo podía darse en el encuentro de dos imaginarios divertidísimos y genuinos como los de la una y los otros. La pieza forma un díptico con Lo mínimo, producida también en 2018 e igualmente singular e hipnótica. Algo hay en ambas de juego, de sorpresa y de ritual abierto al público. Rompen con la idea prejuiciosa de la teatralidad y lo performativo como compartimentos mutuamente excluyentes para ofrecer una sucesión de sorpresas minúsculas que suceden en vivo. Una de las preguntas que podría guiar la pieza, como también la praxis de Blanco, por un lado, y la de Dutor y Mont de Palol por otro, es qué es digno de aparecer en un espectáculo. Y también a qué llamamos espectáculo y por qué. Y también si eso, el “espectáculo” puede sostenerse sobre una serie de fenómenos pequeños, sobre una secuencia de descubrimientos chiquitos. Esta última pregunta la responde Lo pequeño con un sonoro sí. 

Cris Blanco ha creado desde 2003 multitud de piezas que combinan la ficción, lo pop, lo espectacular, lo casero y un sinnúmero más de elementos en un universo que no puede ser más suyo y quizá por eso tan accesible, tan abierto al diálogo con cada espectador. Desde cUADRADO_fLECHA_pERSONA qUE cORRE (2004) hasta Grandissima Illussione (2022), la trayectoria de Blanco se caracteriza por ofrecer elementos de juego a la mirada y el oído, envolviendo al público en una relación de cuestionamiento del artificio. Hay algo en aquella idea de Ciencia Ficción (2010) de hacer algo que sea imprevisible para sí misma, de darse esquinazo. Teatro, performance, concierto, coreografía, instalación…Dimensiones desconocidas que se abren en portales escénicos, siempre sin pretenciosidad y con humor. Comedias conceptuales que profundizan en la apariencia de las cosas y en esta relación rara, a la que llamamos arte en vivo, entre quienes miran y quienes hacen, que puede darse la vuelta en cualquier momento para hacernos sentir que somos nosotros la ficción soñada por la ficción.

Jorge Dutor y Guillem Mont de Palol son una dupla artística y vital. Escenógrafo, vestuarista y artista plástico el primero; coreógrafo, performer y bailarín el segundo; intérpretes y creadores de sus piezas escénicas ambos, erigen una cosmogonía de tejidos, estructuras precarias, espectacularidad minúscula y complicidad guasona que bebe con avidez de la performance poética, el kundalini yoga, la instalación artística o la aparición de fenómenos inexplicados donde el público se compone de lectores activos que tienen que unir los puntos (¿aislados?) que aparecen en el escenario. UUUHHH! Yo fui un hombre lobo adolescente inventando horrores (2009) inicia su carrera artística en España, aunque empezaron su andadura en Amsterdam, y desde entonces hasta ahora no han dejado de trabajar juntos, siendo su pieza más reciente Baile de máscaras (2022). De alguna forma, y al igual que el trabajo de Blanco, su aspecto lúdico atraviesa y amplía el campo de lo performativo, sacándolo de su habitual elitismo y haciendo que cuestionemos las categorías dominantes de lo escénico. 

Los tres juntos presentan ahora un juego en común pero nada común. Una propuesta para despertar al espectador, sea cual sea su origen, tamaño y bagaje, de hermanamiento de gente de todas las edades en una comunidad de juego, risa y sorpresa. Una fiesta que cuestiona la idea de espectáculo al tiempo que arma un espectáculo, sobre bases comunes entre dos universos creativos paralelos que han cristalizado en dos piezas de fenomenología gamberra: Lo mínimo y Lo pequeño, esta que ahora podemos disfrutar, donde la ficción es una convención desnuda. Frente a la risa de reconocimiento de las comedias costumbristas, el ejercicio concéntrico de la autoficción o el encuentro identitario con la poesía de la experiencia, se nos propone una serie de gestos aparentemente inconexos que enajenan la representación, que rompen con lo previsible. La trama es un juego de adivinanzas, la trama es la que los enlaza a ellxs entre sí, y a nosotrxs con ellxs. Lo pequeño también puede ser (y es) puro espectáculo, ficción que se sorprende de sí misma y que nos sorprende a todos, todos, pero todos los públicos.

Miguel Valentín

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