Entrevista a Joaquín Collado

Joaquín Collado, creador escénico y bailarín de origen castellanomanchego radicado en Barcelona, estrena Hacia un sol negro en el Mercat de les Flors, en la Sala Pina Bausch, del 1 al 3 de marzo (con el código promocional TEATRON puedes comprar entradas a 10€). Luego la pieza podrá verse en el Festival Artdanthé el 9 de marzo, y en La Mutant dentro del Festival Dansa Valencia el 20 de abril. 

En conversación con Carolina Campos, quien hace el acompañamiento dramatúrgico y coreográfico de Hacia un sol negro, Joaquín habla de las preguntas que mueven su trabajo, sobre el estar acompañado en un solo, o cuenta los despliegues del proyecto y su interés por la creación de contextos pedagógicos y la formación de públicos en danza.    

Carolina Campos- ¿Cuáles son las preguntas que te están movilizando ahora?

Joquín Collado- La pregunta que me moviliza ahora es qué soy

CC- ¿Ese es el punto de partida de la pieza?

JC- No lo tengo muy claro, pero una vez que estoy dentro del mundo que se fue creando, lo que me voy preguntando desde el cuerpo es qué soy y no quién soy. Y dado que siempre hay una falta fundamental, nunca soy exactamente algo. Esa falta nunca se completa, soy un ser incompleto. 

CC- ¿Cómo asocias eso a la figura del sol negro?

JC- La figura del sol negro viene de un texto que he leído hace mucho tiempo de Julia Kristeva que se llama Sol Negro. Depresión y melancolía. Ella empieza con una imagen: “En los sueños vemos luz clareada pero nunca aparece la figura del sol…”. Entonces habla de esa figura que desprende luz pero que nunca se ve. Y ahí empieza a hablar de la melancolía, de que al melancólico siempre le falta algo, y que a diferencia de la depresión, ese objeto perdido no es concreto. El depresivo reconoce lo que le falta y lo rellena con otra cosa. Pero al melancólico, como su falta no se puede vincular a un agente exterior porque es una falta fundacional, siempre le faltará algo. Por más que intente incorporar cosas, gestos de les otres, hábitos, tragarse a las personas, siempre le faltará rellenar ese vacío. No me interesa hablar directamente de la melancolía pero me interesa ese estado melancólico en mi cuerpo para trabajar otras cosas. En esa pieza trabajo desde un cuerpo que está continuamente tragando aquello que pilla, incorporando todo aquello que encuentra. Voy siendo con eso y a costa de eso… a costa del baile, de la danza, de las telas que utilizo en el escenario. Voy siendo, pero nunca acabo de ser nada porque siempre me faltará algo.

CC- Cuando dices “a costa del baile”, ¿qué quieres decir? 

JC- Ya en la pieza anterior que se llama Zoo!, empecé a revisitar mi relación con el baile de salón de competición, conocido como baile deportivo. Comencé con el baile deportivo con 16 años, hace ya 11 años. En Hacia un sol negro he querido profundizar en esa revisitación, no solo a nivel del archivo de bailes sino también en cómo lidiar con el cuerpo que produce el baile deportivo que ya está inscrito en mi. Entonces trato de hacer un uso de ese baile que mi cuerpo contiene. Hay bailes que se pueden reconocer en la pieza, el tango, el vals, el cha cha cha… pero los voy incorporando y eso me va transformando a lo largo de la pieza. Voy tragando esa danza vertical de hiperexposición y construcción constante de imágenes hacia el público y eso me va metamorfoseando. 

 

CC- En la práctica, ¿cómo relacionas ese estado melancólico, la incompletud, el irse haciendo sin nunca ser algo definitivo, con la eficiencia del baile de salón?

JC- En el entrenamiento del baile deportivo el cuerpo está atravesado de una forma muy determinada por lo patriarcal y lo heteronormativo, la excelencia física, la verticalidad, el virtuosismo. El baile deportivo prefigura los modos de discurso mediante los cuales se ficcionaliza el cuerpo-máquina hasta el punto de imponerse ante el que mira desde una presencia monumental e inmutable. El entrenamiento pasa, por supuesto, por el control total del cuerpo y, por extensión, de su postura, sus gestos, la expresividad del rostro, y sigue los códigos del esfuerzo, la autoexplotación y la seducción. Una mala postura, por ejemplo, puede hacernos pasar completamente desapercibidos, invisibles. 

Después de 5 años compitiendo en el baile deportivo lo dejé de manera frustrante. Sentía que en el mundo de la competición no podía encontrar una manera de elaborar mi sensibilidad. Entonces, partiendo de esa experiencia, en esta pieza pretendo manosear esa danza que está inscrita en mi cuerpo e incluso mal usarla, para hacer emerger una presencia inacabada, idiotizada en su sentido, desprovista de finales y en transformación constante, poblada de otras múltiples corporalidades que existen en la esfera de lo monstruoso, lo ficcional y lo poético. 

CC- ¿Consideras Hacia un sol negro un trabajo autobiográfico?

JC- Hay mucha relación, no solo con el pasado sino también con el presente. Para mí se vincula estrictamente con la cuestión de la transformación, con el tránsito y el devenir permanente. Entre formas, pero también entre estados de presencia. También se relaciona con mi pueblo, con el contexto donde me crié. Tiene que ver con la homosexualidad obviamente… la normatividad… Tiene que ver con una herida fundamental que, dado que no puedo ser orgánicamente lo que mi cuerpo pide ser, voy a estar tanteando continuamente, oscilando continuamente según la mirada del exterior, del otro. Es aquello que puedo ser, más o menos, para ser validado en el contexto social. 

CC- ¿En este trabajo hay un deseo de procesar todo eso o de curarlo?, ¿o más bien de poder compartir esas preguntas con otres?

JC- Tiene que ver con compartir esas preguntas para poder relacionarme con ese problema, con cómo transitar tranquilamente y a gusto por las contradicciones y esta indefinición. Hacerlo un lugar posible…

CC- Yo creo que la pieza trata de esas contradicciones: mostrar-esconder, estar no estar, el tono fuerte y enérgico y el gesto mínimo… En el proceso hemos hablado mucho sobre el riesgo de reforzar justo lo que estás queriendo poner en cuestión. De cuánto de ese virtuosismo pones en el escenario y con qué otros estados de presencia ese cuerpo puede convivir sin perder el referente.

JC- Cuando bailaba en la adolescencia intentaba imitar los vídeos de baile, pero ahora no se trata de cómo me relaciono yo con eso. Ahora estoy en la producción de un bailarín un poco más disfuncional para que eso me sirva para llegar a otras cosas. No estoy criticando el baile deportivo, no lo estoy borrando de mi cuerpo ni tampoco diciendo que eso es un problema. Él me atraviesa y busco alterarlo, pero al mismo tiempo convivir con ello. Después de nuestra última residencia en Francia me estaba casi torturando la pieza, no quería ni hacerla, entonces el cambio ha sido trabajar desde el placer y la delicadeza. Rodear la posibilidad de que el público pueda ver hacia allá del exceso de luz. Porque obviamente me estoy colocando ahí en un espacio donde está el público a cuatro lados, estoy expuesto y lidiando justamente con lo que me ha hecho tomar distancia del baile deportivo. El otro día pensé en una frase que me gusta muchísimo, de Merleau Ponty, que dice que la presencia, precisamente porque tiene pliegues, no lo muestra todo. Entonces pensando con esa frase y mucho a partir de nuestras conversaciones sobre esta exposición, creo que hay un interés en esa especie de presencia ausente que es contradictoria como el sol negro.

CC- Ese dispositivo del público a cuatro lados es formalmente el mismo que el de los bailes deportivos. ¿Poner a la gente alrededor tuyo es también exponerte a una especie de violencia de la mirada?

JC- Sí, ahora me arrepiento (risas). Es un reto en realidad… es que es exactamente eso, no hay por donde huir… por mucho tiempo he huido, pero ahora no me queda otra que estar ahí.

CC- Yo veo que en tu trabajo no tratas el baile de salón como una temática, sino como una herramienta para tocar las cuestiones que te inquietan. ¿Crees que ese lenguaje te está ayudando a desarrollar una metodología de trabajo propia?

JC- Intuyo que me falta formular y ganar conciencia de esas metodologías. Pero sí que hay algo que tiene que ver con coger alguna materia muy concreta y buscar procedimientos para emborronar esos contornos. Hasta ahora el motor ha sido mi cuerpo muy concretamente, las articulaciones, la musculatura profunda, pero también hay una pregunta que tiene que ver con cómo activar la imaginación del que mira. Es una cuestión casi poética: si eso que miras no es uno solo, sino que es múltiple, ya se activa la imaginación. Si es un indicio reconocible pero a la vez no acaba nunca, el final de esas formas se las da el que mira. Entonces las lecturas ya son múltiples y eso me pregunto con el cuerpo. Pero también no quiere decir que el cuerpo tiene que estar siempre en el centro, tengo ganas de salir de escena también.

CC- En Hacia un sol negro estás solo en el escenario pero tienes un equipo muy grande contigo y la dramaturgia de la pieza se va tejiendo en medio de esas colaboraciones. ¿Me puedes hablar un poco sobre eso?

JC- En general hay mucha escucha entre nosotres. Es interesante porque para mí es nuevo colaborar con otres artistas. No es una colaboración horizontal, voy compartiendo inquietudes y premisas del proyecto y después cada une va desarrollando desde sus áreas. En el equipo está Carmen Triñanes que me ha acompañado con el figurinismo, que es parte fundamental para la coreografía y dramaturgia. No es un vestuario, es parte central del gesto de la pieza. Hay muchos tejidos que he cogido de la casa de mi abuela y ya están usados hace un montón de años. Hay también telas que Carmen ha recogido en Vigo de otras piezas y películas en que ella trabaja, hay también una cuerda del puerto de Vigo que la utilizo de trenza (que es también una raíz). Con Carmen lo que hemos hecho ha sido dejar las telas al sol y debajo de la lluvia durante meses para que eso interviniera. Son capas que le dan otra dimensión a los objetos. No es igual que si voy a comprarlas ahora en una tienda. 

En el sonido está Bastien Raute y con él hemos trabajado diferentes bases y ritmos de baile de salón hechas con batería y luego pasadas por electrónica. Lo que estamos tratando de buscar es alterar el tono, la textura sonora y las intensidades, jugando con lo reconocible y lo no reconocible de esos ritmos, igual que hago con el cuerpo. 

En la luz está Ivan Cascon y hay mucho espacio para su investigación en los ensayos. Lo que él está buscando en términos lumínicos es crear un lugar para que la pieza suceda, y no una iluminación lineal o representativa. 

Después está Oriol López, que me acompaña desde hace 7 años y es una figura fundamental porque el lugar desde el que me habla él es desde la poesía, la literatura, la escritura, o sea, a mí me abre la imaginación, me expande la mirada. 

Y cómo traducirlo al cuerpo he trabajado más contigo, entre nosotres el trabajo ha sido poner la atención en la composición, la escritura, la gestualidad, la presencia, la relación con los objetos. Está también Laura Viñals que es mi cómplice desde hace muchos años, ella lleva la producción, la estrategia y todo, y Mariana Signes que ha entrado en esa última fase para la confección y arreglo de todo lo que se ha ido rompiendo en el camino.

 

CC- Este proyecto tiene otras vertientes también, por ejemplo, has propuesto un club de espectadores en Mercat de Les Flors. ¿Cómo fue esa experiencia?

JC- Todo esto nació con los estudios que el año pasado hice en la universidad París 8, que son estudios sobre análisis y escritura del cuerpo que danza. La pregunta de esos estudios es cómo escribir y nombrar eso que la danza nos hace que es a veces tan incapturable. Y a partir de eso nació la motivación de empezar a crear dinámicas y espacios donde ese análisis genere herramientas para relacionarnos con las piezas en el encuentro con el público. El club fue una primera aproximación, fueron 4 sesiones con un grupo de 10 personas que vienen de una convocatoria pública. Era un grupo muy heterogéneo, no vienen de la danza pero frecuentan el teatro. Antes de hacer un pase yo les lanzaba unas preguntas o una tarea como por ejemplo escribir 5 verbos, o completar la frase “es un cuerpo que…”, o formular una pregunta que la pieza les lanzarse. Después del pase tratamos de trazar una conversación a partir de esas tareas. 

CC- Además del proyecto pedagógico y de formación de público, ¿el tiempo con esas personas te devuelve algo que llega a influir en la creación? 

 JC- Sí, eso me informa mucho. En la última sesión por ejemplo me dijeron muchas cosas que yo pensaba que no se veían en el trabajo. Me informa sobre todo si hay un relato lineal de causa y efecto, y si lo hay, cómo alterarlo un poco. Y también cambia mucho mi performatividad porque la experiencia del observador en esa pieza es parte de mis afectos, de mis preguntas. En el baile deportivo esa mirada es la que constituye la presencia del bailarín.

CC- Es interesante cómo vas creando herramientas metodológicas que sirven a la pieza pero a la vez pueden desplegarse en otras acciones, cosas que se expanden además de la pieza.

JC- Hay también un taller para adolescentes que voy a dar… la pieza es solo una pieza del puzle. 

CC- Hablando del puzle, dentro de la constelación de cosas que vas desarrollando, hay un festival que pasa en tu pueblo, ¿puedes hablar un poco de eso?

JC- El festival se llama Paisaje, y sucede todos los años en Villamalea, mi pueblo. El festival me sirve para seguir pensándome como artista pero principalmente la relación entre artista y público, danza y contexto. Mi pueblo es un municipio rural de Castilla La Mancha de más o menos 4.000 habitantes y no había danza posible de imaginar cuando salí de ahí. Entonces, por un lado, es colocar algunos tipos de danza ante ojos que nunca las han visto, y luego, ir elaborando maneras de leer la danza sin que ella se reduzca a tener que ser pantomima, a representarse a sí misma. 

También hacemos un club de espectadores que funciona durante los días del festival. A las 4 de la tarde nos reunimos en la plaza del pueblo y el festival invita a la primera bebida y yo voy con les artistas que se presentaron en el día anterior a conversar con la gente del pueblo. Les damos algunas tareas para impulsar la conversación, por ejemplo: quiero que hables como si fueras el suelo donde la pieza ha sucedido. Entonces hablaban de lo que habían visto desde la perspectiva del suelo bajo los pies del performer. Y siempre pasan debates espontáneos y una reflexión sobre las piezas desde un lugar muy descontraído. El año pasado llevamos a Lara Brown y fue muy chulo porque ella trabaja el tema de la jota y había mucha gente del pueblo que había hecho jota y eso aproxima bastante.

CC- Por otro lado, vives en Barcelona y estás dentro de un circuito muy específico de la danza en la ciudad. ¿Cómo y desde dónde ves el panorama de las artes performativas en Barcelona?

JC- Estoy en una condición bastante privilegiada como artista asociado de esta temporada en el Mercat de Les Flors, y pudiendo crear una pieza con condiciones y estructura. Hay pocos contextos donde presentar el trabajo y luego los contextos con condiciones son poco heterogéneos. Estoy dentro de ese circuito pero tengo conciencia de lo cerrado que es. Yo voy intentando pensar mi presencia cómo un parásito, que tiene que entrar dentro del cuerpo para poder modificarlo. Es complicado, porque si estás ahí quieres que te sigan apoyando… pero sabes todo lo que queda fuera… Entiendo que se percibe como una singularidad lo que estoy tratando de hacer y eso igual es lo que valoran. Hay una perversidad en eso porque las instituciones buscan siempre algo “nuevo” para capitalizar. Creo que mantenerme conectado con la idea de colectivo, la creación de contextos artísticos y pedagógicos, me ayuda a lidiar con esa cuestión.

CC- ¿Cómo imaginas el futuro de Hacia un sol negro?

JC- La misma cosa que mueve la pieza me mueve a mí, que tiene que ver con la transición y estar continuamente siendo otras cosas. Entonces ojalá puedan salir bolos pero siento que siempre que me coloco en el trabajo de hacerlos estoy intentando desplazar, actualizar la pieza. A nivel de motivaciones y deseos me está cambiando un poco el foco… El futuro de la pieza no lo sé, pero el futuro mío como artista lo veo más ramificado, tocando otras teclas. Me apetece mucho también trabajar con otra gente, performar para otres coreógrafes, y también seguir investigando la posibilidad de crear contextos desde las herramientas que vamos desarrollando en el estudio.

Carolina Campos

*Imágenes de Javier Pino para el Laboratorio de Artes Vivas y Ciudadanía/TenerifeLAV

Esta entrada fue publicada en Sin categoría y etiquetada , , . Guarda el enlace permanente.