Disertación para un inicio

Podría empezar corriendo por las escaleras de las gradas del teatro. Correr para calentar y homenajear la famosa escena de Rocky Balboa corriendo en medio de la nieve con ese chándal gris tan ochentero. Yo soy Cristina Balboa y correr no me gusta, ni siquiera para hacerle un homenaje a mi padre. Luego estaría cansada y tengo que hablar, que yo hablo mucho, y la gente viene a ver eso. Si quisieran verme bailar irían a una pieza de danza y si quisieran verme correr irían a las olimpiadas. Podría empezar sentada en mi mesa de operaciones haciendo una regresión o un viaje astral hacia el desierto. Hoy me levanté con el concepto de oasis escénico rondándome por la quijotera. Un desarrollo lógico si partimos del desierto, una variación que he hecho sobre el naufragio escénico para tener donde agarrarme. Quizás lo que haya que replantear es la visión negativa del soliloquio teatral. No es malo estar sola, hay que aprender a hacer las cosas sola. Hay que quererse para pasarlo bien sola.

Hoy viene Manu por la tarde para que pasen cosas. Yo me limito a componer música y a cantar por encima de temas de Nacho Vegas. Improviso desde la apetencia absoluta y un remoloneo vago. El pensamiento negativo más contundente es: solo te quedan 8 días para enseñar lo que has estado haciendo. Haz algo!!!!

Podría empezar diciendo que los principios son difíciles, aunque no más que los finales, y que por el medio las cosas tampoco son fáciles. Pero aquí estoy, escuchando Oda al amor efímero de Tulsa.

 

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