El monstruo de Angélica

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Angélica ha conseguido con su público lo que nunca llegó a conseguir el cristianismo plenamente: aquello de poner la otra mejilla. Ya no importa lo que nos lance, cualquier cosa nos entra hasta el fondo. Angélica ha creado hooligans incansables capaces de pelearse con su santa madre con tal de defender a una creadora cuyo discurso, precisamente, es el látigo frente a todos, apóstoles incluidos o apóstoles sobre todo, ya que para los demás su discurso se deshincha y de caustico pasa a invisible. ¿Qué ha ocurrido?

¡Sorpresa! Pese a lo que creíamos, Angélica, no es el monstruo, sino la creadora del monstruo. Uno que ha ido a todos sus espectáculos desde hace unos cuantos años ha ido viendo cómo el monstruo se iba haciendo fuerte. Al monstruo se le vio en El año de Ricardo, tímido, arrinconado en una butaca, silencioso pero ya vibrando en su interior la enormidad que llegaría a ser. Se le vio en La casa de la fuerza revolviéndose pues no se le daba lo que él quería tanto como él requería, soltó alguna risita cuando Angélica se lo permitió. En Maldito sea el hombre que confía en el hombre rompió aguas, echó a andar, con esa Angélica cabreada con los técnicos “que no daban una” y el monstruo ya arengaba. En Ping Pang Qiu el monstruo ya había crecido, se había corrido la voz, ya no tenía miedo y se exhibía sin ningún pudor en el patio de butacas de los Teatros del Canal. ¿Qué hay que hacer con el monstruo?, ¿habría que matar al monstruo?

El discurso corrosivo de Angélica, de repetitivo, ha explotado como una pompa de chicle. Pero, ¿quién es el culpable? El mayor culpable, suponemos, es Angélica. La creadora que no ha sabido reinventarse bien (¿acaso hay que hacerlo?) (aunque, desde nuestro punto de vista, lo haya hecho en espectáculos como La casa de la fuerza o Ping Pang Qiu). Otra parte de culpa la tiene el haberse constituido casi en multinacional, exportadora de marca España. ¿Es Angélica la Inditex del teatro?

El discurso de Angélica ha pasado de barroco a manierista. Nos gustaba más la Angélica barroca, con tanta autorreferencialidad se pierde potencia discursiva. A pesar de todo nos sigue gustando Angélica, sigue jugando en la Champions. La pregunta es: ¿ha cambiado su discurso o el problema es que sigue siendo el mismo discurso, sobre todo en forma, y la gente se ha hecho tanto a él que está desarticulado?

¿A quién habla Angélica?, se pregunta Tu Perra. Angélica habla a su público, el monstruo. El monstruo va a lo que va, no va a que le montes bellas imágenes ni bailecicos, no va a ver a Lola ni a Fabián ni a Sindo (escenografía hecha cuerpo, que le llama una amiga), el monstruo la espera ansioso, el monstruo va a ver a Angélica largar el dolor y la mierda porque es lo que les pone cachondos y la disfruta como quien disfruta de una noche de monólogos del Club de la Comedia. El monstruo se ha convertido en lo suficientemente plano como para disfrutarla sin digerir. Angélica fast food -a su pesar-.

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Sentado detrás de mí, en la función de Ping Pang Qiu, había un gafa-pastis barbudo, de esos que ahora abundan en las callejuelas madrileñas. Mientras Angélica hacía lo suyo le oía por detrás: qué buena es, qué frases, qué cojonuda. Luego de pronto soltaba una carcajada en mi puta nuca. A mí me entraban ganas de darme la vuelta y liarme a hostias. Lo curioso era que la carcajada no era sólo de él, sino de la mitad del teatro que se descojonaba. Yo me preguntaba -pero, ¿lo están entendiendo? ¿o se creen que han venido a la Paramount?- A mí me da que no, que no lo han entendido. Quizá todo este fenómeno del monstruo se ha intensificado en Todo el cielo sobre la tierra. Al viejo monstruo se ha unido carne joven que sabe lo que quiere. Por eso bosteza en la primera parte, porque les da igual lo que haya planteado la creadora, se la sopla, ellos lo que quieren ver es a Angélica y están dispuestos a sobrevivir entre bostezos a una primera parte que no es que consideren mejor o peor, es que ni consideran. Quieren a Angélica sin teloneros, sin soplapollas, quieren a Angélica sin obra, la quieren a ella, ya, ahora.

Dios me guarde de decirle a nadie si se puede reír o no en el teatro. Ahora bien, lo que sí puedo decir es lo que a mí me parece que quiere decir esa risa. La risa del monstruo. A mí me parece que la risa del monstruo quiere decir que no se entera de nada. La risa del monstruo quiere decir que escucha sólo la frase epatante por el placer de ser epatado pero no por la reflexión que la frase conlleva. Quiere decir que realmente no está escuchando. La risa (y hay muchas formas de risa, la del monstruo de Angélica es una carcajada, no es una risa incómoda, irónica, no es un sonreírse, ya no) y los vítores del monstruo son los de la arenga política vacía, los del mitin, los del partido de fútbol, los del concierto del Rockin’ Río. La risa y los vítores del monstruo son los de alguien que espera su droga y por fin se la dan, los que vivían en la oscuridad pero son iluminados, pero iluminados, como la droga, sólo un rato, sólo en una simulación de luz, luego nada.

Entre los amasijos del monstruo está el que acude con libreta a los espectáculos de Angélica. Esa clase de monstruo, en la oscuridad de la sala, apunta las frases más contundentes. La gran belleza de una pluma que cuando se lo propone escribe como los ángeles. Todo el mundo sabe qué tipo de frases son. Ya nos las hemos aprendido. Cuando escuchas una, sabes que alguien la estará transcribiendo. Esos apóstoles son los que escriben los evangelios de La Liddell.

Y por último, están los baños de multitudes que se pega la propia creadora. El sexo con el monstruo, porque al monstruo hay que follárselo. Ese cagarse en todo para luego salir sola al escenario y que un tsunami de aplausos la lleve hasta la gloria. Quizá lo único que se puede pedir es que sea consecuente con su discurso. Y esto no quiere decir que se suicide (mal pensados). Cioran no se suicidó y era bien consecuente con su discurso. Cuando sale ella sola, el monstruo la está esperando, y como quién aprieta el botón de eyección en un caza bombardero se levanta de sus asientos velozmente y aplaude y silba y vitorea. A Angélica, por mucho que nos la intente colar por la escuadra, todo eso la encanta. En ese momento Angélica se convierte en un parodia de sí misma. La Liddell se convierte en un amago de La Xirgu.

¿Por qué ocurre esto? Quizá sea porque en esta sociedad del buenrollismo sea necesario un poco de escupitajo. Quizá sea porque en esta sociedad de lo políticamente correcto nos la ponga dura el insulto que se queda solo en insulto. Quizá sea porque en esta sociedad del no enfrentarnos, necesitamos que alguien se enfrente a nosotros desde la comodidad que da el saber que no pasará nada nuevo. Un sadomaso indoloro. Una política sin política. Una guerra sin guerra. De esto habla Zizek en Bienvenidos al desierto de lo real muy requetebién.

La culpa de todo esto no la tiene el monstruo, sino la creadora del monstruo, que viendo su creación, tendría que pensar qué hace ahora con ella, si es posible (y si le sale del coño) hacer algo, claro.

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Herman y Otro Perro Paco

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6 thoughts on “El monstruo de Angélica

  1. ¿Os dais cuenta de que nadie habla de Utoya?
    Debe ser porque decir que esta obra habla de Utoya, como aseguran las notas de prensa, es MAYÚSCULAS: MENTIRA.

  2. ¿Y qué pasará con el monstruo? ¿No tenéis miedo del monstruo? ¿Alguien tiene miedo del monstruo?
    ( yo sí )

  3. La perra reconoce ir a todos los montajes de Angélica pero no se reconoce monstruo. Monstruos son siempre los otros.

    La perra reconoce a Angélica com Marca España, por lo que da validez a la falsa Marca hispánica.

    La perra se molesta con los que toman notas de lo que Angélica dice pero reconoce saberse las frases de memoria.

    La perra carga contra los apóstoles de de Angélica mientras escribe una y otra vez su evangelio apócrifo sobre la creadora, su propia versión de “La última tentación de la Lidell”.

    La perra está rabiosa pero es incapaz de girarse a preguntarle a gritos al gafapasta porque mierda se rie cuando no toca. Porque de paso, la perra lo entiende todo, todito, todo.

    A la perra no le gusta Tata Martino porque siempre ha sido más del juego bonito de Guardiola pero sigue siendo un fiel hooligan que no se pierde partido, porque ya se sabe que los verdaderos hinchas, los que más que una pasión tienen un sentimiento, no han de perderse nunca un partido de la Champions. Aunque solo sea para poder despotricar de lo lindo en el bar, con sus colegas, porque el juego del barça no dio más que para ganar por 5 goles de diferencia.

  4. Don Gato, aclaremos primero que este artículo no lo ha escrito Tu perra, que escribió el anterior sobre Angélica, bastante mejor que éste, así que entiendo que donde dices La perra te refieres a los autores de este post, un servidor y Otro Perro Paco.

    Herman, por supuesto, es parte del monstruo y ha sentido el chute que Angélica pega y se ha dejado llevar con él. Ser parte del monstruo no quiere decir no poder cuestionar las acciones y los porqués del monstruo y del lugar que surgen. Los otros son siempre uno mismo.

    Herman intuye que eso de falsa marca hispánica da para otro debate. No le queda claro en cualquier caso de qué forma reconocer o no la marca España valida o invalida el argumento.

    A Herman le encanta aquella de: Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi, Primo Levi… Hijo de puta. En cualquier caso Herman adora las frases de Angélica, sólo se pregunta cómo se reciben, qué quiere decir que haya gente transcribiéndolas. Claro que esto, al final, vale menos para el apócrifo que para ‘La Biblia de Angélica’.

    Herman ha escrito este artículito, nada más. El otro, Tu Perra, a la que Herman no tiene el placer de conocer. El artículito sólo va de pensar qué pasa con la recepción de las obras de Angélica y dónde se posiciona Angélica respecto a esta recepción, se ofrecen muchas más preguntas que respuestas al respecto.

    Herman lo reconoce y aquí le da toda la razón a Don Gato, es un cobarde y en la sala de teatro no se vuelve, le da miedo, ¿y si el barbudo es más fuerte que él? Y lo que es peor, ¿y si Angélica se enfada por interrumpir y se lanza a su yugular? Herman se envalentona luego en la soledad de su cuarto tecleando un post. Más patético no existe. Herman, desde luego, no lo entiende todo, de hecho no entiende nada, lo que aquí escribe son tonterías, no les haga caso.

    Herman es del Atlético, que al final siempre pierde pero siempre juega con toda la carne en el asador. Herman está de acuerdo con su metáfora del Barça y Angélica, ella gana juegue bien o mal. Aunque ahora, con el Tata, intenta jugar como antes, provocar lo mismo en su afición pero, lástima, no le sale.

    Herman se pregunta si Don Gato tiene algo que argumentar sobre sí el discurso de Angélica funciona o no funciona igual que antes o si con este comment ad hominem le basta.

    Herman no tiene ni idea si Otro Perro Paco está de acuerdo con este comment que ha escrito él solo.

  5. Otro Perro Paco dice amén a Herman.
    Otro Perro Paco da las gracias a Don Gato. A Perritacaliente y PerraMala.
    A Otro Perro Paco no le va la vida ni el sueldo en escribir sobre esto, pero cree en el debate. Le motiva. Con sus argumentos y sus cosas de debate. A Otro Perro Paco le gusta dialogar con la gente de las cosas que le gustan. Otro Perro Paco reconoce aprender mucho con las opiniones de los otros.
    Otro Perro Paco añade: http://www.youtube.com/watch?v=PQXm6zgoT7A 😉

  6. Me hago un poco lío con las perras los perros los dongatos y los Hermann, tal vez aquí sí monstruo de múltiples cabezas pero me encanta lo que se dice, con la claridad que se dice y es maravilloso que se debata y se ponga en tela de juicio lo que parecía intocable e intachable. Me encanta leer todo esto sobre todo porque me está ayudando a ordenar mi decepción que ha ido creciendo a la vez que se ha multiplicado su monstruo de público. Conozco a Angélica antes de que fuera Liddell, conozco a Angélica desde que era González Cano puedo decir que la he tratado de paisano…antes de que probara su fuerza en el teatro la probaba con sus compañeros de clase. La he admirado y sigo admirando su valor y su genialidad, su entrega, sus miles de cosas que a base de esfuerzo (nadie le ha regalado nada al principio; ahora no lo sé ni me importa) la han llevado siempre a buscar el lugar de la excepción teatral. Cuando los demás buscábamos trabajo ella era su propio trabajo, su proyecto y proyección. Yo he sido su público desde los primeros montajes, aquellos en los que no salía a saludar (como ha cambiado el cuento) he visto su ascensión a los cielos y si paso por las salas que eran otras en la medida que le quedaban pequeñas (Ensayo100, Pradillo, Cuarta Pared…Valle Inclán …ya sabéis) y cierto que el fenómeno “Público” me ha llevado a pensar también a mi. En “la casa de la fuerza” yo no tenía a ningún gafapasti detrás pero era una fila de jovenzanos modernos que se aburrían solemnemente con las múltiples recogidas y esparcidas de carbón o con el trasiego de tresillos, se aburrían, hablaban entre ellos de otras cosas, resoplaban con el paso de los minutos en silencio y mandaban SMS o intercambiaban cromos a saber, pero lo que más me llamó la atención fue la unánime levantada de asientos y aclamación en los saludos, no se correspondía en absoluto con el nivel de atención o escucha que habían tenido en esas 5 horas largas de espectáculo.
    Y no aporto nada al debate más que mi experiencia y perplejidad sobre este asunto y me alegra encontrar lugares cercanos a mi que de pronto creí haber envejecido 10 veces más deprisa que nadie a mi alrededor pensando que ahora los espectáculos de Angélica no me gustaban cuando resulta que eran lo más “grande”de la escena española y seguían subyugando a los compañeros con los que yo he compartido subyugaciones angelicales. Me extiendo y no quería, sólo dos apuntes más:
    A este “Todo el cielo…” no pensaba ir (una entrada 24€, que no tendrás para ver otra cosa) luego el último día y con el ánimo de poner mis apreciaciones en diálogo invité a un amigo actor que no vive en España y que no había oído nunca hablar de a.Liddell, un puro, un no contaminado, me interesaba su opinión. Watshappee antes a los que sabía habían visto ya la función…
    -¿qué tal la Liddell ?
    – Toda la Sala en Pie

    Vale, pero qué tal …
    La sala en pie ya no me es fiable. Aún así fuimos. Aguantamos hasta el final aunque a mi amigo ya se le agarrotaba hasta el entrecejo. Aguantamos y aplaudimos a la Orquesta Phace Ensemble, a Fabián, a Sindo, Lola, Xie, Maxime, Satie y Angélica todos juntos merecen un buen aplauso por el trabajo hecho, por el respeto, por el arte, aguantamos palmas hasta que desapareció el último actor y emprendimos rápido la bajada de escaleras hacia la salida cuando oigo que el todo el teatro se levanta, aclama, vitorea… Ha salido Angélica con brazos abiertos y la sonrisa también, – gol gol gol gol goooooolllllll –
    salimos
    Hay muchas cosas que mi amigo actor y yo hablamos sobre esto después y que darían para otro debate. Sólo transcribo dos comentarios que me dijo antes incluso de llegar a la calle:
    – Que enorme contradicción la de este discurso con el salir a saludar.
    Y
    – ¿Utoya? Espero qué ninguna madre de Utoya vea nunca este uso y disfrute de Utoya.