El año de Ricardo, Angélica Liddell, Espai Lliure 2/4/2008

Resulta muy injusto decir nada sobre esta pieza porque había un problema acústico de primer orden. Si la obra era larga (2h15), a lo largo de una buena mitad hacía falta esforzarse para entender las palabras de la actriz.

La dicción de Angélica es buena y su voz bastante poderosa, pero no lo suficiente para una sala de este tamaño. En estos tiempos de micrófonos esto no se puede considerar una falta actoral, sino una mala previsión técnica.

Una vez aclarado este punto (que aguaba en buena medida la función), hay que alabar en primer lugar un texto de calidad literaria de primer nivel. Esta peculiar versión del Ricardo III de Shakespeare sólo guarda la idea original de la obra y algunas citas irónicas. El soliloquio de Angélica Liddell rompe con los esquemas de la narrativa teatral más tradicional y ofrece un arco dramático pequeño donde gran parte del desarrollo queda implícito y debe deducirse a medida que avanza la obra. La forma del texto en sí, esta larga sucesión de monólogos sin apenas personajes externos, es toda una lección para los dramaturgos que se empeñan en repetir fórmulas de manual.

También hay que alabar un lenguaje elaborado y rico, algo que desaparece por momentos de las letras españolas. En cuanto al contenido del texto, un azote contra infinidad de formas de maldad y estupidez, la lista de vapuleados es tal que no surge un único mensaje aleccionador, sino una visión crítica y global del mundo que nos rodea. Se nos da tanto para escoger que resulta imposible identificar al autor con un dogma determinado. Por este motivo, esta demolición general también es de alabar.

Finalmente el trabajo actoral también resulta sobresaliente. Angélica carga en sus espaldas casi toda la tarea y brilla en una de las formas teatrales más difíciles (el monólogo) basándose en un método que no pretende una similitud con la vida real sino todo lo contrario. Al emplear una artificialidad continua con códigos propios surge una nueva coherencia interna que convence de forma contundente. El Odin Teatret es famoso por una técnica similar.

Quizás la escenografía y el vestuario eran los aspectos más tópicos y descuidados de la pieza, pero eso no desmerece en nada la actuación de una autora teatral de primera línea que además posee grandes dotes de actriz. Vamos a tener que estar muy pendientes de ella.

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