«Dark figurantes» Marta Galán y Juan Navarro, 9/10/2009, Nau Ivanow

La escasez de medios es un reto del que se puede salir ganando. Así lo demostraron ayer de forma contundente Marta Galán y Juan Navarro, en un espectáculo que constituye una brillante vuelta de tuerca en sus respectivas carreras. El teatro post-dramático en España tiene una historia por escribir donde se podrían perfilar diferentes aproximaciones. Si bien en cierta medida el teatro post-dramático surge como una alternativa a formatos reiterativos y desconectados de nuestro tiempo (¿cómo podrían las narrativas lineales y coherentes reflejar nuestra actualidad dispersa y fragmentada?) resulta curioso cómo rápidamente se formaron nuevos modelos que, aunque más acordes con nuestra realidad, reproducían pautas muy precisas.

Sin duda, hay grandes similitudes estructurales y estéticas entre las piezas de Juan Navarro, Marta Galán y Rodrigo García que por ejemplo también se reproducen en los «Años 90» de La Tristura. Y aquí en España también se da el fenómeno que menciona Hans-Thies Lehmann: «sus principios estéticos [del teatro post-dramático] han logrado «infiltrarse» en el teatro establecido (aunque mayormente de forma diluida)». En este acuoso apartado podríamos citar a Calixto Bieito y Àlex Rigola.

Sin entrar en el tema de la autoría ni de la originalidad (que resulta totalmente estéril, aunque hay quien apunta a la relevancia de Carlos Marquerie) y sin desdeñar en absoluto estos nuevos formatos (constituyen un oasis en nuestro yermo panorama teatral), sin embargo yo siempre deseaba algo un poco más arriesgado y personal.

Y mis deseos se han cumplido. Las «Superproducciones» de Marta Galán y Juan Navarro (cuyo planteamiento completo podéis leer aquí) son piezas «post-dramáticas y desechables diseñadas para morir en el intento». Básicamente cada obra recicla grandes escenarios y lujosos vestuarios de los teatros importantes de la ciudad y sube a escena a decenas de intérpretes que se reclutan en el entorno social de la Nau Ivanow. La pieza se ensaya durante pocos días y al final de la función (siempre única) se regala todo el atrezzo y los decorados a la gente del público. La primera entrega de esta experiencia («Dark figurantes») contaba con la participación de una coral con una veintena de intérpretes, un grupo de batucada de veinte intérpretes más, 3 ó 4 paletas -brillante Manolo-, unos 7 inmigrantes negros -desconozco la procedencia- y un puñado de actores profesionales.

La estructura y la estética de la pieza era similar a la de obras anteriores de Galán y Navarro, aunque la reiteración de la escena final de «Casa de Muñecas» en un rincón del escenario aportaba un toque diferente. Y la participación de decenas de figurantes con sus características y habilidades particulares hacía que la obra adquiriese dimensiones épicas. Y no me refiero al intencionado efectismo de un recurso así, sino al valor artístico de la propuesta en su conjunto.

Y es que en «Dark Figurantes» confluían una dosificación inteligente y progresiva de los recursos, una notable ironía, una estructura pulida (sobre todo teniendo en cuenta el tiempo de ensayo), un claro mensaje final -los omnipresentes ladrillos se desvelan como referente político de un escabroso espectáculo nacional donde los ciudadanos somos los verdaderos y patéticos figurantes-, un espíritu festivo, estrategias inteligentes -muy acertados los bocadillos para el público-, una representación aglutinadora de la sociedad, una emocionante traca final donde la mascletá escénica se convierte en mercadillo y hasta una irritada espontánea con bolsa de basura que parecía guiada por la divina providencia. Incluso su intervención resultó acertada. Personalmente, sólo eché a faltar que las luces del público estuviesen encendidas. Quizás eso hubiese enfatizado aún más la experiencia comunitaria en vivo por oposición al modelo teatral con supuesta cuarta pared.

Naturalmente una pieza así con pocos días de ensayo también tenía pasajes de textura rugosa y pequeñas caídas en la atención. Pero por un lado esta espontaneidad con imperfecciones es una cualidad que enriquece este tipo de trabajos y, por otro lado, las pequeñas caídas de atención resultan irrelevantes: el propósito del teatro post-dramático no es el mero entretenimiento y, además, la obra era suficientemente inteligente para compensar con creces algún momento de incertidumbre.

Tengo curiosidad por saber cómo evolucionarán estas experiencias singulares que se repetirán a lo largo de los meses siguientes. También me pregunto hasta qué punto este cambio de parámetros puede desestabilizar las estrategias habituales de Galán y Navarro y transportarlos hasta excitantes territorios nuevos.

En la simbólica falla que se armó anoche la insulsa ostentación de los teatros oficiales recibió quemaduras de segundo grado. Jamás el teatro pobre de Grotowski había recibido un homenaje tan barroco.

Como siempre invito a todo el mundo a expresar su propia opinión y rebatir, apoyar, contradecir o ampliar todo lo que afirmo con sus propios argumentos. ¡Muchas gracias!

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