Zorro, cuando los gusanos aún querían ser hombres

Los meses de abril y mayo me desplazo a México para empezar el proceso de investigación/creación de lo que será mi nueva pieza escénica ZORRO. Ahí voy.

“Para el buen cazador la caza del conejo no tiene ningún interés, un bicho inofensivo que lo único que intenta es esconderse. Los débiles no tienen nada que hacer en la vida. Ni los débiles ni los tarados, es una ley de la naturaleza. Al conejo se le dan pocas oportunidades de defenderse, cuantas más defensas tiene el enemigo más bonita es la caza, se lucha de poder a poder, por eso alguien dijo que la mejor caza es la del hombre (…) La caza es como todo, el pez grande se come al chico.” (La Caza, Carlos Saura).

Zorro es una pieza escénica que se sitúa en la línea entre el documental y la ficción. Es ficción, es movimiento y es texto, pero el código de recepción es más próximo al documental. En Zorro confluyen diferentes códigos escénicos y artísticos. Se trata de una obra en la que trabajaré desde la austeridad escénica más absoluta, y en la que me serviré del imaginario colectivo del espectador, que estará enfrentado a un trabajo más cercano a lo performativo que a la escena tradicional. Un trabajo sonoro hiperrealista y un trabajo coreográfico y de teatro visual dominan la pieza.
Las dos mujeres que protagonizan Zorro son dos personajes rudos en una atmósfera muy pesada. Son asesina y víctima. Son trabajadoras, una es sicaria, la otra quizás lo fue, en cualquier caso debe un dinero que no tiene. Se ubican en un bosque que no vemos (el espacio está vacío), pero que oímos a la perfección. Zorro pretende ser una pieza incómoda la mayor parte del tiempo, con un cierre poético que acomode una futura reflexión. En Zorro, las mujeres ocupan roles que son tradicionalmente masculinos en nuestro imaginario. Un ejercicio de experimentación escénica y coreográfica y que acabará desembocando en monólogo final que pone en duda la condición humana, esta vez sí, desde la poética literaria.
Zorro es posible en un espacio vacío porque parte de referentes comunes de los espectadores. No es necesario que vean el bosque ni que cuenten con muchos antecedentes porque conocen esos bosques y se imaginan muchas y diversas tramas fruto del imaginario audiovisual elaborado por las imágenes que recibimos cada día, ya sean documentales o de ficción: un ajuste de cuentas, alguien arruinado, la violencia como negocio, una muerte. Es mostrar más que recrear, pero es ficción. Lo que no espera el público, lo que sí es necesario en Zorro, es la dureza poética que irá invadiendo lentamente la escena, el peso, el extrañamiento y el descubrimiento de que la trama que todos tenemos en mente no es la que está en juego en este bosque imaginado.

 

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