Me llamo Rubén Ramos Nogueira, como todo el mundo. Génesis.

Me propongo documentar la intervención de cinco minutos que hice el viernes pásado en el Fòrum Indigestió y, además, quiero desvelar en detalle su código fuente, como dije que haría. Lo que pasa es que me he dado cuenta de que el post me iba a salir muy largo, así que he pensado que estaría bien dividirlo en una serie de posts más pequeños. La verdad es que me apetece hablar de ese código fuente. Así que inicio con este post la publicación de lo que en Teatron se llamaría un blog en proceso, al revés de lo que se acostumbra, es decir, ahora que ya ha pasado todo.

La frase anterior me lleva a preguntarme por qué no habré publicado esto en el orden que lo hace la mayoría, o sea, a medida que uno va construyendo lo que sea. Bueno, supongo que por lo mismo que la mayoría de la gente no está todo el día publicando sus procesos creativos: porque hasta que no lo acabas no sabes si lo que estás haciendo le va a interesar a alguien, porque a veces uno cree que necesita cierta intimidad para construir algo, porque tienes muchas otras cosas que hacer, por falta de costumbre, porque debería surgir de una necesidad y no de una obligación. Pero en este caso, había otra razón por la cual nunca se me ocurrió: buscaba la sorpresa. Pues bien, ahora pienso que ni siquiera eso es una buena razón. El efecto no hubiese sido demasiado diferente si hubiese desvelado mis intenciones, y mi código fuente, antes. Durante la comida previa para la preparación del Fòrum, a la que asistimos algunos de los invitados, yo ya conté por dónde iban a ir los tiros y expliqué el porqué del título de la intervención. Por los comentarios recibidos me parece que lo único que conseguí fue aumentar la expectación. Y eso me parece que no le fue nada mal a mi pequeña performance.

Pero bueno, lo que quería decir es que lo que yo no quería era caer en el sermón de la montaña. Pero el formato del Fòrum era ideal. Eso de que los invitados no puedan hablar más que cinco minutos, que los músicos corten la intervención si eso sucede, que no se admitan réplicas entre ellos ni preguntas del público (para eso ya está el aperitivo final e incluso una tarima para que cualquiera pueda gritar lo que quiera al final del acto), todo eso era un dispositivo estupendo que me convenció para participar con una acción. Porque al principio, como me suele pasar, yo hubiese preferido no hacerlo. La invitación me pilló harto de bustos parlantes, de encuentros, de sobrevaloración de la tertulia, la reflexión y el after talk en relación con la acción. Por supuesto, una percepción absolutamente personal que no tiene por qué corresponderse con la realidad, sea lo que sea eso de la realidad. Pero entonces pensé en lo que dicen que dijo John Cage: «Si no te gusta algo propón tú algo mejor». O algo así. Hay algo de derrota antes de tiempo en ese tipo de percepción. Quizá nos dejemos llevar por nuestros prejuicios y eso nos impida pensar en que otras posibilidades, las nuestras, las de cada uno, pueden ser absolutamente bienvenidas. Es curioso, porque todo esto va de copias. Imitando lo que nos propone un entorno determinado por temor a no ser aceptados, es fácil caer en la uniformidad , ¿no? De lo que se trataría, más bien, es de pillar de todos lados para mostrarnos tal y como somos a través de lo que nos llevamos de los otros. Es decir, sacar pecho. Yo estoy aquí porque en este mundo tiene que haber de todo.

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