Crónicas serranas 2: Bielsko Biala (Polonia)

Banialuka Festiwal. Bielsko Biala (Polonia). 26-28 de mayo.

Ajetreo:
El sábado…
–       6:00 cita en la T1 de El Prat.
–       8:00 – 10:20 vuelo Barcelona – Múnich.
–       Cuatro horas de escala.
–       14:30 – 16:30 vuelo Múnich – Cracovia.
–       16:30 – 18:15 furgoneta hasta el Teatro Banialuka de Bielsko Biala.
–       19:00 – 0:00 montaje (preparar las mesas, colgar focos, pachear y enfocar).
–       00:00 – 1:30 cervecitas.

El domingo…
–       10:00 hacemos memorias de luces y acabamos de montar.
–       12:30 calentamiento
–       13:00 – 14:00 primer pase
–       14:00 – 15:30 recogemos y empezamos a montar para el segundo pase.
–       15:30 – 15:45 micropausa para comer.
–       16:00 – 17:00 segundo pase.
–       17:00 – 19:00 desmontaje.
–       19:00 – 21:00 cena, ducha y siesta.
–       21:00 – 23:00 cervecitas.

El lunes…
–       5:00 – 7:00 furgoneta hasta el aeropuerto de Cracovia.
–       9:50 – 10:40 vuelo Cracovia – Varsovia
–       11:20 – 14:30 vuelo Varsovia – Barcelona
–       15:15 descarga en el almacén.

Particularidades: primer bolo en Polonia y primero en un festival estrictamente de teatro de objetos.

Personalidades: Monika Jędrzejewska, productora ejecutiva del festival (espectacular). Abel, Salomé y Zofia del Instituto Cervantes de Cracovia (agradecidos). Klaus Obermaier, pionero del arte digital y gran encantador de serpientes (cervecero).

Anécdotas:

  • Llevamos, como siempre, los tres maletones con toda la escenografía de Katastrophe. Y como siempre, llevamos más kilos de los permitidos. Así que lo primero, entre el sueño del madrugón y la emoción de un nuevo bolo internacional, es abrir los maletones y repartir un poco de peso entre nuestros equipajes de mano. Lo conseguimos. Nos pasamos de un sólo quilo en cada maleta, margen suficiente para que nuestras bromas con la chica del mostrador de Lufthansa la empujen a hacer la vista gorda.
  • Primer destino, Múnich. La terminal de Lufthansa en Múnich es muy amable con el pasajero, por su ambiente, por las barras con bebidas calientes gratis cada veinte metros, buenos restaurantes, wi-fi gratis. Tenemos una espera de cuatro horas, así que aprovechamos para hacer una reunión de Brickman. Muy, pero que muy productiva. Mientras discutimos las escenas, se sienta una familia en la mesa de al lado. La madre se gira hacia nosotros y por sorpresa nos pregunta en perfecto español si somos del 15M. Glups. Pues no, somos, simplemente, cómicos… Resulta que ella es cantante de ópera. Valenciana, pero que lleva veinte años en Alemania. Nos presenta a su marido y a su hija. Muy majos. Se marca un discurso crítico contra políticos y entidades bancarias y nos anima a llevar adelante nuestro espectáculo, que falta hace, nos dice.
  • En el aeropuerto de Cracovia, mientras salimos por la puerta de ciudadanos UE nos damos cuenta de que en Polonia no existe el €uro. Mierda, lo habíamos dado por supuesto. La moneda local se llama Zloti (sí, se pronuncia igual que el monstruo bueno de los Goonies). Este será el grito de guerra de todo el fin de semana. ¡Zloooooti!
  • Nos recibe Tomek, actor de la compañía del teatro en el que vamos a actuar. Bajando la rampa que conecta la terminal con la zona de taxis Álex y yo hacemos una carrera de carritos. Resulta que son un poco inestables, así que el mío pierde el equilibrio, resbalo y me pego un tortazo considerable. En el accidente pierdo el pendiente y se me estropea el iPhone del porrazo que le doy cayendo encima de él. Empezamos bien. ¡Zloooooti!
  • Monika, la productora ejecutiva del festival, nos cuenta que existe una cierta polémica a propósito de nuestra inclusión en el programa del festival. Resulta que en Polonia hay mucha tradición de teatro de objetos clásico, así que hay cierta incertidumbre entre los más puristas alrededor de nuestros ositos de gominola. ¡Zloooooti!
  • Desde el minuto uno del primer pase vemos que los espectadores están muy receptivos. Y el pase sale increíble. Aplausos. Y aplausos. Y aplausos. Llegamos al camerino y dos hombres lo invaden mientras nos estamos cambiando: somos de un festival de Varsovia, queremos llevaros. Vale, vale, pero un segundo que nos ponemos las camisetas antes, ¿no? El público está entusiasmado, a la directora del festival no le cabe la sonrisa en la cara. Hay tres representantes del Instituto Cervantes de Cracovia que han venido a ver el espectáculo porque han participado como sponsors del Festival. Están sorprendidos y encantados. No puede haber respuesta mejor.
  • A las 16:00 nos espera un segundo pase. Tremendo. La energía está baja, pero estamos muy concentrados. Y el pase va como la seda… hasta cinco minutos para el final, momento en que nos damos cuenta de que la batería de la cámara de vídeo está en la reserva. Pero llevamos ya tantos bolos a cuestas que es difícil que nos entre el pánico. Con toda la calma, Diego sale del escenario y va al camerino a coger una batería de reserva mientras Álex y yo seguimos con el espectáculo. El público ni se entera. Y acaba la función y tenemos que salir a saludar cinco veces. No se puede pedir más.
  • El lunes a las seis de la mañana, estamos dormitando en la furgoneta que nos lleva al aeropuerto casi todo el rato, hasta que de repente, de la nada, nos damos cuenta de que estamos pasando al lado de Auschwitz. La visión dura treinta segundos, pero el hielo se instala en la furgoneta. No decimos nada. Haber representado Katastrophe a tan sólo cincuenta quilómetros de Auschwotz y Birkenau tiene una relevancia especial, sin duda.
  • Recogemos las tarjetas de embarque y facturamos las maletas. Al cabo de veinte minutos llaman a Diego por los altavoces del aeropuerto de Cracovia. Mierda. Habrá lío con la química. Álex y Diego entran en la zona de seguridad del control de equipajes. Salen al cabo de un cuarto de hora: han tenido que contarle a un militar polaco supermazas, rapado al cero y lleno de tatuajes que todos aquellos botecitos y bolsitas llenas de polvos blancos son inofensivos. El militar tiene claro que debe requisar algo, pero no sabe qué. Duda entre la tinta china y el bote de gasolina para el Zipo. Al final, al azar, se decide por la gasolina. Pues habrá que comprar en casa.

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