Te sometes al vértigo

ángel peligrosamente búho [duelos, espectros y materialidad] Imagen: Pep Herrero

Tras 20 años acudiendo a la Capella, por primera vez sucedió, 

una uña dibujando un infinito en una pizarra.

Aún sabiendo que iba a ver una colectiva fruto del programa “Barcelona Producció” al entrar estuve totalmente seguro, esa exposición era de una sola artista. 

La entrada, con los mástiles de las luces, 

el calor de las luces, con el mutismo de los altavoces, 

el estanque de natura viva, con el mueble cisne y las cortinas llorándoles desde el techo.

Parece que no ocurre nada. 

Intentas estar, encontrarte, y como una retina ir dilatando tu relación con los distintos materiales que de algún modo yacen, en un cementerio de relaciones temporales.

Luego lo ves, las piezas se llevan bien,

te diría que ayer trasnocharon juntas.

Un armario dispuesto por un paralex colocado, te recuerda que la entrada no a sido casualidad, te giras y vuelves a salir, para volver a entrar creyendo que ya sabes algo más. 

Como esa soberbia que te dota en la primera etapa adolescente de cierta sabiduría efervescente.

Ayer vimos a una madre desgarrar el cielo malva con el llanto de miles de llantas fusionadas desde un balcón convertido en la boca de un dragón.

Todos los vecinos la miraron como miran las montañas hacia el centro en el circo de Colomers.

Brutalista es todo a partir de 1.600 metros allí,

y estas piezas su mobiliario en otoño.

Te succiona el corazón y luego ves una cama orgánica, un pesebre de química viva, en forma de maqueta de algún interior desconocido.

Te vuelves a girar de golpe, 

llevas ya dos minutos eternos mirando de reojo las cortinas de tu memoria, como membranas sensoriales insertadas en la médula espinal del espacio.

Hasta que no puedes más,

y te sometes al vértigo.

Luego la pared iluminada te avisa, estas muy sola, como en el duelo de ti misma.

Te sientes un espejo,

tocas la piedra.

Te vuelves a girar,

quieres más.

Esperas una vertiente,

El sonido te lo come,

aunque no lo ves,

lo sientes.

Te quedas inmóvil

como en medio de una glera animada.

La morrena lamiendo las morenas del perjuicio.

Sin duda es una muestra alpina. 

Ir ya, 

pero ir con arnés, 

atadas a vuestro mejor yo.

Sergi Botella

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