En Archivo de emociones difíciles Tamara Kuselman se propone recopilar una serie de “historias de esas que no son fáciles de poner en palabras, las que duelen, las que nos hacen sentir vergüenza, miedo al juicio y otras emociones que son difíciles de expresar en el ámbito público”. Esas historias provienen de los relatos orales de seis personas vinculadas con Argentina cuyos testimonios Tamara Kuselman comenzó a recoger hace un par de años. Sus historias tienen que ver con situaciones de vulnerabilidad en las que se mezclan relaciones de conflicto, violencia, abuso de poder y toxicidades varias. El foco está puesto deliberadamente en lo difícil que es compartir este tipo de historias pero también en los problemas que tenemos, además de para expresarlas, para comprenderlas, para escucharlas, para ponernos de verdad en la piel de quien ha pasado por algo así, aunque todo el mundo pase por algo así en algún momento de su vida. A partir de ahí el trabajo se plasma en dos formatos diferentes pero íntimamente relacionados.
Por una parte está la exposición en el Espai Rampa de La Capella, que se puede visitar hasta el 4 de febrero, con entrada gratuita, como todas las exposiciones y el resto de actividades que se desarrollan en La Capella (algo que se agradece de verdad en estos momentos de escasez en los que a veces el arte se convierte en un lujo para los que cuentan en su haber con más emociones difíciles que euros en su cuenta corriente). En esa pequeña sala, a la que se accede por una rampa, nos encontramos con una serie de pequeñas esculturas de cerámica que pretenden evocar esas emociones difíciles de expresar. Al traducirse en materia las historias pierden su oralidad, su literalidad, pero la intención manifiesta es que las piezas de cerámica condensen la memoria de las vivencias traumáticas que destilan las historias que se encuentran en su génesis. De la misma manera que un cuerpo reacciona y retiene el recuerdo de una emoción difícil, la cerámica hace lo propio al reaccionar ante las altas temperaturas del horno que la solidifica.
Por otra parte, en cuatro sesiones diferentes, la performer Almudena Pardo Teixeiro realiza unas activaciones en el espacio expositivo en las que devuelve esa oralidad a las historias que encierran las piezas de cerámica. En la sesión del martes 5 de diciembre, vestida con un mono negro, la performer nos esperaba en la sala, junto a las esculturas, a eso de las siete de la tarde. El público, al entrar, se fue colocando en el perímetro de la sala, apoyándose en la barandilla que da a la rampa de entrada, de pie junto a las paredes o sentado en el suelo. La performer nos contó tres historias con una voz tranquila y suave. Su manera de decirlas no era ni completamente teatral ni tampoco completamente natural, más bien algo así como un recitado ligeramente alucinado, un poco hipnótico, sin cargar las tintas, desprovisto de emoción. Quizá porque esas emociones difíciles escondidas en las historias que nos contó no necesitaban más subrayados, quizá porque, en coherencia con el resto de la propuesta, las emociones volvían a resurgir de sus cenizas (o más bien de sus cerámicas) desprovistas ya de lo accesorio, en cierta manera, purificadas.
Mientras nos contaba las historias las piezas de cerámica fueron descolgadas de las paredes, encajadas las unas sobre las otras, manipuladas de maneras diferentes según el caso, según la historia. Las historias compartidas en esta sesión iban sobre parejas, sobre asuntos familiares, sobre madres, sobre hermanos, sobre enfermedades, sobre herencias… En una ocasión la performer se encaramó a la barandilla. El público se apartó para dejarle paso. La performer parecía actuar en esos momentos como si estuviera sola, como si en realidad no hubiera nadie más allí. Pero supimos que había acabado porque nos dio las gracias y eso fue el pie para darle nosotros las gracias a ella con nuestros aplausos y también para que, al señalarla, nos descubriese a Tamara Kuselman, camuflada entre el público.
La próxima activación del Archivo de emociones difíciles tendrá lugar el viernes 12 de enero y la última será el 2 de febrero, dos días antes de la clausura de la exposición.
Rubén Ramos Nogueira
Fotografías: Pep Herrero