Miel y leche hay bajo tu lengua

culto al cocido

Como dicen los americanos, BODY del texto: próximamente presentaremos en el Teatro de la Puerta Estrecha (Madrid) un libro y una obra que son lo mismo, La guerra según Santa Teresa. Aquí hablo de comer, de intentar entenderse con una hija, de investir la muerte de magia y de dar las gracias. En la foto, Julia de Castro y yo ante un cocido en Ávila.  

El Teatro de la Puerta Estrecha es un lugar muy extraño: un salón al que se accede desde la calle y donde el espectador, avisado o incauto, encontrará una estantería con libros, un fregadero con los platos todavía goteando o un sofá. Es una casa-teatro, y por eso mismo podemos presentar allí La guerra según Santa Teresa: siempre nos ha tocado hacerla en vestíbulos o palacios del siglo XII, todavía no ha pisado un escenario consagrado como tal. Pero La Puerta Estrecha tiene, y esto sí que es raro, dos salitas de teatro dentro, una más pequeña que otra, y un patio. Perfecto pues para iniciar La guerra como un recorrido.

Presentamos también el libro, editado por Continta Me Tienes. Incluye un texto nuevo, Los leones y el hambre y un prólogo de Maria Fernanda Moscoso. Incluye también un texto que se publicó aquí, en TEA-TRON, el pasado mes de marzo. Es por lo tanto una caja de los tesoros que he encontrado en las playas teresianas en los pasados años. Maria Fernanda Moscoso habla en su prólogo sobre la necesidad de cadáveres cuando la muerte pasa ante nosotros, lo cual ha iluminado un rincón de mi memoria al que no había accedido aún: empecé a escribir La guerra según… después del fallecimiento de mi tío Joaquín, poco después de observarlo a través del cristal, en el tanatorio, impotente ante la certidumbre de perderlo, lo peor de todo, físicamente, perder el apoyo de su hombro y la visión de sus pelitos grises bajando por la sien. Será por eso que el texto se construye sobre el asombro de la Teresa troceada en reliquias, reclamada por todos. Me acuerdo también, con riesgo de que no venga a cuento, de Príamo suplicándole a Aquiles que le devuelva los despojos de Héctor. Creo que sí, que es lo mismo.

Los leones y el hambre, el nuevo texto, es una explicación para mi hija sobre cómo hemos llegado hasta aquí: por qué las místicas, qué fue aquella obra llamada El amor y el trabajo (2011-2012) donde tanta importancia tenía una tal Catalina de Siena, y qué vino a descubrirme Teresa de Jesús. Resulta entonces que las dos obras, El amor y La guerra, pueden verse como un díptico, aunque es sólo una posibilidad, no una forma cerrada. A mi hija le hablo de la importancia de comer, y de cómo una puede llegar a morir de hambre o bien celebrar y abrazar la comida en vida a pesar de las enfermedades y las fatigas. La comida, sí, alcanza a la fantasía, se derrite en los límites más peligrosos de una percepción, sin dejar de ser el sustento cotidiano innegociable. Hablo también de otra santa, pero sólo para que mi hija se ría: Margarita María de Alacoque, famosa por comerse la diarrea de los leprosos a los que atendía. Una vez más, como estoy en mi página y puedo escribir lo que quiera, permitidme el desvío y recordemos un momento a Margarita María de Alacoque. Marc Caellas me envió un texto, El vientre de los filósofos, en el que Michel Onfray revisa las trayectorias del Marqués de Sade y de Margarita María de Alacoque y concluye que la que verdaderamente cumplía con lo prometido era la santa:

“Sade dice más de lo que hace […] en lugar de comidas compuestas por niñas asadas y excrementos helados, Sade se limita a una comida muy inocente. La comida imaginaria no conoce prohibiciones, así como el sueño ignora los límites. Al devorador de niños le gustan sobre todo las aves, los pasteles, las compotas, los malvaviscos, las golosinas […] Sade es más marginal por escrito, en sus novelas, que oralmente en su vida cotidiana. ¿Preferiremos una invitación de Margarita María o de Sade? La mencionada Alacoque es más sorprendente en la mesa – si se puede decir así- que el ciudadano marqués. En lugar de rastros de sangre de una prepúber, lo que tiene Sade en la comisura de los labios es cacao de sus postres favoritos. No se puede decir lo mismo de las marcas marrones que rodean la boca de la santa…”.

Así que con esta barriga de ocho meses intentaré poner en orden, ante mi hija, las cáscaras y frutos de mar que he encontrado en los últimos años en la estela de Teresa. Sí, cadáveres, porque partíamos de una muerte, y así nos lo iluminará Maria Fernanda en el prólogo. Pero llegaremos a las ganas de comer y las diferentes inspiraciones que nos lanzaron las aventureras desde el pasado. En el embarazo he soñado como nunca con la comida, llegando a entender al ogro de Pulgarcito que se comió a sus propias hijas a oscuras mientras dormían. Esta es una lista de mis sueños más recordados:

1-      Me sirven un cocido en un plato, mientras alguien fríe albóndigas cerca de mi mesa. Yo le pido: “Las mías con poco ajito, por favor”. Me ponen albóndigas sobre el cocido. Las aplasto con un tenedor sobre el fondo de garbanzos y caldo. Antes de probarlas, me despierto.

2-      Me sirvo huevos fritos sobre fondo de espinacas. Los aplasto con un tenedor. Antes de probarlos, me despierto.

3-      Estoy en un buffet, ante la sección de postres. Con unas pinzas, me sirvo torrijas empapadas en miel y leche. Antes de llegar a mi mesa, me despierto.

En La Puerta Estrecha, después de que os cuente todo esto, Julia de Castro pronunciará las palabras que invocan a la obra (“En las últimas semanas…”). La seguiremos y de nuevo compartiremos con ella, y con Carlos Troya y con Eva y sus pinturas, las reliquias de Teresa, la bandeja de yemas de Ávila y una preciosa canción de Augusto Algueró y Caterina Valente. Necesito este volcado de amuletos y nombres, necesito hilarlos para protegerme del caos en el que viene flotando mi hija y que yo misma he alimentado; aún me quedan más nombres: Sandra Cendal, editora de Continta Me Tienes, es quien ha construido la caja para clasificar tantos signos. Gracias a ella llegaremos al final.

El otro día estuve en el Institut Français para ver a Julia Kristeva hablar de Teresa. Dijo, ¿será verdad?, que Teresa miraba en ocasiones a Jesús como a su hijo, y alentaba a sus discípulas a hacerlo así, porque

“Ser madre es intentar pensar desde el punto de vista del otro”.

 

“La guerra según Santa Teresa (la obra y el libro)” en el Teatro de la Puerta Estrecha los días 17 y 18 de octubre de 2015.

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