Por qué quieres saber cómo me llamo: Liberté, Egalité, Beyoncé

vision_after_sermon1333411899535 (Sobre Liberté, Egalité, Beyoncé, en Teatro Pradillo, de colectivo PLAYdramaturgia )

Quedóse así Jacob solo, y un hombre luchaba con él hasta despuntar el alba. Viendo el hombre que no le podía, le golpeó en la articulación del muslo y se descoyuntó el tendón del muslo de Jacob durante la lucha con él. “Suéltame, que raya el alba”; y Jacob respondió: “No te soltaré si antes no me bendices” […] Jacob le preguntó, “Dime, te ruego, tu nombre”. Pero él respondió “¿Por qué quieres saber cómo me llamo?” Y allí mismo le bendijo. Llamó Jacob a aquel lugar Panuel, porque dijo “He visto a Dios cara a cara y  he salvado la vida”. Salía el sol cuando pasó por Panuel e iba cojeando de la cadera. Éste es el por qué de que los israelitas aun hoy no comen el nervio ciático que está en la juntura de la cadera, pues el Ángel golpeó a Jacob en la juntura de la cadera en el nervio ciático.

Perdonad que traiga la Biblia pero es lo que hay hoy para comer. Ayer Javier Cruz y Janet Novás emprendieron una lucha como ésta, larga, extraña; empezó despacio y siguió despacio, pero allí estaban, insistiendo, una gradación ascendente de sudor y de respiración. Nosotros éramos las muchachas bretonas que en el cuadro de Gauguin, La visión después del sermón, tienen una pradera roja sólo para ellas, y en esa pradera el Ángel y Jacob. ¿Qué hacen? ¿Por qué tanto rato, toda la noche según la Biblia? Al observar a Cruz y a Novás pensé, ¿Y si lo de Jacob y el Ángel fue también un polvo? Claro, un polvo, un combate, da igual, el caso es que se empeñaron en intentar entenderse y llegar a algo juntos. El encuentro, en la Biblia, se resolvió por medio de la palabra, aunque fue una palabra dicha para ocultar. Jacob quedó marcado por siempre y lo sintió como una resurrección. Una noche de fiebre, una noche a punto de morir. ¿Todo encuentro nuestro, cuerpo a cuerpo, ha sido eso?

Los Play colocan, una detrás de otra, piezas que, insospechadamente, encajan. La primera alusión a Lázaro nos pilla desprevenidos: estábamos hablando de Schubert, de que era joven y murió después de haber compuesto cientos de obras y de arder noche tras noche. Nos dicen que Schubert dejó inacabado un Lázaro o La fiesta de la Resurrección. No sabemos que, después de esa primera aparición, habrá más, y que Lázaro acabará impregnando el aire de la sala con sus vendas desenrolladas.

Y ahora limpia el atroz perfume de la muerte
en agua clara y fresca: lava tus largas vendas
en la corriente del río
como los pobres desaguan los interminables intestinos de ganado
que guisan y comen, y luego enróllalas y guárdalas.

Sé, pues, precavido
porque nadie sabe hasta cuándo durará el terrible milagro.
Él dijo que te levantaras y no dijo más, ninguna promesa.

(Resurrección de Lázaro, José Watanabe)

“Juventud es insistencia”, dicen las voces de Play, y suena a punto final, paradójico porque es a la vez un punto que legitima todo nuevo intento de explicar la juventud en escena. Hemos visto varias obras sobre eso de ser joven, de estar a punto de, de prometer. Los chicos y chicas que se ponen delante de nosotros, durante largos minutos, a mirarnos, a mirarse, a tocarse el pelo, a encogerse de hombros. Y que no hablarán, se guardarán ese don, para que no perdamos la duda, ¿compartimos algo con ellos? ¿Acabamos de compartir algo? Más elementos: Las proyecciones. Dos cuerpos largamente enfrentados. El trance. Ya lo hemos probado antes. Sí, desde el inicio, la serenidad con la que los chicos y chicas menores de veinticinco años (nadie nos ha especificado su edad pero podemos arriesgarnos a afirmarlo, esa piel, ese pelo, así lo atestiguan) se asoman a la escena, vamos a sostener imágenes y métodos que no son nuevos. Quizá esta vez hay un mayor despojo, están aisladas, duran, y por eso digo que “los Play colocan piezas una detrás de otra”. Así nos las presentan, sin dejar que se amontonen. Hay un arqueólogo en Play Dramaturgia, un arqueólogo de verdad, y a lo mejor por eso este orden metódico y esta voluntad de considerar cada fragmento en sí mismo pero sin dudar de que tiene su correspondencia entre las demás. Esta obra es una súplica por no perder el valor, el ritmo de la sangre. Por resistir, igual que Jacob resistió empujando al Ángel.

Los Play hablan de la polla de Schubert y de la polla de Lázaro. Hace unos meses hice una videoplaylista en TEATRON sobre artistas masculinos que trabajan sobre un tipo de polla castigada por nuestro imaginario: lo que los romanos llamaban mentula, la polla en posición de descanso o de rechazo o de miedo o de pereza, da igual. Los Play van a otro lugar, a otro tipo. Esa polla sobre la que nos preguntan es la de Lázaro, resucitado a los cuatro días de morir, y la de Schubert, carcomido por la sífilis. La muerte acariciando a dos criaturas, devolviendo a una, y atrayendo a otra, pero acariciándolas ahí donde más duele.  Para los Play la juventud corre por las venas y precisamente donde más claramente podemos advertir la tarea de las venas es en la polla.

Vuelvo a la “Misteriosa lucha de Jacob”, así se titula en la edición de la Biblia que tengo, y a la escena de Javi/Jacob, Janet/Ángel. Javi nos contará, después, sudado y agotado, cómo una vez estuvo con una novia, en el sofá, mientras en la tele discurría La Pasión de Cristo de Mel Gibson. Ya sabemos a qué suena esa película. Tres horas de. Javi también nos cuenta cómo son sus cicatrices, hechas en movimiento, en escenarios, en accidentes. Después, Janet Novás. Que no toma la palabra, pero sí el sonido. Va percutiendo con un micrófono hueso a hueso, los suyos. Como si se llamara a sí misma, como tocando a la piedra que tapaba la tumba de Lázaro. Despertándose,  o quedándose para siempre ahí, en esa llamada, en esa voluntad de resucitar. Este siglo, dicen los Play, nos tiene atrapados ahí, en torno a la losa: los viejos no se terminan de morir y los niños no terminan de nacer. Sabemos cuánta tierra vamos a desalojar cuando nos zambullan en el foso, precisamente porque estamos subidos a la montaña que formaron las palas de los sepultureros. Lo conocemos todo.

Permitidme volver a la lucha de Jacob/Javi y Ángel/Janet. Ésta pasa a mi galería de la memoria de “cuerpo a cuerpo escénico”. Junto con:

-Juan Loriente y Nuria Lloansi, en Arrojad mis cenizas sobre Mickey. Él vestido con una camiseta en la que pone ROUSSEAU, sólo, y ella con una camiseta en la que pone MONTAIGNE, sólo, golpeándose mutuamente la pelvis con la cabeza del otro, pero al revés, una especie de mamada inversa. Llamar a las puertas del cerebro del otro a golpe de Eros.

– Sindo Puche y Tania Arias en Entre las brumas del cuerpo, de Marqueríe. Estábamos ahí, en la penumbra de la Real Fábrica de Tapices, y Sindo y Tania se movían y respondían suavemente en  un cuadrilátero de polvo blanco, creo que era harina. Horas y horas. Sin parar. Podías sentarte en una esquinita y adormecerte libremente contemplándolos, como una especie de sustancia química en ebullición.

– Rolando San Martín y servidora, en El amor y el trabajo III; intentaba reducirlo, sólo eso, intentar tenerlo sólo para mí y que no se moviera bajo mi cuerpo, pretensión harto frustrada.

– Siempre que en un escenario alguien quiere formar un cuerpo a cuerpo que aluda explícitamente al sexo (que no es el caso de Liberté Egalité… porque esa lucha no es sólo eso), y pone a los actores a cuatro patas y a darse pollazos, es muy desasosegante, porque no te lo crees y te da mucha vergüenza y lo pasas muy mal. A mí me pasó con MBIG, Macbeth International Group en La pensión de las pulgas, ahí encerrados en la habitación con ellos y ellos haciendo como que era un polvo real, pero de cuarenta segundos y con orgasmo de Lady Macbeth incluido; claro, el resultado era de mirar para otro lado y suplicar que acabaran ya. También recuerdo, de muchas obras, a mi pesar, mucho empotramiento de gente vestida. Noooo.

Y como no quiero terminar así, dejadme que os cite un poco de lo que nos dijeron ayer:

En el siglo XXI los viejos no acaban de morir y los niños no terminan de nacer

Los demás estamos atrapados en medio

Hartos de culpar a otros

Quemando su proyecto

 

Bailando con la energía que nos da el fracaso

 

 

Por eso vamos a insistir

 

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2 Responses to Por qué quieres saber cómo me llamo: Liberté, Egalité, Beyoncé

  1. Analfabestia says:

    Yo también asistí a la función ayer. Me pareció que iba muy lenta, pero claro, se mueve gracias a la energía fósil. El desayuno de hoy, con los ojos cerrados, me ha dado asco.

  2. Julia says:

    No he visto la obra, pero este texto me ha llenado de curiosidad. Gracias, seguiré con lupa a los PLAY

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