y prefería huir y ser herido antes que quedarse como una roca salvaje violenta, antigua, verosímil

Seguías en esa ciudad mientras una amiga, europea, te escribía, desde otro continente, Europa es filosofar en un café viendo la lluvia caer, mientras las bombas abruman alguna ciudad perdida en el Oriente Medio y leyendo la dichosa carta solo te queda, como europeo, filosofar a escondidas en un café o en la habitación de una amante imaginaria, y le contestas en otra torpe carta que si, pero que incluso es más antiguo que todo eso, que para ti es una guerra silenciosa de lucha de clases  y eso lo sabes y das prueba de ello cuando hay teatros en esa ciudad que han pasado de tener el nombre de empresas hosteleras a nombres de empresas de seguros o financieras. Y mientras ella te dice que a veces le toca dormir en una choza de indios y con indios, empiezas a trabajar la duda del exilio exterior y el exilio interior, y dudando, entre moradores de una calle comercial de una ciudad superpoblada por el puente festivo, te acercas al teatro porque, como dijiste antes, te gusta tu trabajo aunque ya no sabes si la ciudad tiene algo que ver con eso. Y llegas al teatro y ves a tus amigos y a ti mismo, incluso después de la función, fuera del teatro, ya en la calle y cada uno con su vida, tratando de no representar la idea de tu amiga, la de la carta, la idea, digo, de una Europa como progresista, pero que finalmente mira hacia otro lado cuando la tristeza o la escasez (o las dos) empañan los ojos de tu vecino.

Es una actitud, te escribe, un trazo imaginario, una estafa.

 

Y con la estafa atada a los cojones transcurren los detalles de la última noche en un Madrid que no se olvida de ese frío seco y que hace aún más melancólica la duda que habla de un no saber que ha pasado en dos semanas para sentirse consumido por la velocidad y la exigencia.

 

Tal vez sea esta cosa de ser europeo con treinta años: y prefería huir / y ser herido / antes que quedarse / como un roca salvaje / violenta, antigua / verosímil